viernes, 12 de agosto de 2011

Hombre de palabra

Rosario trabajaba en una carpintería en La Habana. Un buen día -es un decir- a su marido se le rompió la guitarra, en la que sonaba buena parte del sentido de su vida. Las posibilidades de reponer la guitarra eran mínimas y la chance de repararla casi imposible por las limitaciones propias de la situación que se vivía. 

Ilustración: Margarita Nava
Ella vio tan amargado a su marido, que resolvió pedir ayuda a don Miguelito, el jefe de la carpintería. Hombre extremadamente serio pero de una generosidad y solidaridad inconmensurables, solucionó el problema colocando un puente en la guitarra luego de enfrentar enormes vicisitudes para obtener la materia prima necesaria. Rosario agradeció debidamente y advirtiendo la fragilidad de aquel remiendo preguntó cuánto tiempo podía durar el arreglo. La respuesta de don Miguelito no se hizo esperar: “mientras yo viva, no hay que temer”.

Pasan los años, Rosario y familia se van a vivir a Suecia. Una noche un ruido estrepitoso despierta a la pareja. Van al cuarto de junto y observan que a la guitarra reparada (que estaba colgada junto a  otras dos) le había explotado el puente, cuyos restos yacían en el piso.

Esa noche, a muchos kilómetros de distancia, fallecía Don Miguelito, hacedor de puentes.

martes, 9 de agosto de 2011

Presentación de "Crónicas Agradecidas"

Presentación de "Crónicas Agradecidas" en el marco de la Feria de los colores, sonidos y sabores. Explanada del Monumento a la Revolución. México DF


martes, 2 de agosto de 2011

Las grietas de la fe

Apreciaba el privilegio de conocer muy diversas gentes y lugares a través de mi trabajo (y dentro de mis predilecciones la ciudad de Oaxaca ocupaba un lugar muy especial), pero aquel momento era distinto, yo andaba peleado con la vida. Los sentidos se me escabullían, las razones se evaporaban y los deseos se perdían en las penumbras.

Ilustración: Margarita Nava
¿Cuándo me extravié de mí mismo? En aquellos días interminables constataba que me habían vendido un pasaje para la vida, que no coincidía con el destino al que había arribado. Y ya era tarde para inconformarse; la oficina de quejas estaba fuera de alcance en tiempo y espacio.

Con todos estos pensamientos a cuestas, llegué a Oaxaca para trabajar con los maestros de un colegio religioso. ¿Por qué complicarme tanto la vida? ¡Qué envidia -de la buena- les tenía en esos instantes a aquellas mujeres tan estables, tan incuestionadas, tan monolíticamente amparadas en su fe!

En ese contexto dio inicio el curso y ya desde los primeros momentos observé que la Madre Guadalupe estaba más ausente que yo. A pesar de sus máscaras, era evidente que estaba sin estar. Un día antes de que concluyera el trabajo, le pasé con discreción a la mínimamente cincuentona Madre Guadalupe un breve mensaje: “Espero que pase pronto la tormenta. Mucha fuerza y ánimo. Lo más que puedo ofrecerle son buenas vibras, para que un día próximo vuelva a salir el sol”.

Al otro día me entregó personalmente su respuesta.
Te agradezco mucho tus líneas.

Quiero creer que vendrá el día...

No se hasta dónde me llevará lo que ahorita estoy viviendo y lo que va a seguir...

Lo más triste es que me estoy deprimiendo y a ratos no tengo ánimo ni de orar, pero no temas, por la mañana el Señor me ayuda y trato de que mi situación no afecte mi trabajo.

Lo negro son las tardes, necesito descansar pero tal vez la mejor forma por ahora no sea dormir, sino otros medios, no quisiera despertar y cuando no me queda más, no quiero salir de mi cuarto.

No he podido comunicarle esto a la Hermana Directora, voy a tratar de hacerlo. Además el día 12 ó 13, Dios Mediante, le diré a la Madre General lo mal que me siento y, con la ayuda de Dios, estoy segura saldré adelante.

Pero desde mañana pediré al Señor que me atraiga y me pondré frente a Él aunque no le diga nada. Si no me acerco a Él, esto sí sería grave. Lo haré no mañana, hoy mismo aunque sean unos minutos.
Yo sé que tú oras, por favor háblale de mí al Señor, te prometo tratar de salir de mí misma y orar por ti y por los demás.

Hasta pronto. De nuevo gracias. Por algún medio te comunicaré qué fue lo que el Señor de un modo u otro quiso o permitió para mí.


Guadalupe

Algunos años después me pregunto ¿qué habrá querido el Señor?