jueves, 28 de agosto de 2014

Cuando los responsables son otros


No es cosa sencilla asumir la propia responsabilidad en estos tiempos en que a la hora de las atribuciones siempre queda el recurso de esgrimir atenuantes, cuando no sea posible declinar la responsabilidad directamente en otro. A ello se refiere Pascal Bruckner en su libro La tentación de la inocencia (Barcelona, Anagrama, 3ª. Ed., 1999), en su opinión Estados Unidos es líder en lo que identifica como victimología, que allí se está convirtiendo en plaga nacional. Para ilustrar el punto presenta una serie de casos.

Los anales judiciales rebosan de anécdotas tan pasmosas como grotescas: ¿que el autor de unos asesinatos en serie tiene que responder de sus crímenes? Se defiende aduciendo una sobreexposición a la televisión y a su cascada de imágenes violentas. ¿Que un padre mata a su hijita? Se lo tenía bien merecido: de hecho, era ella la que le estaba matando con su carácter insoportable. ¿Que una mujer desarrolla un cáncer de pulmón tras cuarenta años de tabaquismo impenitente? Demanda a tres compañías tabaqueras por falta de información sobre los peligros del tabaco. ¿Que otra por despiste mete a su perro en el microondas para secarlo? Denuncia a los fabricantes culpables, en su opinión, por no haber indicado en el manual de instrucciones que el aparato no es un secador. ¿Que el asesino del alcalde de San Francisco trata de explicar su crimen? Se habría estado alimentando de forma inadecuada (“Junk food”) y eso, momentáneamente, lo habría sumido en un estado de demencia. ¿Que una madre liquida a su hijo? Su abogada aduce un desequilibrio hormonal que impone la absolución inmediata. ¿Que una vidente ha perdido su talento adivino? Denuncia a su peluquero que la habría tratado con un champú causante de la desaparición de sus facultades. ¿Que sorprenden al rector de una universidad persiguiendo con llamadas telefónicas obscenas a unas muchachas? Lamentablemente, está aquejado de unas dosis anormales de ADN en sus cromosomas que ocasionan estos arrebatos de inusitada turpitud. Por no hablar de los asesinos de personalidades múltiples que nunca se reconocen en el ser que ha asestado las puñaladas o de esos malhechores que denuncian su detención como una forma particularmente aviesa de discriminación: ¿por qué yo y no los otros?

Sin embargo, esta situación no es exclusiva de Estados Unidos ni de años recientes. Hace ya mucho tiempo que el español Rafael Azcona propuso demandar a Frank Sinatra.

Hace años yo proyecté reunir en una asociación a todos los novios perjudicados por Frank Sinatra; fue cuando las parejas de novios se acariciaban en un local con poca luz y de las tinieblas salía la voz de Sinatra, tan hormonal, cantando Strangers in the night, y las parejas, enloquecidas de amor, iban y se casaban. Luego, ya casados, ponían a Sinatra en el tocadiscos y ya no era lo mismo, claro.

Entonces se originaban problemas, desavenencias, incompatibilidades y desencuentros, lo que refuerza los argumentos de Azcona: “Estoy seguro de que esa asociación, contando con un abogado americano de los buenos, le hubiera sacado a Sinatra una pasta.”

martes, 26 de agosto de 2014

Frijolidades de la vida


Sin frijoles la comida mexicana no sería posible y aun no aparece por estos rumbos quien no guste de ellos. Es así que la pregunta obligada se limita a: ¿refritos o de la olla? Difícil, muy difícil que alguien renuncie a ellos. Andrés Henestrosa, citado por Martha Chapa, profundiza en el tema.


La mesa del indio puede poner todos los platos que se quieran, pero cuando llegan los frijoles es cuando realmente el hombre va a empezar a comer o acabó de comer.
(...) el frijol tiene una figura muy hermosa; encuentras en él muchos colores y variedades, más de los imaginados. Por ejemplo: hay uno que brinca, “el saltarín”. Sabemos que contiene adentro algún insecto que lo mueve; pienso que nosotros creemos que se debe a que en el interior existe vida de por sí. No sólo sirve para dar vida, sino que ya la tiene; porque la tiene la da, te la regala, te alimenta, te mantiene vivo. Asimismo, se pueden hacer con él mil combinaciones, tantas como se pueden hacer con el cacao y el maíz: tortillas, guisados, caldos, en fin, todo un mundo de platillos. (...)
Y además un caldo delicioso, que se puede tomar de pie. También se acostumbran rancheros, fritos, refritos, todos los arreglos posibles; cuando llegó el aceite, sirvió para condimentarlos. En el mundo de la antigüedad se preparaban con manteca animal. Una vez cocinados resisten más el tiempo; se pueden recalentar —se llama “recalentado”—; se pueden volver a freír —se llama “refrito”. (...)
Y otra variedad son los huevos revueltos con frijoles. El frijol es un fruto, un cereal, no sé el nombre técnico. De lo que estoy cierto es que son suculentos, prodigiosos, maravillosos. El indio los suele llevar en su morral, envueltos en hojas de maíz, totomoztlebacuela, en zapoteco—; ahí los carga con todo su amor. Los puede tomar fríos o calientes. Por su forma recuerdan un poco al cacahuate o cacahuetl, al maní que dicen en las islas; es auténticamente una preciosidad. Parece un riñón, y curiosamente al riñón se le llama en zapoteco ladchibizá, “entraña-frijol”, entraña en forma de frijol.

 
Existen cocinas en que a los frijoles se les da un sazón muy especial. Y cuando uno pregunta a esos artesanos del sabor qué cosa diferente hicieron a la hora de cocerlos, la respuesta siempre es la misma: “nada”. Pero de la nada no puede surgir esa maravilla y por tanto esa respuesta sólo es posible por el recelo que permite guardar los secretos del fogón o bien por una exagerada humildad que considera de escaso relieve los prodigios del oficio.

 
Hay que ser muy temerario para recomendar cocinas porque ello puede culminar en serios disgustos por quienes, siguiendo la sugerencia, no obtuvieron el servicio que esperaban. Es lo mismo que sucede al recomendar médicos, mecánicos y dentistas, por poner algunos ejemplos. No obstante asumo el riesgo. A quien viva en ciudad de México o venga a ella de  visita, le recomiendo ir a desayunar huevos tirados en el restaurante “La Cocina” en el Mercado de Santa Cruz Atoyac que queda sobre Av. Cuauhtémoc entre Municipio Libre y Emiliano Zapata, en la delegación Benito Juárez. Y si se me permite una última sugerencia, acompáñelos con salsa verde y unas tortillas calientitas.

 
Después me cuenta.   

jueves, 21 de agosto de 2014

Semper idem


Difícil entender que personas que tienen una mirada tan diferente acerca de Dios y del mundo en el que viven, puedan formar parte de una misma Iglesia. Del Opus Dei y los Legionarios de Cristo a la Teología de la Liberación; de los acomodados con el poder civil a los luchadores incansables e indoblegables contra la injusticia; de quienes se dan vida de príncipes a aquellos que sobreviven en los límites entre  pobreza y miseria; etc.

Y claro que en ese contexto no deben faltar los encuentros ríspidos entre antagonistas que asumen formas muy diferentes de explicitar su fe. No abundan las noticias que se tienen al respecto y es de suponer que muchas de estas divergencias queden selladas bajo el voto de silencio de sus protagonistas. Muy de vez en cuando trascienden parte de los entretelones de alguno de estos desencuentros; tal es el caso que narra Hans Küng en sus memorias y que fuera publicado en El País (España) el 26/10/2003.

Me ha citado para el jueves 14 de octubre de 1965 a las doce en el Palazzo del Santo Oficio, primer piso. Su aparición no habría podido escenificarse de forma más teatral: con la primera potente campanada de la iglesia de San Pedro, un monseñor ha abierto de un golpe las dos hojas de la puerta de la sala, y aparece en el marco de la puerta con todas sus galas de púrpura él: el mil veces temido Gran Inquisidor, el jefe del Santo Oficio, el cardenal Alfredo Ottaviani. Se santigua y reza en alta voz: “Angelus Domini nuntiavit Mariae”, (“el ángel del Señor anunció a María”). Yo le contesto en latín con voz firme: “Et concepti de Spiritu Sancto” (“y concibió del Espíritu Santo”). Y así, alternándonos, todo el ángelus con sus tres avemarías. No puedo dejar de imaginarme cuál habría sido el aturullamiento de otros no acostumbrados a estas costumbres piadosas de Roma.
(...) Ottaviani vive y piensa (…) dentro de un paradigma distinto, sigue viviendo en la constelación de Iglesia y sociedad medieval-contrarreformista-antimoderna. Y por eso a mí, desde mi paradigma moderno-posmoderno, discutir con él me resulta tan difícil como a un representante de la moderna imagen copernicana del mundo con otro de la antigua ptolomeica. El sol, la luna y las estrellas, Dios, Cristo y la Iglesia son los mismos para ambos, pero la forma en que los dos vemos esas realidades es completamente diferente; diferente, precisamente, por nuestra respectiva constelación, por el paradigma. Vivimos en la misma Iglesia, pero en otro mundo.

Hans Küng advierte en sí mismo una mirada compasiva hacia el inquisidor. “Miro atentamente al cardenal con su testa cesárea mientras mantiene su monólogo, y siento hacia él algo así como compasión.” Concluye Küng con una categórica reflexión acerca del lema del escudo del cardenal Ottaviani.

Él, que lleva en su escudo el peligroso lema Semper idem (Siempre el mismo) ha envejecido, está casi ciego y se ha quedado irremisiblemente rezagado respecto de la marcha de la teología y de la Iglesia sirviendo a la curia. Pero ni siquiera el roble puede ser siempre el mismo si no cambia constantemente, pierde sus hojas, las renueva y crece. 

Tal vez sea por ello que Germán Dehesa -cabe aclarar que en un entorno muy diferente- sostenía que las palabras tradición y traición son muy cercanas entre sí y añadía que a las tradiciones hay que traicionarlas amorosamente para que sigan vivas.

martes, 19 de agosto de 2014

Modelos para dar malas noticias


Ingrata tarea la de tener que dar malas noticias. Difícil elegir la mejor manera de proceder cuando a uno le toca ser mensajero de toda clase de males, infortunios, contrariedades, etc. y existe una amplia gama de alternativas para afrontar el reto. Así hay quienes se preocupan mucho por las condiciones físicas: “siéntate que tengo que decirte algo”, “¿no gustas un vaso de agua?”. Hay otros que apelan al catastrofismo de la propia víctima: “¿a qué no te imaginas lo que pasó?”, con la esperanza de que sus suposiciones puedan ser mucho peores que el acontecimiento en sí, que entonces ya no sería tan terrible. También están aquellos que prefieren la técnica del nocaut al dar la mala noticia sin anestesia de ningún tipo, por considerar que lo único que hacen los preámbulos es agravar las cosas. Y no es posible dejar de lado la forma tradicional de abordar la cuestión: “te tengo dos noticias: una buena y una mala; ¿cuál prefieres que te dé primero?”.

Pero también están aquellos que se apartan de los caminos habituales y son verdaderos profesionales en la forma de encarar tales encrucijadas. Jorge Ibargüengoitia puede dar testimonio de algunos de estos maestros que se cuecen aparte en el arte de dar malas noticias.

(…) aquí en México hay gente que sabe dar malas noticias.
Una mañana, hace muchos años, cuando estaba yo en el rancho, llegaron dos medieros envueltos en cobijas y se pararon afuera del portón de la casa. Cuando salí a ver qué querían me dieron una de las peores noticias que me han dado en la vida.
-Dice el Juan Márquez que ya se cayó al pozo la pelotita.
La “pelotita” era el cabezal de la flecha… bueno, una parte muy importante de la bomba, sin la cual no podíamos regar.
Conseguir una refacción nos llevaba quince días, lo cual hubiera significado perder la cosecha. Recuperar la “pelotita” –o intentarlo, cuando menos- quería decir bucear en agua fangosa de tres metros de profundidad y tentalear el limo del fondo y discernir por tacto entre la “pelotita” y los esqueletos de las ratas. Hicimos las dos cosas: primero buceamos, no encontramos nada y después esperamos los quince días y se perdió la cosecha.
Bueno, pues toda esta catástrofe fue puesta en una nuez por el mediero que me anunció:
-Dice el Juan Márquez que ya se cayó al pozo la pelotita.

Según Ibargüengoitia por los rumbos del Bajío, que tan bien conociera el escritor, se presenta una variante muy peculiar de transmitir el infortunio.

Otro sistema de dar malas noticias consiste en no darlas. Es también muy usado en el Bajío. Por ejemplo si alguien llega de un largo viaje, no se le dice luego luego que ya se murió su mujer. Al recibirlo en la terminal hay que dejarlo que crea que su mujer no está allí, porque se quedó en la casa; una vez en la sala de la casa, hay que dejarlo que crea que está en la cocina. Cuando ya se llegó al corral de atrás y no hay más dónde buscar, el marido –que no ha preguntado por su mujer antes porque no sería correcto- no tiene más remedio que preguntar:
-¿Y dónde está Atanasia?
Entonces, el más viejo y el más allegado de los que fueron a recibirlo, contesta:
-¿Atanasia? Ah, pues ya falleció.

Y finalmente Jorge Ibargüengoitia alude a las malas noticias que vienen envueltas en forma de preguntas.

Un tercer procedimiento que he tenido oportunidad de estudiar en carne propia, porque era el empleado por una sirvienta que tuve, consistía en recubrir la mala noticia en forma de una pregunta que tenía por respuesta fatal la mala noticia propiamente dicha. Por ejemplo, en vez de decirme: “señor, se está cayendo el techo”, me preguntaba:
-¿Por qué será que el techo se ve así como abombado, y con muchas como rajaditas así como una telaraña?
O bien:
-¿Por qué será que el canario no se mueve? Mírelo, tiene ya tres días que está nomás acostado en su jaula y ni canta ni nada.

Con esto no pretendemos agotar los diversos caminos para hacer frente al desagradable trance de darle voz a la calamidad. Seguramente falta mucho por decir sobre este tema y es posible que cada quien tenga sus propias vivencias al respecto.

jueves, 14 de agosto de 2014

Moneda al aire


Hace mucho tiempo (tal vez desde el inicio de su circulación) que es costumbre dilucidar pequeños o grandes conflictos de intereses mediante la simple acción de lanzar una moneda al aire, luego de que los contendientes hicieran su apuesta por águila o sol, cara o cruz u otros equivalentes de acuerdo con la moneda en curso. Este procedimiento parecería ser muy justo al eliminar las preferencias y dejar el resultado en manos del azar.

Pero las cosas no son tan así.

Por una parte están los tramposos que no respetan los códigos de ética implícitos en este tipo de lances, como lo muestra con sus propias declaraciones Gonzalo N. Santos quien fue un conocido caudillo potosino muy transparente a la hora de confesar sus múltiples tropelías. Una de ellas –bastante menor en lo que hace a su repertorio- tuvo lugar cuando se acordó lanzar una moneda al aire a los efectos de definir la conformación de una comisión parlamentaria. Esto aconteció en las primeras décadas del siglo XX y lo cuenta el propio protagonista en su libro Memorias (México, Grijalbo, 1986)


(…) quedamos empatados dos diputados contra dos para la formación de la Gran Comisión que entonces era muy importante (…)  y el reglamento entonces prevenía, y tal vez ahora lo prevenga, que en caso de empate la suerte resolverá los conflictos en estos casos. Yo traía desde mis primero años de joven dos pesos (aún acostumbro portarlos en las peleas de gallos), uno con dos águilas y el otro con dos soles.
Había empleado este sistema contra los tahúres más astutos, o cuando se trataba de emparejar las peleas de gallos, y entonces desde el estrado donde se iba a resolver el caso de quiénes formaban la Gran Comisión, si Soto y Gama o Camacho, si Gonzalo N. Santos o Antonino M. García, metí una mano a la bolsa izquierda, agarré el peso de los soles y le grité a Soto y Gama que estaba en su curul: “Diga usted, señor licenciado, quiere águila o quiere sol”, y me contestó: “Quiero sol porque usted es muy águila”. Todos se rieron y yo saqué rápidamente el peso de la derecha con las dos águilas, lo tiré lo más alto posible y me fui muy disimuladamente con un grupo de diputados y al ver en el suelo que era águila un aplauso general se escuchó, y Filiberto Gómez dijo: “No les dije que tenía narices de cabrón, ya ven que resultó águila”. Soto y Gama desde su curul gritó: “Hasta la suerte lo favorece”.


Así las cosas, no es de llamar la atención que este mismo personaje en cierta oportunidad llegara a expresar lo siguiente: “Yo no sé qué opinen los moralistas, pero para mí la moral en la política es un árbol que da moras (…)”

Han pasado los años y aun con los muchos avances tecnológicos de los tiempos recientes, esta forma de decisión continúa vigente; ejemplo de ello es lo que sucede en el fútbol de acuerdo con las normas de la FIFA, tal como lo refiere Alfred López


El uso de una moneda para determinar en qué mitad del terreno de juego jugará cada equipo es obligatorio.
La primera línea de la regla ocho del reglamento establece que “se lanzará una moneda al aire y el equipo favorecido decidirá la dirección en la que atacará en el primer tiempo del partido”.

Claro que como la experiencia enseña ahora se toman precauciones para evitar la presencia de gandallas, vivales y especies similares que tanto abundan. Continúa López


Y aunque no especifica qué moneda hay que lanzar, la FIFA proporciona a sus árbitros internacionales una moneda especial con un lado azul y el otro amarillo, con logotipos de FIFA  a cada lado, conocida como moneda fair play (o del juego limpio). Dicha moneda también se utiliza en los lances del juego en el que se precise una decisión o un saque neutral.
La moneda del juego limpio se utilizó por primera vez en el partido que enfrentó a Estonia y Escocia que se disputó el 11 de febrero de 1997 con motivo de la celebración de un partido entre ambas selecciones valedero para la clasificación del Mundial de Fútbol Francia 1998. El encargado de estrenarla fue el árbitro yugoslavo Miroslav Radoman.
Algunas federaciones entregan monedas parecidas a sus colegiados y algunas tiendas especializadas crean sus propias monedas dirigidas a árbitros.

Esto de la moneda con colores diferentes evita actuaciones mañosas como la de don Gonzalo N. Santos pero no asegura la total equidad de la cuestión. El reconocido matemático Adrián Paenza aclara el punto.                                          


(…) El 28 de julio del 2009, David Adler, autor del libro Snap Judgment (algo así como “juicio instantáneo” o “sin pensar”) (…) hace referencia a un nuevo trabajo que involucra a Diaconis, esta vez con otros colaboradores: Susan Holmes y Richard Montgomery.
Los resultados son sorprendentes: cuando uno hace que una máquina especialmente diseñada arroje una moneda al aire, y uno puede controlar la fuerza con la que es disparada hacia arriba, entonces, el resultado es predecible y uno puede anticiparlo, tanto que la máquina puede hacer que el resultado sea siempre cara.
Adler dice también en su artículo que esto es esperable, teniendo en cuenta que si uno puede controlar la fuerza, también puede calcular la cantidad de veces que la moneda girará en el aire y, por lo tanto, modificarla (la fuerza) hasta lograr que salga o bien cara o bien ceca.
Sin embargo, lo que es realmente espectacular es notar que cuando hicieron el mismo experimento con seres humanos, si la moneda estaba en posición de cara antes de tirarla, caía un 51 por ciento de las veces también en posición de cara. Y si empezaba en ceca, sucedía lo mismo. Es decir, ¡la posición inicial determina la mayoría de las veces el resultado final! Y para poder escribir “mayoría”, como acabo de hacer, es porque el resultado es mayor a un 50 por ciento.
El trabajo de Holmes, Montgomery y Diaconis (...) dice en el sumario: “Analizamos el proceso natural al arrojar una moneda con la mano. Comprobamos que una moneda arrojada consistentemente tiende a caer en la misma posición en la que salió. Lo que produce este hecho depende de un único parámetro, que es el ángulo entre la normal (perpendicular) a la moneda y el vector momento angular. Reportamos también las medidas de estos parámetros, basados en fotografías de alta velocidad. En condiciones normales, la chance de que (la moneda caiga) en la misma posición en la que salió es de un 0,51 (o sea, un 51 por ciento de las veces)”.

Seguramente no faltará quien cuestione el sentido que tienen este tipo de estudios. Adelantándose a ello, concluye Paenza


Puede que a usted este episodio le resulte irrelevante. Sin embargo, créame que atenta contra lo que uno siempre sospechó y ahora parece que no es cierto: tirar una moneda al aire fue siempre una garantía de equidad, igualdad.
Habrá que revisar nuestras viejas ideas y estar atentos. Al menos, cuando alguien quiera tirar una moneda delante suyo para definir algo que la/lo involucra, dígale que usted va a ser quien la arroje y quien elija.
Y si quien la va a arrojar va a ser otra persona, pídale ver cuál va a ser la posición inicial y usted elige. Si no la/lo dejan, entonces elija otro método que garantice igual probabilidad porque, desde ahora, tirar una moneda al aire no es más algo confiable.

martes, 12 de agosto de 2014

Bonnie & Clyde: una historia que no se olvida


Una de las parejas más conocidas en la historia delictiva fue la que conformaron Bonnie & Clayde a quien se adjudica 13 asesinatos (entre ellos seis policías), una treintena de asaltos a bancos y comercios importantes así como varios autos robados para sus acciones que tuvieron lugar entre 1930 y 1934. Juan Forn sostiene que el cine ejerció en ellos gran influencia. “Bonnie y Clyde fueron la primera generación de ladrones que creció con el cine. En lugar de copiar a otros criminales, copiaban personajes de películas.” Ello les permitió tener algunas ventajas sobre sus perseguidores, tal como lo consigna el propio Forn quien también esclarece las causas de su detención


Jamás dieron un gran golpe, ni en complejidad ni en botín. Robaban un auto, asaltaban un banco y cruzaban de estado: el alguacil del pueblo no podía seguirlos fuera de su jurisdicción. Eran ladrones del siglo XX perseguidos por polizontes del siglo XIX. Las armas que usaban al principio eran robadas a esos alguaciles, hasta que asaltaron una armería de la Guardia Nacional, donde encontraron las ametralladoras Thompson que los harían famosos. Ahí comenzaron sus problemas: robar armas al gobierno era un delito federal; ya no les alcanzaba con cruzar de estado para sacarse de encima a la ley. Ahí empieza su leyenda también: el hermano de Clyde y su chica, Blanche, formaban parte de la banda, a Blanche le gustaba sacar fotos como a Bonnie escribir. En una de las huidas precipitadas de la banda quedó la cámara de Blanche. La policía reveló el rollo y ésas fueron las primeras imágenes que se conocieron de la pareja, en los diarios y en los carteles de “Buscados”.
(…) los cosieron a balazos, cuando él acababa de cumplir veinticuatro y ella veintitrés.


El comercio en torno a su leyenda comenzó en la propia emboscada que se les tendió, dado que –según diversas fuentes- el oficial Frank Hamer, uno de los agentes que participó en los hechos se quedó con las armas de la pareja como recompensa. El negocio continuó –siempre de acuerdo a lo señalado por Juan Forn- con la difusión de su muerte. “No los enterraron juntos, pero los exhibieron en funerarias vecinas antes de enterrarlos. Ambos negocios estaban llenos de flores. La corona más grande era del Dallas Globe, que el día de la muerte de Bonnie y Clyde vendió 500 mil ejemplares.”

Ha transcurrido el tiempo y la pareja sigue dando dividendos. Una nota de prensa de julio de 2012 informa de la subasta que se realizaría ese mes con algunos objetos que les pertenecieron.


Además de la Colt 45, y un revólver 38 que usaba Bonnie, se rematará un revólver de menor calibre que era usado por Clyde. Las armas habían pasado de manos del oficial que los emboscó, a un coleccionista privado.
Los rematadores de RR Auction, anunciaron también que saldrán bajo el martillo otros objetos de la pareja como el reloj hecho totalmente en oro de Clyde, y un portacosméticos, donde Bonnie llevaba su lápiz labial cuando fueron acribillados.
También hay una carta que Clyde escribió a su hermano bajó el seudónimo Bud, con el que intentaba despistar a la pesquisa.


Pero seguramente el objeto más codiciado de todos, y el que más se identifica con la pareja, es el auto en que se desplazaban cuando fueron asesinados; Homero Alsina Thevenet se refiere a ello.


En mayo de 1934 la famosa pareja de pistoleros Bonnie & Clyde, que se especializaba en robar bancos, fue ametrallada por la policía, en una carretera de Louisiana, tras una larga búsqueda. En ese momento ocupaban un auto Ford último modelo, que dos meses antes habían robado al matrimonio de Jesse y Ruth Warren. Cuando el operativo policial terminó, se contaron 50 balazos en el cuerpo de Bonnie Parker, 27 en el de Clyde Barrow y 107 en el auto Ford.
Dos meses después, atravesando complicados trámites, Ruth Warren consiguió que la policía le devolviera el auto. Luego lo alquiló a empresarios de ferias, donde el público pagaba por mirarlo, y terminó por venderlo en 3.500 dólares, cinco veces lo que le había costado. El interés del público provocó que otros empresarios falsificaran otros autos Ford, haciéndoles 107 aguje­ros de bala. El auto original llegó a ser revendido en 14.500 dólares, pero hacia 1952 había decrecido el interés por verlo en las ferias, así que quedó en un galpón durante quince años.


Y de allí saldría como consecuencia de la célebre película estrenada unos años más tarde; continúa Alsina Thevenet

En 1967 la empresa Warner estrenó Bonnie & Clyde (con Warren Beatty y Faye Dunaway, dir. Arthur Penn) dando fama por segunda vez a la pareja criminal. El nuevo propietario del auto, que a esa altura se llamaba Ted Toddy, lo sacó del galpón y volvió a exhibirlo. Después declaró: "Tiene una atracción magnética. He visto gente que se arrodillaba y hacía el signo de la cruz. He visto mujeres que salían llorando de la feria". A esa altura se calculó que el auto y sus imitaciones habían rendido a diversos empresa­rios más de un millón de dólares durante tres décadas. Con ese dinero, Bonnie & Clyde no habrían necesitado robar bancos.


¿Quién tiene el carro auténtico de la célebre pareja? Imposible saberlo con certeza. Cada tanto aparecen nuevas pistas, como la que proporciona Juan José Hoyos quien tuvo la oportunidad de entrevistar al conocido narcotraficante colombiano Pablo Escobar Gaviria.


(En la hacienda Nápoles de Pablo Escobar Gaviria) había un carro viejo montado en un pedestal. Era un Ford o un Dodge de los años treinta y estaba completamente perforado por las balas.
-¿De quién es ese carro? – le pregunté al hombre con cara de asesino.
- Lo compró el Patrón… Era el carro de Bonnie and Clayde. (…)
Aproveché el tema de los autos para preguntarle (a Pablo Escobar) por el carro de Bonnie and Clyde.
-Eso es pura mierda que habla la gente. Ése es un carro viejo que me conseguí en una chatarrería en Medellín. Otros dicen que era de Al Capone…
-¿Y los tiros?
-Yo mismo se los pegué con una subametralladora.


En Estados Unidos todos los años se recuerda a la pareja, considerados como los primeros criminales famosos de los tiempos modernos. El “Bonnie & Clayde Festival” se lleva a cabo en el mismo lugar en donde fueron emboscados. Un monolito recuerda el hecho.

jueves, 7 de agosto de 2014

Santa María Tavehua o la memoria peregrina


Desde hace muchos años soy asiduo cliente de un puesto de venta de productos oaxaqueños en el mercado de Santa Cruz Atoyac de la ciudad de México. Los propietarios del negocio son un matrimonio muy amable al que -mientras despachan quesillo, tostadas, miel o cacahuates con ajo- nunca faltan temas para la plática agradable, lo que confirma una vez más que como decía don Andrés Henestrosa en cada oaxaqueño habita un gran orador.

Pues bien en una de mis visitas al local encontré que junto con el pan de yema, las tlayudas y el chocolate, se exhibía un libro. Pregunté si el changarro estaba cambiando de giro y ahora apuntaba a librería, a lo que me contestaron que no, que se trataba de un libro con historias de su lugar de origen. Adquirí el libro y unos meses después me invitaron a la presentación del mismo, ocasión que contó con el testimonio de algunos de sus autores. Aquella tarde, por cierto que muy lluviosa, fue un verdadero deleite para quienes allí nos encontrábamos.

El libro aludido es: Memoria Viva. Crónicas de emigrantes de Santa María Tavehua, Oaxaca al Valle de México. Coautora y recopiladora: Ma. Elena Sánchez Fernández. México, s/e, 2012. Su lectura que es ampliamente recomendable no tiene desperdicio alguno. La introducción está a cargo de Verónica Vázquez Mantecón quien pasa lista de algunos valores comunitarios que la obra quiere ayudar a conservar.

Aquí queda constancia de los valores que han dado fundamento a la comunidad indígena: la reciprocidad y solidaridad expresadas en el tequio y la gozona, el deber de enterrar a los muertos con dignidad, la valoración de la sabiduría de los ancianos, el apego y el respeto por la tierra y sus frutos, la responsabilidad de participar con honor en los puestos públicos, la voluntad de continuar, pese a tanta adversidad, con las tradiciones de los que estuvieron antes.

En un entorno tan individualista como el que nos rodea, Vázquez Mantecón subraya la importancia del sentido de pertenencia que permite fortalecer la cohesión comunitaria.

El sentido de pertenencia a la comunidad subordina el interés personal al colectivo. Existe una convicción esencial de pertenecer que se expresa en el deber de cuidarse los unos a los otros, de valorarse en todo lo que valen, de otorgarse a sí mismos la importancia que saben que tienen y que muchos les niegan. Poseen orgullo por las raíces y la historia compartida, de ahí la importancia de preservar la memoria. Aquí se recogen vivencias y recuerdos que rescatan del olvido las experiencias de gente valiente y portadora de una herencia ancestral.

Las difíciles condiciones de vida en Santa María Tavehua fueron (y son) determinantes para que muchos lugareños tomen caminos y veredas en busca de trabajo. Algunos se quedaron relativamente cerca, en la ciudad de Oaxaca. Otros fueron más lejos y se avecindaron en la ciudad de México. No son pocos los que emprendieron el viaje largo hacia el norte y se quedan a vivir en Estados Unidos (principalmente en Los Ángeles). Sin embargo, fuese cual fuese su destino no estuvieron dispuestos a olvidar la tierra de origen y Verónica Vázquez Mantecón deja constancia de ello.

Pese a que se rememoran carencias y la dureza de la vida, todos añoran ese lugar originario, donde fueron amados por sus padres y conocieron el mundo. Conservan en la memoria la imagen de las nubes y el azul del cielo serrano, el color naranja del barro, los olores de la tierra y del aire, y los sabores. Pero sobre todo, aman los sonidos de los pájaros y del agua, el de la lengua propia y la música de las bandas de aliento que los hace bailar vestidos de blanco con ramos de flores en las manos, y que constituyen un lazo afectivo que los une como un cordón umbilical a la madre tierra, madre pueblo, madre comunidad, madre amorosa.
Este vínculo no lo rompen ni la distancia ni las fronteras porque se lleva muy dentro. A donde vayan llega: camina con ellos desde Tavehua hasta Oaxaca, a la Ciudad de México o Los Ángeles. Los mantiene unidos y reproduce, donde se hallen, la música y los bailes, el caldo y los tamales, los huipiles y la alegría de reconocerse hermanos y contar con el apoyo mutuo.

Muchos son los testimonios que se recopilan en este libro y uno de ellos es el de Epifanio Isaías Méndez Pérez. “Nací el día 6 de julio de 1933 en la comunidad de Santa María Tavehua, municipio de San Andrés Solaga, Distrito de Villa Alta, en el estado de Oaxaca. (…) Nuestra lengua original es el zapoteco de la Sierra Norte de Oaxaca.” Era un niño muy pequeño cuando tuvo lugar la expropiación petrolera pero ello no fue obstáculo para que hiciera su contribución. “Recuerdo que a principios del año 1938, el ingeniero Lázaro Cárdenas del Río, Presidente constitucional de México, convocó al pueblo a cooperar con dinero. A mí me tocó dar dos centavos de cobre de aquél entonces para la expropiación petrolera, porque en aquellos tiempos el petróleo estaba en manos extranjeras.” Su niñez no fue fácil por lo que debió abandonar la escuela. “Cursé sólo hasta el cuarto año de primaria, ya que tuve que dejar la escuela para ayudar a mis padres en las labores del campo.”

No deja de ser curioso que lecturas procedentes de los dos bandos en pugna durante la guerra fría, contribuyeran al aprendizaje del idioma con el que debió familiarizarse a través de procedimientos autodidactas.

Siendo pastor y por azares del destino llegó a mis manos un ejemplar de la revista "Selecciones del Reader' s Digest" y un ejemplar del boletín de información de la URSS (Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas), los cuales fueron mi motivación para aprender el idioma castellano. Poco a poco empecé a entender algunas palabras y cuando no comprendía el significado de alguna, la anotaba en una pequeña libreta, ya en la noche al llegar al municipio pedía prestado el diccionario enciclopédico para buscar las palabras, al siguiente día volvía a leer el texto para comprender mejor, y así poco a poco fui conociendo la lengua castellana. Hasta la fecha conservo el hábito de anotar las palabras difíciles, de esta forma es como aprendí a hablar el castellano.

Muchas son las historias de migrantes y de localidades que tienen a muchos de sus hijos fuera de casa. Los nativos de Santa María Tavehua aceptaron el reto de recuperar la memoria para mantener y fortalecer su identidad.

martes, 5 de agosto de 2014

La censura en España durante el franquismo


Sabido es que las dictaduras no se llevan con la libertad por lo que diseñan sofisticados sistemas de censura para que no llegue a la población aquello que se considera atentatorio contra la estabilidad política y/o las buenas costumbres. Y es por ello que los artistas (escritores, cineastas, pintores, actores, cantantes, etc.) se encuentran en el difícil trance de seguir haciendo sus obras pero con el extremo cuidado que les permita pasar la censura. Todo ello obliga al público a comprender no sólo lo que se dice sino lo que se quiso decir, porque  como afirma Perich: “A veces es necesario leer entre líneas porque, lógicamente, mucha gente no quiere escribir entre rejas.”

Carmen Martín Gaite y Rafael Azcona sufrieron la censura de la España franquista; la primera en tanto escritora y el segundo en su oficio de guionista de cine. Ambos manifestaron una valoración diferente al respecto. Para Carmen Martín Gaité la censura puede tener un lado positivo, un efecto no deseado que obligue a la superación del artista.
 
 
(…) hay que tener en cuenta un elemento siempre considerado bajo su aspecto negativo de represión, pero nunca como un acicate: me refiero a la censura. He mantenido muchas veces que la aventura de burlarla dio lugar a una serie de estrategias e innovaciones literarias que no siempre redundaron negativamente en la calidad del resultado, de la misma manera que la Inquisición jamás logró alicortar el vuelo poético ni la eficacia narrativa de Teresa de Jesús, Fray Luis de León o Cervantes. Mantenerse en vela afila el  ingenio y acendra muchas veces la enjundia expresiva.

Rafael Azcona tiene una mirada muy diferente sobre el punto y no acepta la existencia de ningún efecto colateral que beneficie a la creación.

Yo me irrito cada vez que oigo eso de que la censura aguza el ingenio. La censura no aguza nada, la censura envilece no sólo a quien la ejerce, sino también al que la padece, que en cuanto se descuida colabora con el censor autocensurándose.
 
 
Y Azcona concluye aludiendo a la productividad que debe tener el censor para poder mantener su trabajo. “Pero la mayor perversidad de la censura radica en su propio fundamento: un censor nunca perderá su puesto por prohibir, pero corre el riesgo de perder el pan de sus hijos cada vez que autoriza. La censura es un invento horrible.”
                                                                                 
En la España franquista la censura constituyó una gran amenaza para los creadores y todo aquello que tuviera alguna connotación sexual debía ser eliminado. Marcos Aguinis, citando a Juan Marsé, refiere un caso que resulta difícil de creer.

(…) Otra anécdota sobre la grotesca represión sexual se la debo al español Juan Marsé. Una de sus novelas había sido objetada por el funcionario encargado de la Censura, dependencia oficial con sellos, presupuesto y poder en el régimen franquista. Le advirtió que en su relato usaba demasiado la palabra "muslo", lo cual revelaba falta de pudor. En esa entrevista el censor aprovechó para infligirle al asustado novelista una clase de moral que debería figurar en una antología de las locas represiones. Dijo que la ortografía debía suprimir la letra "s". ¿La "s"? se asombró Juan. ¡Claro! ¿No advierte la cantidad de curvas que tiene? ¡Es el colmo del desenfado!
                       
Cabe señalar que en ese contexto la censura estuvo íntimamente vinculada a la Iglesia y Manuel Vicent proporciona un ejemplo de ello

Alguien había escrito en una novela “Susana entró de noche en su habitación, se desnudó, se metió en la cama y tranquilamente se durmió”. La censura tachó todo el párrafo con lápiz rojo. El autor fue a negociar con el censor y en medio del chalaneo preguntó por qué le habían censurado aquello. ¿Acaso las mujeres no se desnudaban? El censor le contestó: “Primero, la palabra desnudarse está prohibida. Hay que poner desvestirse”. Y añadió: “Pues mire, le hemos tachado ese párrafo porque no hay ninguna señorita española decente que entre en la habitación para ir a dormir y antes de meterse en la cama no rece las últimas oraciones”.
 
 
Muchos presos del bando republicano fueron fusilados. Otros estuvieron mucho tiempo en las prisiones y todo el material que llegaba a sus manos era severamente revisado. Marcos Ana, el preso que estuvo más tiempo privado de la libertad en tiempos del franquismo, comenta su experiencia al respecto.  

En la prisión de Burgos había dos capellanes, uno de ellos un poco más permisivo en la censura de los libros. Alguien debió denunciar esa tolerancia y un día los capellanes de la prisión recibieron el siguiente telegrama del capellán general de prisiones recordándoles las obligaciones de su cargo. Decía textualmente: 
La misión del guardián de prisiones es impedir la fuga física del preso para que cumpla su condena y se redima ante la sociedad.
Y la misión del capellán de prisiones es impedir la fuga espiritual del recluso para que concentrado en su dolor se redima ante Dios y ante los hombres.

No faltó quien creyera esto de que la censura era una manifestación de amor hacia el prójimo, así fuera enemigo político, a quien se le quería salvar el alma. Juan Goytisolo se refiere al punto.

En los años cincuenta del pasado siglo, el entonces ministro de Información y Turismo del régimen franquista reveló confidencialmente a un grupo de periodistas reunidos en el Club Internacional de Prensa los resultados alentadores de la censura cuya dirección asumía. Según el insigne prócer, gracias a su labor preventiva, el índice de sus compatriotas condenados a las penas eternas del infierno había descendido de forma espectacular (no habló en términos comparativos con los de los demás países de Europa, probablemente porque no disponía de estadísticas fiables sobre ellos). Aunque don Gabriel Arias Salgado no divulgó los pormenores de esa empresa salvífica ni la cifra exacta de precitos nacionales y extranjeros ni las fuentes, sin duda celestiales, que avalaban sus dichos, la buena nueva trascendió e impresionó tanto a los fieles como a los infieles. ¡España estaba a la cabeza de Europa en un dominio tan trascendental como el del negocio de la salvación de almas por muy atrás que anduviera entonces tocante a los niveles económicos, sociales y educativos de sus habitantes de carne y hueso!

Por otra parte, Arturo Pérez-Reverte narra la historia de un proyeccionista que debía actuar obedeciendo los criterios vigentes en la época.

Antonio tiene sesenta y cinco años (…) Proyeccionista desde que tuvo uso de razón, por sus manos han pasado, en su mágico estado original de celuloide y luz, todas las películas importantes que en el mundo han sido. También los ratos libres los dedicó al cine, y fue portero, acomodador, y extra en un montón de películas americanas de los sesenta. (…)
Cuando le preguntas por la censura, te cuenta de los años cincuenta y sesenta, cuando le proyectaba las películas al arcipreste, y éste marcaba con tiras de papel los planos a eliminar. Después él obedecía o no, porque cargarse algunas secuencias -el baile de Kim Novak y William Holden en Picnic, por ejemplo- era una atrocidad. Así que luego el arcipreste le echaba unas broncas espantosas:
-Te voy a descomulgar, Antonio -me decía el jodío.

Pero aquí viene lo llamativo del caso: como si no fuera suficiente con la censura aplicada por el régimen, Antonio resultó un vocacional del oficio con iniciativa propia (aunque ya veremos que sus cortes eran de muy otro tipo y estaban guiados por criterios cinéfilos). Continúa Pérez-Reverte

Sin embargo, después era el propio Antonio quien practicaba la censura por su cuenta. Mesas separadas resultaba muy larga para su gusto, así que la aligeró sin consultar con nadie, acercando un poco las mesas. En cuanto a Guerra y paz, la retirada de Rusia se le hacía interminable, de modo que le pegó un tijeretazo, haciendo que Napoleón pasara directamente de Moscú a París, ahorrándole el paso del Beresina y 300.000 muertos.

Pero además Antonio juzgaba que no era buena cosa que en tiempos tan grises y opresivos el personal saliera triste de la función, por lo que se permitía ejercer una suerte de codirección revisionista de las películas, tal como lo comenta el mismo Arturo Pérez-Reverte.

Pero su obra maestra fue El peñón de las ánimas. Cuando Antonio vio que aquella película no tenía final feliz, se llevó un disgusto. Jorge Negrete y María Félix no podían morir, porque el público iba a salir del cine hecho polvo. Así que metió cuchilla, eliminando la última escena, cuando el abuelo les dispara, y dejó a la pareja cabalgando hacia el horizonte antes de la palabra Fin.
Ya ven lo que son las cosas. Vas y lo atribuyes todo a la censura franquista, por ejemplo, o al arcipreste de guardia, y resulta que al proyeccionista no le gustaba que mataran a Jorge Negrete. Así se escribe la Historia. De todas formas -le digo siempre a Antonio-, qué suerte, compadre, poder escoger final. Y que todos los recuerdos de uno sean hermosos.

Seguramente fueron muchos quienes quedaron en deuda con Antonio por salir de aquellas funciones de cine creyendo que los finales felices eran posibles, aún en aquellos aciagos días.