martes, 31 de marzo de 2015

Las pulgas y los riesgos de un estallido social


Además de extraordinario pintor, José Clemente Orozco fue un gran observador de la vida cotidiana y en este mismo espacio ya nos hemos referido a su faceta de crítico de los espectáculos populares que se presentaban en México a comienzos del siglo XX.
 
Durante su estadía en Estados Unidos (fines de la segunda y comienzos de la tercera década del siglo pasado) también expuso sus puntos de vista sobre las formas de recreación imperantes en ese momento.
 
Es precisamente en la noche cuando pasan cosas grandes y maravillosas, pues todo Coney Island se ilumina con las luces de colores de los fuegos artificiales.
A lo largo de la playa está instalada la gran feria típica americana, con un sinfín de atracciones que no hay necesidad de describir, por ser tan conocidas de chicos y grandes. Pero lo que sí debe mencionarse es la mujer con barbas, la mujer más gorda del mundo, el hombre mono, el de dos cabezas, los enanos, el hombre o la mitad hombre mitad mujer, y otros varios adefesios. Después descubrí, que hay una casa que alquila cuantas mujeres “más gordas del mundo” se necesiten para todas las ferias de los Estados Unidos, lo mismo que mujeres barbadas, en abundancia. Los enanos son morralla que alquilan por docena. Tiene hasta catálogo ilustrado para información de los empresarios.
 
Su sarcasmo no falta a la cita, cuando asemeja lo anterior a lo que sucede en el mundo del arte.
 
Esto no tiene nada de particular, pues el Museo de Arte Moderno de Nueva York alquila también, para exhibiciones, lotes de pintura cubista, surrealista, dadaísta, mexicana o combinaciones especiales Picasso-Rouault, Picasso-Matisse, Picasso-Chirico, a escoger y a tanto la semana de exhibición para cualquier club, universidad o cocktail-party donde se quieren dar pisto con el arte moderno.
 
Luego de esta digresión, José Clemente Orozco retoma el tema de la feria y alude al circo de pulgas. “Más adelante se encuentran las pulgas vestidas del Flea Circus o Circo de Pulgas. Las ‘artistas’ trabajan muy seriamente haciendo suertes muy variadas. Hacen columpio, sube y baja, volantín, trapecio y cuerda floja.” Y con esta descripción se va orientando hacia la crítica social.
 
Tiran por parejas de carritos minúsculos de papel, en donde van muy arrellanadas las pulgas más gordas y aristocráticas, ricamente vestidas de reinas y princesas. A los lados del coche van otras pulgas vestidas de pajes, palafreneros y lacayos con sombrero y atrás un largo sequito de nobles y dignatarios de la corte.
 
Y es allí en donde el maestro Orozco vislumbra los riesgos de un estallido social. “Esto prueba que hasta entre las pulgas hay clases sociales y que eso puede provocar la guerra entre ellas, pues algún día se acordarán de que tienen sangre roja en las ‘venas’ (la que han chupado) y decapiten a las pulgas gordas que van en el carrito.”

jueves, 26 de marzo de 2015

El arte de saber titular

Seguramente entre las diferentes musas que inspiran al escritor, debe existir alguna especializada en encontrar buenos títulos. Claro que hay libros excelentes acompañados por títulos que no los desmerecen en nada, pero lo más frecuente es encontrarse con marcadas asimetrías entre la obra y el título, lo que en ocasiones favorece a la primera y en otras, al segundo. Lucio V. Mansilla ahonda en esta cuestión.
 
Y no me digan ustedes que es cosa fácil hallar un título: conozco más de cuatro autores que no han publicado sus obras por no saber cómo denominarlas. Otros, conozco, cuyas obras han tenido mal éxito, nada más que por no haber dado en bola al empezar, eligiendo un epígrafe que llamara la atención. Agregaré que hay también autores afortunados, valgan lo que valieren sus producciones que se han hecho, se hacen y se harán leer nada más que por el título.

El sentido de oportunidad del que carecen ciertos autores, lo poseen las editoriales que en esto se las saben de todas, todas; Homero Alsina Thevenet proporciona un ejemplo al respecto.

En una nota sobre la antropóloga Margaret Mead (...) se deja constancia de que un libro de ella fue editado dos veces en castellano, con texto idéntico. La edición de 1945 se tituló Adolescencia y cultura en Samoa. Cuarenta años después, Planeta cambió el título por Adolescencia, sexo y cultura en Samoa. Se presume que vendió mucho mejor. 

Algo similar acontece con los titulares (o cabezas) de noticias en los periódicos. Berta Hidalgo ilustra el caso de México.

Víctor M. Velarde fue un reportero excelente, dueño de una extraordinaria memoria y de un agudo sentido de observación, pudiendo captar en un segundo lo que para todos pasaba inadvertido; sus artículos siempre estuvieron enriquecidos con datos y comentarios exclusivos, pero en lo que más destacó fue en el “cabeceo”. Varias de sus “cabezas” han hecho historia, como aquélla en “Últimas Noticias” que recorrió el mundo por ser la más corta en la historia del periodismo mundial, el famoso ¡Ya!, con el que se anunció (el 5 de marzo de 1953) la muerte de José Stalin, noticia que era esperada en todo el mundo y por ello fue tan clara y oportuna la “cabeza”.
 
Otra muestra que proporciona la misma autora en cuanto a los titulares de Velarde, y que con el transcurso de los años pudiera ser considerado políticamente incorrecto, es el siguiente:
 
O aquella otra en la que se refirió al problema entre el antiguo Congo Belga y Catanga, conflicto provocado por el líder separatista llamado Chombe, que buscaba la independencia de Catanga del Congo, y tratando de dos regiones africanas, Víctor ideó esta “cabeza” que tiene cierto ritmo de tambores y que decía así: “Pide a la ONU Lumumba, le zumbe a Chombe en Catanga”.
 
Por último Homero Alsina Thevenet, quien fuera considerado como un gran maestro de periodismo, proporciona otro asombroso ejemplo.
 
Uno de los mejores titulares periodísticos del siglo fue publicado por La Vanguardia de Barcelona (17 septiembre 1982, p. 25) y dice, lacónicamente:
Se investiga el paradero
de unos dinosaurios
Según la información que acompaña a esa espléndida frase, los dinosaurios habían estado perdidos durante 70 millones de años, sin que los periódicos dijeran nada. En 1927 fueron hallados (ya muertos) en la zona de Tremp (Pallars, Cataluña) y unos 25 años después habrían sido trasladados a un museo europeo no identificado.
La búsqueda fue emprendida en 1982 por la Asociación Amigos de la Paleontología, con la propuesta de iniciar excavaciones en la zona del Pallars por la posibilidad de otros hallazgos. Aunque los dinosaurios perdidos tenían entre 12 y 15 metros de altura, lo realmente invisible en el caso resultaba ser el museo en cuestión.

Para encontrar este tipo de joyas del periodismo hay que ser lectores atentos como Alsina Thevenet, Berta Hidalgo, Carlos Monsiváis, Nikita Nipongo y Víctor Roura, entre otros.

martes, 24 de marzo de 2015

Mestizaje culinario

El mestizaje no sólo se coció en petates sino también en fogones y cocinas. José N. Iturriaga -conocedor como pocos de la comida mexicana- retoma la opinión de Salvador Novo para ilustrar el punto.
 
Dejemos en boca de Salvador Novo la síntesis del mestizaje culinario que tuvo lugar a lo largo del siglo XVI (proceso permanente al que siguen agregándose nuevos elementos). (…) "Consumada la Conquista, sobreviene un largo periodo de ajuste y entrega mutuos: de absorción, intercambio, mestizaje". Los productos mexicanos se entregan: maíz, chile, jitomate y tomate, frijol, guajolotes, chocolate, quelites, vainilla. "En la nueva Dualidad creadora -Ometecuhtli, Omecíhuatl-, representan la aparentemente vencida, pasiva, parte femenina del contacto." Con el conquistador arriban trigo, arroz, ganado vacuno, ovino y porcino, leche, quesos y mantequilla, aceite y vinagre, ajos, vino, azúcar. "En la Dualidad representan el elemento masculino. Y el encuentro es feliz, los esponsales venturosos, abundante la prole." En efecto, los atoles y el chocolate cohabitan con la leche y el azúcar, los tamales y los frijoles con la manteca, los antojitos de maíz y las rajas con la crema y el queso, las papas con el chorizo, los peneques con el jitomate en caldillo, los tlacoyos con las habas; en las tortillas, calientes y tersas, penetran sensuales requesón, carne deshebrada de res o de pollo, sesos, picadillo, panza o longaniza.
 
Y claro que Salvador Novo –siempre citado por Iturriaga- no perdería la oportunidad de alburear en torno al tema.
 
Pero advirtamos, complacidos, que en esta larga, lenta, venturosa gestación, los cromosomas culinarios de los mexicas prevalecieron sobre los genes de los españoles. Éstos acabarán por comer chile. 

Por su parte Yuri de Gortari y Edmundo Escamilla, quienes también han estudiado profusamente el tema culinario, describen este proceso de mestizaje al que se sumaría el aporte de la cultura negra.

Diez años después de la conquista ya es muy común encontrar en los tianguis de la Nueva España alimentos indígenas y europeos: quelites, frijoles, chiles y calabazas junto con espinacas, nabos, lechugas, ajos y cebollas.
Pero también la población indígena y española se mezclan, y surge un mestizaje que no sólo será de sangre y de raza sino de hábitos y costumbres. Ante la inmensa disminución de la población indígena que se da en el siglo XVI (por la conquista y, sobre todo, por la viruela, el sarampión, el tifo y la epidemia hemorrágica del cocoliztle), se decidió traer gente de raza negra a enriquecer esta amalgama de tipos y costumbres. En las cocinas de casas y conventos se experimentaron entonces nuevas mezclas con antiguas recetas indígenas y españolas; ahí surgen los tremoles o clemoles, y los moles, pozoles, entomatados y una afición por los postres enriquecida con las exóticas frutas del lugar: guayabas, zapotes, guanábanas, camotes y biznagas, entre muchas otras.
Un factor determinante en el prodigio del mestizaje culinario fue que en las casas de criollos y españoles, y en los conventos, el servicio estaba a cargo de indígenas. Esta convivencia produjo en la escultura y la arquitectura un estilo especialísimo, el tequitqui (vasallo en náhuatl), pues los bocetos, planos y diseños eran de escultores y arquitectos españoles, pero el artesano indígena no resistió la tentación de dejar aflorar su creatividad en la piedra. Así sucederá en las cocinas novohispanas: la creatividad indígena florecerá a través y por encima de productos y procedimientos de origen español.

Este proceso será irreversible, de tal modo que la combinación de alimentos irá venciendo los prejuicios existentes, tal como señala José N. Iturriaga.
 
Durante el Virreinato, el mestizaje culinario se va conformando en los diversos niveles de la escala social, desde los hogares modestos, fondas, mercados, tabernas y mesones, hasta las mesas de "la nobleza", pasando desde luego por los conventos de hombres (con frecuencia centros destacados para los excesos de la gula) y por los de monjas, que eran verdaderos laboratorios gastronómicos de guisos, dulces y rompopes. De tales recintos de sobria reclusión surgieron los grandes exponentes de nuestra alta cocina, como los chiles en nogada y el mole poblano.

El mismo autor indica que los nuevos usos culinarios estuvieron muy influidos por la geografía. “En las regiones donde había civilizaciones indígenas desarrolladas, como los aztecas, los zapotecas o los mayas -por ejemplo-, el mestizaje fue más fructífero y rico que en las alejadas zonas del norte (…)” Pero todo sería cuestión de tiempo ya que, añade “el mestizaje de lo español con lo indio fue caminando de la ciudad de México hacia el norte, conforme avanzaban las fuerzas militares y los evangelizadores, proceso que duró los tres siglos de la Colonia.”
 
Pero no vaya a creerse que hasta allí llegó la combinación de sabores. Por el contrario, y tal como concluye Iturriaga, el proceso continúa.

Podría decirse que el mestizaje culinario nunca termina, pues al paso del tiempo se adoptan algunas costumbres alimenticias oriundas de otros países. En el caso de México hay una división: durante los 300 años del Virreinato, la mezcla principal es entre lo indígena y lo español; de allí surge la "comida mexicana", salpicada con sabores árabes que llegaron a la península ibérica y con sabores asiáticos que siguieron la ruta de la Nao de China o el Galeón de Manila. A partir del siglo XIX, nuestro país -recién nacido a la independencia- se abre a los visitantes e incluso inmigrantes extranjeros, quienes trajeron influencias enriquecedoras de las cocinas de Italia y sobre todo de Francia; hacia finales de esa centuria también se inicia la influencia estadunidense, a través de la adopción de numerosos hábitos que siguen arribando durante todo el siglo XX, con mayor auge en las áreas urbanas al correr sus actuales postrimerías. Desde luego, dos periodos destacan por su mayor incidencia: la Intervención francesa, con el imperio de pacotilla de Maximiliano, y el Porfiriato, con sus ínfulas afrancesadas. Los modelos a seguir provenían de las principales naciones europeas.

Hasta la fecha la comida mexicana se encuentra entre las más reconocidas del mundo. Los extranjeros suelen rendirle los honores que merece (aunque no faltan aquellos que se mantienen a prudencial distancia por temor a petatearse; a ello nos referiremos en otra ocasión).   

jueves, 19 de marzo de 2015

Pueblos comunicativos


No hay duda que existen pueblos con muy diversa capacidad comunicativa. Los hay reservados (ecuatorianos, uruguayos, peruanos) así como más expansivos (brasileños, jamaiquinos, colombianos). Aun cuando el tema se presta a estereotipos, no es posible negar que un paraguayo con vocación de anonimato y voz susurrante tiene muy poco que ver con un cubano sin miedo al ridículo y que habla a los gritos.

¿Será que algunos mares tienen algo que ver con esto? En relación a los habitantes del Caribe colombiano, Alberto Salcedo Ramos comenta que

En cualquier parada de buses los peatones desconocidos intiman cual viejos amigos. Se cuentan sus cuitas, comparten sus asuntos. Quedarse callado sería como oír la voz de la muerte.
Por eso lo contamos todo, bueno o malo.

Algo parecido sucede en distintos parajes; pruebo de ello es lo que dice Jorge Ibargüengoitia aludiendo a otros caribeños: “Mi primera impresión fue que todos se conocían. Más tarde descubrí que en Cuba se habla con conocidos, con desconocidos, y cuando no hay nadie cerca, a solas.”

¿Por qué existen tan marcadas diferencias en el tono, la frecuencia y el tipo de comunicación entre unos pueblos y otros? Se ha buscado esclarecer el punto por medio de la historia, el clima, el entorno geográfico, e incluso factores infraestructurales y locativos como los que menciona Salcedo Ramos.

(…) en una región predominantemente rural lo privado se vuelve colectivo tarde o temprano. Hay pueblos en los que, por falta de moteles, los amantes deben juntarse en espacios exteriores. Todo el mundo los ve cuando se internan en los callejones, y ellos pueden convivir sin problemas con la idea de que su acto de amor se democratice.

Sin embargo este mismo autor brinda otra explicación cuando sostiene que la comunicación se constituye también en una forma de resistencia ante la pobreza. “En el Caribe la indiscreción y la habladuría son formas de combatir el subdesarrollo. Al asomarnos por la ventana podemos ver esa película que nos estaba negando la falta de un cine. Al parlotear en las esquinas podemos inventar una diversión donde antes reinaba el bostezo.” Pero también –y siempre siguiendo la crónica de Alberto Salcedo Ramos- la conversadera puede llegar a ser una variante de resistencia política.

En el Caribe los murmullos han sido la principal herramienta de control político. Ciertos senadores corrompidos le tienen más miedo a la lengua viperina de los taxistas que a la pluma de los reporteros. Es que los periodistas decimos lo que sabemos cuando chismoseamos entre nosotros, pero luego escribimos nuestras notas con una asepsia aburridísima. Los taxistas, en cambio, tienen un solo discurso, y lo multiplican con eficacia demoledora.

Por supuesto que en estos ambientes la discreción no cuenta como virtud y prueba de ello es que cuando Salcedo Ramos preguntó a una matrona guajira si aceptaría dinero por guardar un secreto, la respuesta que obtuvo fue: “¿Quedarme callada? Ni de fundas. (…) Ninguna plata del mundo me haría más feliz que echar el cuento”.

Pero no se caiga en el error de suponer que este placer comunicativo se circunscribe a narrar lo que sucedió, sino que en ocasiones va mucho más allá y deriva hacia terrenos adivinatorios -al chisme de anticipación- porque como concluye Alberto Salcedo Ramos, en el Caribe colombiano
 
(…) hay una gran necesidad de contarlo todo, incluso lo que todavía no ha sucedido. En todas partes se comadrea, ni más faltaba: la diferencia es que en el Caribe la gente –locuaz, exuberante– se da el lujo de chismosear en tiempo futuro. Allí no le informan a uno que Claudia abandonó al marido, sino que lo va a abandonar, y da la casualidad de que al poco tiempo lo abandona.

Y todavía hay quien se atreve a dudar del poder de la palabra…

martes, 17 de marzo de 2015

De corrientes y camionetas


Estamos en tiempos en que la lucha interna en los diversos partidos políticos, adquiere tonos tan elevados que hace exclamar a más de uno: “¡menos mal que se trata de correligionarios…!”

Esta suerte de lucha libre se presenta de manera cíclica en ocasiones que son propicias para ello, como por ejemplo la hora de confeccionar las listas para próximas elecciones o el momento de repartir cargos luego de ganar alguna contienda. Son circunstancias muy difíciles para la unidad partidaria porque todos los políticos quieren hacer suyo el consejo del filósofo de Güemez: "Como los frijoles de olla, arriba o abajo; pero siempre dentro". El fuego amigo entre las diferentes tribus también se presenta cuando es prioritario deslindarse de vínculos y compromisos con algún compañero de partido que en ese momento está bajo sospecha de malversación de fondos u otra conducta delictiva.

Hay gobernantes con colmillo -grandes conocedores del juego electoral- que se atreven a inmiscuirse en las rivalidades entre corrientes de los partidos opositores a los efectos de azuzar antagonismos, ya que ello puede redituarles beneficios de consideración. Hace algunos años (y ello es posible advertirlo dado que el protagonista de esta historia ha cambiado de partido) Paco Ignacio Taibo II presentaba un ejemplo de ello.  

Se cuenta que en prólogo de una elección en Puebla, siendo [Manuel] Bartlett el gobernador, sus mapaches le advirtieron que corría el riesgo de perder tres circunscripciones a manos del PRD, a lo que contestó: “¿cuántas corrientes tiene el PRD en esos lugares?” Y le respondieron que tres. A lo que propuso: “Regálenles dos camionetas y mientras se pelean para ver a quién le tocan, nos los chingamos”. Yo nunca vi las camionetas, pero sea o no cierta la anécdota, el caso es que ese año las elecciones se perdieron en Puebla.

Y como dice el dicho: se non è vero, è ben trovato.

jueves, 12 de marzo de 2015

Mensajes post mortem


De un tiempo a esta parte se ha hecho presente un nuevo nicho de mercado: los mensajes post mortem. A través de ellos las personas pueden dejar mensajes que, con posterioridad a su muerte, llegarán a los destinatarios previamente seleccionados. A continuación transcribimos una de las tantas notas que circulan por la red acerca de ello:
 
Hay personas precavidas que tienen su vida organizada desde que tienen consciencia del mundo hasta su muerte y, para ellas, existen diferentes herramientas online que les permiten dejar un mensaje importante a sus seres queridos si es que fallecen repentinamente. Una aplicación de este estilo es una que permite a los usuarios de Facebook dejar mensajes post mortem en su muro de la red social.
Se trata de un app online denominada if i die que, aunque podría resultar algo macabra, también puede ser muy útil si quieren que sus amigos, familiares y seguidores de Facebook reciban un mensaje importante para cuando no estén en este mundo. De esta forma, si tienen intenciones de regalarles algo a sus seres queridos que les pertenece o desean comunicar algo a sus hijos luego de fallecidos podrán hacerlo.
Lo que hace esta aplicación es almacenar mensajes o videos personales que se entregarán a los amigos de Facebook cuando fallezcan. De todos modos, para visualizarlos tres personas cercanas que ustedes eligieron previamente deberán activar el contenido post mortem que ustedes archivaron.
Este programa ya cuenta con más de 200.000 usuarios y lo más curioso es que el mensaje del primer participante en fallecer será transmitido en medios de comunicación. De todos modos, los creadores aseguran que el único problema es que no vivirá para disfrutar del momento.

Pero no vaya a creerse que se trata de algo novedoso, por lo que conviene recordar que han existido diversos precursores de esta propuesta. Uno de ellos (claro está que con algunas ligeras variantes en su estilo) fue Felix Berthier, cuya obra nos llega por medio de la narración de John Berger.
 
[Felix Berthier] tocaba en la banda de música del pueblo en el que vivo. Se ganaba la vida como pintor de brocha gorda; era un trabajador autónomo. Se dirigía a todo el mundo llamándole camarada: al cura, al alcalde, al panadero, que votaba a los fascistas, al sepulturero, a un niño camino de la escuela. El saludo iba acompañado de una sonrisa, no burlona, sino como si hubiera levantado a aquel al que estaba saludando y lo hubiera trasplantado a un tiempo y un lugar en el que cuadrara ese apelativo. (...)
Felix murió hace quince años atropellado por un coche en la calle mayor de un pueblo vecino; era un sábado por la noche (...)
Con el paso del tiempo, algunas de las casas que había pintado o las habitaciones que había empapelado necesitaban una nueva mano. Y al preparar las paredes pa­ra hacerla, se descubrió que muchas veces, antes de poner el papel o aplicar la pintura, Felix había escrito mensajes en ellas con su gruesa brocha: El beneficio es mierda. Los pobres van al cielo. ¡Viva la justicia!

Es así como el camarada Felix proponía una línea diferente y original de mensajes post mortem.

martes, 10 de marzo de 2015

Pedro Garfias, poeta del exilio

Muchos fueron los exiliados españoles que arribaron a México en tiempos de la Guerra Civil y que, con el paso de los años, dejarían una profunda huella cultural en el país que tan generosamente les brindó acogida. Entre otros personajes  destaca el poeta Pedro Garfias quien había estado previamente en Escocia, etapa de la que Pablo Neruda (“Confieso que he vivido. Memorias”) selecciona un singular episodio.

(…) Otra historia que recuerdo con gran emoción es la del poeta andaluz Pedro Garfias. Fue a parar en el destierro al castillo de un lord, en Escocia. El castillo estaba siempre solo y Garfias, andaluz inquieto, iba cada día a la taberna del condado y silenciosamente, pues no hablaba el inglés, sino apenas un español gitano que yo mismo no entendía, bebía melancólicamente su solitaria cerveza. Este parroquiano mudo llamó la atención del tabernero. Una noche, cuando ya todos los bebedores se habían marchado, el tabernero le rogó que se quedara y continuaron ellos bebiendo en silencio, junto al fuego de la chimenea que chisporroteaba y hablaba por los dos. Se hizo un rito esa invitación. Cada noche Garfias era acogido por el tabernero, solitario como él, sin mujer y sin familia. Poco a poco sus lenguas se desataron. Garfias le contaba toda la guerra de España, con interjecciones, con juramentos, con imprecaciones muy andaluzas. El tabernero lo escuchaba en religioso silencio sin entender naturalmente una sola palabra. A su vez, el escocés comenzó a contar sus desventuras, probablemente la historia de su mujer que lo abandonó, probablemente las hazañas de sus hijos cuyos retratos de uniforme militar adornaban la chimenea. Digo probablemente porque, durante los largos meses que duraron estas extrañas conversaciones, Garfias tampoco entendió una palabra. Sin embargo, la amistad de los dos hombres solitarios y en su idioma, inaccesible para el otro, se fue acrecentando y el verse cada noche y hablarse hasta el amanecer se convirtió en una necesidad para ambos. Cuando Garfias debió partir para México se despidieron bebiendo y hablando, abrazándose y llorando. La emoción que los unía tan profundamente era la separación de sus soledades. -Pedro -le dije muchas veces al poeta-, ¿qué crees tú que te contaba? -Nunca entendí una palabra, Pablo, pero cuando lo escuchaba tuve siempre la sensación, la certeza de comprenderlo. Y cuando yo hablaba, estaba seguro de que él también me comprendía a mí.

Pedro Garfias llegó a Veracruz el 13 de junio de 1939 a bordo del barco Sinaia junto a otros 1,600 refugiados españoles procedentes de Francia. En esa misma travesía escribió un poema que expresaba su anhelo de regresar a España dado que, como tantos otros exiliados, venía con muchas ganas de volver.

Qué hilo tan fino, qué delgado junto
-de acero fiel- nos une y nos separa
con España presente en el recuerdo,
con México presente en la esperanza.
Repite el mar sus cóncavos azules,
repite el cielo sus tranquilas aguas
y entre el cielo y el mar ensayan vuelos
de análoga ambición, nuestras miradas.
España que perdimos, no nos pierdas;
guárdanos en tu frente derrumbada,
conserva a tu costado el hueco vivo
de nuestra ausencia amarga
que un día volveremos, más veloces,
sobre la densa y poderosa espalda
de este mar, con los brazos ondeantes
y el latido del mar en la garganta. [...]

Poco a poco el poeta le fue encontrando el sabor a México en general y al tequila en particular, tanto que al decir de Eulalio Ferrer: “Como tomador de tequila, el Indio Fernández tenía un parigual: Pedro Garfias.” Por lo general se le veía acompañado por su soledad y había momentos en que desaparecía, tal como lo narra Paco Ignacio Taibo I
 
De pronto un día iba yo descubriendo que ya hacía tiempo que no veía al poeta, y es que desaparecía por semanas, viajaba hacia Monterrey, se hundía en otro lugar de la provincia.
-¿Y Pedro Garfias?
-Quién sabe.
Una vez le dije que había encontrado en una librería del centro uno de sus viejos libros (acaso fue Primavera en Eaton Hastings) y que quería que me lo firmara.
Me dijo que sí, que lo firmaría otro día. Pero poco después volvió a desaparecer.
Sus admiradores del bar de “El Hórreo” lo contemplaban con un respeto silencioso y temeroso; era como la sombra de un poeta maldito que nos hubiera llegado del pasado. Aun aquellos que jamás lo habían leído lo observaban a distancia. Incluso los meseros tenían para Pedro una muy especial deferencia.
-¿Lo mismo de siempre, don Pedro?
Él movía la cabeza como muy apesadumbrado. Y el mesero iba a lo suyo con la diligencia de quien sabe que en esos momentos su oficio es esencial.
Nunca lo vi entrar en el lugar acompañado de otra persona: llegaba solo y se iba solo. Una vez me miró de frente a la cara, fijamente, y descubrí que sus ojos parecían tartamudear y luego deambular cada uno por su lado. Sensación angustiosa que jamás se me fue de la cabeza.
Pero lo que recuerdo con más claridad era aquella advertencia entre misteriosa y reverencial.
-Ahí está Pedro.

En las reuniones de los exiliados solía agradecerse la hospitalidad de México al mismo tiempo que se cultivaba la nostalgia. Así lo cuenta Paco Ignacio Taibo I, protagonista de aquellos encuentros.
 
Durante muchos años el exilio español reconstruía en la ciudad de México su doloroso lugar de origen, y ya en la noche se cantaba la Internacional y alguien le pedía a la mejor voz de la fiesta que recitara a Pedro.
Y siempre se decía el mismo poema y hasta los hombres volvían a sentir un dolor en el pecho y en los ojos lágrimas.
El poema era de Pedro Garfias y éste lo había escrito en la cubierta del barco Sinaia, que los venía trayendo hacia América.

Qué hilo tan fino, que delgado junco
(de acero fiel) nos une y nos separa
con España presente en el recuerdo
con México presente en la esperanza.

Ese mismo día, mientras Garfias en el barco iba escribiendo el poema, un pintor asturiano, Germán Horacio, le hizo un apunte a lápiz sobre una cuartilla de papel barato que el tiempo fue volviendo un apagado color crema.
El lápiz trazó muy pocas líneas, pero Garfias quedó fijado en un gesto exacto. Germán Horacio se fue a morir en la ciudad de México y su viuda, Florinda, que había nacido en Gijón, me regaló el apunte.
El dibujo está firmado (1939) y al pie dice: “Pedro Garfias. Poeta”.

El poeta murió en Monterrey el 9 de agosto de 1967 y sus amigos se negaban a dejarlo morir en su recuerdo. Una vez más acudimos al relato de Paco Ignacio Taibo I

Un poema de Pedro, al que otro Pedro (Ávila), puso una bella música, termina pidiendo:  

Pueblo mío desgarrado
voz que revienta en sollozos
dejadme morir del todo.
 
Pero no lo vamos a dejar morir.
Eulalio Ferrer me acaba de enviar una cinta magnetofónica en la que Pedro Garfias dice sus propios poemas. En este momento lo estoy escuchando y está más vivo que nunca.

La voz de Pedro Garfias sigue viva y muestra de ello es la versión de “Asturias” interpretada por Victor Manuel  https://www.youtube.com/watch?v=2F-sV5tHiTQ

jueves, 5 de marzo de 2015

Cuando algo anda mal entre ellos


Muchos son los indicios que permiten saber que las cosas no están bien en la vida de una pareja. Algunas de estas manifestaciones resultan perceptibles únicamente para los propios interesados, mientras que otras también son visibles para quienes forman parte de su entorno familiar o el grupo de amigos. El catálogo es amplio: preguntas envenenadas, respuestas agresivas, miradas sin palabras que lo dicen todo, críticas en público, ironías con secuelas, intercambio de sarcasmos, indiferencia o invisibilidad del uno para con el otro, etc.

Las muestras de que algo está ocurriendo van de lo sutil a lo que ya resulta inocultable. En este último grupo de las evidencias incontrastables, se sitúa la que narra Román Gubern en relación a sus padres.


Tras una discusión conyugal que no pude dejar de oír fragmentariamente, pues mi dormitorio era contiguo al de mis padres, mi madre hizo venir a un carpintero, que serró su cama de matrimonio, para convertirla en dos camas individuales. Nunca se produjo una explicación de este hecho, pero era obvio que las cosas no iban bien entre ellos.

martes, 3 de marzo de 2015

Puentes peatonales


No cabe duda, cruzar los puentes peatonales de la Ciudad de México es toda una aventura. Con eso de que los carros se han agandallado el espacio, los humildes peatones (literalmente ciudadanos de a pie) la tienen difícil a la hora de cruzar avenidas, ejes, periféricos, anillos de circunvalación, etc.

Los pasos subterráneos también representan una amenaza pero de otro tipo: puede que uno llegue a la otra orilla citadina pero a riesgo de sufrir un asalto. Asimismo como hay quienes allí “hacen sus necesidades”, tanto del uno como del dos, conviene inhalar hondo antes de entrar y aguantar la exhalación hasta la salida. Salvo que uno cuente con una capacidad respiratoria realmente envidiable, o un adecuado entrenamiento respiratorio yoga mediante, ello representa una lucha perdida de antemano.

En lo que respecta a los puentes peatonales hay que hacer consideraciones relevantes. Algunos de ellos son tan elevados que quien logre subirlos bien podría recibir (sin necesidad de ningún otro estudio o examen) un certificado médico de aptitud para realizar cualquier tipo de actividad física y desde aquí presentamos esta sugerencia al Instituto del Deporte. ¿Lo duda? Intente cruzar el que se encuentra en Río Mixcoac a la altura de la conocida taquería “El charco de las ranas” y después me cuenta.

Lo más peligroso son esos viejos puentes que al momento de cruzar el arroyo vehicular -al decir de la jerga citadina-, tiemblan y parece inminente el momento en que aquello se cae. Hay quienes enfrentan su temor cruzando a toda velocidad de forma que la sensación de caer es significativamente mayor lo que se compensa con que el tiempo de exposición al sufrimiento se reduce notablemente. Conozco a quienes de plano prefieren, si existe alguna remota posibilidad de llegar con vida al otro lado, esperar todo el tiempo que sea necesario para cruzar por la mera avenida, toreando con gran habilidad la infinidad de carros que vienen por los diversos carriles.

Ante la posibilidad de que alguien pueda pensar que exageramos la nota, nos permitimos citar las vivencias de Jorge Ibargüengoitia al respecto


(...) cruzo Río Churubusco por un puente para peatones. Me pasa lo mismo que cada vez que atravieso uno de estos puentes: siento que vibra y que se pandea, me lo imagino rompiéndose en dos y echándome, con los barandales y la losa de concreto, encima de los coches que pasan. Imagino también el frenón que van a dar los que traten de evitar estrellarse contra mi cadáver y las ruinas del puente y la colisión múltiple. Cuando pongo el pie en tierra firme siento que he escapado de un peligro terrible.  
 

Si a usted le gustan los deportes de alto riesgo, le sugerimos que no deje de cruzar los puentes peatonales. Su adrenalina se lo agradecerá.