martes, 30 de junio de 2015

El vínculo entre gobernantes y escritores


La relación entre intelectuales (escritores en particular) y gobernantes tiene lugar dentro de un amplio espectro de posibilidades. De la plena implicación y alineamiento (que incluso en algunos casos llega a ser franca amistad) hasta la oposición radical y descalificadora. La primera posibilidad puede darse con o sin prebendas y privilegios; la segunda, a veces, deriva de haber quedado excluido de la nómina. Claro que existen intelectuales modelo intachable: aquellos cuya conducta se orienta exclusivamente en función de sus principios, valores y convicciones.


Así como los romances no han sido escasos, tampoco los distanciamientos, que a veces se transformaron en enfrentamientos. Los trágicos acontecimientos del 2 de octubre de 1968 llevaron, por ejemplo, a que Octavio Paz renunciara a su cargo de embajador en India (asunto cuyos bemoles son discutidos hasta la fecha).
 

Otra controversia (no ajena a lo anterior) tuvo que ver cuando el ex presidente Gustavo Díaz Ordaz fue designado, en 1977, como embajador de México en España (el primero después de cuarenta años de ruptura en las relaciones diplomáticas). Como protesta a dicha designación, Carlos Fuentes –reservándose su derecho a que “cada quien elige a quien le da la mano y con quien se sienta a la mesa”- presentó inmediatamente su renuncia a la embajada de México en Francia agregando que desde la matanza de Tlatelolco “(…) manifesté mi repudio a Díaz Ordaz”.
 

El conflicto fue creciendo y sus protagonistas pasaron de los hechos a las palabras. Relata Carlos Monsiváis que el 12 de abril de 1977 un periodista le hizo una pregunta a modo al ex presidente Díaz Ordaz: “-¿Cree usted como político, como mexicano, como ideólogo que esa persona (Fuentes) tomó decisiones propias o fue maquinado en la capital de la República?” En su atrevida respuesta, Gustavo Díaz Ordaz quiso darle una clase al reconocido escritor.
 

-Lo único que les puedo decir a ustedes es que me dio mucha risa. Y quizá esté un poco confundido. Yo no lo he saludado y ni se crea que lo voy a invitar a comer… Tampoco me había enterado de lo que él dice de su “repudio” (y entre paréntesis no se dice “repudio”. Repudiar quiere decir repeler a la mujer propia, rechazar o no aceptar una herencia. Siempre es bueno que los literatos usen correctamente el idioma).
 

Es peligroso esto de ponerse a corregirle la plana a los escritores, que por lo general son buenos conocedores de su oficio. Y fue un compañero de gremio de Carlos Fuentes, nada menos que Gabriel Zaid quien tomó la palabra para clarificar el asunto.
 

Siempre es bueno que los políticos usen los diccionarios. Pero sería mejor que los usaran correctamente. Si Díaz Ordaz supiera escuchar, sabría perfectamente que repudio sí se dice, y sabría también lo que quiere decir. Pero parece que no se había fijado en la palabra hasta que se la espetaron; que no la entendió; que, muy recomendablemente, acudió al Diccionario de la Academia; pero que no lo supo leer.
Usar correctamente un diccionario no consiste en obedecerlo. Hay que juzgar a las autoridades, aunque eso le parezca inconcebible a una mentalidad autoritaria. No es la autoridad, sino la sociedad, la que impone el “se dice”. No es la autoridad la que da el buen decir, sino el buen decir (a juicio de la sociedad de hablantes, lectores y escritores) el que da autoridad.
Si Díaz Ordaz hubiera sabido usar el Diccionario, no se habría limitado a repetirlo autoritariamente: habría visto que falla en la palabra repudio. (...)
Repudiar a Díaz Ordaz, que se declaró responsable pero nunca rindió cuentas satisfactorias de la matanza de Tlatelolco, es perfectamente legítimo: es negarle el consentimiento, no querer tener parte en el contrato social a través del cual su intervención pudiera considerarse legítima. Es desautorizarlo (denegarlo, denunciarlo, desairarlo, desconocerlo, desdeñarlo, desecharlo, despacharlo, despedirlo, despreciarlo, devolverlo) como autoridad. Es declarar su intervención recusable, rechazable, repelente, reprensible, reprobable, reprochable, repugnante, repulsiva.
 

Desconozco si frente a estas precisiones, que culminan con tan amplio surtido de  sinónimos, el ex presidente ensayó algún tipo de réplica. Supongo que no.

 
Por su parte Adolfo Gilly proporciona otra variante –por cierto que más lúdica- de estos encuentros (que también tiene que ver con uno de los principales protagonistas del caso de Tlatelolco).


Jorge Luis Borges contó que Luis Echeverría, por ese entonces presidente de México, lo recibió y le dijo que le interesaba mucho la literatura y había leído sus libros y tenía la colección completa de la revista Sur. Borges (dice él y estoy dispuesto a creerle) le contestó con su voz suave de poeta ciego: “¡Cuánto me agrada saludarle, señor Presidente, y saber que hay presidentes que saben leer”.
                                                                      

jueves, 25 de junio de 2015

Educación sexual /1


Desde inicios de la década de 1960 la educación sexual comenzó paulatinamente a dejar de ser un tema tabú y fue así que muchas escuelas desarrollaron propuestas de formación en este sentido. Claro está que estos cambios no se dieron en todos lados de la misma forma y aún hay escuelas que omiten la consideración de esta temática.

En Estados Unidos fueron muchos los docentes que participaron en este movimiento de renovación y también los grupos conservadores que se opusieron a ello. En este entorno, Bill Adler reunió un conjunto de cartas enviadas tanto por alumnos, como padres y maestros lo que dio lugar a la publicación del libro Que opinan nuestros hijos de la educación sexual. Cartas recopiladas por Bill Adler (trad. Luis Bustamante). Barcelona, Granica, 1978. Señala Adler que “estas cartas son reales: lo único que hicimos fue cambiar los nombres”. Como se verá, algunos de estos testimonios no tienen desperdicio por lo que nos permitiremos transcribirlos.

Comenzamos con las cartas de los alumnos.


Estimada señorita Boise
No quiero aprender nada más con respecto a las chicas. Ya las odio lo suficiente.
                                                                       Su alumno.
Reginaldo V.
7º grado


A mi profesora de educación sexual:
¿Cómo es posible que las chicas se vean tan diferentes en las láminas de educación sexual?
Personalmente las prefiero vestidas.
Eduardo W.
Chicago


Estimado profesor de educación sexual:
¿Podría usted decirme, por favor, si es obligación que yo estudie educación sexual?
La razón de mi pregunta es que cuando sea grande voy a ser futbolista profesional y no tengo en claro si los futbolistas necesitan educación sexual.
Respetuosamente
Lorenzo G.
9º grado

Estimado señor:
He escuchado que los senos de las mujeres son muy excitantes.
Yo he visto muchas láminas que muestran los senos de las mujeres en la clase de educación sexual, y me pregunto cuándo voy a empezar a excitarme.
Su alumno
Rogelio K.
7º grado

Estimado señor Rickis:
Muchas gracias por habernos explicado como hacen las mujeres para tener un bebé.
Jamás en mi vida volveré a dirigirle la palabra a un chico.
Bárbara R.
6º grado


Estimada señorita Gloria:
¿Es necesario tener aprobado el curso de educación sexual para poder casarse?
Hasta el momento, yo lo entiendo todo.
Su alumna
Ana J.
9º grado

Estimado señor Martin:
Si un chico le gusta en verdad a una chica, ¿querrá ella besarlo, aunque use frenillos en los dientes?
Atentamente
Nelson M.
Nueva York

Estimado señor Abrams:
¿Es posible que una chica contraiga una enfermedad si deja que un chico la bese?
Espero que no. De todas maneras, siempre le exijo a Marcelo que se cepille los dientes todas las veces antes de besarme, aunque sea solo por estar segura.
Atentamente
Josefina J.
Palm Springs

martes, 23 de junio de 2015

Las goteras en la inspiración de Ramón López Velarde


La imaginación de los niños siempre está pronta para lo que se ofrezca, reacciona a la menor provocación y no tarda en crear, muchas veces de la nada, múltiples personajes y circunstancias (con frecuencia la imaginación los lleva de viaje por otros mundos, permitiéndoles de esa forma evadirse por un rato de la realidad lacerante e injusta en la que viven). Es así que la imaginación hace posible que el niño se convierta en pintor, escultor, diseñador, etc., por ello se dice que en cada uno de ellos vive un artista.   

Y a veces uno piensa que los grandes personajes siempre lo fueron, que no tuvieron infancia, que nacieron siendo adultos. No son muchos los que aluden a su niñez, tal como lo hizo el poeta Ramón López Velarde en un artículo publicado en El Nacional Bisemanal, el 12 de febrero de 1916 (cabe recordar que eran tiempos de Revolución los que se vivían en ese entonces y aun así –o tal vez por ello- el poeta opta por encarar un tema como este). Rememora la casa en que transcurrió su infancia y como en una ocasión unas simples goteras se constituyeron en fuente de inspiración.

(…) Este cielo raso fue uno de mis primeros auxiliares (no quiero escribir cómplices) en el hábito de destilar la imaginación, ¿Cómo? Fácilmente. Sobre el cielo raso han dibujado las goteras figuras inverosímiles: una mujer (soltera, probablemente), cuyo talle se estrecha como lápiz o aguja; una mariposa con piernas de caballo; un militar con espalda reducida a su menor expresión y con botas cuyos tacones se prolongaban metro y medio.

El niño fija su atención en cosas que pasan totalmente inadvertidas para los ojos adultos que muchas veces miran sin ver. Continúa López Velarde: “Poco, en verdad, se necesita para provocar al poeta en el niño: que llueva copiosamente una noche; que se hagan dos, tres, cuatro goteras; que haya cielo raso para que las goteras dibujen; y que un muchacho boca arriba, desde el sofá o desde la alfombra, mire los dibujos...” Y concluye preguntándose, “¿habrá un silencio más interesante y una soledad más intensa que el silencio y la soledad en que nace el primer pensamiento propio?”

Ojalá que estos días de lluvias intensas sean el momento adecuado para que florezca el surgimiento del pensamiento propio en los niños y que luego encuentren la fuerza necesaria para sostenerlo en un mundo en el que existen tantos colonizadores del pensamiento.

jueves, 18 de junio de 2015

El noble oficio de lector

La buena lectura enriquece la vida. Esto lo sabían muy bien los trabajadores que laboraban en las fábricas de cigarros, tal vez por aquello de que la lectura acompañada de un buen tabaco se convierte en privilegio de marca mayor. Así sucedía en España y Paco Ignacio Taibo I hace su aporte testimonial al respecto.  

Mi abuela paterna fue cigarrera de la Fábrica de Tabacos de Gijón, y recordaba con nostalgia, en los años próximos a su muerte, cuando ejercía de lectora de los más bellos folletines de la época para sus compañeras, en la fábrica. Por entonces era una costumbre que una de las operarias leyera en voz alta a las otras, que fabricaban puros, tagarninas y cajetillas de tabaco negro.


Como digresión digamos que lo anterior permite inferir que la notoria afición de Paco Ignacio Taibo II al tabaco, le viene de larga data.


Pero regresemos a nuestro tema. El oficio de lector en Cuba tuvo algunos cambios notables cuando de la lectura de folletines pasó a otro tipo de textos y aquello dejó de ser una simple concesión para convertirse en auténtica conquista sindical, tal como lo describen José Antonio Marina y María de la Válgoma.


En 1857, en la Cuba aún española, la fabricación de cigarros, que había sido una de las principales industrias, empezó, por causas muy diversas, a decaer. Los obreros decidieron crear un sindicato –La Sociedad de Ayuda Mutua para Honestos Trabajadores y Jornaleros-, precursor de los activos sindicatos cubanos posteriores. Esa sociedad de tan conmovedor nombre publicó un periódico, La Aurora, pero como muy pocos trabajadores sabían leer, se decidió leerlo en voz alta durante el trabajo, y eligieron a uno de los trabajadores como lector oficial, pagándole los demás de su propio bolsillo.


Y fue así que, al decir de José Martí, “la mesa de lectura de cada tabaquería fue tribuna avanzada de la libertad”. Entonces sucedió que aquella costumbre se fue difundiendo entre trabajadores de otras fábricas lo que –de acuerdo con Marina y de la Válgoma- generó severas resistencias en políticos y empresarios que, sabedores de los peligros que implica la cultura en general y ciertas lecturas en particular, prohibieron aquella práctica.


Otras fábricas siguieron su ejemplo, y fue tal el éxito de aquellas lecturas públicas que al cabo de muy poco tiempo se las acusó de subversivas y en 1866 el gobernador de Cuba publicó un edicto prohibiéndolas: “Se prohíbe distraer a los obreros de las fábricas de tabacos, talleres y tiendas de todas clases con la lectura de libros y periódicos o con discusiones ajenas para asegurar el cumplimiento de este decreto”.


Pero aquello ya no pararía e incluso –siempre en opinión de Marina y de la Válgoma- emigraría a otras tierras. “Pero la mecha ya estaba prendida y de nada sirvieron las amenazas del gobernador. Los trabajadores que emigraron a Estados Unidos, tras la proclamación de independencia de la isla, llevaron consigo, entre otras cosas, la institución del lector.” Como siempre sucede, hubo lecturas que gustaron más que otras por lo que “El conde de Montecristo les gustó tanto que los operarios escribieron a [Alejandro] Dumas para que les autorizara a dar su nombre a uno de sus tipos de cigarros, que acabaría siendo uno de los más famosos.”

Cabe preguntarse qué habrá pasado en el transcurso de los años con aquella vieja costumbre y la respuesta la proporciona Diego Erlan por medio de una nota de prensa de diciembre de 2012 en la que informa acerca de su reciente reanudación.
(…) El artículo en el semanario cubano La Aurora festejaba la noticia de esta forma: “En la gran fábrica de tabacos El Fígaro se ha establecido la costumbre, que honra altamente a los operarios, de que haya uno que, en voz alta, lea las obras escogidas”. En todas las fábricas cubanas de tabaco hay una tarima y una silla reservada a ese lector, que cada día se dedica a leer a los torcedores la prensa diaria y la literatura de autores como Stendhal, Dumas, Cervantes o Shakespeare.

Supongo que leer el Granma no les debe llevar mucho tiempo, otra cosa debe suceder con los clásicos entre quienes, por lo visto, Dumas sigue contando con la preferencia de los trabajadores.


Buena cosa sería encontrar entre las cláusulas de algunos pliegos petitorios, la restauración del oficio de lector como una prioritaria reivindicación sindical.

martes, 16 de junio de 2015

Olfato de arqueólogo


Dicen que se ha progresado muchísimo en las técnicas y procedimientos que permiten localizar diversos sitios de interés arqueológico, lo que permite ir relativamente sobre seguro en las exploraciones realizadas.

 
Pero antes las cosas eran muy diferentes. El arqueólogo tenía sospechas o indicios de la presencia de piezas y restos dentro de un espacio de extensión considerable. Una vez limitado el terreno, había que largarse a excavar por lo que era muy valioso el poder de intuición del arqueólogo que dirigía los trabajos. Si con el paso del tiempo no se obtenían hallazgos de importancia, el desaliento iba ganando al grupo.

 
Caso aparte fue el de Román Piña Chan, famoso -en su calidad de antropólogo y arqueólogo- por su poder de intuición que le permitía orientar sus búsquedas con mucho acierto. Él mismo, citado por James Aldreen, aborda el punto.


Con la idea de estudiar estos aspectos, fuimos a Tlapacoya, cerca de Ayotla (…) e hicimos un reconocimiento. Ahí vimos que había una lomita, donde habían sembrado algunos magueyes, y se me ocurrió que eso era la evidencia del centro ceremonial. Empezamos a explorar y encontramos el basamento de la pirámide de Tlapacoya.
Para saber cómo se había construido este basamento, mandé construir un pozo, cerca de éste. Como a los 1.40 metros de profundidad, localizamos un piso de lajas. Las quitamos y apareció la tapa de una tumba. Esta contenía una caja con cientos de vasijas y los restos de tres personajes colocados ahí.
Las personas se preguntaban: ¿Por qué dijo que se hiciera ese pozo ahí? ¿Por qué no en otro lugar? ¿Qué ve usted a través de la tierra? Pues no, no.


Añade Aldreen que en otra ocasión Piña Chan fue con un grupo de estudiantes a realizar prácticas a Yagul, en Oaxaca. El propio maestro Piña Chan, siempre citado por Aldreen, da cuenta de lo acontecido.
 

En un patio con cuatro edificios alrededor, les dije: abran un pozo de un metro por lado, junto a la banqueta de uno de los edificios. Iniciaron su agujero; ya cuando iban como a un metro de profundidad, vieron que había una piedra atravesada, entonces les dije que abrieran otro metro hacia adelante. Hicieron el hoyo y encontraron una loza que resultó ser la tapa de una cámara mortuoria. (…)
Esto fue sin duda lo que provocó que la gente, a través del tiempo, me dijera que era un brujo.


Es por ello, concluye James Aldreen, que “después de éstos y otros hechos semejantes, se fue creando la leyenda de que Piña Chan era infalible en la localización de tesoros arqueológicos”.
 

Otro ejemplo es el de Alfonso Caso por sus estudios, entre otros lugares, en Monte Albán. El mismo maestro Caso, citado por Guillermo Rosas Solaegui, informa en febrero de 1932 de sus investigaciones.

 
(...) Al explorar los muros encontramos una serie de piedras esculpidas con figuras humanas que son semejantes a las que todos ustedes conocen con anterioridad porque ya estaban exploradas en Monte Albán y que se conocen popularmente con el nombre de “Los Danzantes”.
Son figuras de seres que parece que están bailando y de allí les viene su nombre de “Los Danzantes”. Pues bien, aparecen en los muros que exploramos figuras de seres monstruosos, jorobados, mancos, cojos; seres deformes.
Quizá Monte Albán fué como se ha seguido ya, un lugar en donde los hombres venían a curarse y en donde se operaban milagros que hacían que los cojos pudieran andar y que los mancos hicieran uso de sus brazos.


Entre sus hallazgos más extraordinarios están las tumbas de importantes personajes aunque, como se verá a continuación, otros ya habían llegado antes. Continúa el relato de Alfonso Caso, siempre citado por Guillermo Rosas Solaegui.
 

Paso ahora a ocuparme del segundo descubrimiento de la temporada, las tumbas que son las que constituyen este descubrimiento. Hemos encontrado varias tumbas, algunas completamente saqueadas. Fueron abiertas y los objetos desaparecieron sin dejar la más pequeña huella, como no sea en la bolsa particular de los descubridores; los objetos desaparecieron no para ser utilizados por la ciencia sino para otros fines; no sabemos donde están, casi la mayor parte andarán por allá, fueron el crisol, se convirtieron en oro y se sacaron unos cuantos pesos de estas reliquias que valen millares. De todos modos no fué estéril completamente el descubrimiento; la tumba misma no se la pudieron llevar los descubridores y la dejaron en su lugar.

 
La que mayor admiración concitó, por lo que allí se encontró, fue la tumba identificada con el número 7. Prosigue el maestro Caso

 
El descubrimiento que más ha llamado la atención no solo en Oaxaca, sino en el mundo entero, ha sido el descubrimiento de la tumba número 7, como nosotros la llamamos o tumba de los caciques, como se le conoce.
Esta tumba estaba literalmente cubierta y había enterrados en ella, por lo menos, seis caciques, seis grandes señores, y todos ellos estaban con sus joyas. (...) Se ha afirmado que los caciques estaban sentados en una actitud muy digna. Los caciques eran con todo el respeto que se merecen, simplemente un montón de tierra y de huesos y un montón de huesos no tiene ninguna dignidad. Si nosotros descubrimos que los caciques estaban sentados, es por la posición en que encontramos los huesos, pero no por que los hayamos encontrado en esa posición. Tampoco los collares y las joyas estaban puestas decorando los huesos de los caciques, pues estaban absolutamente confundidos con la tierra, nos costó bastante trabajo sacar estos collares, lavarlos, ensartar cuenta por cuenta, preparar los objetos para que todos ustedes los vieran hace unos cuantos días en la exposición que hice de estos objetos.
Así es que podemos decir que esta tumba es la más importante de las descubiertas hasta la fecha; no sé si será única o será muy poco importante con relación a otra que encontremos posteriormente como resultado de las exploraciones científicas que todavía tenemos que hacer.

 
Pero no vaya a creerse que todos coincidieron con esta versión de los hechos; sabido es que nunca faltan los mal pensados o “sospechosistas” (para decirlo con una expresión acunada en tiempos recientes). Tal fue el caso de Ramón Mena, según testimonio recogido por Luis Castillo Ledón que nos llega en versión de Alfonso Taracena.

 
Mayo 15 [1932]. Según don Luis Castillo Ledón, asegura con valor el licenciado Ramón Mena que personas interesadas en que la celebración del IV Centenario de la fundación de Oaxaca resultara muy lucida, colocaron las joyas de Monte Albán en la tumba número 7, donde las encontró el licenciado Alfonso Caso, quien fue engañado como un nene, aunque con fines sanos, y que en esa labor ayudaron mucho la Comisión Nacional de Turismo y la prensa. Agrega el licenciado Mena que algunas de las joyas son auténticamente mixtecas, otras son reconstruidas parcialmente y otras enteramente falsas; que las auténticas existían ya en Oaxaca en manos de diversos poseedores, ricachones, y en las de autoridades de diversos lugares, según consta a muchos oaxaqueños.


Mucho tiene que ver esta conjetura con los números redondos. Sucede que la que hasta entonces fuera villa, en 1532 recibió el título de “muy noble y leal ciudad” de Antequera, por cédula real firmada por Carlos V de España. Así, los descubrimientos de la tumba número 7 llegaban en buen momento para celebrar el 400 aniversario de su fundación (cabe añadir que ese nombre sería sustituido en 1821 por Oaxaca y en 1872 -a la muerte del “Benemérito de las Américas”- por el que actualmente ostenta: Oaxaca de Juárez).

 
A saber.

jueves, 11 de junio de 2015

Popeye y la espinaca


Para quienes fuimos niños hace muchos años, la figura de Popeye resulta muy conocida. Alcanza con cerrar los ojos para recordar como después de comer espinaca la musculatura de Popeye crecía en forma impresionante y lo dejaba en condiciones óptimas para enfrentar a los malos y defender a su querida Olivia de cuanto malvado pusiera en peligro su seguridad (por cierto que contrastaba la musculatura del héroe con la condición cuasi-anoréxica de Olivia).

Según Selecciones del Reader’s Digest, cuando Popeye nació en la década de 1930 el consumo de espinacas aumentó en Estados Unidos un 33%, porque a ella debía su gran fuerza dado que contenía mucho hierro. Y agrega la citada revista: “La creencia de que la espinaca da fuerza se basaba en un error matemático: en la década de 1890, unos investigadores se equivocaron al colocar un punto decimal, con lo cual se le atribuyó a la espinaca 10 veces más hierro del que en realidad contiene.” Sin embargo, en una nota de prensa de julio de 2013 se dice que tal error en realidad se habría cometido dos décadas antes y proporciona muchos datos al respecto.

El hierro de la espinaca, vegetal que Popeye come para alcanzar mayor fuerza, sería mucho menor del pensado. Un error de un científico en 1870 creó el mito de que la espinaca tendría 10 veces más de hierro que realmente posee.
En 1870, el químico alemán Erich von Wolf investigaba la cantidad de hierro en la espinaca y en los vegetales verdes. Al escribir sus descubrimientos en un cuaderno, el experto cometió un error, dándole a la verdura 10 veces más del hierro que realmente tenía.
Von Wolf, en vez de escribir que el vegetal tenía 3,5 miligramos de hierro en una porción de 100 gramos de espinaca, escribió que el contenido de hierro era de 35 miligramos, olvidándose de la coma.
Este pequeño error causó la confusión de que la espinaca tenía una cantidad de hierro extraordinaria para fortalecer el cuerpo. (…)
El error fue recopilado en "La media vida de los hechos: Por qué todo lo que conocemos tiene una fecha de expiración" (The Half-life of Facts: Why Everything We Know Has an Expiration Date), libro publicado por Samuel Arbesman.
El error de von Worf fue rectificado en 1937 cuando se comprobaron sus cálculos.
En 1981 el British Medical Journal publicó un artículo en donde desmintieron el mito de la espinaca. Igualmente el alimento es reconocido como uno de los vegetales con el mayor contenido de hierro.

Asimismo lo que se ha denominado como el mito de la espinaca generó otras consideraciones contrastantes por parte de Selecciones del Reader’s Digest.

Los nutriólogos modernos creen que, como fuente de hierro, la espinaca no es mejor -ni peor- que cualquier otra verdura. Su contenido de hierro es sólo promedio, y el poco que realmente contiene es prácticamente ineficaz, ya que el cuerpo no puede absorberlo en forma directa.
Irónicamente, en la década de 1940 los nutriólogos descubrieron que el ácido fólico que contiene la espinaca fortifica. Tal vez sea eso, después de todo, lo que ayuda a Popeye a tener esa musculatura tan estupenda.

Por otra parte, de acuerdo a la opinión de Alfred López “alimentos como los huevos, las lentejas o incluso el azúcar tienen más hierro que las espinacas”. Pero añade López un dato muy relevante: el enorme crecimiento que hubo en el consumo de espinacas -más allá de los errores ya señalados- ocasionaron que hubiera quienes resultaran directamente beneficiados y es por ello que “la ciudad de Crystal City (Texas), una de las mayores productoras de espinacas en EEUU., levantó una estatua en honor del personaje de Popeye”.

Y sí, la verdad es que no era para menos. Sin embargo hubo una omisión, dado que hubiese sido un acto de justicia erigir también una estatua a Erich von Wolf (o cuando menos a aquella coma tan decisiva).
 

martes, 9 de junio de 2015

Crónica de una convivencia de los niños con sus padres

Hasta no hace mucho (y en algunos lugares aun es así) se daba por sobreentendido que la educación de los hijos constituía una tarea exclusiva de las madres. Mientras que los padres, en el mejor de los casos, se limitaban a cumplir con el papel de proveedores. Con los avances en los estudios sobre educación familiar, el cambio de rol de la mujer y la nueva masculinidad, esto ha ido cambiando en forma significativa. Actualmente hay consenso en cuanto a que el padre debe participar en las labores de la casa y asumir un papel más activo en la educación de los hijos.
 
Tal vez para facilitar este proceso de toma de conciencia, la escuela a la que concurría el hijo menor de Germán Dehesa organizó una convivencia para niños y sus padres.
 

Aparece la Hillary [apodo con el que se refiere a su esposa] con aire despreocupado y así como de pasadita me dice: en la escuela de Andrés organizaron una visita a la granja de don Pepe para que los niños convivan con los animales y con sus papás (en ese orden); es el jueves que entra y el camión sale a las ocho. Un sudor helado cubrió mi frente: ¿papás quiere decir mamás, verdad? No, de lo que se trata es de que los niños vayan exclusivamente con sus padres. ¿Y si un papá no pudiera? Pues sería muy triste y muy traumático (esta es la palabra clave) para Andrés; no te imaginas la ilusión que tiene, no me habla de otra cosa. ¿Y si yo le pago el sicoanálisis y la terapia? No seas payaso, yo tengo un mejor concepto de ti (éste es otro gancho al hígado); tienes que ir; ya te encargué con la miss Marcela y ya le expliqué que a esas horas de la mañana te comportas como amiba borracha. Fin de la plática.
 

Y como todo plazo se cumple, aquel temido día arribó. Continúa Dehesa con el relato de sus desventuras previas a la partida de la excursión.
 

Así llegamos al jueves y a un amargo despertar a una hora inconcebible. Ya están listas las dos loncheras; en la tuya puse un bloqueador para el sol que también es repelente (de hecho, todo lo que está ocurriendo es repelente); Andrés tosió un poco en la noche, así es que cuídalo para que no se agite, si vomita, no te preocupes (...) A las ocho de la mañana con quince minutos, padre e hijo se ponían bajo las órdenes de miss Marce. Para mi sorpresa, el jardín de la escuela estaba pletórico de padres sonrientes, atléticos y con cara de que eran muy felices. Yo parecía desecho nuclear y el méndigo Andrés era una fragante ramita de perejil electrizada ante la expectativa de que pronto vería una vaca. El camión, como yo lo suponía dado mi conocimiento del alma azteca, salió a las nueve. (...)
¡Los que vengan con Marcela, pasen al segundo camión! Un ordenado y compacto grupo de padres remolcados por sus hijos ascendió al camión número dos. Desde la ventanilla, la Hillary seguía lanzando instrucciones: si hace calor se quitan la chamarra (nunca nos la pusimos), no se te olvide ponerte el bloqueador, no te vayas a sentar en tu lonch, ten cuidado porque hay un niño que muerde, no vayas a dejar a Andrés en la granja, cualquier duda que tengas (y tengo tantas) le preguntas a Marcela... Arrancó el camión y ya no pude oír los 30 últimos consejos de mi cara mitad.
 

Prosigue la narración con los primeros momentos del viaje en aquel transporte escolar que, como buen representante de los vehículos de su tipo, no era precisamente lo más cómodo que se haya visto.
 

Tenía siglos de no subirme a un camión escolar y, por lo mismo, había olvidado que hay en este tipo de transportes un lugar maldito que coincide con las llantas traseras en donde el piso del camión se eleva como medio metro. Exactamente ahí nos tocó. Andrés iba feliz porque podía reposar cómodamente sus pies; el padre de la criatura llevaba las rodillas a la altura de las cejas y parecía dignatario quechua de esos que entierran en posición fetal dentro de una vasija.

 
Sabido es que los ojos de los niños están en condición de estreno y suelen maravillarse con aquello que a un adulto no le provoca la menor curiosidad. “El camión ascendía trabajosamente por la calzada de las Águilas; ¡Papá, mira una casa!, decía Andrés cada vez que avistaba una construcción (y hay como 15 mil). Strufgnh, respondía yo atrapado entre el desmañanón y la pose quechua.” Al llegar a destino miss Marcela dio las instrucciones para bajar e instalarse, lo que se hizo en forma conveniente aunque Dehesa no deja pasar la oportunidad de señalar que “la maniobra se realizó con toda limpieza, aunque es de justicia reconocer que los papás somos infinitamente más obedientes que los enanetes.”


Después de describir algunas otras vicisitudes, Germán Dehesa llegará al fin de su relato agradeciendo aquel espacio de convivencia con Andrés y aceptando que para él constituyó un verdadero regalo.

 
¡Quién lo iba a decir!

jueves, 4 de junio de 2015

El chantaje de la recamarera


No se trata de satanizar toda iniciativa empresarial pero cierto es que a veces ello se facilita en extremo.

Para ilustrar lo anterior nos referiremos a un ejemplo del pasado reciente. Hasta no hace muchos años era usual que en las habitaciones de muchos hoteles apareciera una tarjeta -de presentación estandarizada y que seguramente surgió de la mente de un “creativo”- que decía:

Estimado Huésped:
Las Toallas, Blancos y demás objetos que para su comodidad se encuentran en la habitación, están inventariados y cualquier faltante será cargado a la camarista responsable de este piso.
Ayúdenos a no lesionar la economía de una trabajadora que merece todo nuestro apoyo y respeto.
Atentamente.
La Gerencia

Está claro –lo contrario hubiese sido incalificable- que se trataba de lo que podríamos clasificar como “chantaje emocional preventivo dirigido a huéspedes de dudosa honestidad”. Pero de cualquier manera, ya tendría que estar claro que hay cosas con que no debería jugarse.

No faltará quien diga: -bueno pero esto es cosa del pasado.

Sí, concedido.

Lo que no es cosa del pasado en muchos centros laborales es la larga lista de: salarios indignos, trato inhumano, condiciones laborales inapropiadas (por ejemplo en este mismo espacio hemos aludido a la inexistencia de “la ley de la silla”), ausencia de prestaciones de ley, procedimientos discriminatorios (edad, maternidad, presencia, género) a la hora de la contratación, etc. Y la lista no pretende ser exhaustiva.

martes, 2 de junio de 2015

Todo comenzó por los tobillos


En tiempos recientes se ha venido dando un cambio vertiginoso en relación a la exhibición del cuerpo: de un pasado excesivamente pudoroso y recatado a este presente tan desinhibido y desprejuiciado, en el que no faltan las voces de quienes, sin pretender un imposible regreso al ayer, alertan ante los peligros de la notoria pérdida de intimidad.

Hubo épocas y espacios en que el cuerpo fue muy mal visto, o mejor dicho no era visto, tal como se desprende de lo señalado por Jacques Pauvert -citado por Edmundo Valadés-. “En el siglo XIX, para un inglés, un estadunidense, un australiano, la palabra ‘cuerpo’ era una palabra obscena. En los salones se envuelven las patas de los pianos: una pierna es indecente, incluso de madera.” Al inicio, los cambios a tal estado de cosas fueron muy lentos, casi imperceptibles, de tal forma que las damas más atrevidas dieron grandes batallas por muy pocos centímetros y los conservadores sabían que cualquier concesión resultaría muy peligrosa.  

¡Y quién diría que todo comenzó por los tobillos! Lola Gavarrón, reconocida estudiosa del tema, afirma que uno de los primeros encontronazos tuvo lugar en una cancha de tenis.

En 1884, con ocasión de inaugurarse el más tarde célebre Torneo de Wimblendon se acepta, en una de sus canchas, a jugadoras femeninas. Sin embargo, la falda larga se impone como uniforme oficial y pueden imaginarse el revuelo que se organizó cuando Mrs. Beamish fue expulsada inapelablemente de la competición por enseñar sus tobillos bajo unas faldas ligeramente más cortas, sin las cuales se sentía incapaz de jugar...

Por supuesto que ante la voluntad de no mostrar, se rebelaron quienes querían ver a toda costa, lo que dio lugar a que se multiplicaran –según Gavarrón- los mirones.

El ocultamiento total del cuerpo femenino por los atuendos de la época explica el que la simple vista del menor tobillo fugaz hiciera estremecerse a los señores... Bandadas de viajeros esperaban atentamente, en las paradas de los tranvías, la subida al pescante de una bonita chica a quien poder vislumbrar los tobillos... Otros aguardaban impacientes bajo la lluvia la salida de las modistillas de la Rue de la Paix, obligadas a recoger sus faldas... para evitar los charcos. Estadísticas de la Prefectura de Policía de París muestran que el número de amateurs de mollets, aumentaba hasta el 58 % con la lluvia...

Estas restricciones a mostrar los tobillos se mantuvieron -siempre de acuerdo con Gavarrón- hasta inicios de la Primera Guerra Mundial.

Hasta 1914, la mujer no mostrará públicamente sus tobillos. (…) Nada era más apasionante para un hombre de hasta el siglo XX que vislumbrar la curva de un pie, o la forma de un tobillo. Esto favoreció un impresionante fetichismo en torno al pie, el tobillo y las pantorrillas, que cantó como nadie Restif de la Bretonne y que explica que, en los burdeles de lujo de la Belle Epoque, en Londres y en París, los clientes tuvieran derecho a elegir los botines que se pondrían sus partenaires de juegos, aún no escogidas.

Al teatro de variedades concurrían los hombres para contemplar lo que jamás podrían en la vía pública; Julio Camba narra su propia experiencia.

¿Querrá usted creerlo, hermosa lectora? Yo, que (…) no soy precisamente un viejo, he asistido en Madrid al estreno de una obra donde se cantaba lo siguiente:
              “La falda corta permite ver
              hasta el tobillo de la mujer…”
¡Qué tiempos aquéllos! El público –lo peor de cada casa, porque ninguna persona respetable osaba entrar en un teatro donde se cantaban semejantes cosas- sonreía con incredulidad.
-¡Qué exageración! –pensaban los viejos verdes y los jóvenes calaveras.
Y, en efecto, aquello era una exageración, porque las faldas se habían acortado mucho por entonces; pero no tanto que dejasen los tobillos al descubierto. Sólo las tiples del teatro donde se representaba aquella obra tan atrevida enseñaban a veces un asomo de tobillo para valorizar su canción, y cuando ocurría esto, el entusiasmo era indescriptible. Los espectadores, considerándose vecinos de una nueva Babilonia, rugían desenfrenados pidiendo “bis”. Y luego, habiendo entrevisto durante una fracción infinitesimal de segundo el tobillo de la Fulana o el de la Zutana, abandonaban el teatro en ese estado de ánimo de las gentes que han visto ya todo lo que hay que ver, y para las que el mundo no reserva sorpresa ninguna.

Y una vez que comenzó el destape, ya nada lo pararía: de la desnudez del tobillo, a la pasión por las medias, a la supresión del corsé…; nuevamente es Lola Gavarrón quien se refiere al tema.

Primero en América, luego en Inglaterra y Alemania, y finalmente en Francia, hacia 1914, los tobillos femeninos eran claramente apreciados sin necesidad de acrobacias subterráneas. Y, con el desvelamiento de los tobillos, vino la pasión por las medias, aquellas medias llamadas de cristal, que costaban una fortuna. Medias caladas de exóticos motivos, medias de seda o de crêpe, bordadas a mano con motivos florales, o de pájaros, y embellecidas con encajes de Bruselas que invadirían los salones de una Europa acongojada por una guerra cuyas consecuencias sociales serían, entre otras, el definitivo despegue de la autonomía femenina y su paulatina incorporación a un mundo de trabajo distinto del que vieran sus abuelas. Autonomía que (...) empezó por su vestimenta, pues al suprimirse el corsé después de la guerra, desapareció también la hasta entonces absoluta necesidad de ayuda de otra persona: doncella, marido, o amante, a la hora de desprenderse de sus emballenadas prendas íntimas.

Seguramente si estuvieran en posibilidad de hacerlo, no faltarían señoras y señores que nos reprendieran con vehemencia: “Nosotros se lo dijimos: si empezamos por mostrar los tobillos… ¡quién sabe en donde acabaremos!”