El ser humano desde siempre ha observado
con asombro y temor lo que acontece en relación a los astros. Y es que los diversos
fenómenos han sido interpretados como indicios, generalmente negativos, del
porvenir.
Según informa Wikipedia, el cometa
Halley fue el primero en ser reconocido como periódico y su órbita fue
calculada por el astrónomo Edmund Halley en 1705 (ya existían observaciones
previas detalladas como las de 1532 y 1682; las primeras de que se tiene
noticia fueron las del año 239 a. C.). La misma fuente añade que
Halley concluyó (…) que retornaba cada
76 años. Con ello, realizó una estimación de la órbita, y predijo su
reaparición para el año 1757. Esta predicción no fue del todo correcta, pues el
retorno no fue visto hasta el 25 de diciembre de 1758, realizado por el
astrónomo aficionado alemán Johann Georg Palitzsch. En este caso, la atracción
de Júpiter y Saturno fue la responsable del retardo. Halley no pudo contemplar
el retorno de su cometa, tras fallecer en 1742, dieciséis años antes.
Siglos antes habría tenido lugar un
curioso episodio que relata Nieves Concostrina y tuvo como principales protagonistas
al cometa Halley así como a Alonso de Borja, que al ser elegido papa tomo el
nombre de Calixto III.
Día grande para España en el Vaticano el
9 de abril de 1455, porque en esa fecha el cardenal Alonso de Borja fue elegido
papa, el primer español que aposentó sus reales en el solio pontificio. (…)
El primer papa español tomó
trascendentales decisiones, pero la más extravagante y cómica, no de su papado,
sino de toda la historia del Vaticano, fue la excomunión de un cometa. Calixto
III excomulgó al cometa Halley, ese que sólo se deja ver cada setenta y tantos
años y que tuvo la mala suerte de pasar justo cuando estaba Calixto IIl. Pero
el asunto no quedó en mera anécdota, porque además de excomulgar al cometa, el
papa ordenó a la cristiandad que el rezo del Ángelus, además de al amanecer y
al anochecer, se hiciera también al mediodía. Y hasta hoy.
Cuando el papa llevaba un año en el trono,
los astrónomos corrieron a advertirle que en la bóveda celeste había un cometa
grande y terrible, con una cola de color amarillo que parecía una llama
ondulante. Textual. Calixto III buscó sus propias explicaciones al fenómeno:
aquello era un signo de la ira de Dios porque los turcos acababan de apropiarse
de Constantinopla. Así que tomó varias medidas: primera, excomulgar al cometa;
segunda, que todos los príncipes cristianos se unieran contra la invasión
musulmana; y tercera, decretar que todos los católicos rezaran el Ángelus a mediodía
para hacer desaparecer el cometa o, en su defecto, provocar su caída sobre
Constantinopla para exterminar a los turcos de un golpe.
El cometa, afortunadamente, se tomó en
serio lo de la excomunión y se largó, porque si llega a caer en Constantinopla,
se van a hacer gárgaras no sólo los turcos, también los Borgia, el Vaticano y
la cristiandad al completo.
Sin embargo otra nota publicada en
Wikipedia desmiente lo anterior afirmando que no hay pruebas de que ello
hubiese sucedido (ya se sabe cómo es la gente de habladora).
Según una versión conocida por primera
vez en una biografía póstuma, y luego embellecida y popularizada por el
matemático francés del siglo XVIII Pierre-Simon Laplace, Calixto III habría
excomulgado al cometa Halley en 1456, con ocasión de su aparición sobre Europa.
La razón de la curiosa medida estaría fundamentada en la tradicional creencia
en los cometas como símbolo de mal agüero, que en particular en aquella
oportunidad lo sería contra los defensores cristianos de la ciudad de Belgrado,
sitiada por los otomanos. Esta versión, sin embargo, carece de apoyo histórico
firme. La bula de Calixto III del 29 de junio de 1456, donde solicita las
oraciones de los fieles para el triunfo de la cruzada, ni siquiera menciona al
cometa. Para el 6 de agosto de 1456, cuando el sitio de la ciudad fue roto por
los defensores, hacía varias semanas que el cometa había dejado de ser visible.
Las notas curiosas respecto al cometa Halley
no acaban allí, como lo demuestra lo acontecido al escritor Mark Twain, según
lo describe José de la Colina.
El 30 de noviembre de 1835, en Florida,
Missouri, EUA, un tal Samuel Langhorne Clemens, a quien la inmortalidad de las
letras sólo reconocería con el seudónimo Mark Twain, fue parido en exacta
coincidencia con la aparición del cometa Halley. Esto le permitiría decir
después, entre burlas y veras, que él era “un misterioso y quizá sobrenatural
visitante llegado de Otros Lugares”, y que un día el elíptico cometa,
recurrente cada setenta y cinco o setenta y seis años, volvería a cruzar por el
cielo para recogerlo y repatriarlo. Y aunque el que sería un gran narrador y el
fundador de la novela norteamericana moderna fue sobre todo conocido como un
gran humorista, su profecía resultó atinada: S. L. Clemens, el ya celebérrimo
escritor Mark Twain de frondosas y blancas cabellera y cejas, de grandes
mostachos blancos y fumador sin tregua de pipas de mazorca de maíz, murió el 21
de abril de 1910, es decir en el mismo año y en días antes en que el cometa
Halley volvió a visitar los cielos de la Tierra.
El temor a sucesos terribles que se
predecían en ocasión del paso del cometa y que adquirieron cierta notoriedad en
la prensa de la época, llevó a que algunas personas optaran por prevenir esas
tragedias con otra, por lo que los suicidios a comienzos de 1910 fueron
numerosos. Asimismo en los meses previos al paso del cometa aumentó el número
de feligreses que concurrían a los templos con grandes muestras de devoción. Tampoco
faltaron los vendedores de píldoras milagrosas que contrarrestarían los efectos
negativos que traería consigo el cometa y no está de más precisar que sus
ganancias fueron considerables.
El paso del cometa Halley en 1910 coincidió
con los inicios de la Revolución Mexicana y claro que la opinión quedó dividida
entre quienes valoraron ello como algo positivo y aquellos que, al verse
afectado en sus intereses, lo consideraron nefasto.
La más
reciente aparición del cometa Halley fue en 1986 y se estima que la próxima
será en el año 2062.