martes, 27 de diciembre de 2016

Frases de pre-conflicto


Hay expresiones que contienen gran potencial destructivo para la convivencia. No sólo se trata de las palabras en sí –lo que no es poca cosa- sino de la entonación con que se pronuncian, así como el momento y lugar en que se formulan. Entre las más conocidos están el “¡yo te lo dije…!, ¡te lo di-je…!” y también el “otra vez lo mismo contigo, ¿será posible?”. Nada bueno puede cosecharse después de haber lanzado semejantes dardos.
A esta lista podemos agregar el “hay que” (usado generalmente por los varones) y en el cual profundiza Rosa Montero.  
El hay que es una perversión conyugal. Quiero decir que es un subproducto de la vida en pareja. Pongamos que un matrimonio o unos arrejuntados, da lo mismo, están sometidos, como es natural, al obstinado desgaste de las cosas: los grifos de su casa gotean, o la puerta de la calle no cierra bien, o tal vez existe algún problema con la luz de la escalera. Entonces el marido exclamará: “Hay que llamar a un fontanero, hay que arreglar esa puerta, hay que hablar con el portero”. Lo cual en realidad quiere decir: “Llama tú a un fontanero, arregla tú esa puerta, habla tú con el portero”. Pero, eso sí, el marido se quedará tan convencido de que ha participado en la gestión conjunta de la convivencia.
Digo el marido, o sea, el hombre, y digo bien. Seguro que también habrá alguna mujer que se comporte con mangoneo tan olímpico, pero reconocerán ustedes que el hay que es un giro verbal mucho más usado por los varones: para comprobar esta aseveración basta con mirar cada día alrededor. Tal vez sea una cuestión de transición educativa: el hombre, acostumbrado hasta hace nada a mandar sobre la mujer de una manera evidente, puede estar ahora adaptando sus modos a los nuevos tiempos por medio de esta frase mayestática y elíptica, de este verbo impersonal y mentiroso que desde luego suena mucho mejor que la orden directa, pero que termina suscitando la misma enrabietada inquina por parte de la mujer. Así son, en fin, los tontos combates de la vida en pareja.
Por su parte Hugo Hiriart enriquece esta compilación de frases de pre-conflicto con una verdadera exquisitez: “lo que tu quieras, mi vida”.

(...)  no es cierto, es sólo prejuicio, que todos queremos en el fondo mandar o imperar ni que el subordinante gana y el subordinado pierde. Observa este diálogo de domingo:
-¿Qué quieres que hagamos hoy, amor?
-Lo que tú quieras, mi vida.
Esta amable respuesta es casi criminal. ¿Quién quiere recibir el nombramiento de director del tiempo libre? ¿Quién quiere mandar en estas cosas? El precio de subordinar se paga en términos de compromiso y responsabilidad. Y muchas veces es un precio alto que preferimos eludir. Escurrir el bulto al mando no se vive como derrota, sino como liberación, y la subordinación se vuelve atractiva.

Incluir en los diseños curriculares de la enseñanza algunas clases de “lenguaje para la convivencia” no vendrían nada mal.

martes, 20 de diciembre de 2016

Nombres de protección


Muchos son los pueblos que consideran que para poder hacer daño a una persona es indispensable saber su nombre. De allí el origen del nombre de protección tan frecuente en diversas comunidades; Laura Colling describe lo que sucede en la cultura otomí.

Los maestros de la escuela consideran a Fernando como un niño apático, pues cuando le hablan no contesta. No lo hace, pues él se llama Ramón, así le dicen sus padres y vecinos desde que nació. Lo mismo les pasa a otros compañeros. Es que los nombres con los que se les llama son en realidad sobrenombres, o nombres de protección. Los verdaderos nombres, con los que los inscriben ante el registro civil, los del santoral, no los conocerán hasta que tengan que hacer uso de su acta. Hoy en día al inscribirse en la escuela primaria, anteriormente hasta el momento de su boda. (...)
El nombre de protección tiene un sentido: evitar que por envidia se pueda causar algún daño a un niño. Para hacer daño hay que conocer el nombre. Por eso mientras sean pequeños es preferible que los extraños no conozcan su verdadero nombre. Los maestros, no entienden esta costumbre y exigen el uso del nombre legal, que es el verdadero y, por tanto, peligroso (...)

Esta misma costumbre rige en la comunidad triqui –tal como describe Fabrizio Mejía Madrid- lo que ha llevado a problemas legales de consideración a la hora de migrar hacia Estados Unidos. “Los triquis tienen, por lo menos, dos nombres: uno secreto y otro que usan para los papeles civiles. Viven convencidos de que quien conoce tu verdadero nombre tiene acceso inmediato a tu ‘tona’, una especie de alma o esencia, que puede ser dañada con facilidad al invocarlo. Por lo tanto, cuando el triqui emigra, se cambia de nombre para protegerse.”

Pero no vaya a creerse que esto solamente aplica con personas. Álvaro Cunqueiro, reconocido cronista de la vida en Galicia, nos saca del error al presentar lo que aconteció en la venta de una vaca. “Un paisano, en billetes de mil, le paga a otro una buena vaca. El que cobra, después de contar y recontar los billetes, se aparta con el comprador y le dice algo al oído. Este asiente. Acaso le está diciendo el nombre secreto de la vaca, que sirve para quitarla del peligro del mal de ojo.” Cunqueiro también alude a lo que sucedía a este respecto con ciudades y reinos.

La invisibilidad de las ciudades, de ciertas ciudades y naciones estaba ya en la cábala con todo aquel asunto de los nombres secretos de las ciudades y de los reinos. El reino de Francia tenía un nombre secreto, que solamente lo sabía el rey, y que de alguna manera se lo pasaba al delfín poco antes de morir, con lo cual el heredero, heredaba a la vez la Francia visible, y otra, secreta, mágica invisible.

De esta manera, siempre según Cunqueiro, conocer los nombres secretos de las ciudades constituía una importante fuente de poder. “(…) Saltará de ciudad en ciudad, de las que sabe los nombres secretos, aquellos que según los cabalistas, hacen dueño de una urbe al que sabe el suyo oculto. Toledo se llamaba en tiempos Fax, y a Carlos V le dijeron el nombre. Pero desde entonces parece haber cambiado.”

Aun cuando su hipótesis en relación a lo que le sucediera al rey Luis XVI no parece plausible, aquí la dejamos a consideración del lector: Los reyes de Francia se transmitían unos a otros el nombre secreto de su Reino. Luis XVI debió de haberlo olvidado, y por ello le cortaron la cabeza…”

martes, 13 de diciembre de 2016

Citas aproximadas, hechizas y apócrifas


Hay frases que al ir pasando de boca en boca (o de pluma en pluma) se han ido transformando. Gabriel Zaid –reconocido estudioso del tema-, proporciona algunos ejemplos.

Pocos han leído a Lord Acton, pero muchos citan aquello de “El poder corrompe”, aunque la frase (nunca publicada por el autor, sino escrita en una carta) es: “El poder tiende a corromper, y el poder absoluto corrompe absolutamente” (Lord Acton, Essayhs on freedom and power, ed. Gertrude Himmelfarb). Así también (incluso en compilaciones respetables) hay dos o tres versiones diferentes de la frase de George Santayana “Los que no pueden recordar el pasado están condenados a repetirlo”, aunque consta en un libro (The life of reason).

Puede suceder que la expresión en su versión difundida mejore notablemente la original, tal como precisa Zaid. “De igual manera que una traducción puede mejorar el original (en Otras inquisiciones, ‘Sobre el Vahtek de William Beckford’, Borges hace la broma de que ‘El original es infiel a la traducción’), el texto original de muchas frases célebres pueden ser decepcionante, frente a la cita de memoria.”

Por su parte Andrés Trapiello alude a una cita que suele citarse en un sentido diferente al original. “(…) ‘con la Iglesia hemos topado’ (…) Mucha gente cree [que el famoso caballero afirma esto cuando junto a Sancho llega al Toboso], pero lo que dice don Quijote es ‘con la Iglesia hemos dado’ al chocar con el edificio.”

También están aquellas frases que se adjudican a autores totalmente inocentes al respecto. Hay casos en que aun en el error se mantiene la fidelidad, tal como lo ilustra Zaid: “Ya no se lee a Jean-Baptiste Say, pero se cita su famosa ley (‘La oferta crea su propia demanda’), que nunca escribió, aunque es un buen resumen de su posición al respecto (Thomas Sowell, Say’s Law: An historical análisis).” Eduardo Galeano se interesa por una expresión que ha alcanzado gran difusión: “Don Quijote jamás pronunció la más famosa de sus frases. ‘Ladran, Sancho, señal que cabalgamos’ no figura en la obra de Cervantes. ¿Qué anónimo lector habrá sido el autor?” (no faltaba razón a Enrique Jardiel Poncela cuando afirmaba que “el Quijote es un libro del que todos hablan y que nadie lee”). La muy difundida frase de “Dios dijo: ‘¡ayúdate que yo te ayudaré!” parece no estar en ningún pasaje de la Biblia.

Para concluir merece citarse –y aclaro que la atribución responde a la fuente original- a Jorge Ibargüengoitia cuando afirmaba que “(…) el oficio de inventar frases célebres es mucho más difícil y complicado que el de decirlas de chiripa”.

martes, 6 de diciembre de 2016

Para "que nadie hinche o incremente tanto su libertad"


En otros momentos nos hemos referimos a los Bandos de Enrique Tierno Galván en su calidad de Alcalde de la ciudad de Madrid (http://habladuriacronicasdelocotidiano.blogspot.mx/2016/10/los-bandos-de-enrique-tierno-galvan.html). En esta ocasión citaremos otro de sus célebres Bandos que con fecha 16 de noviembre de 1982 sostiene que la libertad debe ser un bien común que resista los intentos de quienes procuran apropiarse de ella.
El Alcalde Presidente del Excelentísimo Ayuntamiento de Madrid.
Madrileños:
Mucho cuenta, tras de considerar la experiencia de los Bandos o pregones que a éste precedieron, que al inicio pongamos cuál sea la principal regla de ciudadanía para que con gran cuidado se cumpla, de tal manera que con el uso se sustente y no se olvide o descaezca como con tanta frecuencia ocurre.
Dice la aludida regla que nadie hinche o incremente tanto su libertad que dañe o merme la del otro. Principio que debiéramos todos guardar con sumo celo, pues de la libertad hemos de gozar proporcionadamente para que sea bien común y no de algunos que buscan hacer particular provecho de lo que por natural razón a todos pertenece.
Hay en esta Villa gentes de honesta condición que, lejos de entorpecer la vida en compañía, ayudan a que sea muy concorde y tranquila, cumpliendo como deben las Ordenanzas, Bandos y circunstanciales advertencias de quienes el Concejo gobiernan. Pero otras hay que, como suele decirse, buscan quedarse con la pulpa y el hollejo, y ni cumplen órdenes, ni obedecen Bandos, ni atienden a las prudentes advertencias, con grande desmerecimiento de lo que a los demás y a nosotros mismos debemos, sin considerar que el daño ha de ser para todos, aunque de momento tan sólo sean los honrados y cumplidores vecinos los que sufran y de su reposo pierdan.
Hecha esta introducción, el Bando se detiene en el abuso en que incurren algunos automovilistas al ocupar espacios no autorizados.
Viene muy a propósito todo cuanto antecede si consideramos el descuido, si no malicia, con que muchos vecinos dejan coches y carricoches en el lugar que mejor  les peta, sin mirar si es recodo, rincón, esquina o entrada de zaguán, con razón prohibidos por el Concejo, para proveer con más acierto el apacible transcurrir de los viandantes y a la mayor holgura para la colocación y permanencia de los carruajes.
Adviértese también por el presente Bando que algunas calles y plazas de la parte más antigua de Madrid, que llaman de los Austrias, se están convirtiendo en plazas y calles de sólo andar, que en tiempos de incuria y atrevimiento dieron en llamar peatonales, para que sin perjuicio de hacer más fácil el tránsito de quienes  por ellas discurren, los vecinos huelguen y en honesta ociosidad disfruten de tertulias, corros y mentideros a los que tan aficionados son los moradores de esta Villa.
Apercíbese también por el presente Bando al vecindario de esta ilustre Corte y Villa que por la aplicación de la sagaz industria de la grúa, que permite transportar un coche a cuestas de otro, ingenioso método que los madrileños odian, se retirarán de la vía pública, con implacable rigor, cuantos medios mecánicos de traslación y transporte estorben el ordenado transcurrir de los discretos vecinos  de esta ciudad por sus calles.
Asimismo ruega el Alcalde regidor a los moradores de esta Villa, con mucho encarecimiento y amor, que no dejen que decline y se pierda el buen propósito de hacer de nuestra ciudad modelo de limpieza, orden y apacible convivir, como el recto juicio, avisada condición, buena crianza y cultivada inteligencia de sus vecinos de consuno piden.
Como la existencia de quienes procuran hinchar su libertad en desmedro de la de los demás no se limita a Madrid, nos permitimos evocar este Bando de don Enrique Tierno Galván dirigido a quien corresponda.

jueves, 1 de diciembre de 2016

Un color de identidad: el rosa mexicano


Existen pocas dudas en cuanto a que la cohesión entre los habitantes de una nación se logra por medio de la bandera, el himno, los héroes, relatos históricos, comida, pintores, música, cantantes y una larga lista de etcéteras. Pero menos sabido es que en ello también pueden intervenir los colores. Tal es el caso, como lo señala Arturo Rodríguez Döring, del rosa mexicano.

Después de la Revolución, como parte del proceso nacionalista que definió nuestra idiosincrasia presente, se multiplicaron los grupos derechistas en México, particularmente durante el cardenismo, que fue el gobierno postrevolucionario más orientado hacia el pensamiento de izquierda. Esta polarización se fue definiendo aún más durante la Guerra fría en las décadas posteriores. Cuando terminó la segunda guerra mundial, y coincidiendo con el macartismo, el entonces presidente Miguel Alemán impulsó una doctrina llamada “de la mexicanidad” y la mayoría de los medios masivos de comunicación se unieron a esta campaña, fuertemente anticomunista.
En medio de este período surgió la idea de un “rosa mexicano”. Alrededor de 1948, Ramón Valdiosera, un joven diseñador de modas, supuestamente inspirado en la indumentaria de los grupos étnicos y el color de las buganvilias, lanzó una colección que tuvo amplia aceptación entre las mujeres de la alta sociedad mexicana, encabezadas por actrices como Dolores del Río y María Félix. Cuando se presentó en el hotel Waldorf Astoria de Nueva York, los periodistas estadunidenses lo bautizaron como mexican pink y posteriormente recibió el espaldarazo de Alemán como una especie de embajador de la mexicanidad en el extranjero y entre el jet set.

Una vez más se confirma que todos los días se aprende algo nuevo.