Existe una larga lista de escritores,
músicos, artistas
en general, que
aceitaban (y a no dudar que hay quienes siguen cultivando el
oficio) su
creatividad con unos tragos. Claro está que mucho más numeroso es el grupo de
quienes entrándole al beberaje no destacan como artistas.
Manuel
José Othón, destacado hombre de letras, no le hacía el feo a la beberecua y decía,
según Artemio de Valle-Arizpe, que
(…) él
únicamente se emborrachaba por cualquiera de estos tres motivos:
"Primero, por
el día de mi santo, como es muy natural, o, por solidaridad, el día del santo
de algún amigo.
"Segundo, por
las fiestas patrias, en memoria de nuestros gloriosos caudillos, porque no
quiero deslucirlas como buen mexicano que soy. Otros matarán y herirán en honor
de Hidalgo, o echarán gritos inflamatorios en su honor, yo contribuyo
espontánea y modestamente a su lucimiento, emborrachándome; y
"Tercero, por
cualquier motivo."
Otro
que no cantaba mal las rancheras fue José Revueltas y en ocasión de que le preguntaran “¿Usted bebe?”,
respondió: “Muy
poco, pero sin interrupciones”. Elena Poniatowska da cuenta de las singulares
gelatinas que las correligionarias le hacían llegar a este notable escritor durante su cautiverio.
La amistad y el
ingenio se forjan en las circunstancias más adversas. Entre otros muchos actos
de heroísmo, las mujeres se las ingeniaron para hacer gelatinas con vodka lo
cual ayudó a que José Revueltas escribiera su notable novela El apando a lo largo de un mes bajo la
mirada de su compañero de celda, Martín Dozal.
(Dicha
obra dio lugar a la película homónima dirigida por Felipe Cazals en 1975 y en
la que actúa nuestro amigo José Carlos Ruíz interpretando el papel de El Carajo).
No
faltó el caso de otro destacado miembro de la talentosa familia Revueltas -al
que alude Diana
Bracho- a quien obligaron hacer un breve paréntesis
en la ingesta de alcohol,
para que
pudiera concluir su
compromiso
creativo.
Contaba mi papá
(Julio Bracho) que a Silvestre (Revueltas), que era un genio, lo tuvieron que
encerrar para que no tomara y escribiera la música para Redes, tenía que
entregar la partitura para que la grabaran con la orquesta. Así que lo
encerraron en Bellas Artes, en un salón de ensayo con un piano. Sólo le abrían
la puerta, le metían la comida y le volvían a cerrar. “Hasta que no escribas la
partitura no te vamos a dejar salir”, le decían. Creo que estuvo ahí tres días.
Silvestre les gritaba: “¡Ábranme, tales por cuales!” Al final salió con la
partitura... Eran muy buenos amigos.
Las
historias con alcohol no siempre –es más, muy a menudo- terminan bien. Octavio Paz presenta en su
poema Pasado en claro (1974), citado
por Héctor de Mauleón, una dolorosa evocación de la muerte trágica de su padre
acaecida en 1934
Del vómito a la
sed
atado al potro del
alcohol,
mi padre iba y
venía entre las llamas.
Por los durmientes
y los rieles
de una estación de
rocas y de polvo
una tarde juntamos
sus pedazos.
Los
beneficios del alcohol son innegables tanto como las tragedias que puede
ocasionar.
Cuestión
de medida.