martes, 30 de abril de 2019

Diagonal o ambladura


Los parroquianos de Habladuría, caso de haberlos, conocen de sobra que frecuentemente los temas abordados son de escasa o nula actualidad. En ello nos identificamos totalmente con lo que sostiene Vivian Abenshushan en su artículo “Anatomía del disperso” (verdadero manifiesto del gremio).

Así pues, no hay discusión, por más necia que parezca, a la que el disperso no conceda un segundo de su tiempo, ni teoría, ya sea extravagante o exangüe, que no sazone con ejemplos desacostumbrados. Poseído por el demonio del coleccionismo inútil, el disperso ama lo que a nadie interesa, como saber, por ejemplo, que el estornudo corre a 60 km por hora, que los esquimales asienten y niegan en dirección contraria, que un día Gorki sorprendió a Tolstoi preguntándole a una lagartija si era feliz, que el olor del sobaco se llama hirco, que T.S. Eliot solía embadurnarse la cara de verde cuando estaba deprimido, que Newton no elaboró la ley de la gravedad porque le cayó una manzana en la cabeza, sino por la forma en que caían los senos de su mujer.

Y es así como hoy nos topamos con un gran escritor a quien a veces también interesan temas singulares; nos referimos a Michel Tournier quien de esta manera comienza su testimonio.

No hace mucho, fui a la estación a buscar a un periodista americano. Venía directamente del aeropuerto de Roissy por la línea B del RER [línea de ferrocarriles de cercanías]. Le señalé el semáforo de la carretera.
-Aquí termina la zona urbana y empieza el campo –le dije-. Ahora entramos en la Francia profunda.
Y como si obedeciera a mi frase, el semáforo se puso verde. Mi americano se quedó en silencio, sobrecogido de respeto por la “Francia profunda”. Pero aquello no era nada. No habíamos hecho ni cien metros cuando la carretera quedó bloqueada por las famosas vacas que regresaban al establo.
-La mayoría de niños americanos –me dijo el visitante- creen que la leche es una bebida industrial, como la cerveza o la cocacola.
-Quizá no les falte razón, tratándose de la leche americana –dije yo con mala idea.
-Hay muchos que sufren un choque cuando se les dice la verdad y se les muestra la manera arcaica y carnal de obtener la leche.
-¡Arcaica y carnal! En efecto, así es la vaca. Mírelas cómo avanzan delante de nosotros. Ya andaban así en los tiempos de Homero.

Esta aparentemente inofensiva observación de Tournier fue el inicio de una serie de descubrimientos.

-¿De veras cree que las vacas siempre anduvieron así? –me preguntó.
-¡Pues claro!
No hay que fiarse nunca de los americanos. Su aparente ingenuidad a veces esconde saberes sorprendentes.
-No esté tan seguro. Como usted no puede por menos que saber, los cuadrúpedos andan según dos tipos de andadura muy distintos: la ambladura y la diagonal. En la ambladura, el miembro anterior derecho y el miembro posterior derecho avanzan al mismo tiempo. Después, el miembro anterior izquierdo y el miembro posterior izquierdo se desplazan a la vez. No con perfecta simultaneidad, para ser exactos. La ambladura nunca es exacta. El miembro posterior se mueve con un ligero adelanto sobre el miembro anterior, al que de este modo parece empujar. En la andadura diagonal, por el contrario, el animal adelanta primero el anterior derecho y el posterior izquierdo, y después el anterior izquierdo y el posterior derecho.
-Nuestras vacas andan en diagonal –observé yo.
-Sin duda –prosiguió mi invitado-, pero ¿fue siempre así? Nos hallamos ante un problema que los zoólogos no han sabido aclarar, que yo sepa.

El periodista americano, en diálogo con Michel Tournier, amplía sus observaciones hacia otras especies.

Casi todos los cuadrúpedos domésticos andan en diagonal, empezando por el gato, el perro, el caballo y la vaca. Antes, se ataban las patas de algunas yeguas –llamadas hacaneas- para enseñarles por fuerza la ambladura. Se las destinaba a las damas que montaban a la amazona, porque para ellas la ambladura resultaba más cómoda. Por el contrario, los mamíferos salvajes sólo conocen la ambladura, desde el zorro al corzo, pasando por el tigre y el bisonte. La ambladura es también el modo de andar del camello y el elefante. Si quiere usted distinguir a un lobo de un pastor alemán, mire cómo andan. El primero ambla, el segundo anda en diagonal.
-También se les puede hacer beber. El perro lame, el lobo aspira el líquido.
-Diríase que la presencia humana modifica la andadura de los cuadrúpedos, haciéndoles pasar de la ambladura a la diagonal. ¿No le parece curioso?

Pero Tournier no quiso alejarse tanto del tema y retomó la pregunta original.

-Así, ¿usted piensa que las vacas de Homero amblaban, y que luego pasaron a la diagonal para dar gusto a los humanos?
-Si no las vacas, al menos sus antepasados prehistóricos. Y no fue por dar gusto. Debió de ser un efecto de la civilización.

Llegado a este punto Tournier pasa a enunciar una serie de consideraciones personales acerca de la cuestión.

Mi visitante me había dejado perplejo. No podía ver andar a un cuadrúpedo por la calle, por el campo o en la televisión, sin observar si caminaba amblando o en diagonal. (…)
Mi idea es esta: la diagonal es una andadura ideal. Es más equilibrada y sin duda menos fatigosa que la ambladura, que obliga al animal a lanzar su cuerpo primero a la derecha y luego a la izquierda, en un balanceo que se observa en el elefante y el camello. Pero la diagonal implica un terreno perfectamente plano. Este terreno lo ofrece el hombre a sus animales domésticos en forma de camino, paradera o el suelo de las casas. Por el contrario, para los terrenos accidentados, los suelos arenosos, pantanosos o rocosos, la ambladura es más fácil y más segura. La ambladura es pues el modo de andar salvaje y rústico, y la diagonal la andadura refinada y civilizada. 
Las tres andaduras del caballo –paso, trote, galope- también son muy interesantes. De este modo, observaremos que así como el paso suele ser en diagonal, el trote es siempre en diagonal pura, y el galope es en ambladura pura. Y el trote es un paso humano, artificial, que los caballos salvajes desconocen.

Claro que la tentación era mucha como para omitir cuestionarse lo que acontece al ser humano.

¿Y el hombre, en todo eso? Ciertamente no es un cuadrúpedo, aunque a veces ande a cuatro patas. Pues bien, observemos a nuestros semejantes cuando deambulan ante nuestros ojos. Si tienen los brazos libres, los balancean al andar. Y ¿cómo los balancean? Adelantando el brazo derecho al tiempo que la pierna izquierda, y viceversa. Es la diagonal. Un caminante que imitara la ambladura con los brazos, sin duda adoptaría una buena dosis de salvajismo.
En cuanto a los bebés, es curioso cómo también adoptan espontáneamente la diagonal en cuanto empiezan a gatear. Todos podemos hacer el experimento. La ambladura es posible, naturalmente, pero ¡a qué precio! La diagonal se impone sin discusión.

Hace unas semanas nos referimos a El Pensador de Rodin (http://habladuriacronicasdelocotidiano.blogspot.com/2019/02/el-pensador.html). Pues bien, Michel Tournier incluye en su aproximación al tema de la diagonal o la ambladura un análisis sobre tan famosa escultura.

Dicho pensador apoya el codo sobre la rodilla. Pero ¿qué codo? ¿qué rodilla? Miradlo bien: por un sorprendente capricho de Rodin, pone el codo derecho sobre la rodilla izquierda. De ello resulta una postura forzada, una torsión del busto que sin duda el escultor eligió para hacer destacar los músculos de la espalda.

Concluye Tournier con la siguiente advertencia: “Pero ¡ay del barrigudo que trate de adoptar dicha postura! No lo conseguirá, si no es al precio de dolorosos esfuerzos. En lo que cuesta preferir sistemáticamente la diagonal a la ambladura.”

Avisados.

jueves, 25 de abril de 2019

Tiempo de espera


La aseveración de que “no sabemos esperar”, se ha vuelto un lugar común en nuestro tiempo. La aceleración y la prisa que caracteriza nuestras vidas supone movimiento; mientras que la espera -por el contrario- implica detenerse, perder el tiempo.



Ya habrá oportunidad de referirnos a otro tipo de esperas como las de que: encienda la computadora, pase el transporte público, nos reciba el médico, nos respondan un mensaje, nos atienda un funcionario, etc. Pero ahora nos centraremos en la espera en un encuentro personal.



Pues bien, como punta de partida debemos reconocer las dos orillas de la situación: el que espera por un lado y el esperado por el otro. Fabrizio Mejía Madrid apunta que debemos tener en cuenta que al vivir en la Ciudad de México trasladarse de un lugar a otro supone enfrentar múltiples vicisitudes de allí que –afirma- “el tiempo de la ciudad es tan elástico que uno nunca sabe cuando una espera se transforma en plantón”. El mismo autor repasa las diferentes etapas que se suceden cuando estamos en esta circunstancia.



La primera se centra en buscar atenuantes que expliquen el retraso: “La tendencia es esperar siempre un poco más, inventando justificaciones para el retraso: el tráfico, un accidente -desde un imprevisto sin consecuencias hasta un probable ataque cardiaco.”



La segunda es el momento de la incertidumbre, de la duda: “Después, uno empieza a preguntarse si el responsable no será uno mismo: ¿Quedamos aquí o en otro sitio?”



Finalmente, se trata de disculpar a la otra parte: “Bueno, yo llegué tarde la otra vez.”



Claro está que todo esto en el mejor de los escenarios porque también cabe la posibilidad de atribuir al otro una amplia gama de intencionalidades que explican su atraso: “otra vez lo mismo”, “esto demuestra que no le importo”, “le tiene muy sin cuidado que yo pierda tiempo”, “pudo haber avisado”, etc. Si el enojo es de consideración más vale que no llegue porque en caso que lo haga, el encuentro tendrá un difícil inicio que no será fácil revertir.



Pero pudiera darse el caso que no sólo el que espera la está pasando mal, tal como lo señala Ramón Gómez de la Serna. “Nos está esperando alguien en nuestra casa, pero no encontramos vehículo en que volver, y poco a poco nos convertimos en el que nos espera, pensamos como él estará pensando, mirando el reloj como él lo estará mirando.” ¿Quién no ha sentido la desesperación en un retraso? Tal vez sea por ello que Peter Handke afirma: "prefiero ser el que espera que el esperado".



Finalmente digamos que la espera suele ser generosa cuando se trata de una cita amorosa y muy breve si es asunto de otros menesteres. En el primero de los casos, cuando ya no resta más que rendirse ante la evidencia de que no llegará, tan solo queda encontrar una buena justificación que alivie el tenor de la derrota.  

martes, 23 de abril de 2019

Panorama de las publicaciones hacia 1884


En su calidad como estudioso del tema Manuel de Olaguíbel estaba impresionado con el enorme impulso que habían tomado las publicaciones -tanto libros como revistas y periódicos- hacia fines del siglo XIX. A continuación transcribimos algunas de sus anotaciones a este respecto y cabe aclarar que se mantuvo la grafía del original que data de 1884.
No hay duda en cuanto a que uno de los indicadores para dimensionar estas transformaciones está dado por el costo de las publicaciones. “En el siglo XIII, una biblia pequeña manuscrita, valia en Inglaterra 30 libras esterlinas, ó sean 150 pesos. Actualmente, el precio de una biblia es de un peso, poco más ó ménos.” Otro indicador es el referente al tiempo que insumía el proceso de edición.

Los copistas duraban años enteros para concluir un volumen. Los trabajos tipográficos eran muy lentos en los primeros años de la imprenta. En la actualidad un ejemplo nos hará comprender el adelanto en la materia. El dia 30 de Junio de 1877, celebróse en Lóndres el cuarto centenario de la introduccion de la imprenta en Inglaterra, por William Caxton; con ese motivo presentó Mr. Gladstone un ejemplar de la Biblia, con pasta elegante y cantos dorados, de 1,000 páginas, compuesto, impreso, encuadernado y remitido de Oxford á South Kensigton, con otros varios ejemplares, en diez y seis horas.

También llama la atención a Manuel de Olaguíbel la difusión alcanzada por la prensa en aquellos días.

El auge en que se encuentra actualmente la prensa periódica, comparado con sus principios, es verdaderamente notable, y de ello puede darse una idea, fijándose en un país cualquiera. (…)
Actualmente se publican en Paris 836 periódicos: de ellos, 65 son politicos, 49 religiosos (católicos 37, protestantes 10, y judíos 2), 66 de jurisprudencia, 95 de economía política y comercio, 20 de geografía, 74 de bellas letras, 20 de pedagogia, 52 de materias literarias y científicas, 68 de modas, 77 de tecnologia, 75 de medicina, 46 de matemáticas y ciencias naturales, 22 de arte militar y marina, y 31 de agronomía. Hay, además, 16 venatorios y 4 masónicos.
En Alemania, sólo la prensa católica tiene en circulacion 368 periódicos y revistas, impresos en lengua alemana.

Y aunque hoy cueste creerlo, de Olaguíbel evoca otros tiempos en que los libros estaban encadenaban en bibliotecas y templos para evitar que fueran hurtados.

Si nos fijamos en los libros, recordando las épocas en que se encadenaban en los templos y en las bibliotecas, para que se hiciera uso de ellos pero no pudieran ser robados; haciendo tambien memoria de los tiempos en que el libro, por su elevado precio, sólo entraba á la morada de los príncipes, encontrarémos verdaderamente asombroso el adelanto.

En un análisis como el que nos ocupa, Manuel de Olaguíbel no podía omitir datos relativos a los volúmenes editados así como al número de libreros y bibliotecas.

El año de 1876 se publicaron en Alemania 12,516 volúmenes, habiéndose dado á luz en 1840 sólo 7,900. El número de libreros en 1820, era de 250; en 1840, el número se habia duplicado; en 1864 llegó hasta la cantidad de 2,859; y hoy se calcula que existen 5,500.
Un último dato respecto de Bibliotecas: en 1776 existian en los Estados-Unidos 29 bibliotecas con 45,623 volúmenes. En 1875 se contaban 163,353 bibliotecas con 44.539,184 volúmenes.
Lo anterior basta para que pueda formarse idea del progreso que ha alcanzado el arte tipográfico, y el empeño con que se ve actualmente, en las naciones civilizadas, la difusion de las luces. (…)
Los benéficos monges de la Edad Média, cuando cumplian gustosos con sus reglas, pasando su vida en la oracion y en el silencioso trabajo del Escritorio, estaban animados por el mismo espíritu que los literatos del Renacimiento, que constantemente salvaban del olvido los preciosos manuscritos de los clásicos antiguos.
El mismo espíritu animaba á Guttemberg y á los primeros propagadores de la imprenta, y despues ha seguido alentado á todos los que han protegido á los escritores, y han impulsado la formacion de bibliotecas y escuelas.

Finalmente, de Olaguíbel advierte que –de acuerdo a su criterio- no todas las publicaciones alcanzaban niveles de calidad.

Debemos convenir en que, si bien es cierto que en nuestra época se publica una cantidad fabulosa de volúmenes, la verdad es que son muy pocas las publicaciones que en rigor de derecho pertenecen al género de las editions savantes. (…)
Para columnas del edificio del renacimiento literario, necesitábanse hombres como los Aldos y como los Etienne, como los Valls y los Turnebo. Tal era de escolástica, por decirlo así, la huella que en pos de sí habian dejado no sólo los profesores científicos, sino los poetas más inspirados, que para poder entrar á la República literaria era preciso saber el griego, el hebreo y el latin, y viajar despues de biblioteca en biblioteca, de claustro en claustro, muchas veces hasta visitar los conventos del extremo oriente.

Es de suponer que de vivir en nuestros días, don Manuel de Olaguíbel persistiría en este mismo señalamiento.

martes, 16 de abril de 2019

Reies López Tijerina/2


En el artículo anterior nos centramos en el contexto en que tuvo lugar la lucha emprendida por el líder chicano Reies López Tijerina. Ahora llegó el momento –y siempre siguiendo la obra ya citada Mi lucha por la tierra- de retomar el testimonio del propio personaje considerado, a quien Jorge A. Bustamante adjudica rasgos de verdadero símbolo de la insubordinación.  

Es preciso destacar ahora el papel del movimiento emprendido por Reies López Tijerina en el contexto del fenómeno social que llamamos movimiento chicano. La notoriedad nacional e internacional que dieron los medios de comunicación masiva norteamericanos al incidente de Tierra Amarilla, colocó a López Tijerina en el plano de atención nacional. Sin embargo, para los chicanos, López Tijerina pronto se convirtió en un símbolo. Quizá en el símbolo que estaban necesitando para orientar una reacción contra la opresión. López Tijerina aparecía enfrentándose solo al poderío militar y político del gobierno de Estados Unidos. Sus planteamientos teóricos no tenían tanta relevancia como sus acciones, y los hechos eran muy simples. Un hombre de extracción campesina se rebelaba en contra del poderío del anglosajón en nombre de los derechos de un título (el Tratado de Guadalupe-Hidalgo).

El propio López Tijerina rememora los inicios de su movimiento hacia el año de 1956.

Por fin encontramos 160 acres de tierra en el desierto de Arizona. Pagamos 1 400 dólares por este pedazo de tierra virgen y pacífica. Aquí salvaría yo a mi familia y a todos los que me acompañaran en esta gran aventura. Eran pocos, pero valientes. Yo los consideraba valientes porque, como yo, ellos habían dejado atrás las ciudades con toda su vanidad y corrupción; habían abandonado una forma y un estilo de vida que yo consideraba malos y opuestos al camino de justicia que nos señaló el hombre de “la Tierra Santa”.
Estos valientes eran: Manuel Mata, Rodolfo Mares, Juan Reyna, Vicente Martínez, Francisco Flores, Simón Serna, Luis Moreno. Todos tenían familia.
Entre todos juntamos el dinero para comprar este pedazo de tierra. Yo hubiera querido un lugar en Texas, donde nací y me crié, donde mi madre está sepultada, pero no lo hallamos. La tierra estaba muy cara allí y no teníamos tanto dinero. Yo y los valientes que me seguían habíamos trabajado el verano del 55 en Fruta, Colorado, con un ranchero, Bill Byers, en el rancho “Betabel”, y solo pudimos ahorrar muy poco dinero.
Después de comprar la tierra nos quedaron como 500 dólares en total.

Ahora bien ¿cuáles eran los antecedentes de este singular personaje?, ¿hacia dónde orientaba su búsqueda?

Yo había luchado con la “iglesia” (con todas las religiones) durante 10 largos años, tratando de que tomara el partido de los pobres, en la lucha de éstos con los ricos, pero fracasé. Me echaron, y me convencí de que mi lucha era inútil. Comencé a buscar una alternativa. Salvar a mi familia y a cuantos quisieran apartarse del sistema de la “iglesia” y de la sociedad corrompida, tal era mi alternativa.
Aquí, en este desierto de Arizona, mi alma encontraría la paz y la seguridad que tanto anhelaba.
Decidimos llamar a esta tierra virgen Valle de Paz. Aquí ni la iglesia ni la escuela podrían condicionar la mente de nuestros hijos. Estábamos lejos del peligro, de la tentación, de la influencia de los monopolios, y seríamos felices.

Se trataba entonces de crear una comunidad que se mantuviera en estado puro, lejos del alcance de los poderes estatal y religioso. El no haber asistido a la escuela –según Bustamante- lejos de ser percibido por López Tijerina como una carencia, lo apreciaba como un recurso que quiso extender a los niños de su comunidad.

El orgullo de no haber asistido a la escuela y su desprecio por los que han ido por muchos años a ella se encuentra ubicado en la conciencia intuitiva de la función socializadora de la pedagogía de la opresión a la que ha aludido [Paulo] Freire. El planteamiento implícito es que a una mayor exposición frente a la pedagogía de la opresión corresponde la probabilidad de parecerse más al opresor.

Reies López Tijerina da una idea de la manera por demás sencilla en que transcurría por aquel entonces la vida comunitaria.

Nuestra vida en el Valle de Paz era simple. Nuestras mujeres hacían sus propios vestidos y toda la ropa para la familia. Cocinaban en estufas hechas con los tanques de gasolina que hallamos en los basureros. Cada uno educaba a sus hijos. El almacén de comida era común. Entre todos limpiamos nuestros 160 acres. Los convertimos en lo que nosotros consideramos un paraíso. (…)
El 18 de abril de 1956 nació el primer habitante de Valle de Paz. Yo asistí a mi esposa en el parto (…)
Yo sabía que si había un Dios justo, tenía que estar enojado y muy descontento con quienes manejan el gobierno y la religión aquí en la Tierra.
Y por esta razón le di a mi hija el nombre de Ira de Alá (ira de Dios); yo también estaba muy descontento con la forma en que son manejados los hombres.

El líder chicano describe un momento decisivo: la visión que le permitió conocer la misión social para la que había sido elegido. Así como el gobierno de Estados Unidos –como hemos visto- explicaba la anexión de territorios ajenos como forma de dar cumplimiento a designios divinos que le habían sido adjudicados, López Tijerina por su parte también siente que su lucha emancipadora responde a la tarea que le fuera encomendada desde el más allá.

(…) Aquella noche tuve una visión: una figura de hombre aterrizaba cerca de mi pequeña choza. Tras éste, otro bajaba en vuelo y aterrizaba a la derecha del primero y miraba todo esto; luego, un tercero, igual que los otros dos, aterrizó. Los tres estaban sentados sobre algo que parecía una nube. Me hablaron. Mi esposa me siguió. Me dijeron que venían de lejos, que venían por mí y que me llevarían a un antiguo reino. Mi esposa intervino y dijo: “¿Por qué mi esposo?” Continuó: “¿No hay otros?” Respondieron los tres: “No hay otro en todo el mundo que pueda hacer el trabajo…” “Hemos recorrido la tierra… sólo él puede hacerlo”. (…)

Esta faceta mesiánica de ser el elegido para tamaña lucha, tan notoriamente desproporcionada, confirmó la decisión que ya había tomado.

(…) hablé con Anselmo y Margarito, mis hermanos. Les di la nueva, de que ya no iba a enseñar religión. “Desde hoy –les dije-, voy a pelear por las tierras de mi pueblo. Voy a hacerles frente a los anglos que robaron a mi pueblo.”

Así las cosas, la pequeña comunidad de Valle de Paz debía trascender su espacio, difundir las causas justas que defendía el movimiento, lograr que el grupo rebelde fuera creciendo.

Cuando me vino la idea de formar una Alianza de todos los pueblos que nuestros padres habían fundado, escogí el arcoíris como estandarte de la Alianza y el lema: “La justicia es nuestro credo y la tierra nuestra herencia.” (…)
El primero de abril de 1965 comencé en español un programa por la radio. En radio KABQ nos vendían 15 minutos por 15 dólares diarios. Los siete días de la semana transmitía el programa que llamé “La voz de la justicia”. Este programa se escuchaba al norte hasta Santa Fe, al sur hasta Socorro, al occidente hasta Grants y al oriente hasta Santa Rosa. Era una estación de 5 mil wats.
Todas las mañanas a las diez hablaba al pueblo. Este fue el mejor medio de llegar a todo el pueblo de la tierra.

Así fueron los inicios de la larga lucha de Reies López Tijerina de quien, en forma más que justificada, Bustamante dice que “su testimonio pone de evidencia que ha sido sobre todo un hombre de extraordinaria inteligencia y de extraordinaria valentía.”

Es la historia de un humilde campesino que orgulloso de no contar con formación escolar, había decidido hacer frente a un Imperio.

jueves, 11 de abril de 2019

Reies López Tijerina/1


En estos días la Cineteca Nacional exhibe el documental “Me llamaban King Tiger” (México, 2017) del director Ángel Estrada Soto y que anuncia la reseña

Después de que, en 1967, el líder chicano Reies López Tijerina y un grupo de hombres armados asaltaran la Corte de Tierra Amarilla en Nuevo México, comenzó una encarnizada cacería humana. Tijerina logró sobrevivir a varios intentos de asesinato, pero el movimiento chicano se fue desvaneciendo. La gente sigue hablando de él como de un santo.

Ayer fui a ver la película y una hora después, en forma por demás casual, di con el libro Mi lucha por la tierra (México, FCE, 1978) cuya autoría corresponde al citado líder. El prólogo del texto es de Jorge A. Bustamante quien precisa el tipo de obra ante la que nos hallamos.

No es común encontrarse con un libro escrito por una persona que nunca tuvo escuela. Por su origen socioeconómico, Reies López Tijerina estaba encaminado a ser un analfabeto; sin embargo, nos encontramos frente a lo que consideramos la hazaña de un autodidacto de origen campesino: dejar un testimonio escrito de sus experiencias y del pensamiento propio que las ha hecho congruentes. Este libro resultará desconcertante a unos y fascinante a otros y en ello estará reflejada la personalidad de su autor. Resultará desconcertante para los que no logren salirse del marco epistemológico donde la validez de los planteamientos respecto a la experiencia se juzga a partir de una verificabilidad positivista. Resultará fascinante para los que al leer este testimonio se introduzcan en los valores de la cultura campesina del norte de México y el suroeste norteamericano donde la coherencia en la explicación del mundo de la opresión y de la vida, no está reñida con el pensamiento mágico.




López Tijerina, originario del sureste del estado de Texas, es definido por Bustamante como un “extraordinario rebelde” que va a asumir un rol protagónico en la lucha entre chicanos y anglos. Aun cuando en el transcurso del tiempo han cambiado las denominaciones para identificar a ambos grupos, es posible enunciar algunos aspectos que los diferencian.

(…) un grupo ha sido siempre de piel blanca, religión protestante, de ascendencia anglosajona, de mayores ingresos, de más alto nivel de escolaridad y de ocupaciones más prestigiosas; en tanto que el otro grupo ha sido siempre de piel morena, religión católica, ascendencia mexicana, de más bajos ingresos, de menor nivel de escolaridad y de ocupaciones de menor prestigio social. En términos estructurales, el primer grupo ha estado por lo general en posiciones de dominación en tanto que el segundo ha estado en posiciones de subordinación.

Sabido es que hacia mitad del siglo XIX Estados Unidos anexó a su territorio buena parte de México cuidando –según Bustamante- las debidas formas al hablar de cesión de territorios y no de conquista.

En el caso de los territorios conquistados por los norteamericanos a México en 1846-1848, los procesos de institucionalización a los que fueron sometidos los vencidos, cumplían la función de general la conformidad por parte de éstos con el hecho consumado de la conquista. (…)
La invasión territorial hecha por las tropas norteamericanas y la anexión que resultara de este acto de fuerza no se llamó conquista armada sino cesión de territorios.

Asimismo, Jorge A. Bustamante subraya que según los gobiernos de Estados Unidos mediante la anexión de territorios simplemente cumplían tanto con el destino manifiesto como con el designio divino.

La anexión se logró en los términos deseados por los presidentes Jackson, Monroe, Adams y Polk sucesivamente durante varios decenios. El marco ideológico dentro del cual se justificaba tal orientación anexionista contenía elementos mesiánicos que ya no se apartarían totalmente del ethos  de la política exterior norteamericana hasta nuestros días, aunque con diferentes matices. En aquel entonces, la orientación anexionista se articuló alrededor de la noción del destino manifiesto. Esta noción, aplicada a la expansión territorial había aparecido por primera vez expuesta por John L. Sullivan en un editorial del periódico Democratic Review de Texas en 1845. Desde entonces, tal noción acompañó todos los debates en favor de la expansión. Por ejemplo, en el caso de un articulista neoyorkino que escribía en favor de la anexión tanto del territorio de Oregon como de los territorios del norte de México, el fundamento ideológico en la noción del destino manifiesto se expresaba en las siguientes palabras: “Nuestro interés [por estos territorios] está basado en el Derecho de nuestro destino manifiesto de extender nuestros dominios hacia todo el continente que la Providencia nos ha confiado para el desarrollo de nuestro gran experimento de libertad y de autogobierno federado. Es un derecho como el que tiene el árbol al espacio de tierra y aire que requiere para el cabal cumplimiento de su destino de crecer y desarrollarse en plenitud”. [Traducido de una copia del original: New York Morning News, 27 de diciembre de 1845].
Así pues, la conquista del territorio mexicano resultó legitimada por apelación a lo Divino.

Esta forma de conducirse en relación a otros países no fue exclusiva para el caso de México y el mismo Bustamante lo ejemplifica con lo sucedido en el caso de Filipinas.

La conquista de más de la mitad del territorio mexicano se había consumado bajo la premisa de haber cumplido un mandato divino derivado de la noción del destino manifiesto. La incorporación de esta noción a la cultura de la política exterior norteamericana no se aplicó sólo al caso de México. El carácter mesiánico de tal noción aparecería expresado posteriormente en relación a la conquista de otros territorios como el de las Filipinas, al que hacía referencia el presidente MacKinley quien, a principios de siglo, se dirigía a un grupo de visitantes a la Casa Blanca en Washington con la siguientes palabras: “Caminaba por los pasillos de la Casa Blanca, noche tras noche hasta la media noche y, no me avergüenzo en confesarles, caballeros, que caí postrado de rodillas en más de una ocasión orando al Dios todopoderoso por su iluminación y guía. Por fin una noche tal guía me llegó en los siguientes términos; yo no sé cómo sucedió, pero me fue dicho que nosotros no teníamos ya nada más que hacer que tomárnoslo todo y emprender la educación de los filipinos hasta levantarlos, civilizarlos y cristianizarlos y, por la gracias de Dios, hacer todo lo mejor que pudiéramos por ellos, como nuestro prójimo por quien Cristo también murió. Después de esto me fui a la cama y dormí. Dormí profundamente, y a la mañana siguiente mandé traer al jefe de ingenieros del Departamento de Guerra y le di instrucciones para que pusiera a las Filipinas en el mapa de los Estados Unidos, y ahí está ahora; y ahí estará mientras yo sea presidente.”

Y a todo esto usted se preguntará pero ¿qué pasó con Reies López Tijerina?

Por lo pronto si anda por el rumbo puede acudir a ver la película mencionada a la Cineteca y de cualquier manera en unos días por aquí nos vemos para decir algo más de don Reies.

martes, 9 de abril de 2019

El escritor y sus personajes


El tema no es nuevo y puede formularse en los términos siguientes: en el proceso de creación literaria, ¿el personaje responde a la voluntad del escritor o éste –por el contrario- se limita a dar forma a lo que le dicta el personaje? La polémica viene de larga data y permanece abierta.

Son muchas las ocasiones en que el lector quisiera para determinado personaje un mejor destino que el que le concede el autor. Muestra de ello es el enojo de Henry de Montherlant en relación a Cervantes; Simon Leys presenta el caso.

Henry de Montherlant, uno de los escritores franceses más notables de nuestro siglo (novelista, dramaturgo y ensayista), estaba profundamente imbuido de la cultura española. Pasó mucho tiempo en España (…), su conocimiento fluido del español le permitió leer Don Quijote en el original.
Lo releyó cuatro veces durante su vida, y también él experimentó una irritación creciente por el tosco tratamiento que Cervantes dispensaba a su sublime personaje. 
(…) lo que más irritaba a Montherlant (lo que no podía perdonarle a Cervantes) era que ni una sola vez en todo el libro expresara el autor una palabra de compasión por su héroe, ni una palabra de reproche contra los toscos abusones que se burlaban de él y le acosaban.

Sin embargo en opinión de Simon Leys es precisamente este respeto a Don Quijote, uno de los factores que ha convertido a la obra en un clásico.

Esta reacción (…) refleja una vez más una paradoja (…) Lo que indigna a los críticos de Cervantes es concretamente la fuerza principal de su arte: el secreto de su semejanza con la vida. Flaubert (que, por cierto, veneraba Don Quijote) decía que un gran escritor debe permanecer en su novela como Dios en la creación. Dios lo creó todo, y sin embargo no está visible en ningún sitio, no se le oye en ningún lugar. Está en todas partes pero invisible, silencioso, ausente en apariencia, indiferente. Le maldecimos por su silencio y su indiferencia, que consideramos prueba de su crueldad.

¿Qué hubiese sucedido si Cervantes, dejando de lado su aparente pasividad, asumiera la defensa de Don Quijote? El mismo Leys responde.

Pero si el autor hubiese de intervenir en sus narraciones (si en vez de dejar que los hechos y las acciones hablen por sí mismos, hablase él con su propia voz), se rompería enseguida el hechizo, seríamos conscientes de pronto de que no es la vida, de que no es la realidad, de que es sólo un cuento.



Por su parte José Jiménez Lozano –en conversación con Gurutze Galparsoro- comenta su experiencia al respecto.


La cuestión de los personajes está siempre en que quien narra se olvide de su yo y viva la vida de ellos, ya sean hombres o mujeres. Cuando el narrador renuncia al yo para ser otro, también renuncia a su circunstancia o condición sexual. Seguramente es lo que quiso decir Flaubert cuando aseguró aquello de “Madame Bovary soy yo”, pero creo que debió decir: “Yo fui Madame Bovary”.


De ahí que Jiménez Lozano afirme, en la conversación mencionada, que tanto críticos como lectores están perdidos cuando hacen una interpretación psicológica acerca de algún personaje al que identifican con el autor.

Los lectores y los críticos tienden a identificar a los personajes, o a algunos de ellos con el autor. Se equivocan bastante o, si eso realmente sucede, entonces es que el escritor ha fallado y ha proyectado su yo, haciendo del personaje un mensajero, una especie de marioneta.
Le contaré un hecho. Recuerdo que me hicieron una entrevista en el momento en que me hallaba escribiendo Los compañeros, y yo contesté a una determinada pregunta con las ideas y las mismas palabras más o menos de un personaje de esa novela, que hablaba por su cuenta. Me quedé con ganas de citarle, que hubiera sido lo honrado, pero no lo hice porque me pareció pretencioso o impudoroso citar una novela mía, pero en realidad el personaje no es hechura ni propiedad mías, y yo le desvalijé, me apropié de sus palabras.
Ahora bien, un crítico desde fuera estará por creer que yo pienso lo que digo en la entrevista y lo puse en labios de ese personaje, pero no es así. Yo no había pensado ni de lejos en ese asunto hasta que se lo oí a mi personaje.

Otro punto de vista sobre esta cuestión lo ofrece Jean-Claude Carrière –en entrevista con Álex Vicente-. Carrière es un guionista con amplia trayectoria, trabajó con Luis Buñuel y compiló el libro “El círculo de los mentirosos” que reúne narraciones populares de muy diversos orígenes.

-En el interior de cada uno de nosotros existe un obrero invisible, que sigue trabajando cuando nosotros desconectamos. A menudo dejo mis guiones reposar dos o tres meses. Cuando vuelvo a trabajar en ellos, encuentro soluciones inmediatas a problemas que me parecían irresolubles.
-¿Cómo se lo explica? 
-El inconsciente siempre resulta fundamental, también al escribir. Para que un personaje sea completo, siempre hay que dotarlo de un subconsciente propio. Todo escritor debe conferir zonas oscuras a sus personajes. Y cuando hacen cosas absurdas o impropias de ellos hay que dejarles tomar ese camino imprevisto.
-Es decir, que el autor nunca debe tener la pretensión de controlarlos totalmente. 
-Claro que no. Eso es lo peor que te puede pasar. Eso sería el teatro burgués del siglo XIX, donde los personajes eran puros estereotipos y uno ya sabía cómo reaccionarían ante cualquier acontecimiento nada más salir a escena.

Para dejar en claro su opinión, Jean-Claude Carrière evoca un acontecimiento que no tiene desperdicio.

Siempre cuento una anécdota que lo resume muy bien. Durante el ensayo de una obra de Pirandello, una actriz le dijo que no era capaz de entender a su personaje: “¿Cómo es posible que diga esto en la página 27 y luego, en la 50, haga lo contrario?”. Pirandello le respondió de forma brillante: “¿Y a mí qué me cuenta? Yo solo soy el autor…”.

Finalmente regresemos a Simon Leys quien afirma que en el respeto a sus personajes el escritor se juega nada menos que la credibilidad de su texto. “Cuando reprochamos a Cervantes su falta de compasión, su indiferencia, su crueldad, la brutalidad de sus bromas, olvidamos que, cuanto más odiamos al autor, más creemos en la realidad de su mundo y de sus criaturas.”

Una más de las tantas paradojas de la literatura.

jueves, 4 de abril de 2019

Está en chino


Seguramente a causa de la enorme expansión de la economía china, en años recientes han ido apareciendo escuelas donde se enseña ese idioma. Sin ir más lejos, a tres cuadras de donde vivo un instituto anuncia sus cursos de chino-mandarín. Y es que como dice Wislawa Szymborska “vivir en este mundo y no saber nada acerca de la escritura china es un sinsentido”.

Ahora bien, la empresa no parece sencilla ya que –continúa Szymborska- es “una escritura cuyos símbolos no designan sonido alguno, sino el significado de las palabras”. Y expone a manera de ejemplo que “el símbolo que designa ‘tranquilidad’ se compone de tres elementos pictográficos: tejado, corazón y vasija”, lo que constituye “un poema microscópico en sí mismo”.

Señala Szymborska que “en el carácter ideográfico de este alfabeto ha sobrevivido hasta el día de hoy una pronunciada resistencia a los conceptos abstractos”. Por otra parte, no pasa desapercibido el machismo vigente en tan milenaria cultura. “También se ha conservado la antipatía por las mujeres. ‘Disputa’ representa de una manera gráfica y simplificada a dos mujeres; ‘infidelidad’, a tres mujeres juntas…

Resulta muy gráfica –siempre de acuerdo con Wislawa Szymborska- la distinción que se establece entre esposa y amante. “Esposa es una mujer y una escoba; amante, una mujer y una flauta.” Y claro que la escritora polaca no podía dejar pasar la oportunidad de agregar algo a ese respecto. “Desconozco la existencia de un signo que represente el ideal al que nos conducen todas las revistas europeas para mujeres: la fusión de la escoba y la flauta.”

Para concluir estas consideraciones en relación a la escritura china, Szymborska se pregunta: “Y por último, ¿qué aspecto tiene una máquina de escribir china? Ahora mismo, me la imagino como un objeto del tamaño de una locomotora que es transportado de un sitio a otro por ochenta enérgicas oficinistas.” Y añade: “En tal caso, el símbolo de la oficinista sería la combinación de una mujer y un dragón.”

martes, 2 de abril de 2019

El show debe continuar


Muy conocido es, tanto por los artistas como por el público, el principio que sostiene que “el show debe continuar” a pesar de los imprevistos que se puedan presentar en la vida de los profesionales de la actuación o durante la presentación del espectáculo.

Un impresionante ejemplo de ello es el que narra Rosa Jiménez Cano en un artículo publicado en El País el 20 de agosto de 2015 bajo el título: “El Cigala, un artista viudo. El cantaor actuó en Los Ángeles en homenaje a su esposa, fallecida horas antes del recital.”

“Buenas noches, Los Ángeles. Feliz de poder compartir con tanta gente buena y afición a la buena música. Tanto yo como mis compañeros estamos contentos y felices y, nada, darles las gracias por estar aquí. Thank you, very much”, y comenzaron los compases de Simples Cosas.
No era verdad. El cantante no podía estar feliz. Pero se transformó al subir al escenario. Diego Ramón Jiménez Salazar, El Cigala en los discos y carteles, se ha quedado viudo. La noche antes del concierto a las dos de la madrugada, se apagaba la vida de Amparo Fernández, su pareja durante más de 25 años. Con ella tuvo dos hijos y se convirtió en el pilar más férreo de su carrera.
La audiencia ignoraba que 45 minutos antes, el artista llegó al camerino enfundado en un pijama de corte chino de raso azul oscuro, con la mirada escondida en una gafas de sol y arrastrando las babuchas. Con el cuerpo apoyado en Yelsy Heredi, su contrabajo, repetía “qué barbaridad, qué barbaridad”, mientras sujetaba la cabeza con ambas manos. A medida que pasaban los minutos, Julio César Fernández, road manager, hijo de Amparo, estrenando orfandad, comenzó a dar el último planchado al terno de luto: chaqueta con solapa de terciopelo, camisa blanca y raya en el pantalón. Diego pidió colirio para aliviar los ojos encendidos en sangre y un espray que mitigase la tristeza agarrada a la nariz. “No puedo, no puedo, no puedo”, susurraba. Pero pudo. Pudo más que ninguna noche. Más solemne y metido en sí mismo que ninguna otra actuación. El desenlace, no por esperado, ha sido menos doloroso.

La situación de salud de Amparo Fernández se había venido agravando por lo que dejó sus instrucciones ante la eventualidad; continúa la nota de Jiménez Cano

Amparo no quiso alarmar al clan que dirigía con hilos invisibles. Durante seis meses se trató del cáncer que padecía con gran discreción en Miami. El Cigala comenzó a sospechar. No quedó más remedio que decir la verdad, que ese tumor sin importancia estaba tomando el control de la situación. El 8 de mayo, con la noticia caliente, se rompió en un concierto memorable en Carnegie Hall. Nueva York a sus pies. La matriarca, orden en su caos, le pidió que no dejase de cantar, que pasara lo que pasara, siguiera en los escenarios.
En Los Ángeles cumplió la promesa. Con la esposa de cuerpo presente, se entregó como si nunca más fuese a acercarse a un micrófono. Hubo espacio para el desgarro en Inolvidable y su mensaje a medida, “en la vida hay amores que nunca pueden olvidarse”. En Vete de mí, hizo suyo un verso: “Tengo las manos tan desechas de apretar que ni te puedo sujetar”. (…)
Con Soledad llegó el arrebato, sin apenas reprimir el llanto y la voz quebrada: “Para siempre los crespones. Ay, mi soledad. Ay, vuelve ya. Tú, vuelve ya”. La tensión fue mayúscula con Está lloviendo ausencia: “Y nos despedimos así, como si nada, sin mirarnos, sin hablarnos, sin besarnos, sin tocarnos, nos despedimos así como si nada, cada uno a su camino, cada cual con su destino. Se quedó un lugar vacío de tu cuerpo a mi delirio, laberinto insoportable de tristeza”.

Sólo El Cigala supo el esfuerzo sobrehumano que significó llegar al final de su actuación tal como concluye la crónica de Rosa Jiménez Cano.

No hubo bises ni largas despedidas. Tampoco una confesión final que desatase las emociones. El Cigala fue un profesional con letras mayúsculas, dejó de lado su pena para dar sabor a la vida de los demás. Entre líneas, en notas rotas, se dejó escapar el dolor, que disfrazó con un paseo por las tablas.
“Gracias a la vida”, al final de la canción del mismo título, fueron las últimas palabras del rey de los flamencos. Los Ángeles nunca supo lo que verdaderamente latía en el corazón de ese chico que se crió en el Rastro de Madrid. Diego emprendió el viaje de vuelta a República Dominicana, su lugar de residencia. Allí será la incineración de su mujer, la que por primera vez no estaba al volver al camerino. La ceremonia será en la más estricta intimidad en Punta Cana, su paraíso de paz e inspiración.

No es difícil suponer la enorme sorpresa que se llevaron, al día siguiente, quienes asistieron al evento al enterarse de la triste noticia. Seguramente aquel espectáculo quedará para siempre en su recuerdo emocionado y agradecido.