martes, 25 de enero de 2022

Polémica respecto a la música sinfónica

 

En los terrenos de la música -como en tantos otros- las diferencias en gustos y apreciaciones no se hacen esperar y por lo general la música sinfónica es considerada un deleite para los oídos, representa una de las cumbres artísticas.

La obra de Beethoven es referente en la materia y Fernando Zamora narra una singular anécdota en relación a ello.

Se cuenta que cuando Goethe atendió a la presentación de la Novena Sinfonía de Beethoven dijo: “he escuchado toda la música que un hombre puede escuchar”. Aparentemente, después de esto no volvió a ir a una sala de conciertos.

Sin embargo, no faltan los irreverentes que toman distancia de las mayorías presentando un punto de vista opuesto; tal es el caso del escritor Mario Levrero.

(…) Y lo más difícil de soportar es la música sinfónica. Yo estaba perplejo con ese extraño fenómeno de las sinfonías; no me explicaba el porqué de su existencia. Un amigo bonaerense me explicó una vez: la música sinfónica nació cuando se terminaron las cortes de los Reyes, o sea que es un producto de la República, y tienen que tocar fuerte y hacer mucho ruido para llegar a las grandes concentraciones de público, ya que no es lo mismo tocar en un cuartito para el rey y sus amigos, que tocar en un teatro, o al aire libre.

Lo anterior según Levrero -posiblemente retomando los conocimientos de quien identifica como su amigo bonaerense- fue en detrimento de la música.

También bajó, naturalmente, la calidad, para que el público masivo entienda o crea entender. Son formas musicales esencialmente muy simples, cuyo único mérito es el volumen de sonido.

Eso sí, acepta algunos casos especiales

Hay excepciones, como siempre, soy fanático de La consagración de la primavera que, si bien no es una sinfonía, utiliza todos los recursos de la gran orquesta y hace todo el ruido posible. Pero es algo creativo, regocijante, lleno de imaginación y color (…)

En opinión de Mario Levrero esta obra de Ígor Stravinski se cuece aparte al distanciarse de

(…) esos torpes golpeteos de Beethoven, que siempre me hizo acordar a un niño tocando el tambor a la hora de la siesta. Toda esa música tiene la simpleza y la machaconería y la prepotencia de las marchas militares. Es música militar, o militarista. Siempre se asocia con Napoleón y otros personajes brutales.

Finalmente pondera a Mozart, “(…) es otra cosa. Incluso en las obras más populacheras conserva algo de la música de cámara, algo fresco e imaginativo.”

Queda abierta la invitación a la polémica.

lunes, 10 de enero de 2022

Los pianistas chinos y Chopin

 

Un día, y en forma por demás fortuita, nos encontramos con un dato que nos invita a poner atención en una cuestión en la que nunca habíamos reparado. Tal fue lo que le aconteció a Juan José Millás: “Me entero por casualidad (cómo si no) de que en China hay entre cuarenta y cincuenta millones de pianistas.” Y a partir de esa información propone algunas consideraciones

 

No están todos juntos, claro. Si se reunieran, formarían una nación. (…) Entre cuarenta y cincuenta millones de pianistas, decíamos, el número de habitantes de un país como España. Si los pianistas chinos no fueran pacíficos, podrían invadir Japón con sus pianos. Japón, por poner un ejemplo.

Creo que el hecho de que no estén todos juntos admite otras reflexiones. Un ejemplo de ello lo sugiere una declaración nada menos que de Duke Ellington


Tu sabes como son las cosas. Llegas a tu casa convencido que te vas directo a la cama, pero te encuentras con el piano que te coquetea, tocas un acorde, y antes de que te des cuenta son las 7 de la mañana.

Y es así que queda en claro otra ventaja de que los pianistas chinos no estén todos juntos porque si así fuera -y en caso de que el piano les coqueteara- el problema para los vecinos sería enorme ya que hasta las 7 de la mañana no habría quien pudiera pegar un ojo.

Ahora bien, ¿de esos tantos millones surgirá algún maestro de la talla de Chopin? El reto es enorme porque según Eusebio Ruvalcaba: “Más que Freud, Chopin es el verdadero intérprete de los sueños.” Y sabedor de que ello es mucho decir a continuación Ruvalcaba expone sus razones

Levantó sobre el teclado una estructura leve y flotante, pero absolutamente poderosa. Supo hacer de la miniatura musical una suerte de salvoconducto hacia el interior de la naturaleza humana. Como una lámpara sorda a través de la cual fuera posible asomarse sin el menor escollo. Su música posee un sello personalísimo como no lo tiene nadie más. Le dio al piano la nomenclatura de la intimidad.

Tal vez haya quien pueda responder a la pregunta planteada.