martes, 28 de mayo de 2013

El color de las palabras


Hay momentos en que las palabras necesitan colores para poder decir lo que quieren expresar, de no ser así aquello podría quedar muy descolorido. Un artículo de Selecciones del Reader’s Digest aborda la cuestión.


(…) cuando hablamos de una novela rosa, entendemos que es de tema romántico y que los enamorados se casan al final, después de unas cuantas (o muchas) peripecias más o menos realistas. Y también, al decir que fulano se puso blanco como el papel al enterarse de la noticia, entendemos la idea.
Los viejos verdes, ya se sabe, cortejan a las jovencitas, y los chistes colorados no deben contarse delante de los niños. Un moretón está señalado, evidentemente, por un lindo color morado de resultas de algún golpe; por cierto que durante varios días evolucionará volviéndose azul, verde y de un amarillo enfermizo, antes de desaparecer por completo.
El amarillo es el color que compite con el verde en el rostro de las personas envidiosas, y la ira suele revelarse por un rostro de color púrpura o morado, aun cuando no faltará quien exclame: "¡Estoy negro de coraje!"
Y si se dice de alguien que es gris de pies a cabeza, se está implicando que esa persona carece de originalidad o siquiera de alguna característica que destaque.
¿Y por qué es un príncipe azul? (...) se llama así al príncipe encantador de que nos hablan los cuentos de hadas, aquel que recoge la zapatilla de cristal de Cenicienta o despierta con un beso a la Bella Durmiente o a Blanca Nieves. Y, por extensión, es el hombre joven, rico y guapo, que todas las jovencitas esperan encontrar para que se case con ellas.
¿Hay algo más gráfico que el color para expresar matices físicos o psicológicos?

 
El “orden social” atribuyó a lo “negro” un conjunto de características negativas, mientras que lo “blanco” era identificado con lo positivo.

 
(…) Toda la idea de negrura fue una trama lingüística que reflejó el racismo de esos y estos tiempos. Todo lo negro es oscuro, perverso, maldito, triste, melancólico, mientras que blanco es pureza, virginidad, santidad, castidad. El idioma se ha ocupado con impiedad de marcarlo: oveja negra, viuda negra, lista negra, mercado negro, magia negra, negro porvenir (…)
(el blanco) es el símbolo de la pureza, la inocencia, la santidad y la virginidad. Cuando los niños reciben el bautismo o la primera comunión, visten de blanco, así como las novias y el Santo Padre. Los sacerdotes de la antigüedad siempre usaban vestimentas blancas. Osiris, el dios de los egipcios, llevaba una corona blanca. El funeral de César fue rodeado de tonos blancos y los persas afirmaban que los dioses siempre vestían de blanco.

 
Se ha querido corregir el despropósito del racismo con un habla considerada como políticamente correcta y que a veces además de quedar solo en la superficie del tema, no representa solución alguna. Con su estilo provocador Arturo Pérez-Reverte se rebela contra ello.

 
Estaba el arriba firmante sentado en Recoletos, cuando pasó un negro. Era un negro normal, con buena pinta, que iba con su bolsa de El Corte Inglés en la mano. Cerca de mí jugaba un niño de seis o siete años, con una pistola y una enorme placa de sheriff. Y cuando pasó por delante el fulano, el zagal se fue detrás pegándole tiros. Pum. Pum. Él se partió de risa y siguió camino, a lo suyo. Entonces, la madre del crío, que estaba cerca, le dijo al enano:
-ÁIvaro, no molestes a ese señor de color.
No dijo a ese negro, ni tampoco a ese señor. El pequeño pistolero obedeció, no sin antes dedicarle al paseante un último tiro, el de gracia (…)
Lo malo no es admitir que hay otras razas, sino creerse superior a ellas. Por eso me queman la sangre todos los mingafrías que no se atreven a pronunciar la palabra negro por culpa de su mala conciencia, y la disfrazan con la jujana del color, como si así le suavizaran el tinte. Un color negro evidentemente, porque por muchas vueltas que le des, ninguna piel negra es color rosa. O llaman, que ésa es otra, con el estúpido paternalismo que no sé de dónde diablos sacan ciertas mulas de varas y comentaristas deportivos varios, morenito a un licenciado en Filosofía o en Química Nuclear. O a un fulano de dos metros que juega al baloncesto y cuando sonríe parece el teclado de un piano.

 
Los niños están más libres de tanta mala conciencia y a ello se refiere Pérez-Reverte. “Resulta muy significativo que los que menos importancia dan al carácter socialmente negativo de tal o cual color de piel sean precisamente los niños. Ningún renacuajo se apartará de otro o dejará de jugar con él porque su raza sea distinta, sino al contrario; la curiosidad natural lo empuja siempre a acercarse, y tocarlo, y estar en contacto.” Muchos son los testimonios que dan cuenta de esta mirada desprejuiciada que tienen los niños; José Saramago comparte su vivencia.

 
Diálogo de un anuncio de automóviles en televisión. Al lado del padre, que conduce, la hija, de unos seis o siete años, pregunta: «Papá, ¿sabías que Irene, mi compañera de clase, es negra?». Responde el padre: «Sí, claro...». Y la hija: «Pues yo no...». Si estas tres palabras no son propiamente un puñetazo en la boca del estómago, son sin duda otra cosa: un mazazo en la mente. Se diría que el breve diálogo no es más que el fruto del talento creador de un publicitario con genio, pero, aquí al lado, mi sobrina Julia, que no tiene más que cinco años, preguntada sobre si en Tías, lugar donde vivimos, había negras, respondió que no sabía. Y Julia es china...
(…) La cuestión es que, al revés de lo que generalmente se cree, por mucho que se intente convencernos de lo contrario, las verdades únicas no existen: las verdades son múltiples, sólo la mentira es global. Las dos niñas no veían negras, veían personas, personas como ellas mismas se ven a sí mismas, luego la verdad que les salió de la boca fue simplemente otra.


Los niños van haciendo suya la mirada discriminatoria a medida que van creciendo ya que como dice Arturo Pérez-Reverte “sólo a medida que nos hacemos mayores, y perdemos la inocencia, la sociedad correspondiente nos impone sus filias y sus fobias, que asumimos para congraciarnos con nuestra tribu”.

 

1 comentario:

Chino dijo...

Es curioso, la predominancia del blanco es occidental, en el oriente (china, Japón, Tailandia, Malasia...) el blanco es el color delduelo y del dolor y el negro de la alegría... ¿por qué los occidentales tenemos que pensar que lo que nosotros pensamos, nuestras formas de expresanros, son universlas?
Adolfo Chapper