jueves, 27 de junio de 2019

Recuerdo de adolescencia


En la adolescencia la vida se vive de otra manera por lo que esta etapa se encuentra regida por una brújula existencial muy diferente a la de los adultos. Y esto acontece hoy al igual que en el pasado; Michel Tournier ofrece a manera de ejemplo una vivencia personal a ese respecto.

Si tuviera que evocar un recuerdo de nuestra adolescencia, sin duda elegiría aquella representación de Las moscas de Sartre, un domingo por la tarde de 1943 en el Théatre de la Cité (alias Sarah-Bernhardt).
El papel de Júpiter lo representaba Charles Dullin. De repente, dirigiéndose a Orestes, exclama: “¡Joven, no incrimine a los dioses!”

A esa altura de la función se presentó la emergencia.

En aquel momento, las sirenas de París se pusieron a aullar. Cayó el telón y se encendieron las luces. Evacuaron la sala según mandaba el reglamento, y se dieron unos vales a los espectadores para que regresaran después de la alarma.

Así las cosas Tournier y sus amigos, como buenos adolescentes, reaccionaron a su manera.  

Todo el mundo se metió en los refugios subterráneos menos nosotros, naturalmente. A los dieciocho años, uno está por encima de tales eventualidades. Hacía un sol radiante. Nos paseamos por un París absolutamente desierto: la noche en pleno día. Y empezaron a llover las bombas. La RAF apuntó a las fábricas Renault de Billancourt, no había mucho peligro de que la isla de la Cité resultara afectada. En cambio, la DCA alemana entró en acción, y la metralla de obús empezó a caer peligrosamente sobre nosotros. Vimos cómo las aguas del Sena se llenaban de burbujas. Nosotros despreciamos el fenómeno olímpicamente. No dedicamos ni media palabra a tan mediocre incidente. Sólo atendimos a las disputas de Júpiter y Orestes, víctimas de las “moscas”.

Transcurrido un rato el peligro pasó; continúa Michel Tournier con su testimonio.

Al cabo de media hora, las sirenas anunciaban el fin de la alarma, y regresamos al teatro. Se levanta el telón. Júpiter-Dullin sigue ahí. Exclama por segunda vez: “¡Joven, no incrimine a los dioses!”

Concluye su evocación con una nota profundamente emotiva por aquellos amigos que ya no están.

Imágenes de nuestra juventud, que se desmorona a grandes trozos cada año, con la marcha de este, luego aquel, y después el otro. Évelyne, Michel Foucault, François Châtelet, Karl Flinker, Gilles Deleuze, os veo a todos reunidos al otro lado del río, confabulando sin mí. Sé que me estáis esperando. ¡Paciencia, compañeros, ya voy, ya voy!

martes, 25 de junio de 2019

Una rivalidad fructífera


En varias ocasiones hemos recurrido en este mismo espacio –y lo seguiremos haciendo- a las imperdibles reseñas bibliográficas de Wislawa Szymborska. Ahora presentamos sus notas sobre la obra Antes del diluvio de Herbert Wendt, una especie de historia de la paleontología, de las que escogemos algunos fragmentos reveladores.
No puedo resistirme a la tentación de narrar uno de los episodios de esa historia. No será ni el más dramático ni el más importante, pero mi bolígrafo se estremece ante él. Pues bien, en la segunda mitad del siglo pasado se descubrió que el noreste de Estados Unidos era una verdadera mina de mamíferos y reptiles ya extintos. El territorio dedicado a las excavaciones era gigantesco, y lo que se excavó excedió con creces todo lo imaginado. Una auténtica fiebre se apoderó de los paleontólogos y, en especial, de dos de ellos: Cope y Marsh. Ambos procedían de familias ricas y sus respectivas fortunas sirvieron para sufragar los costes de las expediciones. 
Entre ellos, y por razones estrictamente profesionales, comenzó a darse una franca rivalidad. 
Cierto día se toparon en el estado de Kansas e, inmediatamente, sintieron una irreconciliable enemistad mutua. En el lugar en donde cavaba uno, de repente, comenzaba a cavar también el otro, y ambos reclamaban al mismo tiempo para sí el derecho de exclusividad y preferencia. Cualquier cosa que no hallaran cavando por sus propios medios, la compraban a intermediarios, esos mismos que correteaban de uno a otro hinchando el valor de cada tibia. Al principio, la rivalidad paleontológica mantenida entre estos dos caballeros solo buscaba llegar a las revistas científicas; sin embargo, poco después se desbordó para convertirse en una gran ola que llegaría hasta los periódicos. Estos dos señores acabaron acusándose públicamente de cacería furtiva paleontológica y espionaje paleontológico, por no hablar de plagio paleontológico, acusaciones consecuencia de un temperamento paleontológico bien condimentado con ignorancia paleontológica y una abundante ración de locura paleontológica. 
No presenta mayores dificultades a la escritora polaca poder imaginar algunas escenas de esta animadversión.
“Esa mandíbula es mía”, berreaba Marsh. “Esa cola es mía”, contestaba Cope frunciendo el ceño. “Devuélveme mis huesos y no diré lo que eres”, pataleaba Marsh. “¡Qué miedo!”, replicaba Cope. Probablemente muchas veces sintieron ganas de coger, en un arrebato, cualquiera de las costillas petrificadas y neutralizar a su adversario; desgraciadamente, las costillas tenían el tamaño del intercolunio de un puente. En la disputa por la jurisdicción y el derecho sobre los pterosaurios hallados intervinieron organizaciones científicas, tribunales, instituciones sociales y políticas y, finalmente, el Senado. Los satíricos tenían trabajo para rato. 
La enemistad concluyó con la muerte de uno de los adversarios (que sería extrañado en forma inconsolable por su contraparte); continúa Szymborska.
Tras la muerte de Cope, Marsh apenas le sobrevivió un par de estériles años más, puesto que aquello no podía llamarse vida. Llegó entonces la hora de hacer balance del trabajo de los dos científicos. Resultó entonces que los logros alcanzados habían sido gigantescos, tanto por el tamaño como por su importancia para futuras investigaciones. 
Todo parece indicar que esta manifiesta rivalidad contribuyó seguramente en forma decisiva al desarrollo del conocimiento, lo que conduce a que Wislawa Szymborska enuncie una interrogante fundamental.
La pregunta que queda en el aire es si hubiesen obtenido mejores resultados trabajando juntos y sin disputas. Sería necesario devolverlos a la vida de un modo experimental en idénticas condiciones, sustituyendo solo la aversión mutua por amistad. Imagino un millar de casos históricos a los que aplicar esta resurrección dual. 
Al respecto concluye Szymborska
Pero como esto aún no es posible, estoy obligada a aceptar con el corazón doliente y afligido solo lo que soy capaz de conocer: Edward Drinker Cope y Othniel Charles Marsh se odiaron, para provecho del resto.
De tal manera que la rivalidad entre los científicos fue un motivo de consideración para que ambos trabajaran con enorme dedicación, no sólo por el afán de saber sino por obtener la primacía definitiva sobre su contrincante. 
No queda más que coincidir con tajante sentencia final: “se odiaron, para provecho del resto”.

jueves, 20 de junio de 2019

Cuando la realidad supera la ficción


“Me enteré de un suceso que me dejó deslumbrado”, señala Michel Tournier al inicio de su artículo. Sospecho que aquí hubo un error de traducción porque -tal como verá el lector- entiendo que el término “deslumbrado” se queda muy corto para el caso que nos ocupa.

Durante el verano, ardió un bosque en los Alpes Marítimos. Llegado el invierno y disipadas las últimas humaredas del siniestro, los equipos forestales inspeccionaron aquellas tierras calcinadas. Cuál fue su sorpresa al descubrir lo que primero tomaron por un enorme pez en cuya piel negra y lisa las llamas habían producido ampollas e hinchazones. Pero cuando lo examinaron se percataron de que no se trataba en absoluto de un pez. Era un hombre-rana que se había cocido en su traje, como una patata en su piel.

La pregunta de Tournier no se hace esperar: “Pero ¿cómo diablos había podido ir a perderse allí, a más de treinta kilómetros de la playa?” La respuesta es propia de una pesadilla inverosímil.

Hubo que rendirse a la horrible evidencia: los aviones de Canadair habían estado viajando repetidamente entre el mar y el bosque en llamas, aspirando y vertiendo masas de agua a cada viaje. Aquel pobre hombre debía estar entregado a los discretos encantos de la pesca submarina, cuando fue literalmente tragado por los enormes tubos de llenado de un avión, que absorben diez toneladas de agua en veinte segundos. Unos minutos más tarde, era vomitado en pleno cielo, encima de un bosque en llamas. ¡Qué aventura para un pacífico veraneante!

Concluye Michel Tournier: “Había querido ser hombre-rana. Después de un breve episodio como hombre-pájaro, helo aquí convertido en hombre-salamandra. El agua y el fuego. La hidra y el dragón.”

Una de las tantas veces en que la realidad supera la ficción.

martes, 18 de junio de 2019

La Caucana


Si no fuera por José Jiménez Lozano jamás me hubiera enterado de su existencia.

Una vez, hace años, oí decir a un guarda del pinar de un pueblo de Burgos que en su familia todo había ido de mal en peor desde que a un tatarabuelo suyo le habían sentado “en la Caucana”, y cuando le pregunté que qué era la Caucana, me contestó: “una silla que al que sentaban allí ya no levantaba cabeza”; pero no pudo dar más explicaciones.

Como Jiménez Lozano no es hombre de darse por vencido así nomás, decidió prestar atención al asunto y descubrió que la Caucana fue un procedimiento que permitió aliviar la forma de castigos usuales en el pasado.

Ahora, viendo papeles del XVIII, me encuentro con que un clérigo reformador del Seminario de Orihuela, que tomó posesión de su cargo, el 9 de julio de 1738, hizo algunas recomendaciones sobre los castigos corporales: la disciplina, la férula y la palmeta, prohibiendo que se dieran “puñadas” y pellizcos. Y añade que, en vez de esos castigos físicos, se podrá “muchas veces” emplear “la afrenta y el sonrojo”, y señala la manera: “haciéndolos poner una corona o carma, o que se sienten en el banquillo llamado Caucana y que allí les canten algunos versos de mofa y afrenta”.

Cabe recordar que durante mucho tiempo los pugilatos académicos constituyeron un procedimiento escolar para alcanzar lo que hoy llamaríamos la excelencia académica. Pues bien, a los vencidos en estas lides también se los sentaba en el referido banquillo.

A partir de aquí –de acuerdo con Jiménez Lozano- todo son preguntas en relación al tema.

¿Se llamaría también en otras partes “la Caucana” a un procedimiento de afrenta pública? Y lo tremendo es que, como se ve, era el viento del espíritu ilustrado que venía si no a desterrar sí a regular los castigos físicos y a sustituirlos por una afrenta: afortunadamente “las orejas de burro”, se imagina uno, poco más que pura chacota entre estudiantes de la que el primero en reírse sería el que ocupaba “la Caucana”.
¿Se llamaba así al banquillo de los acusados inquisitoriales en alguna parte? No lo he encontrado nunca, aunque tenemos pocos testimonios de los autillos de pueblo y, por lo que conocemos, parece que consistieron en acudir a misa en el presbiterio, sentados en un banquillo como de zapatero, desde luego, y con una vela en la mano.

Al fin que todos los días se aprende algo nuevo y seguramente usted ya tiene una amplia lista de personajes cuyos actos los convierten en serios candidatos a ser enviados a la Caucana cívica emplazada en diversos lugares con amplia concurrencia de público.

jueves, 13 de junio de 2019

La buena conversación en el vínculo amoroso


Larga es la lista que enumera los factores que mantiene unida a la pareja. Que si los hijos, dicen unos; el sexo, afirman otros; afinidad en gustos; convergencia valoral, religiosa e ideológica; desempeño de una misma profesión; identidad étnica; etc., también integran la larga lista.

En este conjunto de razones que hacen posible la vida en común, no se le ha atribuido a la buena  conversación el lugar que en realidad ocupa. Para fundamentar lo que sostenemos, hemos recurrido a diversos autores que reparan esta omisión.

Carmen Martín Gaite nos recuerda que hasta hace algunos años el indicador que manifestaba el primer indicio de un amor en puerta, estaba dado por el intercambio de palabras.

En mi juventud, cuando un chico y una chica se hacían novios, se decía que “ya se hablaban”. Yo siempre tuve esta expresión como muy adecuada a lo que me imaginaba que debía ser un noviazgo de algún fuste.

Las cosas no iban por buen camino –continúa Martín Gaite- en el caso de que las palabras comenzaran a escasear.

Cuando veía a una pareja que se hablaba poco, que miraba al vacío con las manos cogidas durante horas y horas, pensaba: ¡Pues vaya novios! No se deben querer nada.

Por su parte J.M. Coetzee retoma a Tietjens para subrayar no solo la importancia de las palabras en el vínculo amoroso de la pareja, sino la relación de amigos que la debe caracterizar.

(…) un comentario que hace Christopher Tietjens en El final del desfile de Ford Madox Ford: uno se acuesta con una mujer para estar en condiciones de hablar con ella. En otras palabras, hacer de una mujer tu amante no es más que un primer paso; el segundo, hacer de ella tu amiga, es el que importa; sin embargo, en la práctica hacerse amigo de una mujer con la que no te has acostado es imposible porque quedan en el aire demasiadas cosas sin decir.

Paul Auster –haciendo suya la opinión de Joubert- resalta el lugar de la amistad en toda relación de amor: “Solo debes elegir por esposa a la mujer que escogerías como amigo, si fuera hombre”, ya que la buena conversación siempre tiene lugar entre amigos. El matrimonio es sobre todo una conversación, y si marido y mujer no encuentran un modo de ser amigos, su unión tiene pocas posibilidades de subsistir.”

Otro autor a quien interesa el tema es Ildefonso Julio Zavalla quien cita a Maurois: “un matrimonio feliz es una larga conversación que siempre parece demasiado corta”. A ello añade sus sugerencias para innovar la ceremonia del matrimonio civil.

Yo creo (…) que cuando una pareja se casa, la pregunta fundamental que el oficial del Registro Civil debería formular al contrayente podría ser ésta: "¿Estará usted satisfecho con la conversación de esta mujer hasta la vejez?". Créame (…) lo demás del matrimonio es transitorio...

Asimismo, se equivoca de punta a punta quien separa la conversación de la sexualidad, tal como lo precisa Isabel Allende: “El punto G está en las orejas, quien ande buscándolo más abajo pierde su tiempo…”

Ahora bien, ¿qué sucede en caso que los temas de conversación comiencen a agotarse, a reiterarse?, ¿cuándo las palabras ya no dicen?, ¿cuándo todo es demasiado previsible y al comienzo del relato ya se sabe dónde acabará? En definitiva, cuando el hastío y la rutina hacen tienda en la pareja. El pronóstico de la relación pasa a ser reservado y como dice Enrique Jardiel Poncela: “En el amor lo de menos son los insultos. Lo grave es cuando empiezan los bostezos.” De ahí a la traición –señala Carmen Martín Gaite- habrá solo un paso.

Lo que busca siempre un enamorado es mantener despierto el interés del otro, no tanto por su vida como por su palabra, lograr que le escuche sin pensar en otra cosa. La traición amorosa es, sobre todo, rechazo de narración. (…)
“No tengo ganas de contar nada”, es el primer síntoma de anemia, de baja salud amorosa.

Es Michel Tournier quien profundiza en esta cuestión.

Hay una determinada idea bastante temible para matar el diálogo de una pareja, y es la del oído virgen. Si un hombre cambia de mujer es para encontrar en la nueva un oído virgen para sus historias. Don Juan no era más que un incorregible hablador -y ésta es una palabra de origen español que quiere decir que alguien se explica muy bien-. Una mujer no le interesaba más que el tiempo -desgraciadamente breve, cada vez más breve- en que le prestaba oído a sus historias. La sombra de una duda sorprendida en su mirada arrojaba un frío mortal en su corazón y en su sexo. Entonces se iba, se marchaba a buscar en otra parte la exquisita y cálida credulidad, que era lo único que le daba auténtico peso a sus bravatas.

Concluye Tournier situando la traición en el terreno del lenguaje, reconociendo que la infidelidad está hecha de palabras.

Y eso demuestra la importancia de las palabras en la vida de una pareja. Además, cuando uno de ellos se acuesta con una tercera persona se dice que “engaña” al otro, lo cual sitúa su traición en el ámbito del lenguaje. Un hombre y una mujer que no se mintieran nunca y se confesaran inmediatamente todas sus traiciones no se engañarían nunca.

En fin, que para que la vida de pareja sea duradera es altamente recomendable que ambas partes se constituyan en buenos conversadores y así ninguno de ellos querrá renunciar a saber por dónde sigue el cuento.

martes, 11 de junio de 2019

Consideraciones en torno a la rodilla


Para atletas y jugadores de fútbol la posibilidad de lastimarse la rodilla es una pesadilla recurrente. Saben de sobra que eso ha significado el fin prematuro de la trayectoria exitosa de tantos deportistas; un lugar común señala que ese tipo de accidentes se convierten en lesiones rebeldes y reactivas al tratamiento. Por cierto que la descripción popular de alguna de ellas tiene más que ver con lo que pudo sucederle a un vehículo que a una parte del cuerpo: “es que se le derramó el líquido…”
En un artículo titulado “La coronación de la rodilla”, Michel Tournier profundiza en el tema. 
Las distintas disciplinas deportivas se van relevando temporada a temporada –desde la Vuelta a Francia hasta los Juegos Olímpicos de invierno- para ofrecernos el abanico de virtudes: la fuerza, la destreza y la resistencia de los cuerpos de los atletas.
Si buscamos el punto crucial de ese cuerpo, su base viviente y móvil, creo que deberemos detenernos al nivel de la rodilla. La rodilla, biela simple y compleja a la vez, dura y frágil, ofensiva y vulnerable, es la articulación clave de donde parten el esfuerzo, el empuje, el impulso. Es origen de la carrera y del salto, desde luego, pero también de otras disciplinas aparentemente independientes de ella, como la halterofilia o el lanzamiento de jabalina.
Señala el mismo autor que una observación atenta de las rodillas puede proporcionar datos relevantes acerca de su propietario.
Tiene su cara anterior, la rótula, que nos informa muy discretamente sobre los caracteres y virtudes de cada uno. Miremos a la gente sentada en el tren o en el metro. La forma de sus rodillas –redondeada, angulosa o puntiaguda- dice más sobre su carácter que la cara. Y es que una rodilla no sabe mentir. 
No hay que olvidar el reverso de la rodilla, su cara posterior, propiamente la corva, la cavidad poplítea, esa garganta tierna, pálida y húmeda donde está inscrita una H mayúscula.
Asimismo -afirma Tournier- la forma de esta articulación no es particularmente bella por lo que a lo largo de la historia ha representado un problema severo para los artistas.
La historia de la rodilla esculpida demuestra hasta qué punto los artistas siempre obedecieron más a las lecciones tradicionales recibidas de sus maestros que a la observación del natural. En los talleres de todos los tiempos, de todos los países, los escultores se ejercitaban en esculpir un rostro, una mano, un pie, según los principios de su escuela. Así hay una rodilla arcaica –egipcia, caldea, asiria-. Su rótula es un saliente rectangular con los ángulos redondeados, ligeramente estrangulada en su mitad por dos escotaduras laterales. Esta especie de escudo no evoca en absoluto movimiento alguno. La pierna está rígida y tiene una forma maciza. El muslo domina y aplasta la rodilla. Estamos cerca de la arquitectura y sus columnas.
La escultura griega –nacida en gimnasios y estadios- devolvió su ligereza y su velocidad a la pierna del atleta. Pero por eso mismo chocó con el problema clásico del cojín de carne que corona la rótula. Esa hinchazón redondeada resulta muy poco agraciada sin duda –ninguna pierna femenina lo soportaría-, pero significa la vida misma y da toda su fuerza a la pierna. El Hermes de Praxíteles y el Doríforo de Plicleto –paradigmas de la estatuaria clásica- pagan honradamente este precio a la verdad desnuda.
El arte cristiano ignora ese realismo. Aquí la rodilla resplandece con todo su valor simbólico. Ya en la tragedia significa sumisión, imploración, humillación. Después entra en el ámbito de lo sagrado. Se cuenta que Fra Angélico siempre pintaba de rodillas. La iconografía cristiana nos muestra a la Virgen sosteniendo al Niño sobre sus rodillas. En las pietà, estamos ante el mismo Hijo de Dios, pero acaban de desclavarlo de la cruz. Las rodillas cristianas, siempre están flexionadas. Es lo que se llama genuflexión.
El acto de ponerse de rodillas que adquiere un significado muy especial en el ámbito religioso, está muy mal visto fuera de él al identificarse como una actitud de derrota o servilismo: “se puso de rodillas ante…” Pedir algo de rodillas –además de lo que implica en tanto sobajarse frente al otro- según Sofocleto, citado por Coco Manto, tiene poco futuro: “Los que piden de rodillas pueden esperar sentados”.
Es en el mundo de la moda femenina que la rodilla se convierte en el ecuador ya que –como afirma Michel Tournier- “para los costureros, la cuestión crucial que se plantea cada año cabe en este dilema: ¿hay que vestir a las mujeres por encima o por debajo de la rodilla?”
Finalmente recordemos que cuando en un pasado no tan remoto las mujeres empezaron a mostrar los tobillos hubo quienes vieron en ello el inicio de la decadencia moral. Ni se diga cuando años más tarde comenzaron a exhibir las rodillas, lo que muchos identificaron como el inicio del fin de la decencia.

jueves, 6 de junio de 2019

Enanos de jardín



Es una vieja costumbre que da la impresión de haber ido perdiendo adeptos y que sin embargo perdura: los enanos de jardín. Debo admitir que nunca me han gustado porque me trasmiten nostalgia (de la fea).

Parece que en realidad se trata de duendes o gnomos que suelen portar barba blanca y sombrero de color. Y acordes con la sociedad diversa en que habitan, unos son mineros, otros músicos; hay quienes trabajan, también están los dedicados al ocio; unos tienen el rostro muy serio, otros más distendido y con una amplia sonrisa. Como no podía ser de otra manera, en internet se encuentran muchos datos al respecto. Hay quien señala que Alemania es el país en que son más numerosos, estimando su población en aproximadamente 30 millones. Otros afirman que el origen de la costumbre está en la Edad Media y no falta quien admita que se popularizaron al atribuírseles poderes benéficos vinculados a la suerte y protección ante todo mal, para quienes habitan en el hogar que cuenta con ellos. Existen verdaderos estudiosos del tema y se identifica al sociólogo alemán Hans Prahl como el fundador de esta disciplina: la enanología.

Es posible adquirir estas figuras (construidas con diversos materiales y en una amplia gama de precios) en prestigiosas tiendas de autoservicio así como también en compras por internet.

Y por supuesto que –tal como lo da a conocer una nota de prensa de hace unos cuantos años- en estos tiempos de liberación existen movimientos que se oponen al sometimiento y denigración de los enanos de jardín; ante ello han constituido un frente de liberación.

(Sarreburgo, Francia). Ciento cuarenta y tres enanos de jardín fueron descubiertos en una manifestación insólita en la explanada que se encuentra delante de la alcaldía de Sarreburgo, anunciaron hoy fuentes policiales. Los organizadores de este encuentro nocturno que tuvo lugar el viernes pasado, no dejaron mensajes ni inscripciones y hasta ahora sólo fue recibida una queja por robo de enano.

La citada nota de prensa entiende que esto no pasa de ser una broma de estudiantes.

El Frente de Liberación de Enanos de Jardín (FLEJ), broma de estudiantes, considera que su misión desde el verano de 1996, es secuestrar a los enanos que adornan los jardines particulares y ha reivindicado varias decenas de acciones en distintas regiones.

Sin embargo, estos movimientos (que ya son más de uno) mantienen hasta la fecha sus reivindicaciones y llevan a cabo sus periódicas acciones de liberación.  

martes, 4 de junio de 2019

Mercedes Pinto/4


En el artículo anterior, siguiendo el análisis de Raquel Capurro, nos centramos en la confluencia de la novela “Él” de Mercedes Pinto con su propia vida.

A mediados del siglo XX, en una de esas coincidencias improbables de la vida, la escritora y Luis Buñuel se encuentran en México. El cineasta se interesó por la novela y logran el acuerdo que permite llevarla al cine. Pudiera ser que Buñuel se sintió reflejado en los celos de Francisco, el protagonista, tal como parecería haber admitido según la nota de Wikipedia.

“Quizá es la película donde más he puesto yo, hay algo de mí en el protagonista”, son las palabras textuales de Buñuel sobre la película, que calificó como su favorita.

Lo anterior parece confirmarse en el testimonio de Jeanne Rucar, su esposa durante 50 años, quien da cuenta de ello en sus Memorias de una mujer sin piano; a manera de ejemplo –afirma- en una ocasión “Luis me dijo: ‘No es decente Jeanne, se te ven las piernas’, y dejé de hacer gimnasia…”. Por su parte Elena Poniatowska cuenta que en una conversación ella le preguntó: “¿Viste la película Él con Arturo de Córdova? Bueno, pues ése es Luis”.

Otras opiniones sostienen que Buñuel pudo haberse inspirado, además de en la novela de Mercedes Pinto, en Pedro García de Orcasitas -marido de su hermana Conchita- quien también parece haber tenido algunos rasgos paranoicos. Asimismo hay quien afirma que durante cierto tiempo Buñuel pasó bastante miedo pues el protagonista era copia de un militar vecino suyo, paranoico y violento.

El rodaje de la película –de acuerdo a datos obtenidos en Wikipedia- fue muy breve, dio inició el 24 de noviembre de 1952 y terminó el 27 de enero de 1953 en los estudios Tepeyac. Los papeles protagónicos estuvieron a cargo de Arturo de Córdova (Francisco) y Delia Garcés (Gloria), mientras que la fotografía fue de Gabriel Figueroa.

Se estrenó el 9 de julio en los cines Chapultepec, Lido y Mariscala. Aquello resultó un fracaso total; el público se reía en medio de aquel drama. Esto no debe haber asombrado a Buñuel ya que algunas escenas de celos de Francisco eran tan extremas que –me contaba mi amigo, el actor José Carlos Ruiz- durante la filmación Arturo de Córdova protestaba: “¡Don Luis, el público se va a reír!” A lo que Buñuel replicaba: “No se preocupe, eso es lo que quiero”.

"Si duró tres semanas en la sala, se debió al nombre de Arturo de Córdova, que ocupaba mucho cartel" según palabras del propio Buñuel. A pesar del fracaso que tuvo en su tiempo, la película Él es considerada como una de las obras maestras de Luis Buñuel.

En Wikipedia encontramos otro dato de interés, que parece fidedigno ya que Raquel Capurro también lo mencionó.

Lacan proyectó la película en la Escuela de Psicopatología de París, bajo el título: “El estudio científico de un psicópata”. “Lacan dijo que si queríamos saber, y aprender mucho, acerca de la neurosis obsesiva… debíamos leer el historial clínico del hombre de las ratas. Uno de los psicoanálisis freudianos más importantes. Pero… si queríamos saber, y aprender mucho, acerca de la paranoia dijo que debíamos ver la conocida película de Buñuel Él. 

También encontramos en Wikipedia otros apuntes que añaden mayor información acerca del contenido del film.

En esta película, Buñuel demuestra sus obsesiones más evidentes como son la religión, escenas de campanarios e iglesias, o su gusto por la entomología (…) 
Y sobre todo, la obra desprende un gran fetichismo, como los planos de los zapatos de Gloria (Delia Garcés), son más que evidentes. Otra obsesión de Buñuel es, por ejemplo, la escena en la cual Francisco entra en el dormitorio de Gloria con una cuerda, una aguja, hilo y una hoja de afeitar, lo que pretende Francisco es coserle la vagina para comprobar que le es fiel. En la película Buñuel no olvida su legado surrealista y es el propio delirio de Francisco (sobre todo en la última escena) el surrealismo de la película. (…)
En la película, Buñuel hace numerosos movimientos de cámara en espacios muy cerrados: la casa, el compartimento del tren, la iglesia, el monasterio, dando una sensación agobiante. Los escenarios, hechos por Edward Fitzgerald se rodaron todos en un estudio, exceptuando algunas escenas que se filmaron en exteriores.

Cabe acotar que se han publicado diversos libros (mismos que no hemos tenido oportunidad de consultar) sobre la vida de Mercedes Pinto, entre ellos: Alicia Llarena González. “Yo soy la novela: vida y obra de Mercedes Pinto”. Santa Cruz de Tenerife, Cabildo de Gran Canaria, 2003; Juan José Armas Marcelo. “Mercedes Pinto, una sombra familiar”. Santa Cruz de Tenerife, Tauro-Ministerio de Cultura, 2009 y Raúl Ronzoni. “Mercedes Pinto. Indómita y seductora…” Montevideo, Fin de Siglo, 2013.

Para concluir digamos que Mercedes Pinto –quien casi hasta el final de su vida colaboró en el suplemento Jueves de Excélsior- murió en la ciudad de México el 21 de octubre de 1976, a la edad de 93 años. Los versos que le dedicara su amigo el poeta Pablo Neruda son parte del epitafio en su tumba del Panteón Jardín.

A Mercedes Pinto.

Mercedes Pinto vive en el viento
de la tempestad, con el corazón
frente al aire
enérgicamente sola. 

Urgentemente viva.
Segura de aciertos e invocaciones,
temible y amable en su trágica
vestidura de luz y llamas.
              Pablo Neruda

  
Mercedes Pinto
12 oct. 1883 – 21 oct. 1976
Con el amor de sus hijos,
Ana María y Mercedes
de Foronda y Pinto
Rubén y Gustavo Rojo Pinto