jueves, 26 de octubre de 2023

Una cura con consecuencias


La obra de ciertos artistas se encuentra asociada a los excesos en su vida. Ahora bien, está demás puntualizar que muchos bohemios con comportamiento disipado no han creado ninguna obra de arte; así las cosas: el exceso no es garantía.

Hecha la precisión anterior, no es secreto que algunos escritores se daban -y se dan- al vicio con todas las previsibles consecuencias a que ello puede dar lugar.

Por decisión propia o bien por influencia de familia y amigos, hay quienes han querido rectificar su rumbo.  Entre ellos -y sin que esto pretenda ser mala propaganda para Alcohólicos Anónimos e instituciones del mismo ramo- hubo ocasiones en que al dejar la bebida, con ella se fue también el genio.

Román Gubern presenta el triste caso de quien perdió su veta creativa a partir de sufrir un proceso de desintoxicación.

Jacinto Esteva encarnó modélicamente al artista de talento habitado por la necesidad de la autodestrucción. Su biografía, llena de excesos, merecería una novela cargada de episodios coloristas, como el de la partida de póquer en que, sin dinero en la cartera, en la alta madrugada se jugó y perdió a su esposa a manos de un italiano. (...)

En los años setenta Jacinto desapareció, pues fue a hacer una cura de desintoxicación alcohólica a los Estados Unidos. A su regreso, el vivaz, creativo y provocador Jacinto se había convertido en un abstemio soso y apático. Fue como si hubiese sufrido una lobotomía psíquica.

Este peligro que se corre con la rehabilitación no es exclusivo del rubro de la bebida.

Veamos lo que sostiene José Jiménez Lozano. “(...) Oídas a medias unas cosas muy científicas sobre ‘ludópatas’. No sé, pero yo conozco a dos: a Cervantes y a Dostoievski, y para éste sobre todo el juego resultó un drama.”

Y es entonces cuando Jiménez Lozano aborda la cuestión. “El problema está en saber si, después de que alguien le hubiera liberado a la fuerza de esos demonios del juego, hubiera seguido siendo Dostoievski. Es lo que no tengo claro.”


martes, 24 de octubre de 2023

Mestizajes

 

Con la Conquista se combinaron conocimientos, costumbres, tradiciones, etc. En este espacio ya nos hemos referido al mestizaje culinario (https://habladuriacronicasdelocotidiano.blogspot.com/search/label/mestizaje%20culinario)

La herbolaria no fue ajena a ello y José N. Iturriaga -citando a Xavier Lozoya- alude a la cuestión. “Además del mestizaje culinario, a lo largo del siglo XVI hubo otros procesos culturales, como el que describe Xavier Lozoya en su libro La herbolaria en México.” En cuanto al mestizaje herbolario no fueron menores las dificultades -de acuerdo con Iturriaga- que debieron enfrentarse.

Frente al peligro de ser denunciados ante el Tribunal del Santo Oficio de la Inquisición por brujería o herejía, con el inminente riesgo de morir en la hoguera, los chamanes indios, los curanderos y las yerberas fueron cambiando los nombres de numerosas plantas medicinales prohibidas por los españoles que ostentaban una designación náhuatl, para llamarse ahora por nombres no sólo castellanos, sino incluso religiosos cristianos.

La alternativa, según José N. Iturriaga, fue la modificación de los nombres de hierbas y plantas.

De esa manera, y con el objeto de confundir a curas y frailes, la nomenclatura botánica terapéutica tuvo un giro y, así, el yoyotli se convirtió en codo de fraile; el mecapatli, en purga de las ánimas; la tlachichinoa, en lágrimas de san Diego, y el matlalcuahuitl, en palo santo, entre muchos otros ejemplos. El toloatzin se castellanizó como toloache, y también fue perseguido.

Sabido es que con el toloache hay que irse con cuidado porque se cuece aparte; en algún momento nos referiremos a ello.

domingo, 8 de octubre de 2023

Por si saben de alguien...

Llegó la compilación "Breverías españolas" que se acaba de editar en España (Madrid, Editorial Y griega, 2023).





Contiene una serie de citas de diversos autores acerca de temas varios.

La publicación es motivo de alegría que mucho agradezco a mi amigo Carlos Díaz, así como a la editorial Y griega.

Les comento que están a disposición otras tres compilaciones de este tipo: "Breverías mexicanas", "Breverías uruguayas" y "Breverías argentinas" por si saben de alguien a quien pueda interesar su publicación.

Muchas gracias.

p.d. en eso de complilador se hicieron presente los infaltables duendes de la imprenta.  

martes, 3 de octubre de 2023

Sospecha salada

 

La convivencia es un arte que presenta sus complejidades. Ponerse de acuerdo, negociar, modificar conductas y hábitos, tiene lo suyo.

Isaac Bashevis Singer evoca la función que cumplía su padre como mediador en los conflictos que se presentaban en parejas de su comunidad y los aprendizajes que ello le significó.

Para mí el tribunal de mi padre fue una escuela donde pude estudiar el alma humana, sus caprichos, sus añoranzas, sus defensas. Lleno de asombro, oí las amargas quejas de las parejas que demandaban divorciarse o dar por terminado un compromiso, o de quienes sencillamente acudían para abrir sus corazones a mi padre o a mi madre.

De entre las muchas controversias que atestiguó, hubo una que llamó poderosamente su atención.

Me acuerdo también del caso de un hombre mayor que acusaba a su esposa -su segunda mujer- de poner demasiada sal en la comida. Los médicos le habían prohibido que tomase demasiada sal, pimienta y otras especias picantes, pero por mucho que rogaba a su mujer que no lo hiciera, ella siempre condimentaba en exceso los platos que preparaba.

Así las cosas -continúa Bashevis Singer- sus padres intentaron solucionar el conflicto dialogando con la señora.

Mi padre le preguntó a la mujer por qué no satisfacía los deseos de su esposo, mencionando la frase de la Guemará según la cual: “Una esposa cabal cumple las peticiones de su marido.” La mujer contestó que ella era incapaz de cocinar sin sal ni especias porque la comida no sabría a nada. Aunque mi madre le insistía: “Siempre es posible condimentar después. La sal tiene el mismo sabor tanto si se echa en la cazuela como en el plato”, la mujer se empeñaba en que eso no era cierto.

Llega el momento de interpretar la férrea negativa de aquella mujer a introducir cualquier cambio en su rutina culinaria. La clave podía estar en su incapacidad para abandonar usos y costumbres inherentes a su vida. “En sus ojos se adivinaba la terquedad de una campesina; se le había metido una idea en la cabeza y no había modo de disuadirla.”  

Pero Isaac Bashevis Singer también da lugar a la sospecha que le suscitaba todo aquello: “Le dijo a mi madre que, con la ayuda de Dios, ella encontraría un hombre que no mirase dentro de las cazuelas. Esbozó una sonrisa aviesa; quizá deseaba que su marido enfermase y muriera.”