Con frecuencia se subrayan ciertas características de un país y a partir de
ellas se construyan estereotipos. Algunos de estos rasgos carecen de sustento,
especie de fama inmerecida creada por intereses poco amistosos; otros tienen
mucho que ver con la realidad.
Aun aceptando que no solo de etiquetas viven los países, una de las
asociaciones que ha hecho historia es la que existe entre Portugal y la saudade.
Difícil arte el de definir palabras, en particular algunas de ellas como la
que nos ocupa: nostalgia, añoranza, pasado que habita el presente, son solo aproximaciones.
Hay quienes coinciden que el escritor Francisco Manuel de Melo logró, en el
siglo XVII, una de las más certeras: “bem que se padece e mal de que se
gosta”.
Hay que apuntar la enorme presencia del fado en este terreno.
Lo anterior vien a cuento a partir de un texto de Andrés Trapiello.
Hemos ido a
pasar el día a Portugal.
Ahora Portugal
es un país pobre. Eso le da una grandeza que no tienen nunca las naciones
ricas. La pobreza preserva y conserva. Los pueblos portugueses están la mayoría
intactos, como los pueblos españoles de hace treinta años. Los parques públicos
tienen todavía las farolas de hace ochenta años en hierro fundido, los mismos
templetes de música, y los palacios han alcanzado ese punto de decadencia que
sólo conocen las familias de mucha alcurnia.
Y Trapiello se detiene en las pérdidas, en particular en una: el color.
Portugal lo ha
perdido todo. No sólo las colonias. Ha perdido sobre todo el color. En Portugal
uno encuentra los colores más hermosos, porque son colores derrotados,
vencidos, que ya no están allí. Es el país de los colores muertos, de los
colores idos. Las rosas son rosas a pesar de la lluvia que los ha lavado, a
pesar del tiempo contra el que luchan. Algo parecido pasa con los tonos
plateados. Los cielos portugueses tienen ese brillo de las cuberterías buenas
que no han sido usadas en muchos años y que al salir a la luz aparecen veladas
por un pavón azul o una pátina gris.
Quedan ideas dando vueltas: pobrezas que enriquecen, formas de perder que
en realidad representan una manera de ganar, colores tenues que alcanzan su
máxima expresión...
Hay saudade para rato.