jueves, 29 de septiembre de 2016

Detestabilis


Siempre se ha dicho que en la vida es muy importante saber lo que se quiere y lo que no; lo que gusta y aquello que disgusta; lo que origina simpatía y lo que provoca aversión. En el rechazo -así como sucede con la aceptación- hay diversos grados y posiblemente el más extremo está dado por aquello que alcanza el rango de detestable (el diccionario señala que “detestable” es “lo que merece ser detestado” –poco aclara la cuestión- o algo “sumamente malo”; mientras que “detestar” es “sentir fuerte antipatía hacia alguien o algo”).

Veamos algunos ejemplos -que a veces no carecen de ironía- de quienes se han referido al tema. Afirma Voltaire: “En medio de todas mis pasiones siempre he detestado el vicio de la ingratitud y si le debiera un favor al diablo hablaría bien de sus cuernos.” Por su parte Aldous Huxley cree interpretar algo de lo que detestan los niños.

Nunca conocí a un niño que no detestara la imbécil complacencia de la gente que pretende, cuando escriben para chicos, ser más estúpidos e insulsos de lo que realmente son. La clase de bobadas que a los adultos sentimentales les resulta demasiado dulcemente infantil, a los chicos les parece la basura más detestable. En esto su gusto es perfectamente sólido.
Hay quienes se centran en cuestiones menores tal como sucede con Gerardo Franco –citado por Marcial Fernández- “que detesta a quienes hablan a sus espaldas, sobre todo cuando está en el cine.” También hay desagrados un tanto convenencieros, como el que señala Woody Allen: “Cloquet detestaba la realidad, pero comprendía que era el único lugar donde conseguir un buen bistec” o bien el referido por Wimpi
El tipo ve saltar a la rana y se crispa: “¡Ay, qué asco!” Luego va al restaurante, pide ranas “saltadas”, y dice que están exquisitas. ¡Qué habilidad tiene el tipo para aceptar complacido, a quien antes detestara, cuando lo ve que se dispone a alimentarlo!...

En otros casos la mirada va mucho más allá, así acontece con Manuel Vázquez Montalbán: “Comparto con los neoliberales pocas cosas, pero una de ellas es que detesto la tendencia intelectual europea de exaltar la lucha armada en todas partes con tal de que no se produzca en Europa.” Mientras que Albert Einstein –citado por Leo Maslíah- no deja dudas a la hora de manifestar su vehemente rechazo.

(…) Con esto paso a hablar del peor engendro que haya salido del espíritu de las masas: el ejército, al que odio. Que alguien sea capaz de desfilar muy campante al son de una marcha basta para que merezca todo mi desprecio; pues ha recibido cerebro por error: le basta con la médula espinal. Habría que hacer desaparecer lo antes posible a esa mancha de la civilización. Cómo detesto las hazañas de sus mandos, los actos de violencia sin sentido, y el dichoso patriotismo.
Caso diferente es el de Luis Buñuel quien enlista sus aversiones (así como sus simpatías) iniciando con situaciones propias de su oficio.
Detesto el pedantismo y la jerga. A veces, he llorado de risa al leer ciertos artículos de los Cahiers du Cinéma. En México, nombrado presidente honorario del Centro de Capacitación Cinematográfica, escuela superior de cine, soy invitado un día a visitar las instalaciones. Me presentan a cuatro o cinco profesores. Entre ellos, un joven correctamente vestido y que enrojece de timidez. Le pregunto qué enseña. Me responde: “La semiología de la imagen clónica.” Lo hubiera asesinado.
El pedantismo de las jergas, fenómeno típicamente parisiense, causa tristes estragos en los países subdesarrollados. Es un signo perfectamente claro de colonización cultural.

Sabida es la curiosidad que tenía Buñuel por el devenir, por el acontecer futuro, tan es así que llegó a expresar su deseo en cuanto a que después de muerto le gustaría regresar de vez en cuando sólo para poder leer el periódico. No obstante lo anterior, formulaba severas críticas a la prensa al tiempo que admitía su deseo de poner orden con actitudes autoritarias.

Detesto la proliferación de la información. La lectura de un periódico es la cosa más angustiosa del mundo. Si yo fuese dictador, limitaría la Prensa a un solo diario y una sola revista, ambos estrictamente censurados. Esta censura se aplicaría tan sólo a la información, quedando libre de opinión. La información-espectáculo es una vergüenza. Los titulares enormes -en México baten todos los récords- y los sensacionalistas me dan ganas de vomitar.

A continuación afirma con determinación: “No me gustan los poseedores de la verdad, quienesquiera que sean. Me aburren y me dan miedo. Yo soy antifanático (fanáticamente).” Y añade

No me gusta la política. En este terreno, me encuentro libre de ilusiones desde hace cuarenta años. Ya no creo en ella. Hace dos o tres años, me llamó la atención este slogan, paseado por unos manifestantes de izquierdas en las calles de Madrid: “Contra Franco estábamos mejor.”

Finalmente en relación a este ejercicio de enlistar aversiones y simpatías, Luis Buñuel agregó: “aconsejo a todo el mundo que haga lo mismo algún día”.

Su cordial invitación está hecha. Usted dice.

martes, 27 de septiembre de 2016

Manifiesto contra la normalidad


Durante mucho tiempo -y en algunos ámbitos todavía mantiene vigencia- el modelo social estuvo dado por ser una persona normal. Entre las voces que se sublevaron contra ello se encuentra la de Wimpi. “El tipo reputado como más normal es aquel que más se frena. Pero como los frenos, cuando se usan mucho terminan por aflojarse, llega un momento en que el tipo nota que no responden. Y, entonces, a causa del trabajo que le dio pasar por cuerdo, se vuelve loco.” En su opinión no es buena cosa luchar contra todos los excesos. “El hombre llamado normal –el hombre frenado- es el que inventó aquel refrán que dice ‘todos los excesos son malos’. Sin embargo, nada importante logró nunca quien no se excedió de la medida: el santo, de la medida del sacrificio; el sabio, de la medida de la reflexión; el héroe, de la medida del valor.”

En base a lo anterior Wimpi reivindica a los locos de la desmesura por los grandes aportes que han hecho a la civilización. “Si no fuera por lo que hicieron los locos en este mundo –los que se cortaron las riendas para lanzarse refulgiendo a la santidad, ardiendo a la sabiduría o gritando al heroísmo- todavía el tipo seguiría pastoreando chivos con flauta.”

Y es por ello que concluye manifestando su público agradecimiento hacia “quienes después de elegir un ideal (después de establecerlo, de conocerlo, de defenderlo, de amarlo, de contraer con él un grave compromiso) se lanzan a cumplirlo sin las limitaciones que impone la clásica sensatez y sin los recelos que hace concebir el también clásico sentido común.”

jueves, 22 de septiembre de 2016

Hay días y días


Sin ningún anhelo de originalidad es posible afirmar que cada día es diferente y todos ellos constituyen una función de estreno.

Están los que son muy cortos y los que parecen no terminar nunca o como dice José Narosky: “Hay años que parecen días. Y días que parecen años.” Ante ello Ángel Gabilondo sostiene que “todos los días duran igual solo para los ya fallecidos”. Mientras algunos transcurren sin dejar huella (Gabilondo es contundente al respecto: “algunos días no recuerdo haberlos vivido”), otros son inolvidables y es que de acuerdo con Luis Ignacio Helguera: “Hay días en que nada pasa y días en que todo ocurre.” Algunos desde su inicio ya vienen con muy mala cara, tanto que Ramón Gómez de la Serna advierte: “Hay días que amanecen como enfadados con nosotros, y lo mejor será no salir.” Aunque claro está que nunca hay que renunciar a la esperanza de que aún en esas jornadas que comenzaron con muy malos augurios se presenten agradables sorpresas ya que al decir de Ángel Gabilondo “hay días que amanecen al anochecer”.

En lo dicho, hay días y días…

martes, 20 de septiembre de 2016

Páginas de dolor


La lectura no siempre depara placer; en ocasiones duele a profundidad y ni se diga cuando ese sufrimiento no lo origina la ficción sino el testimonio. Lo que sigue es uno de estos casos y si el lector anda bajo de reservas tal vez lo más conveniente sea que deje este texto para otro momento.
Se trata de un pasaje de las memorias de Isaac Bashevis Singer publicadas bajo el título Amor y exilio (Barcelona, Ediciones B, 2002) y los hechos tuvieron lugar hace casi cien años, concretamente en 1923.
(…) me trasladé a Varsovia para convertirme en el corrector de pruebas de las Páginas literarias.
Nada más ascender al tren tuve ocasión de ser testigo del abismo de la degradación humana y de la angustia judía. Una pandilla de gamberros había subido al vagón de tercera clase que iba atestado de pasajeros judíos, pobre  gente que viajaba con sacos, bultos y cajas. Los gamberros no tardaron en reparar  en ellos. Primero los insultaron empleando toda clase de viles epítetos. Repetían   una y otra vez que todo judío era un bolchevique, un trotskista, un espía soviético,  un asesino de Cristo, un explotador. Yo observaba, a la luz de la pequeña   lámpara que colgaba del techo, a aquellos  “explotadores”, personas rotas y harapientas, la mayoría de las cuales viajaban de pie o bien acuclillados sobre  sus bultos. Los gamberros habían empezado por desalojar a los pasajeros judíos  de sus asientos y tumbarse en los bancos. Uno de ellos se jactaba de haber sido oficial durante la guerra. Varios jóvenes judíos, que salieron en defensa de los injuriados, manifestaron que también soldados judíos habían luchado en el frente y sufrido muchas bajas, pero los gamberros los acallaron con sus gritos,  lanzándoles un aluvión de insultos. Pronto pasaron de las palabras a los actos. Agarraron a los judíos por la barba y los zarandearon. A una anciana judía le arrancaron la peluca, y a continuación se pusieron a pisotear las pertenencias de los pasajeros. Aunque a los jóvenes judíos les habría resultado fácil propinarles   una buena paliza, no ignoraban cómo terminaría todo. Había soldados viajando en los demás vagones, y una pelea habría acabado en un baño de sangre.
Al cabo de un rato, los gamberros exigieron a los judíos que cantasen Ven, mi amada, el himno que celebra la llegada del shabbat. Era un modo de estigmatizarlos y humillarlos que muchos gamberros polacos copiaron del pasado,  cuando los soldados del general Haller, actuando a su antojo con los judíos, les afeitaban la barba, llevándose a menudo un trozo de mejilla con ellas. (…)
Entretanto, los judíos, presionados con insistencia, arrancaron a cantar Ven, mi amada. Sonaba mitad a canción, mitad a lamento.
Ante estos sucesos Singer enuncia conclusiones desoladoras respecto a la violencia siempre presente en la historia.
Allí me encontraba yo, de pie y asustado, en un rincón del vagón, al lado del retrete,  aferrado a mis bultos, compuestos casi por completo de manuscritos y de los pocos libros que poseía. Dentro de mí, algo se burlaba de mis propias ilusiones. Me daba perfecta cuenta de que lo que estaba presenciando reflejaba en esencia la historia de la humanidad. En esa ocasión eran los polacos quienes atormentaban a los judíos; antes eran los rusos y los alemanes quienes atormentaban a los polacos. Cualquier libro de historia no constituía más que un relato de asesinatos, torturas e injusticias; cualquier periódico estaba bañado en sangre y vergüenza.
En aquel vagón en que viajaba Bashevis Singer no había ningún lugar, absolutamente ningún lugar para la esperanza; sus reclamos van dirigidos al Creador. “Los filósofos más pesimistas de cuantos yo había leído, Schopenhauer y Von Hartmann, condenaban el suicidio, pero en aquel momento sentí que sólo existía una verdadera forma de protestar contra el horror de la vida, y consistía en arrojarle a Dios Su don.” Admite que ya no le es posible resistir a semejante infierno por lo que “de haber dispuesto en aquel momento de una pistola o un veneno me hubiese quitado la vida.” Sus pensamientos guiados por el dolor, la impotencia y la vergüenza lo llevan a cancelar cualquier opción.
Hasta aquella noche yo había reflexionado a menudo sobre la posibilidad de redimir a la especie humana, pero en ese momento se me hizo evidente que la especie humana no merecía que la redimieran. De hecho, intentarlo habría sido un crimen. El hombre era una bestia que mataba, asolaba y torturaba no sólo a otras especies sino también a la suya propia. El dolor de su semejante constituía su alegría; la humillación del otro, su gloria. La Torá nos cuenta que Dios se arrepintió de haber creado al hombre. El hijo de Adán asesinó a su hermano y, diez generaciones más tarde, Dios decretó el Diluvio porque el mundo se había vuelto corrupto. No existe libro que relate con  tanta sencillez y claridad la verdad sobre el hombre y su naturaleza como las Escrituras. Hasta las personas supuestamente buenas encierran la maldad. A menudo, los mártires de ayer son los tiranos de hoy. El hombre, en tanto que especie, se merece todos los azotes que recibe. No es casualidad que la mayor parte de los monumentos que se han erigido estén dedicados a asesinos, ya sean éstos patriotas o revolucionarios.
Para Isaac Bashevis Singer la violencia no siempre procede de los otros y sus consideraciones reflejan la complejidad del tema.
Transcurrido cierto tiempo, los gamberros se sintieron cansados, apoyaron la cabeza contra el respaldo de los asientos y comenzaron a roncar. Observé a aquellos pequeños tenderos que viajaban en el vagón. Sin duda eran inocentes, pero yo sabía a ciencia cierta que en Rusia también había jóvenes judíos que, en nombre de la Revolución, torturaban y mataban a personas inocentes, con frecuencia a sus propios hermanos judíos. (…) Para que estos jóvenes pueblerinos se convirtieran en carniceros potenciales, les bastaba la lectura de unos panfletos. Algunos de ellos llegaban a decir que ejecutarían a sus propios  padres. Años más tarde, un gran número de estos jóvenes pereció en los campos de trabajos forzados de Stalin.
Podría argüirse que todo lo anterior está lejos, muy lejos de lo que hoy vivimos pero…
Cabe dejar en claro que este no es el tono permanente de sus memorias. Bashevis Singer, quien conservará su sentido religioso de la vida, también va a describir situaciones felices de las que fue protagonista. A ellas nos referiremos en otros momentos.

jueves, 15 de septiembre de 2016

El horror en las noticias


Ya en otra ocasión nos referimos al tema de la banalización de la tragedia (http://habladuriacronicasdelocotidiano.blogspot.mx/2011/06/banalizacion-de-la-tragedia.html), ahora aludiremos a una cuestión que si bien está vinculada con ello, presenta sus diferencias. Y para ello recurrimos a Jorge Ibargüengoitia

Según varios expertos el Time de Londres es en el mundo el periódico que merecería ganar el premio al encabezado más aburrido. Como muestra de estos merecimientos se da el siguiente encabezado, que apareció en ese periódico hace algunos años: “Ligero terremoto en Chile. No hubo muchos muertos.”
De este encabezado admirable podemos sacar varias enseñanzas: el interés de una noticia está en razón directa del cuadrado del horror que contiene e inversa de la distancia a la que ocurren los hechos.

El escritor guanajuatense sabía que a su tesis se le podían interponer varios reparos y se adelanta a ello tomando como ejemplo la llegada del hombre a la Luna e imaginando que hubiese tenido otro final.

Parece que estoy diciendo tonterías, puesto que la noticia más sensacional en lo que va del siglo es probablemente la llegada del hombre a la Luna, que es una empresa en la que todo salió a pedir de boca y que ocurrió a una distancia que francamente no hay por qué pedirla mayor.
En defensa de mi teoría conviene advertir que la llegada del hombre a la Luna la vimos en la sala de nuestras casas y que cuando estábamos presenciando el suceso no sabíamos con seguridad que era un película con happy ending. ¿No hubiera sido más interesante si, después de decir su frase célebre –“un paso corto para un hombre, un gran salto para la humanidad”- el astronauta hubiera dado el paso corto, y en el momento de apoyar el pie en la Luna hubiera empezado una reacción química incontrolable que le hubiera ido subiendo por las piernas hasta dejarlo convertido en un charquito, ante las miradas horrorizadas de cien millones de televidentes –que al llegar a viejos hubieran tenido por maña la de contar a sus nietos “yo vi cómo se murió el que…”, etcétera?
Para mí que si tanta gente siguió con interés esta hazaña fue con la esperanza de ver un accidente. El viaje terminó felizmente y como noticia, fue un fracaso.

Para reafirmar la verosimilitud de sus conjeturas, Ibargüengoitia evoca otra noticia que tuvo gran repercusión. “En apoyo del principio de que el interés de una noticia está en razón directa del horror que contiene e inversa de la distancia, podemos decir lo siguiente: ¿Quién se acordaría de la gira que hizo Kennedy a Dallas si hubiera salido vivo de ella?”

martes, 13 de septiembre de 2016

El catarro de Sinatra


A mediados de los años 60’s del siglo pasado el periodista Gay Talese puso en su mira a Frank Sinatra, cuya trayectoria estaba en pleno auge. Se le acercaba un compromiso artístico muy importante y no todo era felicidad para el cantante

[estaba] preocupado (…) por su papel de estrella en un show de la NBC, de una hora de duración, titulado “Sinatra: el hombre y su música”, que le impondría la obligación de cantar dieciocho canciones con una voz que en este preciso momento, unos días antes de que empezara la grabación, estaba débil, dolorida e incierta. Sinatra no se encontraba bien. Era víctima de un mal tan común que la mayoría de la gente lo hubiera encontrado insignificante. A él, en cambio, lo precipitaba en un estado de angustia, de profunda depresión, de pánico e incluso de furor. Frank Sinatra tenía un resfriado.

Claro está que para un cantante –y en particular para él- esa situación no era poca cosa. Para dar idea de lo que ello significaba Talese propone algunos símiles que no ahorran en tamaño: “Sinatra con catarro es Picasso sin colores o un Ferrari sin gasolina, sólo que peor”. Y explica la gravedad del asunto 

Porque los catarros corrientes roban a Sinatra esa joya que no se puede  asegurar,  su voz, y hieren en lo más vivo su confianza. (…) Un Sinatra  acatarrado puede, salvando las distancias, enviar vibraciones a la industria del  espectáculo y aún más lejos, casi como una enfermedad repentina de un presidente de los Estados Unidos puede sacudir la economía nacional.

El artista era consciente de todo lo que se jugaba en aquel compromiso que se aproximaba, tanto que pensaba que podía hacerle sombra nada menos que a los Beatles; continúa Talese

El espectáculo de la NBC tendría una hora de duración (…) Sinatra estaba muy excitado por este espectáculo; veía la oportunidad de atraer no sólo a los nostálgicos, sino también de dar a conocer su talento a los partidarios del rock-and-roll. En cierto sentido, presentaba batalla a los Beatles. Los comunicados de prensa realizados por la agencia de Mahoney subrayaban esto diciendo: “Si usted está cansado de los cantantes adolescentes que llevan la melena tan espesa que se puede ocultar en ella una caja de melones… sería estimulante que considerase el grado de diversión de un programa especial titulado Sinatra: El hombre y su música”.                                                                                     

Finalmente se repuso a tiempo y el programa fue todo un éxito.

Ahora que le robara público a los Beatles, eso ya es otra cosa.

jueves, 8 de septiembre de 2016

Desinspiración


Sí, tengo claro que la palabra no existe y el corrector automático la subraya con rojo pero con ella quiero aludir a ese momento en que el escritor (tal como le sucede al pintor, escultor, artesano y otros orfebres de la creación) se encuentra bloqueado. Y por más que se esfuerza, busca, reflexiona…, nomás no. No aparece nada; a esta coyuntura Rosa Montero la identifica como la “pájara”.

Para hacer un buen artículo periodístico, o por lo menos para hacer uno pasable, es necesario que la columna contenga, como poco, una idea, a ser posible original. De manera que pones el huevecillo de un pensamiento propio y, hala, ancha es Castilla, luego vas rellenando líneas hasta el final. Pero hay días de plomo en los que no se te ocurre ni una maldita cosa, ni siquiera un guisante de idea, ni una simple fruslería cogitante. Agitas la cabeza y allá dentro retumban y rebotan dos neuronas resecas, perdidas en mitad de la negrura cerebral; y por más que las estrujas no logras obtener ni una sola palabra digna de ser escrita. Porque bastaría con encontrar una palabra verdadera, una de esas palabras capaces de nombrar el nombre de las cosas; pero hay días polvorientos en los que todas las frases se vacían.
Cuando te da una pájara de este tipo, normalmente te lanzas con avidez bulímica a los periódicos, a las radios, a las televisiones, buscando una noticia que haga florecer en ti una palabra propia.

Este vacío no es exclusivo de entornos profanos; también se hace presente en ámbitos religiosos. Santa Teresa –tal como lo señala Jaime Barylko- habla de “sequedades”.

Recuerdo que en mi juventud leía yo Las Moradas de Teresa de Jesús, donde la mística española se lamentaba de caer en períodos desprovistos de toda savia inspiradora; “sequedades” los llamaba. Es cuando todo lo tienes, pero lo esencial, la savia, el fluido de la vida, te falta. Buber le dice “el eclipse de Dios”.

Aunque suene a simple consuelo es posible que a esos períodos infértiles les sigan momentos de notable creación; es más, tal vez sean parte esencial de ellos.

Por otro lado, hay lectores que son tan fieles a sus escritores preferidos que también los acompañan en sus horas bajas. Tan sólo por ello convendría que los autores no tiraran la pluma aun cuando ganas no les falten.

martes, 6 de septiembre de 2016

Historia y meteorología


El clima tiene que ver –y mucho más de lo que se podría suponer- con los diferentes movimientos sociales; Ildefonso Julio Zavalla invita a considerar el punto con mayor detenimiento.

Aún no hemos hecho debida justicia a la lluvia, el viento, el frío y el granizo. Fenómenos vulgares, cierta­mente, que suelen fastidiar al hombre cuando se repiten con excesiva frecuencia o se mantienen con absurda pertinacia. Pero olvidamos que la lluvia no sólo sirve para mojar la tierra, y el viento para levantar polva­redas. Otra misión cumplen, con el frío, y es la de su influencia en los destinos de la humanidad.

Desde esta perspectiva, la lluvia –de acuerdo con Zavalla- es un fiel aliado del poder y cuanto más intensa más funcional a los intereses de los gobernantes en turno.

La Fayette evidenció ser un fino meteoropsicólogo cuando dijo a Luis XVI, inquieto por la agitación de la muchedumbre:
-Podéis dormir tranquilo, señor. No habrá des­órdenes: llueve...
Cosa bien probada es ésta: la ducha celestial es el calmante soberano para las agitaciones de la multitud. (…) Bajo agua no hay sublevaciones, ni turbas incendiarias. Con la cabeza mojada no nacen las revoluciones. Se resfrían, estornu­dan... Todo esto requiere tiempo seco y cielo limpio…

Por otra parte, sostiene Ildefonso Julio Zavalla, el viento ha tenido un papel fundamental en el devenir histórico.

El viento juega también su papel histórico. Si las carabelas de Colón no hubieran sido empujadas hacia el sur, quién sabe cuántos años habrían transcurrido antes de que otro navegante nos descubriera...
Fue una gran tempestad la que destruyó la armada invencible. Y por eso dijo Felipe II, con honda amargura:
-Yo mandé mis barcos a luchar contra los hom­bres, pero no contra el viento, el frío y las olas.
Y gracias a ese viento terrible que encrespó el mar y dio cuenta de las naves españolas, se abrió para Inglaterra la edad de su grandeza. ¿Cuál fue, por ejemplo, el acontecimiento más importante de la guerra de los 30 años? La muerte de Gustavo Adolfo. ¿Y quién lo mató? La niebla. En ella se extravió hasta caer en campo enemigo.

Asimismo los fenómenos de la naturaleza también gravitan -¡y vaya de qué forma!- en los destinos individuales tal como lo ejemplifica Zavalla: “¿Por qué se hizo monje Martín Lutero y luego sus teorías conmovieron al mundo entero durante siglos? Pues porque salvó su vida de un rayo, e hizo la promesa de dedicarse a la religión.”

Más conocida es la influencia del frío en los procesos históricos y a ello también alude el autor citado.

¿Por qué sucumbió la famosa flota holandesa ante el ejército francés, y la caballería, -¡la caballería!-, de Pichegrú pudo tomar a las naves por asalto? Pues, por­que hacía frío, y el hielo inmovilizó a la flota.
El frío derrotó a Napoleón en Rusia, y el frío, pues, marcó el comienzo de la decadencia del gran corso.
¿Cuál fue el verdadero origen de la Revolución Francesa? Dígase lo que se quiera en cuanto a causas políticas y sociales, pero lo cierto es que sin frío no hubiera habido revolución. Frío y granizo desde los Pirineos a Flandes, con ruina y desolación; frío que acabó con todas las cosechas y saturó de hambre, mise­ria y rebelión al pueblo entero.

Una síntesis de lo anterior le permite a Ildefonso Julio Zavalla enunciar conclusiones que los analistas políticos deberían tener en mayor consideración.

El frío es revolucionario, pues; el viento, oportu­nista; y la lluvia, conservadora. El frío está con el pueblo y la lluvia con el gobierno. El frío y el granizo sacan de la casa al hambriento, y la lluvia lo mete dentro. Si la lluvia es más fuerte que el frío, no hay revolución. Pero si el tiempo seca, caen las Bastillas y comienzan a funcionar las guillotinas.

Por tanto sería conveniente que a las habituales mesas de análisis y debate del acontecer además de los politólogos se invite a los expertos en meteorología que al parecer tienen mucho que aportar.

jueves, 1 de septiembre de 2016

Seis años de Habladuría


En el mes de septiembre de hace seis años nacía este blog con un perfil más o menos definido (http://habladuriacronicasdelocotidiano.blogspot.mx/2010/09/entre-el-vicio-y-el-oficio-compilador.html) Desde mucho antes estuve compilando anécdotas acerca de muy diversos temas y diferentes lugares. Algunas las tomé de periódicos y revistas pero la mayoría las hallé en libros adquiridos en librerías de viejo que he sabido recorrer con entusiasmo digno de mejores causas. Fue en aquel entonces que la extraordinaria artista y amiga Magos Nava me sugirió la idea de abrir un blog. Aceptada la propuesta, Magos se dio a la tarea. En los inicios sus ilustraciones acompañaron los artículos publicados y hasta el presente es la responsable del diseño del blog.


Al comienzo subí un artículo semanal, pasado el tiempo (y salvo excepciones) pasé a dos. En estos seis años las visitas han superado las 83.000. Difícil saber cuántas de ellas responden a “seguidores” del blog y cuántas a quienes llegan puntualmente y en forma azarosa por sus búsquedas temáticas. Me inclino a pensar que son muchas más las segundas que las primeras. A lo largo de su existencia las visitas más frecuentes han provenido de México (35%), Estados Unidos (25%), España (5%), Rusia, Uruguay, Alemania, Colombia, Argentina, Francia y Chile.
El total de artículos que conforman el blog son poco más de 470. Algunos de ellos también han sido publicados en periódicos y revistas. Asimismo he tenido noticias de que han sido mencionados en distintos programas radiales. Hay quienes me han comentado que los han utilizado en sus clases de preparatoria o universidad, así como en diversas instancias de educación no formal. He tenido la oportunidad de narrar en forma presencial algunas anécdotas que integran este blog y ello ha tenido lugar en Cancún, Chihuahua, Ciudad Juárez, Guadalajara, Oaxaca, Puebla, Querétaro, San Luis Potosí, Veracruz, Zacatecas, Ciudad de México (en el marco de la Feria de las Culturas Amigas) así como en Montevideo.
En principio hay Habladuría para rato, dado que en el taller de armado  dispongo de muchos “pies de artículos” que permiten aspirar a mantener este espacio por un tiempo. Tengo el anhelo de que parte de este material pase a ser libro, columna periodística o espacio radial fijo. 
Una vez más quiero expresar mi profundo agradecimiento y reconocimiento a Magos Nava. Sin su apoyo este blog no sería posible. Y también va mi agradecimiento a los lectores habituales de Habladuría, a los intermitentes y a quienes lo fueron en algún momento.
Y sean bienvenidos aquellos que se sumen a partir de ahora.                                                                                                                                        
Gerardo Mendive


¿Para qué sirve el estudio?


En su libro Amor y exilio (Barcelona, Ediciones B, 2002) Isaac Bashevis Singer rememora algunas escenas de su infancia y en especial las que tenían que ver con su padre. La que trascribimos a continuación debe haber tenido lugar hacia fines de la primera década del siglo XX.

Puesto que en nuestra casa siempre se hablaba de Dios, pregunté a mi padre:
-Papá, ¿Dios  tiene  barba?
Sonrió y, tras reflexionar un instante, dijo:
-No está permitido hablar así.
-¿Por qué?
-Dios es incorpóreo. No obstante, cuanto existe sobre la Tierra tiene su contrapartida en el Cielo. Aquí todo es materia; allí todo es espíritu.
-¿Qué es espíritu? -inquirí.
-Alma.
-¿Qué es alma?
-Nadie puede ver el alma ni tocarla –sentenció mi padre-, pero sin el alma es imposible  vivir.
Yo quería seguir haciendo más preguntas, pero él dijo:
-Por favor, déjame estudiar.

De esta manera -y contradiciendo a quienes afirman que no sirve para nada- hay circunstancias en que el estudio permite, cuando menos, huir de preguntas difíciles.