martes, 7 de enero de 2014

Las carpas


Durante mucho tiempo las carpas significaron un espacio entrañable para los integrantes de las clases populares que allí concurrían en busca de un rato de diversión. Adentrarse en sus orígenes implica aproximarse, tal como lo indica Luis Ortega, a la controversia.


Doctos investigadores de nuestro acontecer socioeconómico derivan a la carpa del Mester de Juglaría medieval, otros, encuentran sus raíces en los Misterios que importaron los frailes hispanos misioneros. Nosotros aceptamos su autorizada opinión, pero preferimos creer que las raíces de la carpa están en la Revolución Mexicana.
En apoyo a esta aseveración, queremos recordar al lector que hacia principios de este siglo (XX) el pueblo mexicano, sobre todo el provinciano, no tenía espectáculo propio. El teatro estaba dedicado a las clases sociales privilegiadas y la Opera, la Opereta, la Zarzuela, el Melodrama y la Comedia eran géneros sin arraigo popular, pues se presentaban en idiomas ajenos o planteaban problemas que nada tenían que ver con el sentir y el vivir populares.
Y vino la Revolución. Los teatros cerraron sus puertas, los cines aún no existían y los circos nómadas perdieron a sus animales porque no tenían para darles de comer y tuvieron que ser utilizados como alimento.
Pero "no sólo de pan vive el hombre", y el pueblo creó su espectáculo. Tomó de sus vivencias cotidianas la música, los corridos y canciones como La Adelita, Marieta, La Cucaracha, La Rielera, La Valentina y tantas otras.
La fina ironía del pueblo se asoció con el ventrílocuo, el malabarista, el declamador y las bailarinas para hacer su espectáculo bajo el toldo de lona circense, del cual la carpa tomó su nombre. De este modo, el maestro de ceremonias se hizo declamador, la caballista aprendió a cantar y el payaso se hizo cómico sin rostro enharinado, cambiando su traje de seda por los harapos que apenas cubrían los cuerpos de los peones. Y así como el payaso es el alma del circo, el cómico se volvió el imán que atrajo al pueblo para oír, de labios de quien vestía y ayunaba como él, las bromas cáusticas con que burlaba burlando y criticaba a la sociedad injusta.

 
Al concluir la Revolución el pueblo acude a espectáculos en que pudiera reír, tales como el circo, la maroma, el teatro (comenta Javier Meneses de Gyves que en la zona del Istmo de Tehuantepec al circo se le llama maroma). Pedro Granados abunda en este punto.


Pasa el tiempo de la Revolución y el circense europeo acostumbrado a vivir bajo la lona; idea hacer teatritos de lona portátiles, o sea, las carpas. En ellas hacen pantomimas, bailables, canciones, saltos, maromas, pero ante todo el "payaso", que siempre fue y ha sido el personaje central del espectáculo.
El pueblo, harto de sangre, matanza y miseria, al no tener dónde explayarse, se lanza a la plazuela a cantar sus corridos y sus canciones de amor. (…)
El fonógrafo no estaba al alcance de su bolsillo y la radio se hallaba en pañales. El cine hablado en castellano empezaba a gestarse y la televisión no existía ni en el pensamiento. El pueblo de México estaba de vuelta de la lucha fratricida. Ávido de diversión, quería escuchar su música, sus chistes. La carpa fue la tienda de campaña y las candilejas, la hoguera del vivac en la naciente paz. Entonces el pueblo se lanzó materialmente a las carpas y allí nacieron sus primeros ídolos, los carperos que fueron adorados por muchos años.

 
Las carpas constituyeron -tal como lo apunta Luis Ortega- un buen reducto porque a diferencia del cine sonoro que estaba en sus inicios, no era necesario saber leer para entender el espectáculo presentado, además de que en cualquier lugar podía armarse la lona que daba cobijo al albur, a la picardía y al humor.

 
Es fácil comprender que el pueblo, que abandonó el cine mudo y que no aceptaba aún las películas habladas en inglés con títulos en español, porque además no sabía leer, buscara la diversión en la carpa, espectáculo que sí estaba hecho a su gusto y medida. Por eso proliferaron estos teatritos que, como los circos pobres, encontraban asiento en cualquier lote baldío de los que había muchos en los barrios, o aún en zonas céntricas donde la remodelación urbana había derruido viejas construcciones.
Recordamos algunas carpas que fueron famosas, aunque empezaron con toldo de lona y muros hechos con tablas procedentes de las demoliciones: Mayab, Ofelia, Procopio, Maravillas, nos resultan inolvidables, y de ahí surgieron luego los teatros Colonial, Río y muchos más en los que el espectáculo era similar al de sus antecesores.


Es importante subrayar que el precio de las entradas era accesible para bolsillos modestos. Homero Bazán recuerda las incipientes estrategias de marketing a las que se recurría.
 

Adelantándose a las estrategias de marketing, muchas de esas carpas imprimían volantes que al reverso exhibían una copia exacta de un billete de diez pesos. No eran pocos los parroquianos que maldecían para sus adentros cuando en una calle solitaria, creyendo que la fortuna los había coronado con su gracia, volteaban el mencionado chucho encontrando los nombres del elenco y los espectáculos del fin de semana.
Hubo incluso una organización católica que protestó ante las autoridades alegando que dichos espectáculos ambulantes atentaban contra la moral y las buenas costumbres de los “bien nacidos”, además que en su propaganda repartida afuera de pulquerías y estaciones de tranvías exhibían también imágenes de santos aprovechándose de la fe de los capitalinos y evitar que por respeto a sus creencias tiraran los volantes al suelo.


Los cómicos ocuparon un lugar muy especial. Luis Ortega cita algunos de los carperos más renombrados.

 
No queremos ni podemos hacer historia, pero si algún antepasado tienen nuestros cómicos de carpa habría que remontarse al Negrito Poeta, al Periquillo Sarniento y a Pito Pérez; sin olvidar tampoco a José María Aycardo, aquel payaso mexicano que hace más de un siglo ya fustigaba en verso a la sociedad porfiriana, y de él habría que llegar hasta Cantinflas, Palillo, Don Catarino, Chicote, Resortes, Clavillazo y tantos otros que surgieron a la fama bajo el toldo de lona y que aún hoy repiten muchas veces los sketches que inmortalizó aquel genial ventrílocuo Conde Boby, amo y señor de la carpa.

 
El caso de Mario Moreno Cantinflas merece consideración especial; Pedro Granados alude a ello.


Vimos a Mario actuar por primera vez en una carpa o salón ambulante allá por 1928, haciendo pareja con Nacho Pérez y con la cara pintada de negro interpretar "El Charleston Negro" bailando aceptablemente.
Más tarde, en otro salón, lo vimos bailando "Tap" haciendo dueto con el gran bailarín Manuel Sánchez, el mejor bailarín que produjo la carpa.
No cabe duda que Mario tuvo infinidad de mentores, Manuel Sánchez, Nacho Pérez y Esparza, un bailarín-cantante cuyo atuendo era de cow-boy. Estos fueron los primeros.
Pasó el tiempo... iLa sorpresa!... Mario había cambiado de personalidad, él actuaba maquillado y convertido en el peladito de barriada... Ahora se hacía anunciar como "Cantinflitas Parodista", en la carpa "Rosete", allí por San Antonio Tomatlán. La actuación en el sketch "El Tinaco" interpretada por la "Yoly- Yoly" y "Cantinflas" fue muy aplaudida.
La Yoly-Yoly, una joven vedette, fue la primera visionaria de un "Cantinflas" con futuro exitoso, ella lo maquilló e hizo que Mario usara los pantalones, la camiseta de tres botones y el sombrerito clásico del peladito de barriada, o sea, al estilo "Chupamirto", es decir, copia fiel de una tira cómica creada por don José de Jesús Acosta en el periódico El Universal.
Nos faltó hacer hincapié en el chaleco, artefacto que Mario bautizó con el nombre de la "gabardina". (…)
Buena puntería de la Yoly, vemos a Mario muy cambiado, ha tenido a bien transformar su personalidad. (…)
Es nuestro deber aclarar que estamos en la primera mitad de los maravillosos treintas.
(...) El largo historial artístico de Cantinflas, parte de las carpas, se ignora de cuál, pero es evidente que la carpa mexicana cumplió su misión al incubar entre sus viejos y raídos toldos, entre sus malolientes camerinos, a un artista que, con el tiempo, daría renombre universal al artista popular mexicano.  (…)
Una nueva modalidad de Mario, es decir, a cada paso se supera, CantinfIas había transformado su propio estilo de hablar debido a un fenómeno casual.
En la carpa "Salón Rojo" había un timbalero al que apodaban "El Golito" (sabrá Dios por qué), jamás supimos su nombre y tenía una forma muy peculiar de hablar, ya que al tratar de expresarse, soltaba palabras mal organizadas y en realidad no decía nada, pero hacía reír. Por ejemplo, llegaba con usted, y le decía: "Mire mi joven, uno llega y ¿para que? pues mejor no, y a lo mejor, pus ya estuvo y no hay para qué si al fin que, que, mejor ni le digo, pero ahí está el detalle. Bueno, pase una “sura” (peseta o veinte) pa'l pulmón (pulque)".
Un buen día, en un beneficio de X artista, Cantinflas salió a decir unas palabras y Mario se pone a dialogar con el "Golito" (lógico, Mario en el foro y Golito abajo a su 'timbal") en su propia jerigonza y el público se moría de risa.
Mario, con esa inteligencia que Dios le dio, refina el estilo y triunfa en todo el mundo, CantinfIas cobraba quince pesos diarios.
La fortuna y el éxito no sonríen a mediocres hay quien tiene golpes de suerte y no los sabe aprovechar. El señor Mario Moreno "Cantinflas" ha tenido sobrada inteligencia para saber aprovechar todos los golpes de suerte, por ello ocupa el sitio que ningún artista mexicano jamás logró.

 
Por supuesto que en las carpas no faltaba la música y Pedro Granados comenta de la afición por el tango que prevalecía en esos lugares.
 

En todas las carpas el tango se convertía en algo insustituible. Estaba en pleno auge. En una y otra carpa se dejaban escuchar los lamentos gauchos (…)
Nunca falta la tanguista que nos haga llorar con la "Pebeta", "Caballo Criollo”, un gaucho traicionado por su mejor amigo, etcétera... Esas letras lloronas hicieron florecer en los salones de baile a las "pebetas aztecas" y a los "payadores totonacas”.
Cuando pasábamos frente a una carpa de cualquier barrio de México, se escuchaba siempre: “¿Por qué me abandonas mi lindo Julián?...” “Mocosita no me hagas más sufrir..." o "Negro, quiero adorarte así toda la vida” o “Zapatito pinturero de charol..." o "Ladrillo está en la cárcel...." El pueblo hacía suya la tragedia y lloraba junto con su tanguista consentido.
Mario del Valle, Celia Tejeda, Eva Peralta, Eva Imagno y muchos más, hacían que las carpas diariamente se llenaran de bote en bote.


Según Granados la aparición de Agustín Lara en el escenario, determinó el cambio en los gustos. “Un buen día surgió a la fama, la música de un compositor jarocho (por ahí dicen que fue de Puebla, qué gente, ¿verdad?) llamado Agustín Lara, cuyas canciones románticas comenzaron a desplazar al tango muy del gusto del público.”

 
Con el paso del tiempo las carpas fueron aumentando su presencia en la Ciudad de México; Alejandro Rosas analiza este proceso.

 
De 1930 a 1950, las carpas tuvieron su época de oro. Los llamados jacalones de otros tiempos -pequeños teatros de madera, de Ínfima calidad, construidos en las colonias populares de la ciudad-, que convocaban a buena parte del pueblo a presenciar un teatro de revista de menor categoría del que se presentaba en los foros teatrales establecidos y reconocidos, se convirtieron en carpas.
El crecimiento de la Ciudad de México abrió nuevos espacios; los lotes baldíos que surgían de las demoliciones de edificios antiguos para dejar su lugar a nuevas construcciones, eran aprovechadas temporalmente por algunos empresarios para llevar a las clases populares diversiones a las que no tenían acceso, ya fuese por el costo de las entradas, ya fuese porque los foros teatrales establecidos eran ocupados por la clase media.
Las carpas representaron una verdadera diversión para el pueblo y significaron un contacto directo entre la gente y los artistas, pues ante la inminente llegada de una carpa -que se montaba en cuestión de horas- , los vecinos se presentaban no solo para el espectáculo en sí, les interesaba ver cómo se levantaban los postes, se colocaban los tablones de madera donde podían sentarse hasta doce personas, se montaba la lona circense -de ahí el nombre de carpa-, y finalmente, esperaban la llegada de los artistas. Una vez terminada la improvisada construcción, se escuchaba al pregonero recorriendo las calles mientras anunciaba lo que presentaría la carpa a partir de las cuatro de la tarde y hasta pasada la medianoche.
El contenido de los espectáculos no era diferente de lo que se podía ver en los teatros tradicionales: también en la forma de tandas, el público se entretenía con números musicales, el sketch cómico, la sátira política, las imitaciones, actos de malabares, magia, ventrílocuos, payasos.
Aunque la carpa era considerada un espectáculo propio de barriada -no había desperdicio en los diálogos de doble sentido, el albur, el lenguaje de barrio, el tono populachero-, grandes protagonistas de la historia del espectáculo cómico surgieron de ahí (…)

                                                                                 
En la ciudad de México prácticamente ya no existen las carpas (si acaso sobreviven unas pocas a la manera de especies en peligro de extinción). Sin embargo, es importante aclarar que en algunos estados la situación es otra. Homero Bazán narra su reencuentro con las carpas.

 
Hace unos meses realicé un breve viaje por apartadas comunidades hidalguenses y prácticamente tuve un viaje en el tiempo al encontrarme con una carpa de espectáculos, igual a las que existían en la ciudad de México en la primera mitad del siglo XX.
En la función no faltó el mago, la cantante de boleros, el malabarista con sus perros, el cómico de los albures e incluso el payasito que hacía bromas en los intermedios.

 
Como señala Pedro Granados las diversas formas de diversión cumplen su ciclo. “El circo engendró a la carpa, que, madre generosa, incubó al teatro frívolo actual. La radio, el cine nacional, estos son los hijos ricos y por lo tanto ingratos. Estos son los que se nutrieron de la sangre del pueblo, los que robaron sus artistas al pueblo y mataron a la humilde madre vestida de lona.”

 
¿Qué sigue?

8 comentarios:

Ohtlatocani dijo...

Hola Victor

Soy realizador multimedia y fanático del cine mexicano de la "época de oro", principalmente las películas de los cómicos, obras que todavía tienen tinte teatraloso y carpero, con diálogos estructurados de tablas de teatro y "scketches" de carpa. Siempre sentí nostalgia por no haber alcanzado a asistir a una, pues las creía extintas.

Actualmente yo estoy trabajando en el sur de Jalisco, concretamente Ciudad Guzmán, contratado por la Universidad de Guadalajara, para realizar un documental de agroecología.

Mi sorpresa vino cuando encuentro una carpa de teatro aquí mismo en Ciudad Guzmán, (una pequeña ciudad a dos horas de Guadalajara), la cuál parece que viene cada año y que va de gira por la región, (no se hasta dónde).

Aprovechando mi estancia aquí me he decidido a hacer un video corto acerca de esta carpa, pero me encantaría retomar algo de historia y datos concretos de las mismas para el video.

Me encantaría que, de ser posible, me guiaras en la dirección correcta para encontrar más información al respecto, autores, fotografías, documentos, artículos, que por lo pronto no he podido encontrar mucha.

Te agradezco mucho tu atención y obviamente cualquier ayuda que me puedas brindar.

Ohtlatocani dijo...
Este comentario ha sido eliminado por el autor.
David GOMEZ dijo...

Hola, hace algunos días pude leer algo sobre los antiguos comediantes de México, y todo por la nueva película de cantinflas. Me ha gustado mucho la entrada, imaginándome como debió ser la vida en esos lugares.La frase final es la que me ha dejado más reflexivo, ya que a la fecha actual estamos ante la muerte del cine, y no solo del nacional, frente a la industria del videojuego y de la web. Saludos amigo.

Unknown dijo...

SOY BISNIETA DE JOSE HERRERA PROCOPIO PRECURSOR DE LAS CARPAS DE VARIEDADES DONDE COMENZARON MUCHOS ARTISTAS COMO RESORTES, TENGO FOTOS DE ESOS TIEMPOS DONDE SE PRESENTABAN OBRAS DE TEATRO Y UN DIPLOMA QUE LE DIERON A MI BISABUELO POR SER PRECURSOR DE LAS CAR´PAS DE VARIEDADES Y LE HICIERON UN HOMENAJE CONDE PARTICIPARON LOS ARTISTAS QUE EMPEZARON CON EL. SI LES INTERESA ESTOY A SUS ORDENES PARA QUE NO SE PIERDA ESA HISTORIA DE LAS CARPAS
MARIA ELENA HERRERA BALDERAS

Marilena Mugurasa Tiu Jelea dijo...

Estimada señora, si fuera tan amable de proporcionarme algunas copias de las fotos del espectáculo de carpa en México, le sería muy agradecida! Mi correo: maestra.marilena@gmail.com

Marilena Mugurasa Tiu Jelea dijo...

Estimada señora, si fuera tan amable de proporcionarme algunas copias de las fotos del espectáculo de carpa en México, le sería muy agradecida! Mi correo: maestra.marilena@gmail.com

Joaquin Ayala dijo...

Senorita Maria Elena Herrera Balderas....mi nombre es Joaquin Ayala y tengo 5 anos escribiendo un libro llamado "Las carpas de Mexico y sus leyendas" contacte al senor Bellini para que me hiciera favor de proporcionarme mas informacion de DON PROCOPIO y de su hermano El senor Jose Herrera Bernal asi como Blanca y Concepcion....pero aun sigo esperando ....podria ser tan amable de comunicarse conmigo? ....quisiera que el trabajo de la familia Herrera pase a la Historia ....fotos e la vcarpa Procopio y de don Jose seria una gen ialidad para este estudio....! un abrazo cordial ....Joaquin Ayala : ayalaefx@aol.com

Unknown dijo...

Hola MARIA ELENA HERRERA BALDERAS, mi abuelito me ah contado desde siempre sobre las carpas en las que trabajo la tía "Conchis" Concepción Blancas Mayen y su marido Jesús Herrera, de como trabajaban y asi mismo de Don Propocopio, sería un placer para mi y mi abuelo platicar contigo o si existe la posibilidad de que me proporciones alguna foto sería muy especial para mi abuelo y sus hermanos García Mayen, si ves este mensaje te dejo mi correo arizone38@gmail.com