jueves, 29 de septiembre de 2016

Detestabilis


Siempre se ha dicho que en la vida es muy importante saber lo que se quiere y lo que no; lo que gusta y aquello que disgusta; lo que origina simpatía y lo que provoca aversión. En el rechazo -así como sucede con la aceptación- hay diversos grados y posiblemente el más extremo está dado por aquello que alcanza el rango de detestable (el diccionario señala que “detestable” es “lo que merece ser detestado” –poco aclara la cuestión- o algo “sumamente malo”; mientras que “detestar” es “sentir fuerte antipatía hacia alguien o algo”).

Veamos algunos ejemplos -que a veces no carecen de ironía- de quienes se han referido al tema. Afirma Voltaire: “En medio de todas mis pasiones siempre he detestado el vicio de la ingratitud y si le debiera un favor al diablo hablaría bien de sus cuernos.” Por su parte Aldous Huxley cree interpretar algo de lo que detestan los niños.

Nunca conocí a un niño que no detestara la imbécil complacencia de la gente que pretende, cuando escriben para chicos, ser más estúpidos e insulsos de lo que realmente son. La clase de bobadas que a los adultos sentimentales les resulta demasiado dulcemente infantil, a los chicos les parece la basura más detestable. En esto su gusto es perfectamente sólido.
Hay quienes se centran en cuestiones menores tal como sucede con Gerardo Franco –citado por Marcial Fernández- “que detesta a quienes hablan a sus espaldas, sobre todo cuando está en el cine.” También hay desagrados un tanto convenencieros, como el que señala Woody Allen: “Cloquet detestaba la realidad, pero comprendía que era el único lugar donde conseguir un buen bistec” o bien el referido por Wimpi
El tipo ve saltar a la rana y se crispa: “¡Ay, qué asco!” Luego va al restaurante, pide ranas “saltadas”, y dice que están exquisitas. ¡Qué habilidad tiene el tipo para aceptar complacido, a quien antes detestara, cuando lo ve que se dispone a alimentarlo!...

En otros casos la mirada va mucho más allá, así acontece con Manuel Vázquez Montalbán: “Comparto con los neoliberales pocas cosas, pero una de ellas es que detesto la tendencia intelectual europea de exaltar la lucha armada en todas partes con tal de que no se produzca en Europa.” Mientras que Albert Einstein –citado por Leo Maslíah- no deja dudas a la hora de manifestar su vehemente rechazo.

(…) Con esto paso a hablar del peor engendro que haya salido del espíritu de las masas: el ejército, al que odio. Que alguien sea capaz de desfilar muy campante al son de una marcha basta para que merezca todo mi desprecio; pues ha recibido cerebro por error: le basta con la médula espinal. Habría que hacer desaparecer lo antes posible a esa mancha de la civilización. Cómo detesto las hazañas de sus mandos, los actos de violencia sin sentido, y el dichoso patriotismo.
Caso diferente es el de Luis Buñuel quien enlista sus aversiones (así como sus simpatías) iniciando con situaciones propias de su oficio.
Detesto el pedantismo y la jerga. A veces, he llorado de risa al leer ciertos artículos de los Cahiers du Cinéma. En México, nombrado presidente honorario del Centro de Capacitación Cinematográfica, escuela superior de cine, soy invitado un día a visitar las instalaciones. Me presentan a cuatro o cinco profesores. Entre ellos, un joven correctamente vestido y que enrojece de timidez. Le pregunto qué enseña. Me responde: “La semiología de la imagen clónica.” Lo hubiera asesinado.
El pedantismo de las jergas, fenómeno típicamente parisiense, causa tristes estragos en los países subdesarrollados. Es un signo perfectamente claro de colonización cultural.

Sabida es la curiosidad que tenía Buñuel por el devenir, por el acontecer futuro, tan es así que llegó a expresar su deseo en cuanto a que después de muerto le gustaría regresar de vez en cuando sólo para poder leer el periódico. No obstante lo anterior, formulaba severas críticas a la prensa al tiempo que admitía su deseo de poner orden con actitudes autoritarias.

Detesto la proliferación de la información. La lectura de un periódico es la cosa más angustiosa del mundo. Si yo fuese dictador, limitaría la Prensa a un solo diario y una sola revista, ambos estrictamente censurados. Esta censura se aplicaría tan sólo a la información, quedando libre de opinión. La información-espectáculo es una vergüenza. Los titulares enormes -en México baten todos los récords- y los sensacionalistas me dan ganas de vomitar.

A continuación afirma con determinación: “No me gustan los poseedores de la verdad, quienesquiera que sean. Me aburren y me dan miedo. Yo soy antifanático (fanáticamente).” Y añade

No me gusta la política. En este terreno, me encuentro libre de ilusiones desde hace cuarenta años. Ya no creo en ella. Hace dos o tres años, me llamó la atención este slogan, paseado por unos manifestantes de izquierdas en las calles de Madrid: “Contra Franco estábamos mejor.”

Finalmente en relación a este ejercicio de enlistar aversiones y simpatías, Luis Buñuel agregó: “aconsejo a todo el mundo que haga lo mismo algún día”.

Su cordial invitación está hecha. Usted dice.

No hay comentarios: