No es novedad para nadie el que muchos cambios
históricos suelen presentarse en forma pendular, de tal forma que de un extremo
se pasa al otro. A los momentos de represión le siguen etapas caracterizadas como
de “destape”. Después de mucho bregar para tener una vida más cómoda y
confortable, los avances tecnológicos condujeron a una existencia sedentaria
con todos los efectos negativos para la salud que ello conlleva. Así que luego
de hacer todo lo posible para no moverse han proliferado los gimnasios donde
hay que pagar para hacer ejercicio y evitar los daños ocasionados por la
inmovilidad.
Algo parecido es lo que comienza a suceder de un
tiempo a esta parte con los dispositivos tecnológicos que nos obligan a vivir
conectados día y noche. Una nota de prensa publicada por el periódico Clarín en junio de 2016 daba cuenta de
diversas iniciativas que buscan frenar este proceso.
La tecnología hizo posible un poder que siempre fue
exclusivo de los superhéroes: estar en más de un lugar al mismo tiempo. Y
mientras que algunos lo disfrutan, otros extrañan las épocas pasadas y bregan
por la desconexión, al menos por un rato. Ese es el caso de Jeb Koogles y
Andrés Wind creadores de Disconnect,
una iniciativa que propone “un modo de vida más balanceado entre el mundo
tecnológico y el mundo real”. Bajo esa premisa realizan Silent Reading Parties. Se trata de encuentros de lectores en un
espacio público –centros culturales, hoteles, bares- en el que cada uno asiste
con un libro en papel para dedicarse a una lectura silenciosa, sin la
interrupción de dispositivos electrónicos.
Estas propuestas también han llegado al terreno del
turismo y la administración del tiempo libre.
La “desconexión” también llegó a la industria del
turismo. En Estados Unidos, “Digital Detox” organiza campamentos de verano para
adultos en los que las pantallas están prohibidas. Los encuentros duran cuatro
días y los asistentes hacen yoga, practican deportes o participan de talleres
de escritura, música y cocina.
También hay hoteles tradicionales que ofrecen
programas para desintoxicarse del mundo digital (…) Los huéspedes que quieren
participar dejan el celular o la tablet en una caja fuerte ubicada en la
recepción y a cambio reciben un listado con sugerencias de actividades anti
tecnológicas: material de lectura, un juego de mesa (…) Todo para relajarse y
disfrutar de una estadía offline.
Otros establecimientos eligen no brindar Wi-Fi.
Continúa la nota informando que existen iniciativas de
este tipo en el sector restaurantero, donde es habitual que la tecnología
genere incomunicación entre los comensales.
Los restaurantes también dan batalla. Es que, a la
hora de las comidas, se da una postal clásica de la era del smartphone: dos
personas se sientan a la mesa y en lugar de conversar, se dedican a chatear,
contestar mails y chequear las actualizaciones de las redes sociales. (…) Por
eso ofrecen descuentos sobre el total de la factura o invitan un postre o un
café si los comensales se desprenden de sus celulares durante la comida.
La conclusión es paradójica cuando los promotores de
estas propuestas procuran desconectar… para poder conectar. “Pero estas
iniciativas encierran una paradoja: ¿por qué quieren desconectarse sus
defensores? Para conectarse… No es un juego de palabras, ellos consideran que
la tecnología entorpece el encuentro con sí mismos y con el otro, y que sólo es
posible restablecerlo en modo offline.”
Y hay quienes dicen que esto recién está en sus
inicios…
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