martes, 11 de agosto de 2020

La obra inmencionable


Una larga tradición en el mundo del teatro y del cine alude a la existencia de obras o películas cuya exhibición viene acompañada de una inevitable racha de mala suerte.

Ahora presentamos uno de estos casos, toda la información procede de una publicación de Selecciones del Reader’s Digest enfocada específicamente a sucesos y eventos extraordinarios.

“La comedia de Glamis”, “El asunto escocés” o simplemente “Esa obra” sólo son algunos de los eufemismos que los actores usan frecuentemente para no mencionar el nombre Macbeth, tragedia de Shakespeare, una de las obras más fatídicas de la historia del teatro.
En efecto, muchos profesionales consideran que “El inmencionable” (otro de sus sobrenombres) –con sus derramamientos de sangre, sus fantasmas y sus brujerías- es también uno de los dramas más oscuros jamás escritos.
Si un actor menciona su nombre, o cita alguna parte de la obra estando fuera del escenario, la tradición lo obliga a salir del vestidor, dar tres vueltas, escupir y después tocar la puerta para volver a entrar. La historia del teatro registra numerosos casos de personas que tuvieron la desgracia de pasar por alto esos ritos de exorcismo.
Macbeth pareció condenada desde el principio. Se representó por primera vez ante Jacobo I, descendiente tanto del Duncan como del Banquo históricos, que en la obra son asesinados. Al parecer, la maldición se hizo presente durante el estreno, el 7 de agosto de 1606, ya que Hal Berridge, el joven actor que hacía el papel de Lady Macbeth, enfermó de fiebre y después murió; el mismo Shakespeare tuvo que suplirlo, casi sin previo aviso.

Afirma el artículo citado que “la obra pocas veces se representó durante casi un siglo” y cuando llegó “el día de su reestreno en Londres, en 1703, cayó una de las tormentas más fuertes de la historia. Por su contenido blasfemo, a la obra se le echó la culpa de la nefasta tormenta, y la reina Ana ordenó una semana de oración durante la cual todos los teatros permanecieron cerrados.” Pero la serie de adversidades seguiría

Las desgracias continuaron, y la maldición alcanzó su punto máximo después de los tumultos en la Plaza Astor de Nueva York, en 1849. Durante una representación de la obra con el actor inglés William Charles Macready, los fanáticos de su rival estadounidense Edwin Forrest chocaron con la policía; murieron 22 personas y 36 quedaron heridas.
Probablemente la persona más famosa que ha sido víctima de Macbeth no fue un actor, sino un presidente de Estados Unidos. Macbeth era la obra favorita de Abraham Lincoln, y el 9 de abril de 1865 pasó la tarde leyendo pasajes de ella a un grupo de amigos. Los pasajes que Lincoln leyó siguen a la escena en que Duncan es asesinado; cinco días después, Lincoln fue balaceado.

No vaya a pensarse que allí paró todo cuando las desgracias siguieron a lo largo del siglo XX.

En este siglo también se han asociado numerosas calamidades con esa tragedia. A principios de los años veinte, el papel de Macbeth que Lionel Barymore representó fue blanco de tan acres críticas que el actor no volvió a presentarse en Broadway.
Durante la primera representación moderna de la obra en el Royal Court Theatre de Londres, en 1928, se derrumbó parte del escenario, hiriendo a los actores e incendiando los palcos.
En 1937, mientras ensayaba, Laurence Olivier estuvo a punto de morir cuando un voluminoso contrapeso se desplomó sobre el escenario, cayendo a pocos centímetros de él. Los ensayos posteriores se interrumpieron cuando el director y la actriz que interpretaba a Lady Macduff sufrieron un accidente automovilístico mientras se dirigían al teatro. Para colmo, el dueño del teatro murió de un ataque cardiaco durante el ensayo general. (...)
En una representación al aire libre en Bermudas, en 1953, con la actuación estelar de Charlton Heston, los soldados que asaltaban el castillo de Macbeth debían quemarlo totalmente en el escenario. La noche del estreno el viento arrojó humo y llamas sobre los espectadores, que huyeron despavoridos.
Y en 1980, Peter O’Toole, que interpretaba a Macbeth por primera vez y en el mismo teatro que Olivier, tuvo el cuidado de no referirse a la obra por su nombre, pero sus precauciones fueron inútiles: agobiado por numerosos problemas y accidentes durante los ensayos, cuando la obra se estrenó, los críticos calificaron de desastrosa su actuación.

Ya no tuve noticias de lo acontecido en el siglo XXI. Habrá que estar atentos.

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