sábado, 26 de agosto de 2023

Nominaciones y anonimato

 

Hay quienes por muy distintas circunstancias deciden permanecer en el anonimato. Las razones son muchas y entre ellas podemos identificar la de salvar el pellejo, cobardía, estrategia publicitaria, pánico escénico, etc.

Pero están aquellos que han sido y son condenados al anonimato. Hay expresiones que aluden a ellos como nadies, ninguneados, invisibles… En este caso también es posible enunciar algunos motivos: personas en cuya vida nadie se ha detenido, que realizan obras a las que no se otorga reconocimiento alguno, no faltan nombres que se han querido borrar de la Historia, etc.

Los repartos de honores nunca son inocentes por lo que las paradojas quedan a la vista de todos. Así pues enormes aportes pasaron desapercibidos permaneciendo en el anonimato; mientras que en algunos casos se conceden oropeles, aclamaciones y placas con nombres en gran tamaño para lo que no debió ser (en este mismos espacio nos referimos en una ocasión al afán de inauguracionismo https://habladuriacronicasdelocotidiano.blogspot.com/2014/06/inauguracionismo.html)

Como no podía ser de otra manera el ámbito de la cultura no es ajeno a esta cuestión, tal como lo pone de manifiesto Giovanni Papini.

Y quisiera creer que los mejores, entre nosotros, son los absolutamente desconocidos; no aquellos que asomáronse y renunciaron sino los que supieron ocultarse heroicamente en el anónimo, y a los que no es posible reconocer ni conocer.

Los más grandes poetas, los más certeros filósofos, los artistas menos imperfectos hállanse entre los desconocidos que pasan a nuestro lado por la calle, y que no figuran más que en el registro civil, ignorados en su verdadero ser incluso por los que todos los días comen con ellos, en la misma mesa.

Así es como, según Papini, es posible encontrarnos con “(…) un alma que no quiere perder la posesión de las estrellas por ir detrás de unas lentejuelas de carnaval.”

Aun cuando se han venido presentando cambios de consideración, la Historia continúa siendo muy arbitraria en sus modos de escribirse y llegados a este punto conviene evocar el conocido texto de Bertolt Brecht “Preguntas de un obrero que lee”   

¿Quién construyó Tebas, la de las siete Puertas?

En los libros aparecen los nombres de los reyes.

¿Arrastraron los reyes los bloques de piedra?

Y Babilonia, destruida tantas veces,

¿quién la volvió siempre a construir?

¿En qué casas

de la dorada Lima vivían los constructores?

¿A dónde fueron los albañiles la noche en que fue terminada la Muralla China?

La gran Roma

está llena de arcos de triunfo. ¿Quién los erigió?

¿Sobre quiénes

triunfaron los Césares?

¿Es que Bizancio, la tan cantada,

sólo tenía palacios para sus habitantes?

Hasta en la

legendaria Atlántida,

la noche en que el mar se la tragaba, los que se hundían,

gritaban llamando a sus esclavos.

El joven Alejandro conquistó la India.

¿Él solo?

César derrotó a los galos.

¿No llevaba siquiera cocinero?

Felipe de España lloró cuando su flota

Fue hundida. ¿No lloró nadie más?

Federico II venció en la Guerra de los Siete Años

¿Quién

venció además de él?

Cada página una victoria.

¿Quién cocinó el banquete de la victoria?

Cada diez años un gran hombre.

¿Quién pagó los gastos?

Tantas historias.

Tantas preguntas.


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