Vivimos en medio de vicisitudes que ocasionan grandes transformaciones en
diversos campos del acontecer. Es así que con frecuencia se alude a la incertidumbre,
imprevisibilidad, desafíos y retos de nuestro tiempo. Tal vez estas
consideraciones sean de las pocas que en lograr unanimidad.
Y sin querer restarle trascendencia a lo anterior, es posible advertir que en
muchos momentos de la historia se ha vivido con esta misma convicción asociada
a la irrupción de tiempos adversos. Al respecto Jorge Luis Borges señalaba: “Le
tocaron, como a todos los hombres, malos tiempos en que vivir”.
Azorín representa una pequeña muestra de ello cuando en 1951 afirmara: “Difícil
es en tiempos normales mantenerse ecuánimes (…); más difícil cuando el mundo
anda, como ahora, revuelto, soliviantado.”
Sin embargo, hubo quienes comprendieron que cambios y transformaciones
lejos de manifestar decadencia social podían ser el anuncio de nuevas
realidades más venturosas. Tal lo que se desprende de la conferencia “Defensa
del tiempo presente” pronunciada por Alberto Lasplaces en el Centro Protección
Chauffeurs de Montevideo en 1925.
Podremos
advertir que en nuestra época las ideas se discuten con empecinamiento y
entusiasmo y que las muchedumbres se muestran indecisas ante distintas
solicitaciones, sin saber qué camino tomar. Hay quien interpreta eso como un
signo de decadencia, como la iniciación de un verdadero caos.
Lasplaces
discrepa con esta manera de interpretar los acontecimientos.
A mí, al
contrario, me parece muy bueno. La nuestra es una época de transición colocada
entre un orden de ideas y realizaciones que ha cumplido ya con su misión
histórica, y otro orden de ideas y de realizaciones que alborea apenas y del
cual más o menos todos somos obreros e iniciadores.
Y propone
una mirada diferente al distanciarse de quienes hablaban de ruptura en la disciplina
social.
Los que
se espantan de nuestra inquietud, de la agitación vibrante en que vivimos, nos
censuran en nombre de la disciplina. Hasta ahora la disciplina no ha sido otra
cosa que sometimiento involuntario de los más a las atentatorias imposiciones
de los menos. A eso yo no le llamo disciplina sino despotismo. Lo que ansiamos
y buscamos nosotros es una disciplina consciente y razonada, a la cual se
adapte voluntariamente cada hombre.
Así pues
Alberto Lasplaces saludaba en su conferencia de 1925 el advenimiento de esta
nueva etapa que conduciría a una vida más plena. “La nuestra es una época de
libre examen. De ahí que en todas partes se discuta, y haya choque de ideas y
reñidos encuentros. Eso es vida. La disciplina como la entienden algunos sería
acatamiento, silencio y tristeza, es decir, muerte.”
Ojalá que
los cambios de nuestro tiempo también sean indicio del renacer de la vida.
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