martes, 16 de diciembre de 2025

Cuando no se ahorra en elogios

 

Restringir elogios ante ciertos libros es muestra de tacañería; Avelino Fierro huye de ello como de la peste al referirse a El cuaderno gris de Josep Pla. “Cuando acabé de leer El cuaderno gris -era allá por el 89- pensé que era imposible escribir mejor.”

De ahí -sostiene Fierro- que algunos escritores procuran encontrar consuelo formulando críticas a esa obra.

Ante su prosa certera, eficaz, sin vanidades, tan ceñida al asunto, hasta los estilistas más finos -producto, sin duda, de cierta envidia- tienen que poner reparos para no caer en la depresión o cambiar de oficio: que si no tuvo sentimientos y eso, claro, se nota; que si reescribió todo el Diario ya mayorcito y que nadie puede escribir así a los veinte; que si lo que hace es de habilidoso, mezclar bien, coger de Baroja y Azorín…

Según Fierro no es tarea sencilla encontrar el término adecuado que describa el estado que genera la lectura de El cuaderno gris.

¿Cómo queda uno después de leerlo? ¿Estupefacto, asombrado, admirado, sintiéndose estúpido, narcotizado, atónito, pasmado, maravillado, cautivado, embelesado, fascinado, embrujado, descompuesto, exangüe, exánime, ensobinado…? Pla daría con el adjetivo, y sería ajustado al estado de ánimo provocado y distinto de todos los que hemos apuntado.

Claro que, siguiendo su argumentación, no es la misma reacción la que produce en lector y escritor. “Soy lector y quedo embobado; si fuera escritor mataría por ello.”

Concluye Avelino Fierro

Creo que en las artes, al igual que en otros productos del espíritu o de la inteligencia humana, hay que admitir algunas supremacías, mal que les pese a algunos. Y si escribimos y tenemos que hacerle un pequeño esbozo a nuestro hombre, no andarnos con reparos ni contemplaciones, hay que alabarlo, vitorearlo y estar genuflexos. 

Y es hora que el propio Pla se haga presente.

Entre sus temas preferidos se encuentran los puertos y el mar, del que en un pasaje señala: “El mar parece haberse sentado tranquilamente en el horizonte”. Y en otro: “El cielo se ha roto y sobre el puerto desierto ha aparecido una luna que ha puesto un ribete amarillo y violáceo a las nubes circundantes. El viento marcero ha entrado fresco y ácido y ha hecho gemir las amarras.”

Sugerencia: si no ha leído El cuaderno gris, súmelo a sus intenciones para el nuevo año.

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