Tengo la impresión de que la presencia de la muerte en México es diferente a la que tiene en otros países. Pero no puedo avanzar mucho más porque al quererme explicar a qué se debe, me encuentro con expresiones muy difundidas con las que no estoy de acuerdo; me refiero a afirmaciones del tipo de: “la vida no vale nada”, “el mexicano se ríe de la muerte”, “en México la muerte es una fiesta”, etc.
Tal vez la diferencia estriba en la familiaridad que se tiene con la muerte, pero ello no quiere decir que no importe, que no se le tema, que no duela. Andrés Henestrosa, citado por Martha Chapa, comenta el sentimiento de su madre ante la muerte de su marido.
“Ese mismo día (el 11 de junio de 1911), a las cinco de la tarde, murió mi pobre padre. Aquí tengo —dice llevándose una mano al pecho y otra a la cabeza— las palabras con que Martina Henestrosa, Tina Man [su madre], lo enterró.” Y al llegar aquí Andrés suspira y solloza y repite palabra por palabra el lamento materno: “¿Por dónde iré para encontrarte? Yo no sé por dónde nace el sol, ni por dónde muere. Tú lo sabías y me guiabas. ¿Con quién dejaste, Arnulfo, las prendas que tanto amabas? Mañana sólo quedará de ti el recuerdo, el dulce nombre. Y comeré mi pan húmedo en llanto”.
Comenta Eulalio Ferrer que la conciencia del carácter efímero de la vida hay que buscarla en el pasado remoto y como prueba de ello cita versos atribuidos al rey poeta, Nezahualcóyotl ("Coyote hambriento"):
Lo de esta vida es prestado,
que en un instante lo hemos de dejar. […]
Aquí sólo venimos a conocernos,
sólo estamos de paso sobre la tierra.
Mientras que para las creencias judeo-cristiana la vida en el más allá tiene que ver con el comportamiento que tuvo la persona durante su existencia, para muchos pueblos indígenas la situación es muy distinta ya que el lugar a donde se va tiene que ver no con la forma en que se vivió sino en como se murió. En este entorno tener una muerte ordinaria no era buena cosa.
Hace mucho comencé a seguir los artículos de Germán Dehesa que en aquellos entonces se publicaban, si no me equivoco, en el Ovaciones. Con el paso del tiempo fui atestiguando y celebrando sus triunfos. Asistí a sus obras de teatro; en cierta ocasión participé en los desayunos que organizaba y allí fuimos presentados por una alumna común. Mis cursos no serían los mismos (serían mucho peores) si en ellos no hubiera incluido lecturas de los artículos de Germán. Hace unos cuantos años tuvo problemas cardíacos de consideración; superado el trance publicó su libro “Fallaste corazón”.
El 25 de agosto de 2010 en su columna cotidiana en el periódico Reforma comenzaba diciendo
Creo que no les he contado que estoy enfermo, seriamente enfermo. Tengo cáncer, pero hasta ahora la enfermedad no me ha producido ningún dolor insoportable. Trato de vivir sobre las puntitas de los pies, pues en mis delirios, imagino que si casi no hago ruido, la enfermedad no se va a percatar de mi presencia y me permita colarme a la vida que es a donde me gusta estar. Como quien dice, mi vida es casi secreta y su único nuevo rasgo que yo detecto es la impaciencia. Así pues, no tiene ningún sentido que me saluden de lejecitos, ni que me saquen la vuelta, ni ninguna patochada de ésas. Nadie tiene idea de cuándo será la terminación cronológica de mi vida, pero calcula la ciencia médica que esto ocurrirá hacia los finales de este año.
No es fácil hablar de la muerte con los familiares más cercanos, me imagino que aún menos es hacerlo con ese gran público que somos los lectores de Dehesa. Pero ni aún en el trance de dar tan mala noticia pudo prescindir de su agudo sentido del humor, por lo que continuaba diciendo
Espero distribuir generosamente entre el personal médico billetes de muy alta denominación, de modo que este plazo se vaya ampliando, por lo menos, hasta 2020. Si se puede obtener más, ahí lo dejo en manos del gobierno. Tengo mucha confianza en que nuestra burocracia acuse recibo de la solicitud en 2018, lo cual nos da margen para seguir resollando. Lo que desde ahora les puedo asegurar es que, mientras pueda yo menear la pluma y no comience a decir puros despropósitos y marihuanadas, aquí me tendrán siempre a sus canijas órdenes y a sus pies, si no les rugen, como solía decir la inmortal Borola Tacuche de Burrón.
Un poco más adelante agregaba: “No me estoy despidiendo. Yo espero que falte mucho como para que ocurra algo tan ingrato. Como en el teatro, esto es apenas la primera llamada, primera.”
Lamentablemente la segunda y la tercera llamada vinieron muy de prisa y Germán Dehesa murió el 2 de septiembre. México en tiempos tan difíciles y cuando más requerimos de pensadores incisivos e irónicos el destino nos juega chueco dado que desde hace unos meses comenzó esta triste secuencia de pérdidas: Carlos Montemayor, Carlos Monsiváis, Germán Dehesa. Seguramente los estudiosos podrían señalar diferencias de consideración entre ellos, pero algo les era común: formaban parte del reducido grupo de escritores de primera necesidad.
Dudo que haya otro país en que existan tantas maneras de referirse a la muerte. Eulalio Ferrer, retomando los estudios de Juan Miguel Lope Blanch, hizo una recopilación de estas expresiones.
En él se encuentran entre otros, los siguientes sinónimos de la palabra "muerte": parca, calaquita, pelona, calva, caneca, canica, cabezona, mocha, copetona, segadora, tolinga, jedionda, apestosa, dientona, la huesuda, la sin dientes, la mera dientona, la tembeleque, la sonrisas, la tostada, la flaca tilica, la fláutica, la dama de la guadaña, la danza del alba, doña osamenta, doña huesos, María Guadaña, patas de catre, patas de alambre, patas de hule, patas de popote, patas de ixtle, patas de araña, la lengua de hilacha, la pepenadora, la afanadora, la enlutada, la dama del velo, la impía, la novia fiel, la bien amada, la amada inmóvil, la cutacha, la siriquisiaca, la pesteada, la hora de la verdad, la hora, la hora de la hora, la mera hora, la pálida, la blanca, la polveda, la triste, la catrina, la llorona...Y la chingada, explicada por Octavio Paz en su conocida obra El laberinto de la soledad. Sin olvidar que, por una extraña referencia a la farsa inglesa estrenada por Brandon Thomas, en 1892, Charley's Aunt, en México también se conoce a la muerte como "la tía de las muchachas". Para muchos escritores mexicanos el mejor sobrenombre de ella pudiera ser "la fría", en tanto que el español Luis Carandell prefiera por su lado, llamarla "la cierta".
De una riqueza comunicativa sin igual, los dichos populares mexicanos concernientes a la muerte han convocado el interés de no pocos investigadores de la lengua. Algunos de estos dichos constituyen originales eufemismos mortuorios: "durmió el sueño de la tierra", "ya se peló", "ya se lo cafetearon", "colgó los tenis", "estiró la pata", "se petateó", "se le acabó la gasolina", "le falló la maquinaria", "quedó fuera de circulación", "entregó el equipo", "salió con los tenis por delante", "se puso la pijama de madera", etc. Expresiones en algunos casos muy cercanas a los eufemismos creados en otros países hispanoamericanos, como "fulano no volverá a ir en tranvía", "colgar los guantes" y "se olvidó de respirar" de Chile; "zutano pasó a la indiferencia" de Bolivia; "crepar" y "cantar para el carnero" de Argentina; "parar los tarros" de Colombia; "quebrar" y "raspar" de Venezuela; "cantar flor" de Uruguay; "tistear" y "volar" de Nicaragua; "patear la cubeta", "diñarla" y "espicharla" de Guatemala.
Sobre el mismo tema, Francisco Padrón también hizo una recopilación de las maneras de referirse a la muerte.
El poco respeto que infunde la muerte se deja ver en las denominaciones de que se dispone popularmente para llamarla. […]
Para indicar que alguna persona ha fallecido, existen infinidad de expresiones populares, no pocas de ellas muy vulgares. Las siguientes equivalen a haber muerto: Estiró la pata, dejó el pellejo, entregó la pelleja, entregó el equipo, entregó la herramienta, alzó los tenis, levantó los tenis, volteó los tenis, estiró la chancla, clavó el pico, se quedó serio, se quedó frío, se quedó tieso, se espichó, dio el changazo, ripió (de R.I.P.), cerró los ojos, acabó, mordió el polvo, entregó el alma, se noquió. Otras formas de decir lo mismo: ya estuvo pepe, se lo llevó la enlutada, se lo llevó candingas, se lo cargó la flaca, se lo cargó la pachona, se peló con la huesuda, le llegó la raya, se lo fildeó la pelona, se lo llevó la tía de las muchachas. […]
Queriendo decir que alguien murió, hay estas otras maneras de expresarlo: pegó botones, ya ahuecó, ya ahuecó el ala, peló gallo, se peló de casquete, se peló, mascó el freno, metió reversa, metió los frenos, salió de pies, se torció, se entiesó, se lo llevó el tren, se fue pa California, se fue p’al otro barrio, ni adiós dijo, se quedó vano, se lo llevó la tolinga, se amorteció, o se quedó toditito amortecido.
Para otros, todo esto se puede expresar indicando que ya cargó con su equipaje, que ya cargó con sus petacas, que ya levantó el puesto, que se petateó, que levantó su petate, que ya sacudió su petate, que perdió la zalea, y que estacó la zalea.
El mismo Francisco Padrón también reúne las maneras de expresar ya no la muerte, sino el asesinato.
No todos mueren de “muerte natural”, en su cama, rodeados de los suyos, y con tiempo para “arreglarse” con Dios y con el Notario, ni todos tienen muerte de ruco, como se dice de los que mueren de edad avanzada; no, hay otros que mueren a manos, o con la intervención, de otras gentes; es decir, no mueren en su petate, sino en forma violenta y criminal. La manera de morir se puede indicar por la forma que convenga al caso eligiendo entre las expresiones siguientes: se lo venadearon, se lo escabecharon, le dieron chicharrón, se lo madrugaron, se lo jumaron, lo cazaron, lo dejaron serio, se lo tronaron, se lo cafetearon, lo clarearon, le dieron a comer plomo, le dieron sus plomazos, le sonaron, se lo doblaron, se lo sembraron, lo enfriaron, le dieron su pasaporte, le sacaron su pasaje, se lo ripiaron, se lo soplaron, le sonaron la campana, lo despellejaron, le dieron su despelleje, se lo despacharon, lo mandaron p’al otro barrio, le picó la cócona (cuando es muerto por ametralladora), lo asilenciaron, lo quitaron de padecer, le dieron en la mera chapa, le dieron en la torre, le dejaron la boca fría, lo hicieron comer tierra, le dieron sus dos metros de tierra, le sacaron su boleto, le metieron sus píldoras (balas), le sonaron la matraca (ametralladora), le desconchinflaron el menudo (cuando el difunto recibió herida penetrante de vientre, con arma blanca), le dieron su chocolate, le dieron a guardar un fierro, comió fierro, le dieron su carbonato, le dieron pa’ su chíquete, le dieron la puntilla, le dieron el descabello, le metieron su alfiler (puñal), le dijeron adiós, lo mandaron p’al otro barrio, le tendieron su cama, le dieron su medicina, le dieron su atole, le dieron su merecido, le sacudieron el petate, le levantaron el puesto, le dieron su cloroformo, se lo almorzaron, le dieron su matarile, le dieron su agüita, lo amortecieron, le consiguieron su mortaja, le dieron mastuerzo.
Comenta Joaquín Antonio Peñalosa que según el licenciado Luis Cabrera, morir es el verbo más irregular que conjugamos en México: “Yo muero, tú falleces, él sucumbe, nosotros nos restiramos, vosotros os petatiáis, ellos se pelan”. Por otro lado están los refranes que aluden a la muerte, Eulalio Ferrer cita algunos:
El muerto y el arrimado a los tres días apestan.
Para cadáver el de Benito Juárez, todos los demás son puros muertos.
Primero muerto que cadáver.
Sobre el muerto las “Coronas” (en relación a la cerveza).
Sólo el que carga el cajón sabe lo que pesa el muerto.
Hay quienes afirman que lo que más les entristece de la posibilidad cierta de morir es no poder satisfacer su curiosidad en tanto a saber cómo siguen las cosas en este mundo. Un caso paradigmático de ello fue el de Luis Buñuel pero también es posible citar a Emilio García Riera: “me gustaría poder salir de la tumba que me aguarda sólo para comprar el diario y saber quién ganará el campeonato mundial de fútbol en el año 2022 (si es que todavía hay campeonato, y fútbol y mundo) o para enterarme de que los Estados Unidos se han vuelto socialistas y la URSS democrática”.
Tengo la impresión que los momentos que estamos atravesando y de los que da cuenta la prensa que ellos desearían poder consultar, dejarían muy tristes tanto a Buñuel como a García Riera.
1 comentario:
que pagina tan mas folklorica y tan chinguetas la verdad. Las unicas cosas seguras que tenemos en este rato de vida prestada son: los impuestos, el dolor y la muerte tolinga como le llaman alla en mi bello y colonial rancho de nueva vizcaya. saludos a todos los norteños y huestes de mi coronel y paisano Francisco Villa Arango
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