domingo, 12 de junio de 2011

Los reiterados anuncios del final

Es como el cuento del pastorcito mentiroso que en varias ocasiones incomodara a sus vecinos al mentir sobre la llegada del lobo y que el día en que la fiera en realidad se hizo presente, los gritos desesperados del pastorcito ya no fueron escuchados por aquellos vecinos cansados de tantas mentiras. 

Ilustración: Margarita Nava

Este es el riesgo que pudiera estar sucediendo con los múltiples finales anunciados que –felizmente- no se han concretado y que pudieran conducir a que si alguien tuviera la revelación exacta (la neta dirían los chavos de hace algunos años) del Apocalipsis probablemente ya no sería escuchado.

Algunas previsiones del final han sido fijadas para fechas comunes y corrientes pero la gran mayoría lo fueron en relación a años de cifras redondas. Basta ver la importancia que adjudicamos a los cumpleaños, a los finales e inicios de año, a los diferentes aniversarios, para saber que los seres humanos tenemos un marcado sentido calendárico. El almanaque nos hace ruido.

Teniendo en cuenta las diversas cronologías actualmente en uso, los anuncios del final aplican restricciones ya que su pertinencia está restringida a los límites en que impera determinado calendario. Es decir que las alertas cambian según uno se sitúe en zonas de diferentes tradiciones culturales y étnicas como náhuatl, maya, huichola, yaqui; ciertos territorios ya sea China, India, Occidente o bien en la zona de influencia de diversas religiones como el judaísmo, cristianismo e islamismo, por citar algunos ejemplos.

Así, sostienen los historiadores que en Occidente la llegada del año 1000 adquirió gran significación. Muchos predicadores se lanzaban a los caminos para convocar a sus hermanos para que se convirtieran a la vida buena, abandonaran sus comportamientos pecaminosos, con el objetivo de que el final los pudiera alcanzar en estado de gracia. Sin embargo, en ocasiones el tipo de comportamiento cosechado por estos exhortos fue en sentido contrario a lo que se proponían: fueron muchos los que ante el inminente final se desligaron de sus compromisos y obligaciones para dedicarse a la vida licenciosa, tal vez siguiendo la vieja invitación de que nos quiten lo bailado. Se abandonaron los trabajos, el cultivo del campo, la producción que carecía de sentido ante un mañana que se disolvería antes de llegar.

Pero contra los pronósticos el mañana llegó y con él se agregaron a las penurias usuales las ocasionadas por ese error de cálculo.

Cuenta Luis González y González que al acercarse el fin del siglo XIX en diversas comunidades del territorio mexicano se extendió un rumor anunciando que todo llegaba a su término y ello, como no es difícil comprender, provocó pánico. Para dar mayor credibilidad a la información extraoficial de que se disponía, se subrayaba que el anuncio provenía de sacerdotes, párrocos, obispos y probablemente se haya llegado a involucrar hasta al propio papa. Afirma Luis González y González, citado por Refugio Bautista Zane, que

Nadie quería quedarse sin confesión, y el padre no podía confesar a todos a la vez. Dijo que comenzaría con las madres que llevaran hijos en brazos. Se produjo gran escándalo en el templo cuando se descubrió que una mujer, en lugar de niño, abrazaba una almohada. Como quiera, ningún pecado de los feligreses quedó inconfeso. Durante tres días y tres noches, don Otón (el sacerdote) no se levantó del confesionario. Por fin llegó la terrorífica noche... Expirado el plazo fatal, el vecindario recobró la vida de antes.

Los anuncios incumplidos no solo han tenido que ver con el final de los tiempos sino también con la llegada de diversos Mesías que han faltado a la cita. En relación a Estados Unidos, José Antonio Marina comenta que las religiones adventistas habían predicho que Cristo descendería a la Tierra el 22 de octubre de 1844. No sucedió, pero tras las correcciones pertinentes los Testigos de Jehová predijeron que ello ocurriría en 1914. Tampoco sucedió (lo que sí llegó fue lo que en esa época se denominó la Gran Guerra, conocida posteriormente como Primera Guerra Mundial), pero eso no les hizo desconfiar de sus creencias, sino sólo posponer el hecho hasta 1915. Y según dicen los que saben de esto -afirma José Antonio Marina- por fin ocurrió lo esperado pero sin que las personas se dieran cuenta.

Las manifestaciones fatalistas también se hicieron presentes ante la llegada del año 2000 aunque para estas fechas la situación planteaba sus asegunes: que si el siglo XXI se iniciaba en 1999 o en el 2000, que el 2000 en realidad no era el 2000 dado los errores de cálculo del bueno de Dionisio el Breve (que parece serlo menos entre tantas mayúsculas) y otras tantas consideraciones.

Pasó la fecha tan temida y no aconteció nada. Bueno, en realidad no sucedió nada más terrible a lo que ya de por sí acaece en los diversos rumbos. Me imagino que la llegada del parte oficial bajo la forma clásica de “sin novedad” alegra a la mayoría de los mortales pero sume en cierta tristeza a los agoreros de esos apocalipsis incumplidos quienes ven menguado su crédito como profetas y deberán hacer los arreglos, acomodos y zurcidos invisibles que permitan que no desaparezca totalmente su prestigio como líderes de opinión.

Para el 21 de mayo de 2011, una vez más estaba anunciado el fin del mundo y aquí nos seguimos viendo. Pero no ganamos para sustos y apenas salimos de una cuando ya entramos en otra: se nos aproxima el 2012 que viene asociado a supuestas profecías mayas que anuncian el final de los tiempos.

Ya veremos, por lo pronto tengo esperanza que sea uno más de esos finales a los que hemos podido sobrevivir.

Ojalá y el pastorcito siga mintiendo.


No hay comentarios: