Se trata de construir la esperanza, porque como dice Carlos Liscano, estar a la espera de que las cosas cambien no significa tener esperanza; Vaclav Havel también se refiere a este punto cuando afirma que la esperanza está en no esperar. Aquí se da la paradoja de una "desesperación activa que inaugura la esperanza", dice Carlos Monsiváis.
Ilustración: Margarita Nava |
Difícil pero prioritaria la lucha por la recuperación de la alegría, de las ganas de luchar por una comunidad, un país, un continente, un mundo más justo, a sabiendas de que no son pocos los que pretenden desanimar todo intento de cambio. "El arte de nuestros enemigos es desmoralizar, entristecer a los pueblos. Los pueblos deprimidos no vencen. Por eso venimos a combatir por el país alegremente. Nada se puede hacer con la tristeza." (Arturo Jauretche) En relación con ello, muy grande es la responsabilidad de gobernantes que -contando con gran apoyo popular- llegaron al poder con programas alternativos y defraudaron las expectativas creadas; "cuánta razón tenía don Carlos Quijano, cuando decía que los pecados contra la esperanza son los únicos que no tienen perdón ni redención" (Eduardo Galeano).
Se cuenta que cuando los integrantes del Partido Socialista Obrero Español (en la etapa de Felipe González) dejaban el poder entre cargos y culpas de corruptelas, parecía haberse hecho realidad la aclaración anarcosindicalista de Federica Fontseny. "¡Federica, Federica -gritaban los jóvenes-, el socialismo ha tomado el poder" No, les respondería: "el poder ha tomado al socialismo."
Se requieren cambios reales (a diferencia de lo que ofrecen "los servidores de pasado en copa nueva” Silvio Rodríguez en La Masa), que fortalezcan a la esperanza.
Tomado del libro “El mundo actual y sus desafíos” de Gerardo Mendive
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