No deja de ser curioso que por una parte las costumbres de otros tiempos nos resulten difíciles de comprender y -en más de una ocasión- nos muevan a la burla, mientras que por otro lado no somos tan críticos con los modelos contemporáneos.
Ilustración: Margarita Nava |
Así, hay quienes hacen esfuerzos desmedidos para aproximarse lo más posible al ideal de belleza vigente; Jean-Claude Guillebaud se refiere al verdadero sufrimiento que se deriva de ciertas modas y cuidados del cuerpo cuya dureza sorprendería a nuestros antepasados. "Las obsesiones dietéticas, la tiranía de la 'línea', el orden incansable del look, la medicalización de la menor actividad, la obligación de las marcas deportivas (…).
Se alude con frecuencia a la bulimia y la anorexia, pero no hay que perder de vista otros trastornos como la ortorexia (cuidado excesivo por comer sano) y la vigorexia (exigencia desmedida en tener un cuerpo musculoso y por tanto consumir muchas proteínas). En algunos estratos sociales pareciera que el culto al cuerpo se ha transformado en una verdadera obsesión que alimenta a un mercado floreciente.
Se alude con frecuencia a la bulimia y la anorexia, pero no hay que perder de vista otros trastornos como la ortorexia (cuidado excesivo por comer sano) y la vigorexia (exigencia desmedida en tener un cuerpo musculoso y por tanto consumir muchas proteínas). En algunos estratos sociales pareciera que el culto al cuerpo se ha transformado en una verdadera obsesión que alimenta a un mercado floreciente.
Escuchado hace poco, un domingo, bastante después de mediodía, en un restaurante que se iba vaciando. Los padres de la chica le preguntaron qué quería para su cumpleaños. Ustedes ya saben, dijo la chica, la operación que me prometieron el año pasado cuando cumplí catorce.
Le ofrecieron, en cambio y para ver si la convencían, un mes en una playa del Caribe, vacaciones de ski para ella y una amiga, clases particulares de patín aeróbico o de ala delta (...). Quiero la operación, insistió la chica. Me parece que tus caderas están bastante desarrolladas para tu edad, razonó la madre. No me gusta mi trasero, aseguró la chica. No le veo nada de particular, dijo el hermanito. Precisamente, dijo la muy terca. Sos muy chica para decidir, dijo el padre. Todas mis amigas se hicieron algo o se van a hacer algo para festejar los quince, y yo no quiero ser la única estúpida. Lo estúpido es operarse, dijo el hermanito, con lo que debe doler. Nadie me entiende, dijo la chica.
El padre se puso serio: te entendemos perfectamente; a nadie se le puede negar ese derecho, pero sale carísimo. Más caro va a salir que a mí no me quiera nadie, no me saquen fotos en la playa ni salga en las revistas. Caro va a ser eso, puro gasto de terapia y sin que yo pueda trabajar de nada cuando sea más grande. Algo de razón tiene en eso, dijo la madre. (...)
Está bien, dijo el padre, pero no pidas otra cosa hasta los dieciocho. (...) (Beatriz Sarlo)
El cuidado extremo del cuerpo -verdadera adicción en algunos casos- invita a una serie de consideraciones que van mucho más allá de lo estético, por ejemplo, Esther Díaz afirma que muchas mujeres, a fuerza de portar los mismos rasgos quirúrgicos, parecen ser clones. La publicidad toma nota de esta multiplicación de las cirugías estéticas que procuran detener los efectos del paso del tiempo o bien mejorar las condiciones naturales. "Grandes carteles callejeros anuncian un sujetador [sostén, brassier] en la ciudad de México; se ve la foto de una chica luciendo la prenda con donaire, y junto a ella aparece la siguiente frase: 'Es ¡como operado!'
Fíjense bien: Lo que se valora del sujetador, con mucha interjección y letra gorda, es que deja los senos como de plástico. Es lo sucedáneo como opción preferible a lo real, es el triunfo de la falsificación sobre lo verdadero." (Rosa Montero).
Texto tomado de “La Persona y sus desfíos” de Gerardo Mendive, México 2006 © 03-2006-051611133000-01
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