martes, 8 de enero de 2013

El afilador


En el pasado existieron oficios que se han ido extinguiendo como es el caso del colchonero quien, con su sofisticado equipo, recorría los barrios ofreciendo sus servicios. También desapareció el vigía que desde un mirador situado en las alturas anunciaba los barcos que entrando en la bahía se aproximaban a puerto. Y la lista podría seguir.
 
Existe otra categoría, la de los oficios que aún con muchas dificultades logran sobrevivir en estos tiempos de posmodernidad. En este grupo podemos incluir el de relojero, amenazado por el hecho de que los relojes cada vez se descomponen con menor frecuencia así como por el abandono de la vieja costumbre de tener el mismo a lo largo de la vida.
 
El afilador es otro de los oficios sobrevivientes. Hace muchos años su presencia se distinguía por el sonido inconfundible que producía con un pequeño instrumento de viento que sólo poseían los miembros de este gremio. Por cierto que los distintos momentos históricos tienen sus propios colores y sonidos; Román Gubern se refiere al caso de Barcelona.
 

Percibo los años cuarenta de color sepia, como una vieja foto erosionada por el tiempo, pero acompañada de una banda sonora que la ancla en su momento. Cada época tiene su universo acústico y aquel universo de ruidos ha desaparecido para siempre: el prolongado silbido modulado del afilador, las palmas nocturnas para llamar al sereno, sus golpes de chuzo como respuesta y el tintineo de sus llaves, los cláxones desafinados de los coches, los pitidos de los guardias, el chirriar de las ruedas de los tranvías en las curvas y sus timbrazos antes de arrancar, la música aguda y estridente de los gramófonos de aguja, los gritos del trapero ambulante...

 
Volviendo al caso del afilador hay quienes incurren en el error de pensar que se trata de un oficio sin riesgos. Al respecto dice Marius Serra. “Siempre pensé que la profesión de afilador era temeraria. Silbar para que la clientela de determinados barrios baje con un cuchillo en la mano ya parece demasiado arriesgado como para encima ponerse a afilar con aquella prodigiosa Mobylette que rodaba incluso estando parada.”
 
Entre los resistentes de este oficio hay quienes recorren los barrios a pie empujando su carro de madera que tiene una gran rueda accionada por pedal pero también están los acomodados, aquellos que hacen su ruta en bicicleta. En relación a uno de ellos dice Herson Barona.Vi a un afilador sobre su bicicleta, pedaleando en sentido contrario, como si quisiera regresar el tiempo. Sabe que se extingue.”
 
Afilador que resistes los embates del tiempo, no dejes de pedalear aunque todo parezca indicar que esta carrera la tienes perdida.

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