martes, 21 de mayo de 2013

¿Cómo está?


Pregunta de cajón que viene en paquete con el saludo tradicional: ¡hola! En realidad se trata de un formalismo ya que por lo general ni el que pregunta tendría el tiempo suficiente para escuchar una larga exposición, ni el que responde el tiempo o la disposición para realizar un autodiagnóstico a fondo o un inventario personal. Es así que solo queda lugar para una serie de respuestas sintéticas prefabricadas y que recorren un amplio espectro: “muy bien”, “bien”, “más o menos”, “ahí la voy llevando”, “tirando”, “mal”, “de la chingada”. Este repertorio posee también respuestas ambiguas y que prometen mayor información, pero ahí se quedan. Son del tipo de: “¡si te contara…!”. No faltan las irónicas: “bien… ¿o te cuento?”

Asimismo existen respuestas ingratas como: “y…, no me puedo quejar”. ¡Pobre!, todo un profesional de la queja al que la vida no le está dando la posibilidad de ejercer.

Pero no se vaya a creer que no hay salida: aun en terrenos tan formales es posible innovar. Pocos son los que lo intentan y Edgardo Cozarinsky ofrece un ejemplo de ello.

Marthe Lahovary, la legendaria princesa Bibesco que aspiró a la amistad de Proust y fue asidua memorialista, estaba invitada a pasar la Nochebuena de 1937 en casa de su amiga Enid Bagnold, en Rottingdean, Sussex. Al reconocer en un anciano tembloroso y vacilante que se acerca a saludarla al venerable novelista Maurice Baring, le dirige la convencional pregunta: "How are you, my dear friend?". No esperaba recibir una respuesta sincera, informativa, precisa: "Soy un juguete roto. Por más que me den cuerda no pueden hacerme funcionar. Ya no puedo leer, ya no puedo caminar, ya no puedo dormir, ya no puedo escribir. Por lo demás, mi salud general es perfecta.".

Una verdadera joya del género: concisa, profunda, irónica.

Y a todo esto, usted ¿cómo está?

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