martes, 9 de julio de 2013

Tierra de compadres


En México el compadrazgo es una tradición que se las trae, tan es así que Joaquín Antonio Peñalosa se refiere a “la insigne y nacional institución del compadrazgo” a la que analiza en forma pormenorizada.

No hay mexicano que no haya soñado tener al menos un compadre, una comadre y un ahijado. Algunos hacen colección.
Don Luis Berruecos, que publicó por 1977 una interesante investigación sobre El compadrazgo en América Latina (análisis antropológico de 106 casos), cuenta que en la sierra de Puebla se topó con un varón muy prestigiado que tenía nada menos que 102 ahijados, era de hecho el dueño del pueblo.
Aunque puede barruntarse una especie de compadrazgo en el mundo azteca y maya, irrumpe aquí con la llegada de los evangelizadores y la implantación del cristianismo; ya que el auténtico compadrazgo es el parentesco que contraen con los padres de una criatura, los padrinos que la llevan a bautizar o a confirmar. Pero fue tanto el éxito del compadrazgo, que si por ley eclesiástica se urgía únicamente en el bautismo y en la confirmación, enseguida se extendió a otros sacramentos. Y así hubo padrinos de matrimonio, que en realidad son testigos; padrinos de primera comunión, ordenación sacerdotal y aun unción de los enfermos. Todavía en algunos lugares del país, la persona que trae al sacerdote para que ayude a bien morir al enfermo, se considera padrino del moribundo.
Del ámbito de los sacramentos, el compadrazgo se extendió a diversos ritos y ceremonias religiosas secundarias: padrinos de bendición de imágenes, escapularios, bendición de casas y vehículos; padrinos de presentación del niño de tres años al templo o de la señorita que, entre gasas color de rosa, agradece cumplir los quince años. En el norte del país, la quinceañera invita madrinas a porrillo, a título de pedigüeña disfrazada; pues hay madrina de misa, de pastel, de salón de belleza, de fotografía, de orquesta, de bocadillos y de cubas libres. Una sola quinceañera, en una sola noche, es capaz de fabricar comadres como arenas tiene la playa y estrellas del cielo, este “jardín azul de margaritas de oro”.

 
Existe también un padrinazgo laico que surge de la convivencia y por el solo gusto. Es un verdadero privilegio esto de tener compadres con los que se puede contar tanto en los momentos complicados como festivos de la vida y quienes, a su vez, saben que pueden contar con uno. Peñalosa también se refiere a ello.
 
Por imitación y contagio de las situaciones estrictamente religiosas, el compadrazgo salió del templo a la calle, hecho un compadrazgo laico y profano, como el padrino de graduación en actos académicos, o la madrina del equipo de futbol que camina muy oronda con un ramo de flores en la mano al frente de los "Correcaminos"; en algunas zonas campesinas, existe todavía el compadrazgo motivado por el primer corte de pelo del niño, el primer corte de uñas, o la perforación de las orejas de las niñas para poner los aretes.

 
Tanto en lo religioso como en lo laico la elección de padrinos amerita grandes deliberaciones. Una vez decidido el punto se comunica al interesado (o no, ya que más da) quien luego de una resistencia menor acepta con honor la distinción de que ha sido objeto. Una vez más, recurrimos a Joaquín Antonio Peñalosa.
 
La elección de compadres es asunto de estado, se rastrea el horizonte con telescopio, se barajan nombres, se hila muy delgado en la selección; porque a falta de padres, padrinos. A veces se elige a miembros de la misma familia, que más vale lo malo por conocido, con lo que se ahondan los lazos de sangre. A veces se eligen personas sin afinidad genealógica para hacerlas en seguida parientes voluntarios. En cualquier caso, los padrinos han de ser gente honorable, si queda por ahí, y de ser posible, con nombradía social, bienes de fortuna y contactos políticos. Sin perchas de donde asirse, ¿qué vida flotante le espera al mexicano, sino la misma triste historia de su moneda?
Lo más seguro es que acepten los invitados para compadres, previas excusas de indignidad. ¿Compadre yo? Aunque no sea la persona indicada, acepto el honor que usted me hace. Un abrazo sella el compromiso y una copita, una tras otra, de las primeras que un futuro feliz depara a los flamantes compadres.
Quizá mucho más que las relaciones padrino-ahijado, sean especialmente intensas las relaciones entre compadres, cuya cálida amistad va tejida de respeto y cariño, traducida en favores, obsequios y meriendas, tal como si hubiera surgido un mandamiento nuevo: "Amarás al compadre sobre todas las cosas y a la comadre como a ti mismo" .

 
Por supuesto que no podía faltar la chacota manifiesta en el dicho popular: “compadre que a la comadre no le anda por las caderas, no es compadre de a deveras”.
 
En la vida política las relaciones de compadrazgo también cuentan con una larga historia y pueden caer en situaciones casi –o sin el casi- delictuosas. Hubo gobernantes que destacaron en este rubro. Enrique Fernández Ledesma refiere uno de estos casos.
 
Era Santa Anna aficionado a los compadrazgos. Le encantaban las alianzas de este género no sólo con gente de campanillas sociales, sino hasta con pobres diablos que, en un apuro económico y no sabiendo cómo bautizar al hijo, tenían la audacia de acudir, por medio de los pomposos memoriales de la época, a la muy magnífica y paternal generosidad de Su Excelencia... El Dictador contestaba siempre que sería el padrino de la criatura. Y esto daba pie para que el bateo se celebrase con derroches y excesos -a menudo no muy propios de un bautizo- en algún patio o saleta de los barrios bajos.
Pero también el héroe de Tampico gustaba de hacer aproximaciones y de anudar vínculos en las altas esferas. (…)
Su Alteza era compadre de las más encumbradas señoras de aquellos tiempos. Compadre, ¿de qué?... De matrimonio, de bautizo, de confirmación, del estreno de un jardín, de la apertura de un camino, de la bendición de un carruaje o de la partición de una torta de Reyes...

 
A esta situación de favorecer exclusivamente a los compadres aludió el general Lázaro Cárdenas:  “Señores, la justicia hay que defenderla más allá del huerto de mi compadre.” Los ejemplos contemporáneos de favoritismos del compadrazgo sobran; Sara Sefchovich se refiere a uno de ellos. 
 
(...) cuando el gobernador de Nayarit pudo hacerlo, colocó a sus amigos y compadres en puestos públicos y cínicamente dijo “que ninguno de los señalados era familiar directo” y agregó “tengo entendido que los compadres de un gobernador no tienen impedimento alguno para desempeñar un cargo público” [octubre 2002]. ¡Con razón el premio Nobel de Economía Gary Becker dice que el nuestro es un “capitalismo de compadres”!

 
Hay políticos que son tan generosos que reparten prebendas no sólo entre sus compadres sino entre todos sus amigos (no sea cosa de hacer odiosas distinciones). Alfonso Zárate cita un caso que no tiene desperdicio.

 
La política, dicen unos, se hace con los amigos. Hace muchos años escuché a El Colorado Sánchez Mireles soltar la frase: “A mí me acusan de que cuando dirigí el ISSSTE beneficié a mis amigos. ¿Pos qué querían?, ¿que beneficiara a mis enemigos?”. El sofisma es evidente. Vale repetir la frase: “Es más fácil convertir en amigo a un funcionario honesto, capaz y patriota, que convertir a un amigo en funcionario honesto, capaz y patriota”.
 
Así las cosas no cabe duda que el compadrazgo ocupa un lugar muy importante en la dinámica social. Nuevamente es Joaquín Antonio Peñalosa quien aclara el punto.

Gracias a estas relaciones institucionalizadas, el compadrazgo en México ha sido una fuerza integradora de la sociedad, puesto que al ensanchar el círculo familiar, establece toda una red de vasos comunicantes entre diversos grupos que se solidarizan para siempre; se multiplican las relaciones religiosas, sociales y económicas; y las camarillas políticas se refuerzan y perpetúan disfrazando un peligroso nepotismo en un sutil juego de compadres.

 
En este estado de cosas, ¡pobre de aquél que esté huérfano de padrinos!

 
El padrinazgo también se hace presente en las organizaciones delictivas del hoy llamado crimen organizado (¡vaya expresión!). El Padrino en la mafia (figura identificada con Marlon Brando por su brillante papel protagónico en la película así titulada) adquiere una relación muy estrecha con cada uno de sus subordinados y en este caso el vínculo está caracterizado por un concepto muy peculiar de lealtad.

 
En fin, el camino es muy largo entre el ayer y el hoy en este tema del padrinazgo.

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