jueves, 29 de agosto de 2013

El Capital


A juzgar por lo voluminoso de la obra y lo complejo de la temática abordada, no cabe duda del enorme esfuerzo de Karl Marx al escribir El Capital. Y por si ello fuera poco también tuvo que encargarse de diseñar, de acuerdo a lo que afirma Gabriel Zaid, la estrategia de difusión que le permitiera completar la edición de su trabajo.

Marx se quejaba en 1862 de "La conspiration de silence con que me honra la canalla literaria". Quizá por esto, cinco años después, organizó una conspiración para que se aplaudiera El capital: "Del celo y la habilidad de mis amigos de partido en Alemania depende, pues, el que el segundo tomo aparezca pronto o se retrase (...) no depende de las verdaderas críticas, sino, para decirlo lisa y llanamente, de que se sepa agitar la cosa, armar mucho ruido" (cartas a Kugelmann del 28 XII 62 y 11 X 67, traducción de Wenceslao Roces).    
                                              
Ahora bien pocos libros alcanzan la unanimidad que logra El Capital en cuanto a la aridez de su lectura (lo que de ninguna manera pone en tela de juicio el valor de los conceptos allí desarrollados).

Una prueba de lo aquí afirmado la proporciona Pío Baroja hacia fines de la primera mitad del siglo XX.
 
¡Qué obrero corriente va a leer El Capital, de Marx, y a desentrañarlo! Casi ninguno.
Tiene que ser un trabajo difícil meterle el diente a un libro largo, engorroso, pesado. Esto lo hacen los profesores de economía porque les sirve para las oposiciones, para las conferencias, para defender o atacar teorías, para explicar esto o lo otro; pero para los obreros y los curiosos, no.
Nadie se pone a descifrar un libro oscuro y pesado por puro diletantismo. (…)
Hacia el año 34 ó 35 se publicó una traducción íntegra de El Capital, probablemente la única. Era un volumen grueso. Yo estuve en varias librerías, y sobre todo en librerías de lance, y pregunté si se vendía entre el público. Nada o casi nada.
Probablemente, el libro iría a parar a dependencias del Estado, a centros obreros; yo no vi a nadie que lo comprara. Si hubiera visto obreros que adquirían el libro me hubiera fijado en ello.

Estas observaciones le permitieron a Baroja concluir que Marx habría influido poco en el marxismo español.
 
Yo creo que no habrá cien personas en España que hayan leído entero El Capital, de Karl Marx. Se puede afirmar y parecerá una paradoja que Karl Marx no ha influido en el marxismo de España.
Muchos se considerarán marxistas porque habrán leído artículos, habrán oído discursos y esto les basta.

Para el caso de México -si tomamos como muestra la experiencia de Renato Leduc citado por José Ramón Garmabella- la situación no parece ser muy distinta.
 
(...) confieso que una vez compré los tres tomos de El Capital que editó el Fondo de Cultura Económica y como me resultó tan aburrido, leí apenas el primer tomo y después le regalé la obra a mi hija.
Y es que el mentado Capital es aburrido y pesado como la chingada, al grado que el mismo Fidel Castro alguna vez llegó a declarar que sólo había leído hasta la mitad del primer tomo.

Pero -siempre siguiendo el testimonio de Renato Leduc- toda situación es factible de empeorar.
 
Por eso, cuando una vez en una librería encontré un libro titulado Para leer el Capital del que era autor el francés Louis Althusser, no dudé en adquirirlo para ver si así podía entender cabalmente el texto principal del comunismo.
Sin embargo, cuando apenas comencé a leerlo, tuve que volver sobre El Capital para ver si así podía entender al cabrón de Althusser...

No son muchos quienes aceptan haber leído la obra; tal es el caso de Eduardo Galeano quien comenta lo que le aconteció al concluir su exilio en Argentina y previo a iniciar el de España.

Cuando me estaba yendo de la Argentina empecé a escribir “Días y noches de amor y de guerra”. Lo terminé en España. Tiene (…) un umbral (...) de Marx: "En la historia, como en la naturaleza, la podredumbre es la fuente de la vida". A mí siempre me pareció una definición perfecta de lo que es la dialéctica. Bueno, el libro se publica en español y cuando empiezan las versiones en otras lenguas el traductor alemán, con germánico sentido de la responsabilidad de su oficio, me dice: "Estoy buscando la frase y no la encuentro. ¿De dónde la sacaste?". Le dije que la buscaría. Yo de verdad que leí a Marx. Incluso El Capital, con un profesor argentino. Me puse a hurgar y nada. Al final me di cuenta de que estaba dedicando mi vida a buscar esa frase. Le dije al alemán: "Me vas a perdonar. No sé de dónde viene. Si querés ponela y si no sacala". Y el alemán me dijo que la dejaría porque la frase era muy buena. Y ahí llegué a la conclusión de que la frase era de Marx pero se había olvidado de escribirla. Era mi resumen de lo que yo mismo había leído. Y eso es lo más importante que uno puede recibir como herencia: la certeza de que la contradicción es la fuente de la esperanza, porque de todo lo peor viene lo mejor.
 
De esta manera El Capital parece oscilar entre quienes habiéndolo intentado no pudieron leerlo y quienes habiéndolo leído no encontraron allí lo que buscaban.

¡Si don Karl lo supiera… con todo el trabajo que se tomó!

1 comentario:

Pancho Bustamante dijo...

Para mí El Capital es un libro tan pesado que ni siquiera me he dignado tenerlo entre mis manos, se me caería.

Ahora, Galeano. Siempre el mismo petulante engreído, no sólo tiene la tupé de decir que leyo el libro que nadie leyó (habría que ponerle un examen) si no que lo interpretó al punto de extraer conclusiones que ni el propio autor formuló. ¡Qué tupé la de este pavo real! Ahora, por lo que me contó un amigo que sufrió los métodos de Eduardo Hughes Galeano cuando le robó un relato, pero para cuidarse las apariencias lo hizo aparecer en él como testigo, estas trapacerías son habituales en este renombrado plumífero. Aunque no dejo de reconocerle la maestría en el manejo de la pluma, al extremo que es capaz de embellecer lo que roba.