jueves, 3 de octubre de 2013

En tiempos de lluvia

La temporada de lluvias es esperada con emoción luego de los muchos meses de sequía y cuando a las tierras ya les urge un poco de agua. Sucede que a veces las lluvias son excesivas y cuando el agua es demasiada los daños son de consideración.
 
Cuenta Álvaro Cunqueiro acerca de la existencia entre los gaélicos de algunas prácticas que procuraban detener las lluvias.
Lady Augusta Gregory se ha referido una vez a ciertas prácticas mágicas de los gaélicos antiguos contra la lluvia. Algunas de las cuales exigen que previamente se identifique un culpable, que lo había, del temporal pluvioso. En tiempos de las persecuciones de los paganos contra los primeros cristianos, éstos eran acusados de los chaparrones y las inundaciones. Se refiere a ello Tertuliano, citando aquello de pluvia cadet, causa christiani sunt. Llueve, la culpa es de los cristianos. Y en seguida venía la degollina. Esto de los mártires y la meteorología está sin estudiar.
Añade Cunqueiro que por aquellos entonces la abundancia de agua era vinculada a la melancolía, a la añoranza, por lo que el antídoto era la sonrisa que alejara la nostalgia.
 
(…) identificado el culpable de las grandes lluvias en la isla de San Patricio, se averiguaba por qué era pluvioso. Fagha Fiona, por ejemplo, producía nieblas y grandes lluvias cuando se ponía melancólico y añoraba los años pasados en Ceash como paje de la hermosa Guendola. Comenzaba la cenicienta neblina por envolverlo a él, espumilla de la memoria de los alegres días, y después envolvía su reino y finalmente toda la isla y el gran mar. (…)
Y volviendo a Fagha Fiona, hubo que convencerlo de que hiciese un viaje a Ceash, donde todavía vivía Guendola, sentada en la solana, enrollando hojas de menta seca y diciendo adiós con un pañuelo rojo a los viajeros. Guendola era ya una anciana, el pelo blanco, pero conservaba toda la dentadura y aún tenía los labios frescos y colorados. Fagha no se atrevió a acercarse a ella, porque vestía un traje viejo y mendado, pero le habló desde detrás de la cerca que hacían al jardín de la dama los varales en los que se enredaba el lúpulo. Recordaron ambos veranos pasados y Guendola sonrió. Desde entonces Fagha dejó de ser pluvioso y cada vez que recordaba los días de Ceash recordaba la sonrisa de Guendola, y entonces, aunque fuese en el medio del cruel invierno, se abría sobre el mundo una hermosa hora de dulce sol.
Concluye Álvaro Cunqueiro en la necesidad apremiante de luchar contra la tristeza para lograr detener a las aguas.
Actualizando el pensamiento de aquellos magos célticos, siempre además poetas en voz alta y arpistas estrepitosos, se podría afirmar que una concentración en un punto determinado de media docena de tristes y angustiados puede producir un día de intensa lluvia. Probablemente si encima son literatos, las lluvias serán más fuertes. Habría que buscarles a los tristes memorias alegres para que cesasen las lluvias.
Para como están las cosas es posible que esta temporada de lluvias tan abundantes esté vinculada a la tristeza que nos habita por estos días.

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