martes, 21 de enero de 2014

Los (in)justos títulos


Un título no es garantía, tan solo el punto de partida que permite ofrecer a un profesional o técnico el privilegio de la duda acerca de sus competencias en relación a determinado campo del conocimiento.  Ello –y es lo más importante- deberá ser refrendado por los resultados obtenidos a lo largo de su práctica. Hasta no hace mucho el título fue considerado como el final de un camino; para hoy las cosas han cambiado dada la velocidad en la caducidad del conocimiento, lo que exige estar en formación permanente.
Hacerse de un título no es garantía para conseguir trabajo pero en ocasiones no deja de ser una ventaja por sobre aquellos que no lo tienen. De allí la relevancia que adquiere y que se manifiesta de diversas maneras según el entorno. Hay familias con largo historial de títulos por lo que uno nuevo es una alegría, pero no constituye una sorpresa. Hay otras en que el título del hijo es el primero que se obtiene, lo que equivale a un acontecimiento de grandes dimensiones. Una manifestación de ello se puede observar en la puerta de la Dirección General de Profesiones de la Av. Insurgentes: en el primer caso viene el flamante profesional a retirar el título, en el segundo lo hace acompañado de buena parte de la familia y sus caras reflejan una mezcla de solemnidad y de alegría. En uno y otro caso el título evidencia el esfuerzo realizado a lo largo de años.
Muy lejos de lo anterior está el caso de quienes aspiran al título sin haber realizado los estudios pertinentes. Ello ha dado lugar al surgimiento, desde hace mucho tiempo, de un verdadero mercado de falsos que ha ido cambiando de estrategias con el paso del tiempo. Cada tanto la prensa da cuenta que las autoridades lograron detener a un grupo de (ir)responsables dedicados a este negocio. Tal es el caso del artículo de María de la Luz González publicado en El Universal del 25 de julio de 2010.
Títulos de médico, en oferta por Internet.
(…) Una red de falsificadores de certificados de estudios y títulos profesionales, que fue denunciada y perseguida penalmente desde hace seis años, ha sobrevivido y crecido gracias a internet. Su más reciente oferta es el Examen Nacional de Aspirantes a Residencias Médicas (ENARM) 2010.
Entre los documentos “originales” y “apócrifos” que ofrecen en venta hay desde licenciaturas incluida medicina, con un costo de 68 mil pesos, universidades y de la generación que sea, a precios que van de los 12 mil a los 45 mil pesos, respaldados con historial académico, certificado de estudios y cédula profesional. El ENARM vale 75 mil pesos.
Los vendedores, que dicen ser docentes de diferentes instituciones educativas, explican que los títulos “oficiales y originales” se entregan en un plazo de tres a seis meses, aunque también manejan “apócrifos”, que “ojo, sólo te sirven para conseguir trabajo; ‘ifes’ (credenciales de elector), cédulas, licencias para conducir y actas de nacimiento”.
Ofrecen además “un descuento sustancial en el trámite” para quienes ya cursaron parcialmente una carrera.
La Subsecretaría de Educación Superior y la Dirección General de Profesiones de la Secretaría de Educación Pública (SEP) rechazaron que se puedan ofrecer documentos originales, pues éstos siguen un estricto proceso de validación que incluye el registro de formatos de los documentos expedidos por cada institución educativa y hasta el tipo de papel.
Sin embargo, el 19 de julio fue detenido en Puebla José Báez Jiménez, guardia de seguridad interna de la Benemérita Universidad Autónoma de Puebla (BUAP), cuando cerraba un trato de venta de certificados expedidos por esa institución. Se le incautó un formato de título profesional de la licenciatura de ingeniería en sistemas computacionales con logotipos de esa escuela.
Entre 2002 y 2006 la SEP presentó ante la Procuraduría General de la República 2 mil 10 denuncias por falsificación de certificados y títulos profesionales, mientras que la UNAM detectó mil 53 documentos apócrifos e hizo las denuncias correspondientes.
Y uno queda un poco atemorizado con noticias de este tipo. No me queda más que tener confianza en cuanto a que los profesionales a quienes recurro con frecuencia (¡en particular médicos y odontólogos!) hayan obtenido sus títulos en justa lid.

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