martes, 4 de febrero de 2014

Los voladores de Papantla


No es posible acostumbrarse al ritual que desarrollan los llamados voladores de Papantla, ya sea en Teotihuacan, en el Museo de Antropología, en Coyoacán, o donde haya oportunidad de verlos en acción. Estremece escuchar el sonido del tambor y la flauta ejecutados por el danzante que se encuentra en la parte superior del palo, mientras da pequeños saltos en la diminuta base que lo protege del vacío. Es probable que pronto esta ceremonia ritual sea declarada parte del Patrimonio Cultural Inmaterial de la Humanidad.
 
Como muchas de las tradiciones que se representan en lugares turísticos, corre el riesgo de ir perdiendo su sentido religioso para convertirse en espectáculo comercial. Narciso Hernández, citado por Arturo García Hernández, da cuenta del origen y significado de la ceremonia.
 
(Narciso) Hernández (…) refirió la leyenda que habla del origen de la ceremonia: hubo una vez una fuerte sequía que causaba muerte y hambre. Un grupo de viejos sabios encontró que la razón de la sequía era que los dioses estaban enojados porque los hombres no eran agradecidos.
Entonces se dieron a la tarea de buscar a cinco jóvenes castos para localizar y cortar el árbol más alto, recio y recto del monte y utilizarlo en un ritual con música y danza. Así, uno de los jóvenes se paraba en la punta del tronco –para estar más cerca de los dioses- y tocaba una flauta mientras los otros cuatro descendían girando alrededor, con el fin de convencer a los dioses para que hicieran llover y la tierra recuperara su fertilidad.
Los jóvenes que descienden representan los cuatro puntos cardinales y los cuatro elementos naturales: agua, tierra, viento y fuego.
 
Arturo García Hernández comenta que ante el riesgo que esta tradición pudiera perderse, hace unos años se formó la Escuela de Voladores.
 
Entre las acciones que contempla el Plan de Salvaguarda está el fortalecimiento de la Escuela de Voladores que ya existe y en la cual niños, jóvenes e incluso ancianos aprenden la historia y el significado ritual, además de que se les imbuye del profundo sentido espiritual que tiene. (…)
Cruz Ramírez Vega, director de la Escuela de Voladores, explicó que no hay un tiempo determinado para aprender a volar y todo lo que implica, porque la enseñanza va mucho más allá de la técnica del descenso. “No es como ir a la secundaria; se aprende el amarre, a aventarse, el corte del palo, a subir y bajar el equipo, pero también el significado espiritual.”
Está por egresar la primera generación de la Escuela de Voladores, que ha permanecido cuatro años en el plantel, pero Ramírez Vega remarca: “Tengo 30 años como volador y aún me falta por aprender”.
 
Ahora bien, no todos los que parecen voladores lo son. Hace unos cuantos años en el CESDER, en Zautla (Puebla), tuve el gusto de conocer y convivir con un grupo de indígenas huicholes; allí habíamos coincidido convocados por el tema educación. El buen Oscar Hagerman me invitó a seguir viaje con ellos. Entre otros lugares fuimos a la sublime ciudad de Cuetzalan. Los huicholes, vestidos con sus ropas tradicionales, observaban el palo que estaba emplazado frente a la iglesia y  desde el cual es sabido que se lanzan los voladores de Papantla. Comentaban acerca de la valentía, “los hüevos”, que hay que tener para lanzarse desde ahí, cuando se acerca una señora -cámara de fotos en mano- para preguntar “a qué horas iba a comenzar la función”. Ellos contestaron: “lo lamentamos señora, pero no podemos informarle; somos de otra empresa. 

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