jueves, 10 de abril de 2014

Una santa como nosotros


De acuerdo con los evangelios, María Magdalena estuvo presente en momentos claves de la vida de Jesús. Y no sólo ello sino que atestiguó su resurrección. Su pasado pecaminoso no fue obstáculo para ser predilecta de Jesús y para que, mucho tiempo después, se la hiciera santa (su festividad se celebra el 22 de julio). Su presencia adquiere relevancia entre la comunidad de creyentes y según Ramón López Velarde “creyentes y heterodoxos la reverencian, unos en la pompa de los altares, otros en la fragua de sus corazones”. Para el poeta ello se debe a razones muy específicas.

No se cuenta en el número de las santas cuya virtud, como lirio de mansedumbre, estuvo ignorante de los bajos impulsos. Ella supo del mal y del mal se elevó con la misma graciosa seguridad con que las aves heridas en la maleza vuelan un día, libres de dolor y de los breñales inclementes. Por eso es humana y fraternal y comprende nuestras flaquezas.

López Velarde separa las santidades “sin mancilla” de aquellas otras –entre las que sitúa a María Magdalena- de quienes pisaron “el mismo cieno que nosotros”.

Las santidades heroicas, sin mancilla, conquistan más la admiración que la simpatía. Nos confesamos débiles y nos infunden respeto quienes jamás vacilaron, pero en ello vemos un prodigio de otros mundos. Cuando queremos que el homenaje, en una onda cálida, llegue a las plantas de un varón o de una mujer insignes, buscamos la imagen de alguno que habrá pisado el mismo cieno que nosotros, para que nos acoja familiarmente y cure las llagas que de antaño le son conocidas.

Es así que la simpatía hacia María Magdalena mucho tiene que ver con lo que tuvo de pecadora. Y es por esto último que seguramente, a no dudarlo, comprenderá nuestras debilidades.

No hay comentarios: