jueves, 26 de junio de 2014

El peligro de las revoluciones exitosas


Con innumerables ejemplos la historia muestra que tanto las revoluciones como los movimientos rupturistas y de vanguardia luego que triunfan y pasan a ser oficialistas, se ven amenazados por su propia decadencia. Para el caso puede ser ilustrativa la anécdota que narra Leopoldo Zincunegui

(Durante la Revolución Mexicana) el famoso capitán Trujillo, de las fuerzas del general Diéguez, en cierta ocasión se presentó a su Jefe indicándole que pensaba marcharse para su tierra.
-Pero hombre –le dijo Diéguez en tono paternal- ¿qué paso contigo? ¿Es que no te gusta andar en la bola?
-¡No, Jefe! no es que no me guste el “borlotito”, pero la verdad es que esto no tuvo chiste… ¡Ya esta Revolución degeneró en Gobierno!

Revoluciones sociales, artísticas, educativas después de pasar por su momento de auge fueron portadoras de su propio declive. Elie Wiesel (Retratos y leyendas jasídicos) afirma que no hay nada que corrompa tanto a los movimientos revolucionarios como los éxitos. En su análisis intenta comprender este proceso degenerativo mediante la identificación de diversas generaciones de revolucionarios “(…) luego de la primer guardia, la de los puros, viene, en segundo término, la de los pioneros. La tercera, combate por costumbre, la cuarta, por inercia.” De esta manera. lo que en un momento fue innovador se transforma en costumbre y poco a poco se va perdiendo la fuerza de los inicios. Tomando una expresión que proviene del mundo empresarial, es posible afirmar que los procesos revolucionarios también son afectados por su zona de confort y es cuando de acuerdo con Wiesel  

Lo esencial cede a lo superficial, el fin a los medios. Ya no se combate en las alturas, ya no somos portadores del impulso. Es combate por un título, por una posición. Se reemplazan las ideas por celebridades, los ideales por fórmulas. Es el destino de toda aventura, ninguna sorpresa es eterna, ninguna pasión dura. Al alba, la noche habrá tragado a sus profetas. Ninguna escuela ha conseguido mantener vivo el soplo y la primera visión de sus precursores, la rigurosa exigencia de sus fundadores. Nada es más difícil que salvaguardar el sueño una vez que ha dado impulso a la materia. Nada tan peligroso para la victoria, comprendida la del espíritu, que la victoria misma.

El entusiasmo que concita la revolución triunfante anticipando un horizonte de cambios y transformaciones esperanzadoras es tal que, con frecuencia, inhibe el juicio crítico haciendo que la mirada pierda rebeldía y se vuelva complaciente. Así lo innovador deviene en conservador y la vitalidad se burocratiza.  Y es que tal como concluye Wisel: “No se gana impunemente. Hay que pagar por las batallas ganadas, y nuestra inocencia es a menudo el precio. Cualquiera sean los triunfos, terminan siempre por engendrar situaciones que los ponen en duda.”

A nivel teórico (donde el concepto de revolución permanente se impone al de revolución institucionalizada) el tema adquiere una claridad que se encuentra muy distante del acaecer.

Tal vez haya algo de razón en el viejo aforismo que –con aire conservador- sostiene que es más fácil ser oposición que ser gobierno.

No hay comentarios: