jueves, 17 de julio de 2014

De la despedida de Zico a la importancia de las tías


Por lo general se considera que los profesionales del fútbol (jugadores, entrenadores) son poco afectos a la lectura y que cuando incursionan en la escritura, su labor es intrascendente. Sin embargo, hay ocasiones en que este supuesto ha resultado falso. Uno de estos casos es el de Jorge Valdano y como muestra transcribimos un breve fragmento acerca de la despedida de Zico, famoso jugador brasileño.


Las 100.000 personas que en febrero de 1990 acompañaron a Zico en su despedida pueden atestiguar que en el maravilloso mundo del fútbol a veces son borrosas las líneas que separan la alegría de la tristeza. Los torcedores del Flamengo disfrutaron de la fiesta del ídolo más grande de su historia, pero en ningún momento dejaron de compadecerse por ellos mismos: “¿Qué será de nosotros el domingo”, se decían, “sin Zico en el Maracaná?”.
Tampoco resultaron claras en esta ocasión las fronteras que separan el amor del odio. Sus adversarios del Fluminense, Botafogo o Vasco da Gama olvidaron sus malos recuerdos para reconocer que no sólo se iba un futbolista de soluciones incomparables, sino también un atleta ejemplar. También los rivales de Zico se apenaban por ellos mismos: “Dormiremos más tranquilos los sábados”, se decían, “pero nuestros domingos serán más pobres”.
Carteles, banderas y camisetas saludaban el homenaje del ídolo con una frase inquietante: “Se futebol tem alma, o nome dela é Zico”. Era fácil deducir que si Zico decía adiós, el fútbol se quedaba desanimado; esto es: sin alma. Todos, amigos y enemigos, tenían derecho al dolor el martes 6 de febrero de 1990 a las nueve de la noche en el colosal Maracaná.
 

Un aspecto no menor al que alude Valdano, tiene que ver con  el origen del apodo del futbolista. “A Artur Antúnez Coimbra todos le decían Arturzico, menos una tía que se empeñó en llamarlo Zico. Que el mundo entero haya acabado conociéndolo por Zico no es más que una prueba de lo que puede lograr una tía cuando se le mete algo en la cabeza.”

 
Jorge Valdano tiene mucha razón cuando destaca el enorme poder de las tías, lo que parece confirmar Jorge Ibargüengoitia al citar una sentencia contundente de su tía Lola Sierra: “El Destino quiso que yo fuera desgraciada, pero no me dio la gana.” Y es que a una tía con convicciones, hasta el destino termina haciéndole los mandados.

 
Finalmente digamos que otro rasgo de las tías tiene que ver con la sencillez de sus anhelos. Son felices con poca cosa y sus placeres (tanto en este como en el otro mundo) son muy austeros, tal como lo demuestra la pregunta que se hace Mario Quintana: “Y si no hubiera mecedoras en el cielo, ¿qué será de tía Elisa, que se fue al cielo tan confiada?”

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