martes, 19 de agosto de 2014

Modelos para dar malas noticias


Ingrata tarea la de tener que dar malas noticias. Difícil elegir la mejor manera de proceder cuando a uno le toca ser mensajero de toda clase de males, infortunios, contrariedades, etc. y existe una amplia gama de alternativas para afrontar el reto. Así hay quienes se preocupan mucho por las condiciones físicas: “siéntate que tengo que decirte algo”, “¿no gustas un vaso de agua?”. Hay otros que apelan al catastrofismo de la propia víctima: “¿a qué no te imaginas lo que pasó?”, con la esperanza de que sus suposiciones puedan ser mucho peores que el acontecimiento en sí, que entonces ya no sería tan terrible. También están aquellos que prefieren la técnica del nocaut al dar la mala noticia sin anestesia de ningún tipo, por considerar que lo único que hacen los preámbulos es agravar las cosas. Y no es posible dejar de lado la forma tradicional de abordar la cuestión: “te tengo dos noticias: una buena y una mala; ¿cuál prefieres que te dé primero?”.

Pero también están aquellos que se apartan de los caminos habituales y son verdaderos profesionales en la forma de encarar tales encrucijadas. Jorge Ibargüengoitia puede dar testimonio de algunos de estos maestros que se cuecen aparte en el arte de dar malas noticias.

(…) aquí en México hay gente que sabe dar malas noticias.
Una mañana, hace muchos años, cuando estaba yo en el rancho, llegaron dos medieros envueltos en cobijas y se pararon afuera del portón de la casa. Cuando salí a ver qué querían me dieron una de las peores noticias que me han dado en la vida.
-Dice el Juan Márquez que ya se cayó al pozo la pelotita.
La “pelotita” era el cabezal de la flecha… bueno, una parte muy importante de la bomba, sin la cual no podíamos regar.
Conseguir una refacción nos llevaba quince días, lo cual hubiera significado perder la cosecha. Recuperar la “pelotita” –o intentarlo, cuando menos- quería decir bucear en agua fangosa de tres metros de profundidad y tentalear el limo del fondo y discernir por tacto entre la “pelotita” y los esqueletos de las ratas. Hicimos las dos cosas: primero buceamos, no encontramos nada y después esperamos los quince días y se perdió la cosecha.
Bueno, pues toda esta catástrofe fue puesta en una nuez por el mediero que me anunció:
-Dice el Juan Márquez que ya se cayó al pozo la pelotita.

Según Ibargüengoitia por los rumbos del Bajío, que tan bien conociera el escritor, se presenta una variante muy peculiar de transmitir el infortunio.

Otro sistema de dar malas noticias consiste en no darlas. Es también muy usado en el Bajío. Por ejemplo si alguien llega de un largo viaje, no se le dice luego luego que ya se murió su mujer. Al recibirlo en la terminal hay que dejarlo que crea que su mujer no está allí, porque se quedó en la casa; una vez en la sala de la casa, hay que dejarlo que crea que está en la cocina. Cuando ya se llegó al corral de atrás y no hay más dónde buscar, el marido –que no ha preguntado por su mujer antes porque no sería correcto- no tiene más remedio que preguntar:
-¿Y dónde está Atanasia?
Entonces, el más viejo y el más allegado de los que fueron a recibirlo, contesta:
-¿Atanasia? Ah, pues ya falleció.

Y finalmente Jorge Ibargüengoitia alude a las malas noticias que vienen envueltas en forma de preguntas.

Un tercer procedimiento que he tenido oportunidad de estudiar en carne propia, porque era el empleado por una sirvienta que tuve, consistía en recubrir la mala noticia en forma de una pregunta que tenía por respuesta fatal la mala noticia propiamente dicha. Por ejemplo, en vez de decirme: “señor, se está cayendo el techo”, me preguntaba:
-¿Por qué será que el techo se ve así como abombado, y con muchas como rajaditas así como una telaraña?
O bien:
-¿Por qué será que el canario no se mueve? Mírelo, tiene ya tres días que está nomás acostado en su jaula y ni canta ni nada.

Con esto no pretendemos agotar los diversos caminos para hacer frente al desagradable trance de darle voz a la calamidad. Seguramente falta mucho por decir sobre este tema y es posible que cada quien tenga sus propias vivencias al respecto.

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