jueves, 7 de agosto de 2014

Santa María Tavehua o la memoria peregrina


Desde hace muchos años soy asiduo cliente de un puesto de venta de productos oaxaqueños en el mercado de Santa Cruz Atoyac de la ciudad de México. Los propietarios del negocio son un matrimonio muy amable al que -mientras despachan quesillo, tostadas, miel o cacahuates con ajo- nunca faltan temas para la plática agradable, lo que confirma una vez más que como decía don Andrés Henestrosa en cada oaxaqueño habita un gran orador.

Pues bien en una de mis visitas al local encontré que junto con el pan de yema, las tlayudas y el chocolate, se exhibía un libro. Pregunté si el changarro estaba cambiando de giro y ahora apuntaba a librería, a lo que me contestaron que no, que se trataba de un libro con historias de su lugar de origen. Adquirí el libro y unos meses después me invitaron a la presentación del mismo, ocasión que contó con el testimonio de algunos de sus autores. Aquella tarde, por cierto que muy lluviosa, fue un verdadero deleite para quienes allí nos encontrábamos.

El libro aludido es: Memoria Viva. Crónicas de emigrantes de Santa María Tavehua, Oaxaca al Valle de México. Coautora y recopiladora: Ma. Elena Sánchez Fernández. México, s/e, 2012. Su lectura que es ampliamente recomendable no tiene desperdicio alguno. La introducción está a cargo de Verónica Vázquez Mantecón quien pasa lista de algunos valores comunitarios que la obra quiere ayudar a conservar.

Aquí queda constancia de los valores que han dado fundamento a la comunidad indígena: la reciprocidad y solidaridad expresadas en el tequio y la gozona, el deber de enterrar a los muertos con dignidad, la valoración de la sabiduría de los ancianos, el apego y el respeto por la tierra y sus frutos, la responsabilidad de participar con honor en los puestos públicos, la voluntad de continuar, pese a tanta adversidad, con las tradiciones de los que estuvieron antes.

En un entorno tan individualista como el que nos rodea, Vázquez Mantecón subraya la importancia del sentido de pertenencia que permite fortalecer la cohesión comunitaria.

El sentido de pertenencia a la comunidad subordina el interés personal al colectivo. Existe una convicción esencial de pertenecer que se expresa en el deber de cuidarse los unos a los otros, de valorarse en todo lo que valen, de otorgarse a sí mismos la importancia que saben que tienen y que muchos les niegan. Poseen orgullo por las raíces y la historia compartida, de ahí la importancia de preservar la memoria. Aquí se recogen vivencias y recuerdos que rescatan del olvido las experiencias de gente valiente y portadora de una herencia ancestral.

Las difíciles condiciones de vida en Santa María Tavehua fueron (y son) determinantes para que muchos lugareños tomen caminos y veredas en busca de trabajo. Algunos se quedaron relativamente cerca, en la ciudad de Oaxaca. Otros fueron más lejos y se avecindaron en la ciudad de México. No son pocos los que emprendieron el viaje largo hacia el norte y se quedan a vivir en Estados Unidos (principalmente en Los Ángeles). Sin embargo, fuese cual fuese su destino no estuvieron dispuestos a olvidar la tierra de origen y Verónica Vázquez Mantecón deja constancia de ello.

Pese a que se rememoran carencias y la dureza de la vida, todos añoran ese lugar originario, donde fueron amados por sus padres y conocieron el mundo. Conservan en la memoria la imagen de las nubes y el azul del cielo serrano, el color naranja del barro, los olores de la tierra y del aire, y los sabores. Pero sobre todo, aman los sonidos de los pájaros y del agua, el de la lengua propia y la música de las bandas de aliento que los hace bailar vestidos de blanco con ramos de flores en las manos, y que constituyen un lazo afectivo que los une como un cordón umbilical a la madre tierra, madre pueblo, madre comunidad, madre amorosa.
Este vínculo no lo rompen ni la distancia ni las fronteras porque se lleva muy dentro. A donde vayan llega: camina con ellos desde Tavehua hasta Oaxaca, a la Ciudad de México o Los Ángeles. Los mantiene unidos y reproduce, donde se hallen, la música y los bailes, el caldo y los tamales, los huipiles y la alegría de reconocerse hermanos y contar con el apoyo mutuo.

Muchos son los testimonios que se recopilan en este libro y uno de ellos es el de Epifanio Isaías Méndez Pérez. “Nací el día 6 de julio de 1933 en la comunidad de Santa María Tavehua, municipio de San Andrés Solaga, Distrito de Villa Alta, en el estado de Oaxaca. (…) Nuestra lengua original es el zapoteco de la Sierra Norte de Oaxaca.” Era un niño muy pequeño cuando tuvo lugar la expropiación petrolera pero ello no fue obstáculo para que hiciera su contribución. “Recuerdo que a principios del año 1938, el ingeniero Lázaro Cárdenas del Río, Presidente constitucional de México, convocó al pueblo a cooperar con dinero. A mí me tocó dar dos centavos de cobre de aquél entonces para la expropiación petrolera, porque en aquellos tiempos el petróleo estaba en manos extranjeras.” Su niñez no fue fácil por lo que debió abandonar la escuela. “Cursé sólo hasta el cuarto año de primaria, ya que tuve que dejar la escuela para ayudar a mis padres en las labores del campo.”

No deja de ser curioso que lecturas procedentes de los dos bandos en pugna durante la guerra fría, contribuyeran al aprendizaje del idioma con el que debió familiarizarse a través de procedimientos autodidactas.

Siendo pastor y por azares del destino llegó a mis manos un ejemplar de la revista "Selecciones del Reader' s Digest" y un ejemplar del boletín de información de la URSS (Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas), los cuales fueron mi motivación para aprender el idioma castellano. Poco a poco empecé a entender algunas palabras y cuando no comprendía el significado de alguna, la anotaba en una pequeña libreta, ya en la noche al llegar al municipio pedía prestado el diccionario enciclopédico para buscar las palabras, al siguiente día volvía a leer el texto para comprender mejor, y así poco a poco fui conociendo la lengua castellana. Hasta la fecha conservo el hábito de anotar las palabras difíciles, de esta forma es como aprendí a hablar el castellano.

Muchas son las historias de migrantes y de localidades que tienen a muchos de sus hijos fuera de casa. Los nativos de Santa María Tavehua aceptaron el reto de recuperar la memoria para mantener y fortalecer su identidad.

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