Hay momentos
en que uno siente que ciertos escritores hacen falta, mucha falta; esto me
sucede en estos días respecto a Germán Dehesa. Extraño su ironía, cinismo,
crítica implacable. Los poderosos, temerosos de su afilada pluma, procuraban su
amistad con el afán de contener ese humor tan personal con el que Dehesa se
defendía –y nos defendía- de la arbitrariedad, la injusticia, la corrupción y
la impunidad en que vivimos.
Lo que más
añoro en las actuales circunstancias es su gran habilidad para encontrar
resquicios de esperanza en donde parecía no haberlos. Es por ello que recupero
uno de sus textos titulado “A quien corresponda” y publicado en el periódico Reforma el 18 de junio de 1995.
¿A quién corresponde esta carta? Quiero pensar que
a mí, a ti, a usted, a nosotros que
vivimos en México y que no nos conformamos con ser espectadores pasivos de su
daño, de su malestar de su desencuentro y de su desánimo. Por razones que
tenemos el deber de esclarecer, a este país ha llegado el mal tiempo. El
ilusionado (e iluso) barco ha naufragado. Pienso ahora en náufragos ilustres
como Robinson Crusoe, o Alvar Núñez Cabeza de Vaca. ¿Qué hicieron ellos? Bueno,
pues hicieron muchas cosas. La primera: dejar el llanto y el quejumbre para
mejor ocasión. No había tiempo que perder. Todas sus fuerzas se concentraron en
la supervivencia. Pensaron, imaginaron, rescataron, construyeron, inventaron,
improvisaron, trabajaron, le exigieron el máximo esfuerzo a su cuerpo, a su
alma, a su inteligencia y, al final, pudieron reencontrarse con la vida en un
abrazo que inauguraba el futuro. La lección ahí queda. Nada nos impide a los
mexicanos aprovecharla. Me basta con mirar la larga, desgarrada y tenaz
historia de mi país; me bastan las pirámides, los templos, el helado de
guanábana, el Lago de Pátzcuaro y el escándalo de las bugambilias para saber
que sí podemos; que mi país sigue, y que tan cierto como el naufragio es la
posibilidad del rescate y de la inauguración del futuro. No deseo que mi país
vuelva a ser como antes; quiero con toda mi alma que sea mejor que antes; que
sea tan digno y tan justo como nunca antes. Por eso te escribo, amigo, lector,
mujer, hombre joven e idealista, o atardecido y sabio. En este momento, todos
nos necesitamos. Ninguna buena idea, ningún proyecto viable, ninguna innovación
puede ser desperdiciada, o empobrecida en el triste beneficio personal. Hoy más
que nunca tenemos derecho a soñar, pero a condición de que ese sueño se someta
al juicio de la lucidez; se transforme en proyecto y salga a la luz para
beneficio de todos. Si hoy la muerte nos muestra los infinitos e impensables
modos de su perversión, es tarea de todos los que estamos del lado de la vida
imaginar y compartir los incontables proyectos de la resurrección. Te lo digo
aquí y por escrito: trabaja, colabora, comparte tus buenas ideas, imagina,
déjate ganar por la alegría; no tengo la menor duda: el amanecer es de
nosotros.
Vista
desde el hoy la tarea colectiva a la que convoca Germán Dehesa pareciera ser
titánica, ojalá que podamos con el paquete. La historia lo dirá.
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