De un tiempo a esta parte se ha hecho presente un nuevo
nicho de mercado: los mensajes post mortem. A través de ellos las personas
pueden dejar mensajes que, con posterioridad a su muerte, llegarán a los
destinatarios previamente seleccionados. A continuación transcribimos una de las
tantas notas que circulan por la red acerca de ello:
Hay personas precavidas que tienen su
vida organizada desde que tienen consciencia del mundo hasta su muerte y, para
ellas, existen diferentes herramientas online que les permiten dejar un mensaje
importante a sus seres queridos si es que fallecen repentinamente. Una
aplicación de este estilo es una que permite a los usuarios de Facebook dejar
mensajes post mortem en su muro de la red social.
Se trata de un app online denominada if i die que, aunque podría resultar algo
macabra, también puede ser muy útil si quieren que sus amigos, familiares y
seguidores de Facebook reciban un mensaje importante para cuando no estén en
este mundo. De esta forma, si tienen intenciones de regalarles algo a sus seres
queridos que les pertenece o desean comunicar algo a sus hijos luego de
fallecidos podrán hacerlo.
Lo que hace esta aplicación es almacenar
mensajes o videos personales que se entregarán a los amigos de Facebook cuando
fallezcan. De todos modos, para visualizarlos tres personas cercanas que
ustedes eligieron previamente deberán activar el contenido post mortem que
ustedes archivaron.
Este programa ya cuenta con más de
200.000 usuarios y lo más curioso es que el mensaje del primer participante en
fallecer será transmitido en medios de comunicación. De todos modos, los
creadores aseguran que el único problema es que no vivirá para disfrutar del
momento.
Pero no vaya a creerse que se trata de algo novedoso, por
lo que conviene recordar que han existido diversos precursores de esta
propuesta. Uno de ellos (claro está que con algunas ligeras variantes en su estilo) fue Felix Berthier, cuya obra nos
llega por medio de la narración de John Berger.
[Felix Berthier] tocaba en la banda de
música del pueblo en el que vivo. Se ganaba la vida como pintor de brocha
gorda; era un trabajador autónomo. Se dirigía a todo el mundo llamándole
camarada: al cura, al alcalde, al panadero, que votaba a los fascistas, al
sepulturero, a un niño camino de la escuela. El saludo iba acompañado de una
sonrisa, no burlona, sino como si hubiera levantado a aquel al que estaba
saludando y lo hubiera trasplantado a un tiempo y un lugar en el que cuadrara
ese apelativo. (...)
Felix murió hace quince años atropellado
por un coche en la calle mayor de un pueblo vecino; era un sábado por la noche
(...)
Con el paso del tiempo, algunas de las
casas que había pintado o las habitaciones que había empapelado necesitaban una
nueva mano. Y al preparar las paredes para hacerla, se descubrió que muchas
veces, antes de poner el papel o aplicar la pintura, Felix había escrito
mensajes en ellas con su gruesa brocha: El beneficio es mierda. Los
pobres van al cielo. ¡Viva la justicia!
Es así como el camarada Felix
proponía una línea diferente y original de mensajes post mortem.
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