Estamos
en tiempos en que la lucha interna en los diversos partidos políticos, adquiere
tonos tan elevados que hace exclamar a más de uno: “¡menos mal que se trata de
correligionarios…!”
Esta
suerte de lucha libre se presenta de manera cíclica en ocasiones que son
propicias para ello, como por ejemplo la hora de confeccionar las listas para próximas
elecciones o el momento de repartir cargos luego de ganar alguna contienda. Son
circunstancias muy difíciles para la unidad partidaria porque todos los
políticos quieren hacer suyo el consejo del filósofo de Güemez: "Como
los frijoles de olla, arriba o abajo; pero siempre dentro". El fuego amigo
entre las diferentes tribus también se presenta cuando es prioritario deslindarse de vínculos y
compromisos con algún compañero de partido que en ese momento está bajo
sospecha de malversación de fondos u otra conducta delictiva.
Hay
gobernantes con colmillo -grandes conocedores del juego electoral- que se atreven
a inmiscuirse en las rivalidades entre corrientes de los partidos opositores a
los efectos de azuzar antagonismos, ya que ello puede redituarles beneficios de
consideración. Hace algunos años (y ello es posible advertirlo dado que el
protagonista de esta historia ha cambiado de partido) Paco Ignacio Taibo II
presentaba un ejemplo de ello.
Se cuenta que en prólogo de una elección en Puebla,
siendo [Manuel] Bartlett el gobernador, sus mapaches le advirtieron que corría
el riesgo de perder tres circunscripciones a manos del PRD, a lo que contestó:
“¿cuántas corrientes tiene el PRD en esos lugares?” Y le respondieron que tres.
A lo que propuso: “Regálenles dos camionetas y mientras se pelean para ver a
quién le tocan, nos los chingamos”. Yo nunca vi las camionetas, pero sea o no
cierta la anécdota, el caso es que ese año las elecciones se perdieron en
Puebla.
Y
como dice el dicho: se non è vero, è ben
trovato.
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