Ya nos hemos referido al origen
e integrantes de las domínicas del mate (http://habladuriacronicasdelocotidiano.blogspot.mx/2015/04/dominicas-del-mate-su-origen.html)
así como a las características de tan armónicas reuniones (http://habladuriacronicasdelocotidiano.blogspot.mx/2015/04/la-convivencia-en-las-dominicas-del-mate.html).
Ahora nos detendremos tanto en la figura del padre Octaviano Valdés como en la
infusión compartida.
Son muchos los asistentes a
estos encuentros que ponen de relieve el don de gente del padre Octaviano,
entre ellos Rafael Aguayo Spencer.
Autor
de esta obra de auténtico humanismo, ha sido Don Octaviano Valdés, poseedor de
muchos títulos académicos y canónicos, pero que sólo conserva entre nosotros el
más representativo y entrañable de Padre. Y este es el único tratamiento que se
da a persona alguna en la tertulia.
Xavier Gómez Robledo, otro de
los asistentes “al mate del P. Valdés”, subraya la inexistencia de mayores formalismos, “así le
decimos cariñosamente, el P. Valdés, aunque sabemos que hace tiempo es ya
Monseñor, y es Ilustrísimo”. Para Aguayo Spencer, el padre Octaviano fue el
facilitador de las sólidas amistades. “Gracias a él se han anudado aquí
amistades que de otro modo hubieran sido, en el mejor de los casos, simples
conocimientos epidérmicos.” Por su parte Antonio Gómez Robledo, abunda en el
clima fraterno de la “tertulia valdesiana”. “(…) A esto ha contribuido, sin la
menor duda, el carácter del anfitrión, uno y plural al propio tiempo: uno en su
ser más íntimo, en su verticalidad natural y sobrenatural, y plural en su
apertura al prójimo; un pluralismo resultante de lo uno en la dialéctica de la
amistad y de la caridad.” Agustín Yáñez destaca la humildad y vocación de servicio
del padre Cotaviano (“porque así a
media lengua, lo llamaba su ahijada Beatriz, hija mía…”) quien
(…) los
domingos, casi no habla, ni opina; no interfiere despropósitos y atrevimientos
en el trato individual con sus contertulios, en las horas de problemas y
crisis, de júbilos y dolores, el insigne humanista, poeta, novelista, crítico
sutil, académico, ejemplar sacerdote y amigo, prodiga palabras más bien hechas
tonos, timbres de bienhechora lentitud balsámica.
Tal es
el secreto de cómo en cuatro décadas perviva un grupo cuya constancia,
liberalidad e ingenio merecen pasar a los fastos de la cultura patria.
Ahora bien, el mate es de
consumo habitual en Uruguay, Argentina, parte de Brasil y Paraguay (también en
su variante de tereré) ¿Cómo fue que llegó de aquellas lejanas tierras a la
ciudad de México? Antonio Gómez Robledo ofrece su versión al respecto. “A
México lo trajeron, hasta donde yo sé, los eclesiásticos egresados de la
Universidad Gregoriana de Roma, donde tomaron la afición al mate de sus colegas
de la cuenca del Plata.” No deja de llamar la atención que el mate se haya
aclimatado de tan buena manera por estos rumbos con todos sus atributos
tradicionales (facilitador del encuentro y la amistad) entre un grupo de
intelectuales que se reunieron durante varias décadas en aquella casa de la
colonia Tacubaya.
El mismo padre Octaviano
Valdés se refiere al punto: “¿A qué se debe la supervivencia de nuestra
tertulia después de tantos años? Tal vez a la virtud social del mate, a su
espontáneo gobierno de libertad sin formalismos.” Y añade: “El te paraguayo,
conocido comúnmente con el nombre de mate,
posee la virtud social de promover y propiciar en torno suyo la agradable
conversación y la amistad.” Alfonso Noriega sostiene que el Padre Valdés
preside esta “liturgia (de) conversación amistosa y cordial y cuyo rito está
representado por el consumo colectivo del mate uruguayo (…)” (¡faltaba más!). Fausto
Vega y Gómez coincide en destacar la importancia del lugar que ocupaba el mate
en estas reuniones
A
todos nos asombran nuestras coincidencias y nuestros desacuerdos, porque no
somos ni de la misma edad, ni de la misma formación, ni de las mismas convicciones.
Nadie
ha dejado sus diferencias en la puerta, se manifiestan holgadas e irreverentes
y los disentimientos fertilizan el corimbo amistoso.
El
aroma del mate es la libertad permanente de la comunicación.
Maricruz Castro Ricalde, quien
no participó en estas reuniones -recordemos que el grupo estaba integrado
exclusivamente por hombres-, coincide en el carácter ritual que adquirían las
domínicas.
Si
bien hay una demarcación entre el adentro del recinto y el afuera urbano, lo
que se vive en el interior de la casa localizada en Protasio Tagle recupera un
sentido de fraternidad única, metaforizada en tomar del mismo calabazo y la
misma bombilla; ingresar a ese espacio y abrir un paréntesis, en relación con
las bebidas conocidas y darse la oportunidad de formar parte de una ocasión
mucho más cercana a la ritualidad.
Por otro lado Antonio Gómez
Robledo pone énfasis en la contribución del mate a la buena conversación que
hace posible escapar “del piélago de la insulsez y la vulgaridad” que –en su
opinión- ya se hacía presente por aquellos entonces.
Mate para vivir, es
el reclamo comercial en el Brasil (donde lo toman hasta como refresco) de la
sabrosa yerba paraguaya, estimulante y nutritiva. (…) Lo de “mate para vivir”
lo he recordado incontables veces al concurrir domingo a domingo (nunca falto
cuando estoy en México) a la tertulia valdesiana (…) El arte de conversación es
algo que ha desaparecido del mundo y de México, ex orbe et urbe, y se conserva
apenas en raros islotes entre los “rari nantes” del piélago de la insulsez y la
vulgaridad, o para ponerlo con los sustantivos propios, televisión y mass
media. Uno de estos islotes se ubica, en las claras mañanas dominicales de
Tacubaya, en la morada del padre Valdés.
A juzgar por la descripción
que realiza Fausto Vega y Gómez, el padre Octaviano se tomaba algunas
libertades en cuanto a la forma tradicional de cebar mate. El texto no tiene
desperdicio y seguramente hará estremecer a más de un rioplatense.
Las
vueltas de los domingos tejen la recurrencia del conversar en el simbólico
ruedo de los tomadores de mate. Paladeo del llanero brebaje y delectación de la
inteligencia y la memoria compartidas. (…)
El
grupo se eslabona por el ritual del paso de la churumbela, del anfitrión al
bebedor, de éste al anfitrión, quien enjuaga la paja con agua hirviente, la
seca con una servilleta, remueve la hierba y ofrece el nuevo cebamiento a las
siguientes manos. En paraje de libros, la poción extravagante estimula ideas,
conjeturas, afirmaciones, agudezas, réplicas y discusiones.
Cabe destacar que en ocasión
de las fiestas decembrinas, tal como lo señala Raúl Villaseñor, el grupo dejaba
de lado el mate para realizar los brindis de rigor.
Algunas
veces, sobre todo en navidades y año nuevo, otro motivo trascendental,
plausible siempre, se opera un milagro: en lugar de abrevar por riguroso turno
en el típico calabazo de mate, se ingiere alguna infusión no más espiritual
pero sí espirituosa, pero nada más de esas con las cuales el ánimo se expande y
lleva a la alegría sin cortapisas (…)
Aunque hay que aclarar que
algunos tertulianos no se esperaban al final del año ya que todos los domingos
después del mate se iban a seguirla por alguna cantina del rumbo.
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