La actual controversia en torno a la legalización del consumo de mariguana tiene antecedentes.
Las categorías de bueno y malo pueden ser relativas. Así aconteció en circunstancias de la conquista en que los nativos tenían un punto de vista y los recién llegados argüían otro muy diferente en relación al peyote. De ello trata un reportaje realizado por Egon Erwin Kisch a mediados del siglo pasado.
Las categorías de bueno y malo pueden ser relativas. Así aconteció en circunstancias de la conquista en que los nativos tenían un punto de vista y los recién llegados argüían otro muy diferente en relación al peyote. De ello trata un reportaje realizado por Egon Erwin Kisch a mediados del siglo pasado.
Hace dos mil años, los indios que
empleaban el peyote, no sospechaban siquiera que cometían un pecado mortal. No
se enteraron de ello hasta que llegaron al país los misioneros y les ayudaron a
sobreponerse a la superstición de considerar a una planta como un dios que era,
en realidad al parecer, un demonio. “Y aunque fuese un dios -explica el fraile
a los indios, a quienes niega la sagrada hostia— ¿es que puede comerse el
cuerpo de Dios?”
También los españoles atribuían virtudes
mágicas al peyote. El doctor Francisco Hernández, médico de cámara del Rey
Felipe II, comunica a éste, en 1570, que el peyote posee el don de revelar
secretos estratégicos. Los que comen peyote saben cuándo, dónde y cómo atacar
al enemigo y qué tiempo hará durante la batalla.
Anno domini 1626, fray Jacinto de la Serna opina que los indios
comían peyote como una especie de comunión pagana. “Es indudable que los
indios, al comer peyote, sellan un pacto con el diablo”. Por eso se provee a
todo misionero que sale a evangelizar la Nueva España del Manual
para Administrar los Santos Sacramentos, compuesto por Bartolomé García.
Antes de administrar a un indio el sacramento del bautismo, de la penitencia,
del matrimonio o la extremaunción, es obligatorio formularle estas preguntas:
“¿Has comido alguna vez peyote?” “¿Has dado a comer peyote a otros para
descubrir algún secreto o para recobrar algún objeto robado o perdido?”
El indio se queda pensando: no hay más
Dios que el Dios de lo cristianos, es verdad. Pero también es verdad que el
peyote es un dios y un dios muy poderoso, como se ha demostrado en nuestro
propio cuerpo. Esto quiere decir que el peyote es el Dios de los cristianos.
Esta lógica era inatacable, y por este
camino, no hubo más remedio que llegar a una transacción entre paganismo y
cristianismo. En los siglos XVIII y XIX el comer peyote, aunque se hiciese en
colectividad y acompañando el acto de ciertas ceremonias que lo convertían en
un rito, no se consideraba ya pecado. (...)
Hay en el estado mexicano de Coahuila un
antiguo lugar de misiones denominado “El Santo Nombre de Jesús Peyote”, y
existen algunas iglesias indias consagradas a la “Madre de Dios del Peyote”. En
los altares de estas iglesias, el crucifijo y la biblia aparecen colocados al
lado de un gran peyote, que es aquí la suprema divinidad.
Las doce hojas del abanico de plumas de
águila con que se sopla el fuego sagrado, simbolizan a los doce apóstoles. La
muralla que rodea la iglesia representa el monte Calvario. Un puchero lleno de
savia de peyote sustituye aquí a la pila bautismal. A los fieles se les
administra peyote y agua con el mismo rito prescrito para administrar el pan y
el vino. Los indios celebran las fiestas cristianas con las prácticas
religiosas de sus antepasados.
De acuerdo a la información recabada por
Egon Erwin Kisch, el peyote tiene una infinidad de efectos benéficos que
explican su enorme importancia para tantas comunidades en las que su
recolección representa un importante rito.
Los indios lo consideran como la
medicina de las medicinas; para ellos, “medicina” y peyote son términos
sinónimos.
Esta droga es omnipotente, pues sirve
para curar las enfermedades más contradictorias. Cura la impotencia viril y es
un gran remedio contra los apetitos sexuales. Sirve para tener hijos y para
prevenir las consecuencias prolíficas del amor. Es tan eficaz contra los
estados de excitación, como contra la apatía. Por lo menos, los indios nos
juran que hace estos milagros y otros muchos.
En las ceremonias rituales de la
medianoche, ponen en la boca del moribundo una rajita de cabeza seca de peyote
y atizan con el abanico de doce plumas de águila la llama sagrada, para que el
humo ahuyente a la muerte.
Los adoradores del peyote en las secas y
altas estepas del norte de México pueden obtener fácilmente este remedio mágico
contra el dolor y la muerte. Saben dónde y cuándo deben cogerlo para que surta
efecto. (...)
En las universidades europeas se han
hecho investigaciones a base de preparados sintéticos de peyote y, a veces,
como se dice en los prólogos de los libros Der Mescalinrausch, de Kurt
Beringer, y Le Peyotl, de A. Rouhier, con la planta directamente. (...)
A resultados más positivos condujeron
los hechos en las clínicas psiquiátricas de Pars y Heidelberg. Las personas
sobre las cuales se experimentó, sufrieron las más extrañas transformaciones en
sus funciones sensoriales: la unidad conjunta de la personalidad del sujeto
experimental se desdobló y sus cinco sentidos se fundieron o confundieron, de
tal modo que el narcotizado con esta sustancia oía colores, veía ruidos, olía
bultos y palpaba olores.
El poseído por este dios o este demonio
flota en un mundo mágico lleno de escenas maravillosas, ve encenderse y
llenarse de colores unos fluidos extraños, que se enlazan en un lecho nupcial
de luces vibrátiles. Llamas estilizadas circundan, y lamen su cuerpo sin
hacerle el menor daño.
Todos los paraísos artificiales de opio
y hachisch reconstruidos poéticamente por Thomas de Quincey, Baudelaire y
Gauthier, palidecen ante las maravillas de la embriaguez de mezcalina. Leyendo
los relatos de estos experimentos clínicos y lo que cuentan por experiencia
propia los sujetos experimentales, se comprende que los indios tuviesen al
peyote por un dios y los misioneros por el demonio en persona; se comprende que
los enfermos, atenazados por sus dolores, y los sanos aburridos de su salud, se
echen en brazos del peyote.
Los problemas con la recolección y el
consumo del peyote no son cosa del pasado. La controversia se mantiene entre los
grupos indígenas que lo acostumbran y las autoridades, que consideran su
consumo como una forma de delito. En nota de prensa de marzo de 1998, Cayetano
Frías informaba lo siguiente.
Cuando trasladaban canastas con peyote a
sus centros ceremoniales de San Andrés Cohamiata, seis huicholes -entre los que
se encuentran un niño de 10 años de edad y dos mujeres- fueron detenidos por
elementos del Ejército Mexicano que instalaron un retén en el lugar denominado
El Vallecito, municipio de Huejuquilla el Alto, Jalisco.
(...) elementos del 51 Batallón de
Tlaltenago, Zacatecas, acusaron a los indígenas huicholes de “traficar con
estupefacientes”, porque les encontraron las canastas con peyote, que desde
tiempos inmemoriales utilizan en sus ceremonias religiosas.
Francisco Gómez, integrante del Comité
de Bienes Comunales de San Andrés Cohamiata, dijo que sus compañeros indígenas
fueron detenidos el pasado lunes a las 14:00 horas en El Vallecito, cuando
viajaban a bordo de un camión de volteo que también llevaba sacos de cemento.
Gómez consideró que es “una injusticia”
el aprehender a quienes por motivos religiosos utilizan la planta de peyote,
porque es de todos conocido que los huicholes la utilizan en sus rituales desde
siempre.
Todo parece indicar que más allá de lo
que sostengan las leyes aprobadas por los gobiernos federal y estatal, los
huicholes seguirán recurriendo al peyote sin el cual la vida perdería buena
parte de su sentido.
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