martes, 17 de noviembre de 2015

Controversia del peyote


La actual controversia en torno a la legalización del consumo de mariguana tiene antecedentes.

Las categorías de bueno y malo pueden ser relativas. Así aconteció en circunstancias de la conquista en que los nativos tenían un punto de vista y los recién llegados argüían otro muy diferente en relación al peyote. De ello trata  un reportaje realizado por Egon Erwin Kisch a mediados del siglo pasado.

Hace dos mil años, los indios que empleaban el peyote, no sospechaban siquiera que cometían un pecado mortal. No se enteraron de ello hasta que llegaron al país los misioneros y les ayudaron a sobreponerse a la superstición de considerar a una planta como un dios que era, en realidad al parecer, un demonio. “Y aunque fuese un dios -explica el fraile a los indios, a quienes niega la sagrada hostia— ¿es que puede comerse el cuerpo de Dios?”
También los españoles atribuían virtudes mágicas al peyote. El doctor Francisco Hernández, médico de cámara del Rey Felipe II, comunica a éste, en 1570, que el peyote posee el don de revelar secretos estratégicos. Los que comen peyote saben cuándo, dónde y cómo atacar al enemigo y qué tiempo hará durante la batalla.
Anno domini 1626, fray Jacinto de la Serna opina que los indios comían peyote como una especie de comunión pagana. “Es indudable que los indios, al comer peyote, sellan un pacto con el diablo”. Por eso se provee a todo misionero que sale a evangelizar la Nueva España del Manual para Administrar los Santos Sacramentos, compuesto por Bartolomé García. Antes de administrar a un indio el sacramento del bautismo, de la penitencia, del matrimonio o la extremaunción, es obligatorio formularle estas preguntas: “¿Has comido alguna vez peyote?” “¿Has dado a comer peyote a otros para descubrir algún secreto o para recobrar algún objeto robado o perdido?”
El indio se queda pensando: no hay más Dios que el Dios de lo cristianos, es verdad. Pero también es verdad que el peyote es un dios y un dios muy poderoso, como se ha demostrado en nuestro propio cuerpo. Esto quiere decir que el peyote es el Dios de los cristianos.
Esta lógica era inatacable, y por este camino, no hubo más remedio que llegar a una transacción entre paganismo y cristianismo. En los siglos XVIII y XIX el comer peyote, aunque se hiciese en colectividad y acompañando el acto de ciertas ceremonias que lo convertían en un rito, no se consideraba ya pecado. (...)
Hay en el estado mexicano de Coahuila un antiguo lugar de misiones denominado “El Santo Nombre de Jesús Peyote”, y existen algunas iglesias indias consagradas a la “Madre de Dios del Peyote”. En los altares de estas iglesias, el crucifijo y la biblia aparecen colocados al lado de un gran peyote, que es aquí la suprema divinidad.
Las doce hojas del abanico de plumas de águila con que se sopla el fuego sagrado, simbolizan a los doce apóstoles. La muralla que rodea la iglesia representa el monte Calvario. Un puchero lleno de savia de peyote sustituye aquí a la pila bautismal. A los fieles se les administra peyote y agua con el mismo rito prescrito para administrar el pan y el vino. Los indios celebran las fiestas cristianas con las prácticas religiosas de sus antepasados.

De acuerdo a la información recabada por Egon Erwin Kisch, el peyote tiene una infinidad de efectos benéficos que explican su enorme importancia para tantas comunidades en las que su recolección representa un importante rito.

Los indios lo consideran como la medicina de las medicinas; para ellos, “medicina” y peyote son términos sinónimos.
Esta droga es omnipotente, pues sirve para curar las enfermedades más contradictorias. Cura la impotencia viril y es un gran remedio contra los apetitos sexuales. Sirve para tener hijos y para prevenir las consecuencias prolíficas del amor. Es tan eficaz contra los estados de excitación, como contra la apatía. Por lo menos, los indios nos juran que hace estos milagros y otros muchos.
En las ceremonias rituales de la medianoche, ponen en la boca del moribundo una rajita de cabeza seca de peyote y atizan con el abanico de doce plumas de águila la llama sagrada, para que el humo ahuyente a la muerte.
Los adoradores del peyote en las secas y altas estepas del norte de México pueden obtener fácilmente este remedio mágico contra el dolor y la muerte. Saben dónde y cuándo deben cogerlo para que surta efecto. (...)
En las universidades europeas se han hecho investigaciones a base de preparados sintéticos de peyote y, a veces, como se dice en los prólogos de los libros Der Mescalinrausch, de Kurt Beringer, y Le Peyotl, de A. Rouhier, con la planta directamente. (...)
A resultados más positivos condujeron los hechos en las clínicas psiquiátricas de Pars y Heidelberg. Las personas sobre las cuales se experimentó, sufrieron las más extrañas transformaciones en sus funciones sensoriales: la unidad conjunta de la personalidad del sujeto experimental se desdobló y sus cinco sentidos se fundieron o confundieron, de tal modo que el narcotizado con esta sustancia oía colores, veía ruidos, olía bultos y palpaba olores.
El poseído por este dios o este demonio flota en un mundo mágico lleno de escenas maravillosas, ve encenderse y llenarse de colores unos fluidos extraños, que se enlazan en un lecho nupcial de luces vibrátiles. Llamas estilizadas circundan, y lamen su cuerpo sin hacerle el menor daño.
Todos los paraísos artificiales de opio y hachisch reconstruidos poéticamente por Thomas de Quincey, Baudelaire y Gauthier, palidecen ante las maravillas de la embriaguez de mezcalina. Leyendo los relatos de estos experimentos clínicos y lo que cuentan por experiencia propia los sujetos experimentales, se comprende que los indios tuviesen al peyote por un dios y los misioneros por el demonio en persona; se comprende que los enfermos, atenazados por sus dolores, y los sanos aburridos de su salud, se echen en brazos del peyote.

Los problemas con la recolección y el consumo del peyote no son cosa del pasado. La controversia se mantiene entre los grupos indígenas que lo acostumbran y las autoridades, que consideran su consumo como una forma de delito. En nota de prensa de marzo de 1998, Cayetano Frías informaba lo siguiente.

Cuando trasladaban canastas con peyote a sus centros ceremoniales de San Andrés Cohamiata, seis huicholes -entre los que se encuentran un niño de 10 años de edad y dos mujeres- fueron detenidos por elementos del Ejército Mexicano que instalaron un retén en el lugar denominado El Vallecito, municipio de Huejuquilla el Alto, Jalisco.
(...) elementos del 51 Batallón de Tlaltenago, Zacatecas, acusaron a los indígenas huicholes de “traficar con estupefacientes”, porque les encontraron las canastas con peyote, que desde tiempos inmemoriales utilizan en sus ceremonias religiosas.
Francisco Gómez, integrante del Comité de Bienes Comunales de San Andrés Cohamiata, dijo que sus compañeros indígenas fueron detenidos el pasado lunes a las 14:00 horas en El Vallecito, cuando viajaban a bordo de un camión de volteo que también llevaba sacos de cemento.
Gómez consideró que es “una injusticia” el aprehender a quienes por motivos religiosos utilizan la planta de peyote, porque es de todos conocido que los huicholes la utilizan en sus rituales desde siempre.

Todo parece indicar que más allá de lo que sostengan las leyes aprobadas por los gobiernos federal y estatal, los huicholes seguirán recurriendo al peyote sin el cual la vida perdería buena parte de su sentido.

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