Marcos Ana fue el preso que pasó más
tiempo privado de su libertad durante el régimen franquista. Algunas de sus
historias de reclusión difícilmente pueden ser comprendidas por quien no vivió ese
tipo de situaciones límite. En muy pocas palabras presenta una contundente
muestra de ello
El espectáculo está en el espectador y
nadie que no haya sufrido la angustia de la pena de muerte puede comprender el
desbordante júbilo de volver a la vida. Aunque siguiera encarcelado y condenado
a sesenta años de prisión.
Recuerdo que en la cárcel de Porlier,
cuando los compañeros regresaban de su Consejo de Guerra, los afortunados que
no habían sido condenados a la pena de muerte se abrazaban exultantes de
alegría y exclamaban felices:
-¡30 años, me han condenado a 30 años!
Parece increíble, pero en aquellos
tiempos de pasión y de sangre lo importante era eludir el paredón de ejecución.
Los años no importaban, confiábamos en el futuro.
Y concluye diciendo: “Un futuro que tardó mucho en llegar
para la mayoría de nosotros.”
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