martes, 19 de julio de 2016

En defensa de la siesta


No son pocos quienes opinan que la siesta es uno de los linderos que separa a los pueblos holgazanes de los productivos, a los que se toman la vida con exceso de calma de aquellos que destacan por su espíritu emprendedor. Es así que la siesta suele tener mala prensa, tal como lo afirma Javier Cercas “(…) para muchos la siesta sigue siendo una costumbre bárbara y ancestral, un privilegio inútil de gente ociosa.”

Para demostrar que ello está muy lejos de ser cierto, Cercas pasa a argumentar la importancia de echarse una pestañita a mitad de jornada porque esto, antes que nada, permite vivir más: “(…) quien no duerme la siesta sólo vive un día al día; quien la duerme, por lo menos dos: despertarse es siempre empezar de nuevo, así que hay un día antes de la siesta y otro después.” Por otro lado sostiene que  no la requieren aquellos que no se exigen a fondo en sus tareas habituales. “También descubrí que quienes no trabajan pueden permitirse el lujo de saltarse la siesta, pero quienes trabajamos no: de Napoleón a Churchill, de Leonardo a Einstein, todo el que curra de verdad duerme la siesta.” Asimismo Javier Cercas, apoyado en la indiscutible sabiduría materna, desenmascara otro mito. “Sé que hay quien dice que la siesta le sienta mal, que se despierta de ella con dolor de cabeza; la respuesta a tal objeción es la que me daba mi madre cuando yo se la ponía: ‘Eso te pasa por no haber dormido lo suficiente’.” Y a la pregunta de ¿cuánto es lo suficiente?, responde

No se sabe. Las medidas son infinitas; las más extremas son la de Cela y la de Dalí. La de Cela es eterna: la clásica siesta de pijama, padrenuestro y orinal. La de Dalí es insignificante: se duerme con unas llaves en la mano; cuando las llaves caen al suelo, se acabó la siesta: en ese instante mínimo, uno se ha dormido. Las medidas, ya digo, son infinitas, y cada uno debe encontrar la suya.

Finalmente Javier Cercas presenta un motivo contundente, incontrovertible, a favor de la siesta.

Por lo demás, antes dije que uno duerme la siesta para vivir más; no quise decir con más intensidad, o no sólo: hay estudios serios –entre ellos uno de la Harvard School of Public Health– que demuestran que la siesta reduce el riesgo de enfermedades coronarias. En el 24 de octubre de 2012, The New York Times publicó un reportaje sobre Ikaria, una isla griega poblada por gente que, según rezaba el título, “se había olvidado de morir”; por supuesto, todos dormían la siesta.

Es así que al carácter placentero que tiene la sabia costumbre de dormir la siesta hay que añadir los notables beneficios que representa para el cuidado de la salud por lo que -y tal como lo recomiendan sus apólogos- después de comer no deje de dormir la siesta por cansado que usted se encuentre.

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