No son
pocos quienes opinan que la siesta es uno de los linderos que separa a los
pueblos holgazanes de los productivos, a los que se toman la vida con exceso de
calma de aquellos que destacan por su espíritu emprendedor. Es así que la
siesta suele tener mala prensa, tal como lo afirma Javier Cercas “(…) para
muchos la siesta sigue siendo una costumbre bárbara y ancestral, un privilegio
inútil de gente ociosa.”
Para
demostrar que ello está muy lejos de ser cierto, Cercas pasa a argumentar la
importancia de echarse una pestañita a mitad de jornada porque esto, antes que
nada, permite vivir más: “(…) quien no duerme la siesta sólo vive un día al
día; quien la duerme, por lo menos dos: despertarse es siempre empezar de
nuevo, así que hay un día antes de la siesta y otro después.” Por otro lado
sostiene que no la requieren aquellos
que no se exigen a fondo en sus tareas habituales. “También descubrí que
quienes no trabajan pueden permitirse el lujo de saltarse la siesta, pero
quienes trabajamos no: de Napoleón a Churchill, de Leonardo a Einstein, todo el
que curra de verdad duerme la siesta.” Asimismo Javier Cercas, apoyado en la
indiscutible sabiduría materna, desenmascara otro mito. “Sé que hay quien dice
que la siesta le sienta mal, que se despierta de ella con dolor de cabeza; la
respuesta a tal objeción es la que me daba mi madre cuando yo se la ponía: ‘Eso
te pasa por no haber dormido lo suficiente’.” Y a la pregunta de ¿cuánto es lo
suficiente?, responde
No se
sabe. Las medidas son infinitas; las más extremas son la de Cela y la de Dalí.
La de Cela es eterna: la clásica siesta de pijama, padrenuestro y orinal. La de
Dalí es insignificante: se duerme con unas llaves en la mano; cuando las llaves
caen al suelo, se acabó la siesta: en ese instante mínimo, uno se ha dormido. Las
medidas, ya digo, son infinitas, y cada uno debe encontrar la suya.
Finalmente
Javier Cercas presenta un motivo contundente, incontrovertible, a favor de la
siesta.
Por lo
demás, antes dije que uno duerme la siesta para vivir más; no quise decir con
más intensidad, o no sólo: hay estudios serios –entre ellos uno de la Harvard
School of Public Health– que demuestran que la siesta reduce el riesgo de
enfermedades coronarias. En el 24 de octubre de 2012, The New York Times publicó un reportaje sobre Ikaria, una isla
griega poblada por gente que, según rezaba el título, “se había olvidado de
morir”; por supuesto, todos dormían la siesta.
Es así
que al carácter placentero que tiene la sabia costumbre de dormir la siesta hay
que añadir los notables beneficios que representa para el cuidado de la salud por
lo que -y tal como lo recomiendan sus apólogos- después de comer no deje de
dormir la siesta por cansado que usted se encuentre.
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