jueves, 20 de abril de 2017

Escritor vs editor


El vínculo entre escritores y editores no siempre ha sido armónico, tanto que según Alberto Manguel desde la época de Gilgamesh los escritores se han quejado de la avaricia de los editores. Pero en el caso que hoy nos ocupa el reclamo del escritor nada tiene que ver con lo económico. Es Isaac Bashevis Singer quien comparte una de sus experiencias al respecto.

Había escrito un relato y se lo entregué al editor de la revista para la que trabajaba  como corrector de pruebas. Me prometió que lo leería y, si le parecía bien, lo publicaría. Al cabo de un tiempo me informó de que había leído el cuento y, pese a haberlo encontrado defectuoso, había decidido publicarlo. Cuando le pregunté por esos defectos me respondió, tras cavilar por un instante, que la obra era excesivamente pesimista, carecía de problemática, y que el tema le parecía negativo y casi antisemita. ¿Por qué escribir acerca de ladrones y rameras cuando abundaban los judíos decentes y las buenas esposas judías? Si algo así se tradujera al polaco y lo leyese un gentil, éste concluiría que todos los judíos eran unos depravados. Un escritor en yiddish, argumentaba mi editor, estaba moralmente obligado a poner de relieve lo bueno de nuestro pueblo, a resaltar lo noble, lo sagrado. Debía ser un defensor elocuente de los judíos, no un difamador.

A estas críticas del editor, el escritor responde con argumentos muy sólidos –y de acuerdo a una conocida tradición judía- mediante la formulación de una serie de preguntas.

¿Por qué debía ser optimista un cuento? ¿Qué clase de criterio era ése? Y ¿qué significaba  que “carecía de problemática”? ¿Acaso la esencia misma de la existencia del mundo y de la especie humana no constituía un problema enorme? Más aún, ¿por  qué razón el escritor en yiddish estaba obligado a convertirse en defensor de su pueblo? ¿Acaso era un deber para él mantener un eterno diálogo con los antisemitas? ¿Una obra escrita según este estilo poseería algún valor artístico? 

Y concluye: “Las Escrituras, a partir de las cuales fui educado, no halagaban a los judíos. Muy por el contrario, insistían constantemente en sus pecados. Ni siquiera Moisés  aparecía como íntegramente puro.” 

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