En las últimas décadas se han dado pasos de enorme trascendencia
respecto a la difusión de temas que tienen que ver con prevención, cuidado de
la salud y campañas que dan a conocer hábitos saludables. Pero en ocasiones se
ha exagerado, tal como lo pone manifiesto Josep Maria Esquirol. “Una de estas
desviaciones es, por ejemplo, la actual patologización
y medicalización de la vida, es decir, la tendencia a considerar todo
problema como problema de salud (con la consiguiente aparición de ‘nuevas
enfermedades’) y a priorizar el tratamiento farmacológico y eventualmente
quirúrgico (…)”. Hasta la propia definición de salud de la OMS no está exenta –según
Esquirol- de problemas.
Una especie de reflejo del problema lo podemos ver
hasta en la definición de salud que ofrece la Organización Mundial de la Salud:
“Estado de completo bienestar físico, mental y social”. Si se toma
literalmente, como lo que indica no se da nunca, hay que concluir que todos
estamos enfermos. Al desasosiego, por desorientación, del hombre moderno, se
añade esta desafortunada definición de salud, tan amplia que siempre podrá
encontrarse algún motivo para sentirse enfermo y acudir al médico. Los maximalismos
suelen frustrar. Y esta definición de salud pone enfermo.
Por otra parte, Simon Leys ejemplifica el punto. “El
ilustre doctor Farabeuf ya nos había puesto en guardia: ‘La buena salud es un
estado precario que no presagia nada bueno’.” También alude a otro caso.
Sobre este tema, creo que Laurence Sterne expuso la
perspectiva correcta en la descripción de una visita que hizo a su médico:
-Señor –me dijo el médico-, su salud es completamente
normal. –Al oírlo, empecé a regocijarme, pero el doctor continuó-: Tal condición
es sumamente rara; es motivo de preocupación y requiere suma cautela.
Esta precariedad queda de manifiesto, en opinión de
Leys, cuando “toda la frágil armonía que hayamos conseguido acumular en nuestro
interior se expone a diario a desafíos peligrosos y a agresiones crueles, y el
resultado de nuestra lucha sigue siendo siempre incierto.”
Para concluir citemos a Ingmar Bergman, quien en sus
memorias comparte una vivencia al respecto. “Una tarde le pregunto al
amable médico si alguna vez en su vida ha curado a una sola persona. Reflexiona
circunspecto y me contesta: ‘Curar es una palabra muy seria’, después mueve la
cabeza y me sonríe para animarme.”
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