Los escritores vienen en diversas
presentaciones: excéntricos o discretos; sencillos o con egos talla grande;
habladores o reservados; prolíficos o con obra escasa; etc. Eso sí, tienen en
común la mirada que ilumina, la que pudo ver lo que otros no o que habiéndolo
visto no supieron expresarlo. Por eso a veces al leer algo nos preguntamos por
qué nosotros no lo escribimos antes, tal como señala Aldous Huxley.
Los artistas (…) reciben de los hechos
mucho más que el resto de los hombres, y pueden transmitir lo que han recibido
con una peculiar fuerza de penetración, que introduce profundamente en el
espíritu del lector cuanto le comunican.
Una de nuestras reacciones más
habituales ante una buena obra literaria se expresa por medio de la fórmula:
“Esto es lo mismo que yo he pensado o creído siempre, pero sin acertar nunca a
expresarlo claramente por medio de palabras, ni tan siquiera para mí mismo.”
En síntesis, se trata de saber ver y
saber contar.
Hay casos en que la mirada del escritor
se detiene en la vida de otra persona que no se dio cuenta del verdadero alcance
de lo que le sucedió. Juan Villoro ofrece un ejemplo de ello.
Para escribir Relato de un náufrago,
Gabriel García Márquez interrogó al protagonista con un interés que él no se
había concedido a sí mismo, aún absorto ante el milagro de estar a salvo. La
mirada externa del cronista transformó al superviviente en relator y primer
lector de su aventura.
Así fue como el protagonista pasó a ocupar
su lugar gracias a la mediación del escritor que descubrió la trascendencia de
lo acontecido.
Pero en otros momentos el escritor ni
siquiera debe ir tan lejos para encontrar material. Abelardo Castillo ilustra
el punto.
Te sentís escritor vos mismo, por
una decisión tuya en cualquier momento. De pronto has tenido un gran amor, se
te ha ido o te has ido, estás deshecho del dolor y de repente, pensás: “¡Qué
historia es ésta! Me parece que está para escribirla”. En ese momento, decís:
soy escritor. No soy un enamorado, porque el enamorado se mata o sale corriendo
a buscar a la persona amada. El tipo que al perder un gran amor piensa “Qué
tema para un cuento o para una novela”, ése es un escritor.
Al fin que ser escritor tiene sus
ventajas.
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