martes, 18 de julio de 2017

Música silenciosa


Existen distintas formas de escuchar música y Simon Leys da cuenta de ello en un artículo titulado “Sonata para piano y aspirador” en el que retoma la historia de Glenn Gould.

Un día en que se ejercitaba al piano, el joven Glenn Gould –contaba a la sazón catorce años- hizo un descubrimiento memorable. La asistenta que estaba limpiando la habitación puso de repente el aspirador en marcha, muy cerca del piano. El ensordecedor ruido mecánico obliteró de inmediato el sonido de la música, pero, para gran asombro del pianista, esta situación no le resultó en absoluto desagradable. Dejó de oír lo que interpretaba; en cambio, le resultó de repente posible seguir su música desde el propio interior de su cuerpo, gracias a una conciencia más aguda de sus gestos; y toda su experiencia de la ejecución adquirió otra dimensión, a la vez más física y más abstracta: la fuga que estaba interpretando se veía transmitida directamente de sus dedos a su cerebro.
Posteriormente, él mismo describió el fenómeno:
(…) Pero lo extraño es que esta nueva forma de música me pareció de repente superior a todo cuanto había precedido a la intervención del aspirador, y los pasajes en los que yo no podía ya oír el menor sonido me parecía los mejores.
(…) He encontrado esta anécdota en la biografía de Glenn Gould escrita por Peter Oswald.

El descubrimiento de Gould fue similar a lo que sucedió a Beethoven cuando “la sordera le obligó a explorar esa dimensión muda de la música”.

Ahora bien, Simon Leys quien es especialista en cultura china afirma que para ellos no era nada nuevo.

Esa música silenciosa (…) era desde hacía tiempo muy conocida por los chinos. Sin duda habían sido llevados de forma más natural a hacer su descubrimiento; en la música clásica china, en efecto, las divisiones son cifras: no indican las notas musicales, sino solamente la sucesión de los movimientos de los dedos sobre las cuerdas. Todavía hoy, los maestros de la cítara (gu qin), en sus ejercicios cotidianos, tocan a veces la “cítara muda”: ejecutan un fragmento entero sin emitir un solo sonido, dejando planear sus manos por encima del instrumento sin tocar las cuerdas con sus dedos.

Para ejemplificar el punto, Leys describe el caso de un ejecutante de música muda que con ello evitaba tanto el cansancio como la estridencia.

A principios del siglo V, un ilustre personaje original, Tao Yuanming –quizá el poeta más querido por los chinos-, iba más lejos aún: se llevaba a todas partes con él una cítara sin cuerdas. Cuando le preguntaron para qué podía servirle un instrumento semejante, respondió: “Únicamente busco la inspiración que duerme en el corazón de la cítara. ¿Para qué extenuarme haciendo ruido con las cuerdas?”

Es por ello que en esto de la música interior, como en tantas otras cosas, hay que reconocer que los chinos llegaron antes.

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