Existen distintas formas de escuchar música y Simon
Leys da cuenta de ello en un artículo titulado “Sonata para piano y aspirador”
en el que retoma la historia de Glenn Gould.
Un día en que se ejercitaba al piano, el joven Glenn
Gould –contaba a la sazón catorce años- hizo un descubrimiento memorable. La
asistenta que estaba limpiando la habitación puso de repente el aspirador en
marcha, muy cerca del piano. El ensordecedor ruido mecánico obliteró de
inmediato el sonido de la música, pero, para gran asombro del pianista, esta
situación no le resultó en absoluto desagradable. Dejó de oír lo que
interpretaba; en cambio, le resultó de repente posible seguir su música desde
el propio interior de su cuerpo, gracias a una conciencia más aguda de sus
gestos; y toda su experiencia de la ejecución adquirió otra dimensión, a la vez
más física y más abstracta: la fuga que estaba interpretando se veía
transmitida directamente de sus dedos a su cerebro.
Posteriormente, él mismo describió el fenómeno:
(…)
Pero lo extraño es que esta nueva forma de música me pareció de repente
superior a todo cuanto había precedido a la intervención del aspirador, y los
pasajes en los que yo no podía ya oír el menor sonido me parecía los mejores.
(…) He encontrado esta anécdota en la biografía de
Glenn Gould escrita por Peter Oswald.
El descubrimiento de Gould fue similar a lo que
sucedió a Beethoven cuando “la sordera le obligó a explorar esa dimensión muda
de la música”.
Ahora bien, Simon Leys quien es especialista en cultura
china afirma que para ellos no era nada nuevo.
Esa música silenciosa (…) era desde hacía tiempo muy
conocida por los chinos. Sin duda habían sido llevados de forma más natural a
hacer su descubrimiento; en la música clásica china, en efecto, las divisiones
son cifras: no indican las notas musicales, sino solamente la sucesión de los
movimientos de los dedos sobre las cuerdas. Todavía hoy, los maestros de la
cítara (gu qin), en sus ejercicios
cotidianos, tocan a veces la “cítara muda”: ejecutan un fragmento entero sin
emitir un solo sonido, dejando planear sus manos por encima del instrumento sin
tocar las cuerdas con sus dedos.
Para ejemplificar el punto, Leys describe el caso de
un ejecutante de música muda que con ello evitaba tanto el cansancio como la
estridencia.
A principios del siglo V, un ilustre personaje
original, Tao Yuanming –quizá el poeta más querido por los chinos-, iba más
lejos aún: se llevaba a todas partes con él una cítara sin cuerdas. Cuando le
preguntaron para qué podía servirle un instrumento semejante, respondió:
“Únicamente busco la inspiración que duerme en el corazón de la cítara. ¿Para
qué extenuarme haciendo ruido con las cuerdas?”
Es por ello que en esto de la música interior, como en
tantas otras cosas, hay que reconocer que los chinos llegaron antes.
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