El cumplimiento de la pena de
muerte dio lugar durante mucho tiempo a verdaderos espectáculos populares
considerados aptos para todo público. Así las cosas, los preparativos se
cuidaban hasta en sus menores detalles y Wislawa Szymborska nos habla de ello.
(…) participaban
grupos de bailarines bien instruidos, cantantes y músicos; el recinto se
preparaba y decoraba convenientemente, y todos, incluso los sacrificados,
vestían sus mejores galas. Los vendedores daban vueltas entre la muchedumbre
con canastos llenos de frutas y pasteles, y los bebés gimoteaban en los brazos
de las absortas madres, mientras que los niños ya creciditos abarrotaban las
ramas de los árboles de los alrededores.
De esta manera la ejecución de
la muerte anunciada se convertía en escenario de encuentro de vecinos. “Esto ya
ocurría así –prosigue Szymborska- cuando las cabras aún pacían en las colinas
de Roma, y de un modo parecido, cuando las ruinas del Coliseo se convirtieron
en el hogar de los gatos salvajes”. Y de acuerdo con la autora, la gente
respondía masivamente a dichas convocatorias.
Se
pueden escribir multitud de libros sobre la ejecución entendida como una fiesta
en la que la asistencia está asegurada. Recordemos que mientras se ahorcaba,
descuartizaba o quemaba a un condenado en las plazas públicas, una multitud de
cabezas se agolpaba en las ventanas abiertas de par en par, los balcones se
derrumbaban debido al peso de los curiosos y, alrededor de la guillotina, nunca
faltaban testigos voluntarios.
Aquel espectáculo tenía algo –mucho,
quizás- de contenido aleccionador, de recurso didáctico, de educación
preventiva. Román Gubern narra una vivencia familiar a este respecto: “(...) mi abuelo me relató cómo, todavía
en su infancia, las familias burguesas de Barcelona asistían con sus vástagos a
presenciar las ejecuciones públicas (...) y, tras el macabro rito, propinaban
un cachete pedagógico a sus niños, para que aprendieran a vivir rectamente.”
Y
no se crea que estamos hablando del pasado remoto, Gubern precisa que “de esto
hace menos de cien años”.
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