jueves, 15 de febrero de 2018

Peces deprimidos


La verdad es que ya lo sospechaba desde hace mucho tiempo. Es cuestión tan solo de acercarme con atención a cualquier pecera y al rato termino invariablemente contagiado de una tristeza melancólica o -peor aún- de cierta depresión que me trasmiten esos seres de distinto tamaño y color que allí habitan. Desconozco si el origen de ese estado anímico debe ser atribuido a la existencia rutinaria que llevan o a la indiscreción no elegida en la que viven (especie de big brother acuático en función permanente).    

No creo ser tan especial como para considerarme el único que reparar en ello, por lo que siempre supuse que somos varios quienes coincidimos al respecto. Pero nunca tuve evidencias. Bueno, nunca quiere decir hasta hace poco en que encontré un artículo de prensa firmado por Heather Murphy.

¿Puede un pez deprimirse? Uno podría preguntarse eso después de ver un pez beta terriblemente triste en el acuario de un hotel.
Y uno supondría que a los científicos les parecería absurda la pregunta. Pero no, en lo absoluto.

Agrega la nota que “nuestros amigos con branquias no sólo pueden deprimirse, sino que algunos científicos consideran al pez como un modelo animal prometedor para desarrollar antidepresivos”. Que no quepan dudas: si el fármaco experimentado diera buenos resultados con estas tristes criaturas, entonces ya la hicimos.

Por otra parte –de acuerdo con Murphy- si consideramos que estamos muy lejos de estos pequeños seres, una vez más nos habremos equivocado.   

Nueva investigación ha cambiado radialmente la forma en que los científicos piensan sobre la cognición de los peces, demostrando que mascota y dueño no son tan diferentes.
“La neuroquímica es tan similar que da miedo”, dijo Julian Pittman, biólogo de la Universidad de Troy, en Alabama, donde trabaja en el desarrollo de nuevos medicamentos para tratar la depresión, con la ayuda de pequeños peces cebra. Tendemos a pensar en ellos como organismos simples, “pero hay muchas cosas de las que no damos crédito a los peces”.

No nos desviemos del tema y volvamos a la depresión. Existen indicadores concretos, observables a simple vista, que permiten tener idea precisa de sus niveles.

A Pittman le gusta trabajar con peces porque son muy obvios respecto a su depresión. Él puede probar de manera confiable la efectividad de los antidepresivos con algo llamado la “prueba del tanque nuevo”. Se coloca a un pez cebra en un tanque nuevo. Si después de cinco minutos nada en la mitad inferior, está deprimido. Si está nadando en la parte superior –lo normal al explorar un entorno nuevo- no lo está. 
La gravedad de la depresión, dice, se puede medir por la cantidad de tiempo en la parte superior contra la inferior. (…)
Pero lo que ha convencido a Pittman, y a otros, es ver cómo el pez cebra pierde interés en casi todo: la comida, los juguetes, la exploración –igual que las personas clínicamente deprimidas.
“Uno se da cuenta”, dijo Culum Brown, biólogo conductual en la Universidad de Macquarie, en Sydney, que ha publicado más de 100 artículos sobre la cognición de los peces. “Las personas deprimidas se retraen. Lo mismo ocurre con los peces”.

Hasta aquí la descripción del cuadro y su sintomatología. Ahora pasemos a analizar –siempre en opinión de Heather Murphy- las posibles alternativas terapéuticas.

Lo que desencadena la mayoría de las depresiones en los peces domésticos es la falta de estimulación, dijo Victoria Braithwaite, profesora de pesquería y biología en la Universidad Estatal de Pensilvania.
“Una de las cosas que estamos descubriendo es que los peces son naturalmente curiosos y buscan cosas nuevas”, dijo Braithwaite. En otras palabras, es probable que su pez dorado esté aburrido. Ella insta a introducir objetos nuevos al tanque o cambiar la ubicación de las cosas.
Brown coincide, al señalar un experimento que realizó, el cual demostró que si uno deja a un pez en un entorno enriquecido y físicamente complejo, disminuye el estrés y aumenta el crecimiento del cerebro.
El problema con los tanques pequeños no es sólo la falta de espacio para la exploración, dijo Brown, sino que también la calidad del agua tiende a ser inestable y es posible que no hay suficiente oxígeno.
Si usted tiene un pez, quizás quiera considerar dónde Brown tiene al suyo: un tanque de 2 metros con mucho paisajismo. Él recomienda un tanque de un metro “con muchas plantas y cosas” para el beta promedio.

Desconozco si entre los improbables lectores de este blog haya quienes tienen peceras. En cualquier caso, quedan avisados.

1 comentario:

Ahau dijo...

Aquí habla uno, con años encima del hobby del acuarismo.
Puedo confirmar la nota y aclarar que los peces, como cualquier organismo complejo, puede sufrir depresión en algún momento de su vida. Los consejos suministrados en la nota sirven, aunque existen otros tantos más. Si se ha demostrado que hablar a las plantas es beneficioso ni que decir de buscar la atención de nuestras mascotas acuáticas también. Y funciona de mil maravillas. Si señor.
Saludos cordiales.